Controladores tecnológicos secuestran la banda ancha española

La OCDE acaba de actualizar sus datos sobre banda ancha para los países miembros.

Una imagen vale más que mil palabras y a continuación mostramos las que incorporan datos de precios (precio de suscripción por megabit por segundo, en paridad de poder adquisitivo) y calidad (capacidad de descarga anunciada — no necesariamente igual a la real). Además de la media aritmética, hemos escogido también la mediana sobre precios o calidad. Mientras la media recoge todo el rango de precios o velocidades y hace un promedio, la mediana representa la opción que queda en el centro «geográfico» del abanico de posibilidades.

Los resultados prácticamente no se alteran al utilizar la media o la mediana — España, por ejemplo, mantiene su orden en la lista de países ordenada por precios o por calidad. Sin embargo, la mediana, en cierta forma, elimina el efecto distorsionador de los valores extremos y, con ello, hace la lectura algo más clara.

Imagen: Precio y calidad de la banda ancha en la OCDE (medianas)
Precio y calidad de la banda ancha en la OCDE (medianas)
Imagen: Precio y calidad de la banda ancha en la OCDE (medias)
Precio y calidad de la banda ancha en la OCDE (medias)

¿Conclusiones?

En España tenemos la 6a banda ancha más cara así como la 8a banda ancha de peor calidad de los países de la OCDE.

¿Por qué?

Es difícil responder a esa pregunta, porque los motivos pueden deberse a infinidad de variables. Sin embargo, el pésimo nivel de competencia en el mercado de las telecomunicaciones español sin duda tiene mucho que ver. Sin duda.

Cuando se privatizó Telefónica había dos opciones: crear un mercado tan competitivo como fuese posible, de forma que se beneficiase sobre todo a los consumidores; o crear una compañía tan fuerte como fuese posible para que pudiese competir en otros mercados (p.ej. en Latinoamérica) con cierta ventaja, de forma que se beneficiase sobre todo a los accionistas.

Mientras la palabra «nacionalista» suele hacer volver las miradas hacia la «periferias sediciosