La sala de prensa global: del Pásalo al #bcnsinmiedo

Una de las preguntas recurrentes durante los primeros días en las acampadas (yo la viví personalmente en la Puerta del Sol, pero supongo que se dio en todas ellas) era dónde estaba la sala de prensa o cuándo se convocaba la rueda de prensa. Esta pregunta, hecha por muchos medios que acudían a las plazas, era la misma que se hacían transeúntes curiosos o gente que se desplazaban ex profeso a las concentraciones para informarse.

Aunque después sí se han ido creando comisiones de comunicación, así como identificando portavoces, la respuesta por norma general era que ni había sala de prensa ni, por supuesto, habría rueda. O las había a centenares: era cuestión de acercarse a alguien y preguntar, tanto offline como online. La rueda de prensa era distribuida, global y en tiempo real, y se daba en la sala de prensa que conocemos como Internet.

Se dice que la guerra de Vietnam fue la primera en vivirse desde el sofá: la televisión hacía llegar a todos y cada uno de los hogares norteamericanos — y, por extensión, a muchísimos otros más — las imágenes de la contienda, muchas de ellas complementando y a menudo contradiciendo lo que el gobierno transmitía a sus ciudadanos como crónica de la realidad. No en vano, muchos atribuyen a la televisión un papel determinante en el crecimiento de los movimientos anti belicistas de las décadas de 1960 y 1970.

En España hemos vivido en primera persona — por suerte o por desgracia — el desfase entre la aparición y apropiación de los nuevos medios de comunicación por parte de la ciudadanía, y las inercias y poca flexibilidad de las instituciones políticas: la gestión informativa que desde el Ministerio del Interior hizo el ministro Ángel Acebes sobre los atentados en Madrid del 11 de marzo de 2004, y la gestión informativa que desde la Conselleria d’Interior hizo el conseller Felip Puig sobre la carga policial en Barcelona el 27 de mayo de 2011.

11 de marzo de 2004 y el «¡Pásalo!»

Entre los atentados del 11m en Madrid y las elecciones que tuvieron lugar tres días después, el gobierno literalmente secuestró informativamente a los medios de comunicación españoles: mantuvo en el ayuno informativo a los medios a la vez que los conminaba a ejercer la autocensura. Al margen de los posteriores (y eternizados) debates y juicios sobre la autoría de los hechos, lo que es incontestable es que el gobierno trató de imponer su punto de vista a toda costa y sin contestación.

Los ciudadanos tuvieron que burlar las barreras informativas y lo hicieron acudiendo a las fuentes digitales de otros medios, en su mayoría extranjeros. En un mundo digital, la información no tiene puertas y así se demostró cuando los ciudadanos accedieron online a docenas de medios internacionales para quienes las órdenes del gobierno español no tenían ningún tipo de poder. Mientras el gobierno creía controlar la imprenta, Internet ganaba la partida.

La indignación al comparar las dos versiones terminó en una convocatoria basada en el envío masivo de SMS urgiendo a manifestarse contra el gobierno de la nación. Los mensajes, a su vez, invitaban al receptor a formar parte de la red informativa ciudadana: ¡Pásalo!.

27 de mayo de 2011 y el #bcnsinmiedo

Tras 10 días de acampada, y a las puertas de una posible celebración futbolística, el conseller de Interior catalán decide que hay que limpiar la Plaza de Catalunya en Barcelona, donde se ubican los acampados de la ciudad y dejar fuera del alcance de los futuribles celebrantes objetos con los que puedan dañarse (o dañar a otros).

La operación de limpieza termina en una durísima carga de los cuerpos de seguridad contra la resistencia pacífica de los acampados, transeúntes y, en varios casos, medios de comunicación.

El discurso oficial, primero por un portavoz de la policía autonómica y más tarde por el propio conseller de Interior del gobierno de la Generalitat, es que no ha habido carga alguna, sino desalojo, y solamente ha habido violencia en respuesta a la violencia.

Si durante los días del 11 al 13 de marzo de 2004 la ciudadanía se volcó a aquella web 1.0 de las páginas oficiales de los medios internacionales, el 27 de mayo de 2011 la ciudadanía se vuelca a la web 2.0, y se vuelca no solamente para consultar, sino para compartir información textual, fotografía y vídeo tomados en primerísima persona en la plaza mediante dispositivos móviles.

La yuxtaposición de las declaraciones oficiales con los miles de contenidos multimedia generados en tiempo real, sin editar, sin filtrar, subidos y automáticamente publicados en la red — y agrupados bajo el hashtag #acampadabcn o #bcnsinmiedo — demuestra de forma rotunda la dificultad de mantener medias verdades ante una ciudadanía informada.

Una reflexión sobre los medios

Desde que el periodismo es periodismo, el papel de los medios de comunicación se ha basado en (1) obtener información de las fuentes, (2) editarla, incluyendo escoger la parte del todo y hacerla más comprensible y (3) difundirla.

En estos últimos años se ha hecho posible que cualquier persona, desde cualquier sitio, y prácticamente sin coste, genere información de cualquier tipo y en cualquier formato y la difunda a la globalidad del planeta.

Mientras muchos se lamentan sobre el fin del periodismo, o se alargan en el intrascendente decidir si un blog es periodismo, periodismo ciudadano, o todo lo contrario, no se dan cuenta que muchos medios están abandonando — o lo han hecho ya — lo que en el fondo es o (en mi opinión) debería ser el principal papel del Cuarto Poder: poner orden en el caos, añadir criterio, buscar contexto y, en definitiva, convertir el dato en información. Al fin y al cabo, blogs y redes sociales en general han venido a confirmar lo que las agencias de comunicación ya habían puesto de manifiesto: muchos medios hace años que solamente se hacían eco de la nota de prensa, pasando de ser periodistas a meros voceros.

En lo que llevamos de año, Al-Jazeera y su cobertura de las protestas en Túnez y Egipto ha demostrado que hay otra forma de hacer periodismo, no compitiendo sino sumándose al poder de una ciudadanía que ya no solamente consume sino que informa.

Ante el aluvión de información, el periodista debe darle sentido. Ese es su papel. A veces, no hace falta añadir mucho más.

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De qué puede morir el 15m o por qué no existen (todavía) las wikirrevoluciones

En una interesante entrada, 15M vs Wikipedia, César Córcoles apunta a las similitudes y diferencias entre el movimiento del 15m y la Wikipedia, listando entre las principales diferencias la meritocracia y la escalabilidad. Me gustaría ahondar en el tema y cuestionar seriamente el concepto de Manuel Castells de wikirrevolución.

Empezaré por el titular: el movimiento 15m es, por ahora, una protesta y no una revolución y, en cualquier caso, se parece más a una fororrevolución que a una wikirrevolución. Y, sin ánimo de comparar (en absoluto) los fundamentos y motivos de ambos movimientos, estructuralmente se parece más a Al-Qaeda — distribuido, celular, nodal, conectado — que a un wiki o cualquier otra estructura de red similar.

Lo que la red te lo da, la red te lo quita

La organización del impulso inicial del movimiento 15m fue impecable, y fue posible porque se apoyó en Internet y en una estructura de red que permitió crecer rápido y de forma descentralizada. El mensaje era sencillo, fácil de apropiar por unidades celulares distribuidas y de replicar con solamente mantener un cierto contacto entre las células. Así se extendió Al-Qaeda y justamente por el motivo contrario, por necesitar siempre de una cabeza, es uno de los motivos por los que ETA se ha debilitado más y más en los últimos años (entre otros motivos, por supuesto).

Sin embargo, tras ese crecimiento exponencial viene la consiguiente consolidación de la red. La experiencia nos dice (Raymond, Benkler, Himanen) que es necesario poder desmenuzar las tareas en pedacitos pequeños para que el trabajo en red sea posible, para que los costes de transacción o de negociación caigan a (casi) cero, para que sea posible después re-ensamblar y terminar con un producto común.

Esto, además, debe realizarse en base a unos protocolos (explícitos o tácitos) adoptados por todos los participantes de forma que ese ensamblaje sea posible, protocolos que se han generado de forma emergente dentro de la misma red.

Todos funcionamos autónomamente y cada uno ensambla su aportación al todo de forma independiente al trabajo de los demás.

Si hay algo poco autónomo e independiente es una asamblea. Y si hay algo poco emergente y modular es un manifiesto. El 15m no es una wikirrevolución porque carece de esa estructura descentralizada (plural u horizontal no es lo mismo que descentralizado), atomizada, autónoma (pero conectada) típica de la estructura de red.

En el fondo, Túnez o Egipto también se gestaron como red, pero en su evolución a futuro son todo menos reticulares o distribuidas.

¿Existen las wikirrevoluciones? o la ausencia del dictador benevolente

En mi opinión no existen las wikirrevoluciones… o dejan de existir en cuanto se apaga la última llama de la última pira. Creo que hay wikiprotestas o wikirrevueltas, que por definición no son propositivas sino reactivas, pero todavía no hemos visto la parte wiki en la fase constructiva de las revoluciones, que por definición proponen un sistema en alternancia al vigente.

Si algo caracteriza una red creada alrededor de la construcción de un proyecto es la meritocracia, es decir, premiar al que más sabe. Meritocracia que culmina en la aparición de un «dictador benevolente», legitimado por su trabajo y aupado por el reconocimiento de sus pares.

Por algún extraño motivo, buscamos un médico para detener una hemorragia o un fontanero para arreglar una fuga de agua, pero huimos de los profesionales de las ciencias sociales a la hora de hacer propuestas económicas o sobre la democracia. Con ello, borramos de un plumazo 300 años de democracias y economía modernas y empezamos a reinventar la rueda de cero. Es tan cierto que las ciencias sociales raramente saben predecir qué funcionará en el futuro, como certeras se muestran en explicar qué funcionó mal en el pasado.

En el límite, si se quiere prescindir de estos «expertos» (palabra que ha tomado en los últimos años connotaciones negativísimas), lo mínimo que se puede pedir al que quiere decidir por sí mismo es una decisión fundamentada. El voto es tanto un derecho como una obligación es el voto informado: vivir en democracia es, también, una responsabilidad.

Una primera opción para hacer avanzar, pues, el movimiento 15m hacia una estructura de red — aprovechando el impulso y espíritu que la vio nacer — capaz de generar movimiento (y el movimiento es no solamente impulso, sino impulso en una dirección y sentido) es generar, poco a poco, y de forma consensuada, una estructura meritocrática donde se premie el esfuerzo y el conocimiento de sus nodos. Es tan cierto que una red es una estructura no jerárquica como cierto que los nodos son tan importantes como su contribución a la red misma.

Pero este no es el camino que parece estar tomando el movimiento 15m, que, a mi entender, se está escindiendo en dos polos opuestos, tal y como quise describir en mi Perfil político en España tras el 22M.

¿Dónde o cómo podría funcionar una wikirrevolución del 15m?

La segunda opción es la que también quise explicar en Una única propuesta para una democracia mejor, propuesta que puede analizarse según una lógica de red tal y como se ha hecho hasta ahora.

Ante la ausencia de un proyecto centralizado basado en una estructura descentralizada, solamente caben proyectos también descentralizados: trabajar dentro de los partidos, de distintas formas, para hacer converger sus programas en ejes comunes que puedan dirimirse dentro del actual sistema democrático. Así, lo que se mantiene unido es la filosofía («más y mejor democracia») aunque los proyectos sean distintos.

En mi opinión, la red ha demostrado que es capaz de organizarse para poner en común una filosofía, unas ideas, un sentir, mientras que parece estar fracasando a la hora de trasladar esas ideas en la práctica. Sería beneficioso, creo, abandonar pues la elaboración de un único programa, y más ante la ausencia de estructuras internas que premien las contribuciones, y reorientar esa red que funcionó hacia lo que la hizo funcionar y donde se mostró eficaz y eficiente: «más y mejor democracia».

Y que cada uno lo haga dónde y cómo quiera, dentro o fuera de las asambleas, dentro o fuera de los partidos. Creo que hay que capitalizar el movimiento en esa línea, so pena de perder todo lo conseguido hasta ahora.

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Perfil político en España tras el 22M

Tras lo que hemos visto estos días a raíz de las movilizaciones del 15m, y viendo los resultados de las elecciones locales 2011 en España, creo que se puede dibujar el siguiente mapa o perfil político del ciudadano en España en base a dos ejes:

En un eje, estar o no informado: por una parte, los ciudadanos que están informados, saben quién es quién y qué propone, tienen conocimientos de política tanto teóricos como sobre la historia reciente de la política; por otra parte, los que no están informados (o son incapaces de comprender o analizar críticamente la información que les dan — también los hay, por desgracia). En otro eje, la forma de entender la política, bien como forma de articular una ideología, bien como forma de cultivarse una carrera personal, de promoverse social y económicamente, de perpetuarse (una vez alcanzado) en el cargo, etc.

Sé que es una generalización burda, pero también creo que hay algunas cosas que son más fácil de explicar que lo que tendemos a hacer. Algunos apuntes sobre las agrupaciones:

  • Izquierda que no gobierna ni gobernará: el mundo ha cambiado para siempre. Cambió el 9 de noviembre de 1989 cuando cayó el muro, y volvió a cambiar en 1995 cuando Internet se abrió a todos los ciudadanos. Uno puede ser fiel a sus convicciones y sin embargo acomodar las ideas a la realidad circundante. O bien pedir que el Sol salga por poniente, que también es legítimo.
  • Izquierdas que votan derechas: para muchos, la gran paradoja. La ortodoxia politológica afirmará que se rinden a los hechizos de los populistas del último cuadrante. Seguramente. Y puede también que haya algo de condescendencia, soberbia o falta de análisis en dicha afirmación.
  • #acampados y demás: Asambleas trasnochadas: en la línea de los primeros, pero supuestamente apartidistas… aunque a más proponen, más excluyen a muchos de la pluralidad inicial del movimiento.
  • #acampados y demás: Votante que se debate entre el exilio y el suicidio: eminentemente de izquierdas (aunque se defina como apartidista), no sabe qué hacer viendo dónde están las izquierdas y, sobre todo, cuánto crecen los cuadrantes de la Política como mercado de votos.
  • Derecha que gobierna y vaya si gobernará: ha entendido que el mundo ha cambiado y, lo que es mejor, ha cambiado en su propio sentido político. Hace una propuesta afín y recoge los beneficios. A uno puede gustarle o no, pero por ahora, el mundo es así.
  • Izquierda que gobernaba y tardará en volver a gobernar: tampoco parece haber entendido que el mundo ha cambiado y, lo que es peor, intenta arreglarlo a base de nadar y guardar la ropa, operaciones de maquillaje y brindis al sol. Descalabro garantizado.
  • Cínicos, populistas, corruptos y frescos en general: los que se benefician del mar revuelto y, viendo lo revuelto que está, lo mucho que todavía les queda por beneficiarse. Son estos los que tienen el país hecho jirones: algunos de la derecha y otros tantos de la izquierda.

Este es, a mi parecer, el panorama.

Un panorama dominado por los tres cuadrantes de la desinformación y la política como mercado: partidos desorientados, partidos cuyo fin son el partido mismo, y lacras sociales y políticas que se aprovechan del resto.

Si queremos más y mejor democracia, necesariamente la situación debe reconducirse hacia ampliar el cuadrante de los informados y comprometidos con sus ideas, a poder ser participando de las instituciones democráticas (gobiernos, partidos, sociedad civil organizada).

Es urgente recuperar la confianza en las instituciones democráticas a la vez que reinventamos la ciudadanía porque la alternativa es el caos.

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Una única propuesta para una democracia mejor

Me debato, supongo que como muchos otros, en qué debe quedar todo el movimiento del 15m, si en solamente una protesta sin propuestas, un conjunto de propuestas de mínimos o bien un conjunto de propuestas rayano a lo maximalista.

En mi opinión, ninguna de las anteriores: una única propuesta basada en el único punto en común entre todos los que se han manifestado: mejorar la democracia; y una única propuesta, además, basada en lo que es ahora posible en contraposición con lo que ahora tenemos, de la misma forma que ha sido ahora posible organizar una protesta de forma descentralizada y en red cuando antes costes y barreras lo impedían: la Sociedad de la Información.

Si algo tiene que salir de las protestas del 15m — y creo que sería una lástima que no saliese nada más que la constatación de un amplio y profundo descontento — debería ir en la línea de obtener el compromiso de los partidos de trabajar en una Ley de actualización del ejercicio de la democracia en la Sociedad de la Información durante la X legislatura de España. El nombre pretende ser únicamente descriptivo, aunque ya tenemos leyes con nombre parecido, como la Ley de Acceso Electrónico de los Ciudadanos a los Servicios Públicos (LAECSP) o Ley 11/2007.

Actualización porque entiendo que lo que ha echado a la gente a la calle no es un cambio de sistema, sino poner al día el que tenemos a base de pulir las aristas que le han ido saliendo. En la Sociedad de la Información porque, después de analizar a fondo las posibilidades, son precisamente las nuevas herramientas que ahora tenemos las que nos permiten plantearnos dicha actualización.

Así pues, lo que se podría pedir a partidos y gobernantes, vehementemente, con legitimidad y consenso, de ahora en adelante y hasta las próximas elecciones legislativas, es la inclusión en todos y cada uno de los programas electorales de la propuesta de trabajar en dicha Ley de actualización del ejercicio de la democracia en la Sociedad de la Información.

Esta petición no debería tener, a mi entender, un formato cerrado, es decir, un texto específico y explícito del contenido de dicha Ley, sino, insisto, el compromiso de debatir cómo hacer mejor el ejercicio de la democracia, en general, y algunos focos específicos donde las mejoras son más plausibles. Pero, una vez más, apuntar los focos, no las soluciones concretas.

Si lo que queremos mejorar es la democracia, parece lógico centrar nuestras propuestas en el procedimiento y fundamento del ejercicio democrático. Me permito a continuación apuntar una suerte de procedimiento y qué se podría proponer en función de lo dicho hasta ahora. Para ejemplificar, en lugar de pedir democracia directa (y punto) creo que es más prudente pedir mejorar los procesos de participación ciudadana, que puede ser democracia directa en algunos casos, deliberativa en otros, representativa (como hasta ahora) en el resto, etc.

  1. Información: necesitamos estar más y mejor informados para poder ejercer nuestros derechos democráticos en igualdad de condiciones. La transparencia es fundamental, y la digitalización de archivos y comunicaciones hacen posible que podamos estar más y mejor informados, especialmente a través de instrumentos tan valiosos como los que proponen las iniciativas de datos abiertos o gobierno abierto. Aportar toda la información no es más caro si se incorpora en el diseño organizacional de las instituciones. Toda la información debe ser pública y manipulable tanto manual como automáticamente.
  2. Deliberación y argumentación: Las nuevas tecnologías hacen más fácil y barato (con independencia del tipo de recurso que se considere: tiempo, dinero…) poner en común ideas, opiniones, puntos de vista. Ello incluye no solamente las relaciones horizontales (entre ciudadanos, entre instituciones) sino verticales: ciudadanos con instituciones. Necesitamos espacios de encuentro donde confluyan información con necesidades y, fruto de la reflexión, den como resultado propuestas concretas. Espacios web de las instituciones, redes sociales, (nuevamente) gobierno abierto, política 2.0, democracia 2.0… son conceptos y herramientas que pueden contribuir a mejorar la práctica de la deliberación de forma sustancial.
  3. Formación, debate y negociación de preferencias: Hechas las propuestas, cada uno debe escoger su opción. Y ver a qué beneficios y qué costes y renuncias supone la elección. La elección final no tiene por qué coincidir con la propuesta inicial. Debe ser posible generar espacios que faciliten y catalicen la generación de consenso. Herramientas de trabajo colaborativo, de dinámicas de personas, de gestión de proyectos se han puesto en marcha en muchos ámbitos con éxitos notables. Ahora mismo, junto con la deliberación, la negociación es el estadio más desatendido de la democracia, cuando debería ser posible hacerlo participativo (o, al menos, participado), público, abierto, transparente.
  4. Explicitación de preferencias y sufragio: Hay muchas formas de votar y muchos cuándos donde hacerlo. Los prohibitivos costes de elecciones y referenda hacen que por ahora se celebren cada cuatro años o solamente cuando la ocasión es de trascendental importancia. Esos costes se han reducido, en lo instrumental, a cero, y solamente quedan los costes humanos que cualquier ejercicio democrático requiere: informarse, deliberar, negociar… Es necesario repensar el ritmo de la democracia, diseñar nuevos procesos donde la participación directa o representada se alternen según necesidades, importancia y coste.
  5. Rendición de cuentas: Para cerrar el círculo, es imprescindible realizar la evaluación de impacto de las políticas públicas, así como la eficiencia y eficacia de nuestros gestores. Como en el caso de la información, la rendición de cuentas se basa en la información abierta y, sobre todo, en la posibilidad de actuar con prontitud y a menudo en tiempo real según sean los datos. Así pues, deben mejorar no solamente los procesos informativos sino los procesos de toma de decisiones, de redefinición de políticas y, por supuesto, de recompensa o castigo a las malas gestiones.

Esta es una propuesta de mínimos. Más conceptual que concreta. Y, precisamente por su imprecisión, debería ser posible ser adoptada como propuesta de trabajo (no propuesta finalista) que llevar a las elecciones de la próxima legislatura, para que en ella, y por cargos electos legitimados, se pudiese llegar a un sólido consenso de mejora de la democracia.

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Políticos: ¡Indignaos!

¿Qué es un político?

Se hace difícil definir a un político de una forma menos vaga que «aquel que se interesa por las cuestiones de la polis«, definición en la que cabemos (casi) todos.

Podemos definir al político como «aquel que se gana el sueldo trabajando en política» o bien «aquel que es elegido para actuar en representación de sus conciudadanos en una institución, ejecutiva o legislativa». La segunda definición deja fuera muchos cargos que, sin ser electos, se ganan la vida haciendo política (p.ej. un ministro que no iba en las listas); la primera definición deja fuera muchos cargos electos cuya principal ocupación es su profesión de toda la vida (p.ej. un maestro que es el alcalde de un pequeño pueblo).

Además, tras estas cabezas visibles están muchas otras personas anónimas que «trabajan» en política, que ayudan a estos en su día a día, a llegar donde están, a hacerlo lo mejor que puedan. Definamos político como aquel que cree y participa activamente en el partido como principal instrumento de gestión de la cosa pública, siendo un partido la institución que escoge los candidatos a unas elecciones.

He conocido a muchos políticos que se ajustan a esta definición, desde personas prácticamente anónimas dentro del partido sin más aspiraciones que contribuir con su granito de arena, hasta cargos con buen sueldo y responsabilidades sobre decisiones y presupuestos de magnitudes impactantes, pasando por eternos candidatos a diputado o concejal que jamás saldrán de ese limbo político.

La mayoría de ellos eran personas cualesquiera, con plena confianza en la democracia representativa, en los proyectos compartidos, en arrimar el hombro, en construir ideas, en debatir sobre las ideas y las ideologías, en intentar encontrar soluciones a los problemas de la mayoría y de las minorías.

Para la mayoría de políticos que he conocido el partido era el medio para sumar esfuerzos e intentar poner en marcha un programa de ideas (otros hemos buscado y a veces encontrado formas alternativas de hacer eso mismo). Se daba forma al programa, se hacía público y se buscaban resonancias entre los conciudadanos. Si las había, se ponía en marcha. Si no las había, o bien se insistía en las bondades del mismo o bien, y sencillamente, se abandonaba: el equivocado debo ser yo.

No obstante, para una minoría, el partido se ha convertido en el fin. La ideología y el programa no son endógenos, no nacen de dentro, fruto de las propias convicciones y (sobre todo) reflexiones internas, sino que es externo, adaptable en extremo y viene dado por oleadas de circunstancias. La ideología se aparca al servicio de la comunicación y la mercadotecnia. El programa no se propone, se construye según la reacción del vendedor de votos. Así, se acaba defendiendo un programa que va contra las ideas de uno.

De alguna forma, arcana e incomprensible para el ajeno, los segundos han conseguido imponerse sobre los primeros. La política de los votos se ha impuesto a la política de las ideas en los partidos, es decir, la política de (presuntamente) unos pocos se impone sobre la de (presuntamente) unos muchos.

Es incomprensible no porque no responda a una lógica racional (ganar unos votos para ganar un puesto), sino porque no parece responder a los deseos de la mayoría que aúpa a esa minoría hacia esa lógica mercantilista de la democracia.

Políticos: ¡indignaos!

Si, como afirmáis, «no todos somos así», indignaos por ser cosificados, manipulados y utilizados por vuestros propios compañeros. Indignaos por ver alteradas, transformadas y deformadas vuestras ideas — y, con ellas, vuestras identidades.

Los que somos ajenos a la dinámica interna de los partidos no comprendemos los extraños vasallajes que parecen darse en su seno. «No todos somos así» y sin embargo se toleran y se encumbran algunas medianías intelectuales o morales que mercadean con la ética y las ideas. «Son las cuotas»: ¿qué cuotas, las de la mediocridad? ¡¡Indignaos!!

Políticos: ¡rebelaos!

Rebelaos contra la lentitud de la justicia, que mantiene en vuestras listas la lacra de los corruptos y el estigma sobre los inocentes. Rebelaos contra el ignorante, contra el incompetente, contra el populista, contra el cínico que hace de vosotros unas espaldas sobre las que descargar la construcción de su carrera personal. Rebelaos contra el fanático, contra el obcecado, contra el sectario que ensordece con la suyas vuestras palabras y obstruye vuestros oídos. Rebelaos contra los medios que tergiversan vuestras ideas y rebelaos contra quienes os privan de dialogar con los mismos.

Retomad, por favor, vuestro papel central en democracia. Legitimad vuestro papel de vertebración del diálogo, vuestro papel de representación, vuestro papel de gestores eficientes y eficaces, vuestro papel de legisladores informados.

Indignaos y rebelaos porque el resto, el resto no es política.

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Populismos, democracias y medios

La democracia representativa se inventó para hacer la gestión de la cosa pública más fácil. Gestionar no es sólo tomar decisiones, sino tomarlas después de tener una opinión formada y, sobre todo, informada. Y como informarse tiene un coste (a menudo en dinero y siempre en tiempo), como sociedad decidimos que era más eficiente (cada vez menos en dinero, y quizás tampoco en tiempo) que hubiera quien se dedicara profesionalmente a informar en profundidad sobre las cuestiones públicas y a tomar las decisiones en nombre de todos.

El populismo se aprovecha de esta asimetría de información para conseguir votos a través de medias verdades, hipérboles y, a menudo, mentiras en toda la regla. Decía Rabindranath Tagore que cuando el dedo del sabio señala la luna, el imbécil se queda mirando el dedo. El populismo es un mecanismo bien engrasado cuyo objetivo es llamar la atención sobre el dedo.

De ciudadanos que se miran el dedo hay de dos tipos. Hay los que, como decía Tagore, son imbéciles rematados y les gusta oír lo que quieren oír, hacerse la ilusión de que los ecos (imbecilidades) que oyen son cantos de sirena, y que el hecho de que otros hablen más alto los exime a ellos de la obligación de pensar, facultad que los humanos tenemos para distinguirnos de los chimpancés. Contra estos solamente cabe la resignación.

Hay un segundo grupo de ciudadanos que aunque se miran el dedo —afortunadamente mayoritario— lo que necesitan y quieren es más información. Más información que les haga notar que es a la luna adonde debemos mirar, y no al dedo que la señala. Y quien les ha de proporcionar esta información es, naturalmente, quien la tiene: los (otros) políticos y los medios.

Tanto unos como otros han conseguido una nueva iteración en el aforismo de Tagore. El sabio señala la luna, los imbéciles se miran el dedo, y los medios y políticos se miran a los imbéciles, los sacan en primera página y parlotean hasta la náusea.

En los últimos años ha aparecido una nueva especialidad periodística. Lo llaman «periodismo de datos»: el análisis, desde un punto de vista comunicativo, de la ingente y exponencialmente creciente cantidad de datos que la digitalización ha hecho posible. Seguramente es lo que ahora mismo nos haría más falta: abandonar el primer plano de los imbéciles y girar las cámaras hacia los datos, hacerlos comprensibles y que nos ayuden a votar con conocimiento de causa. A veces sólo es cuestión de poner un poco de voluntad.

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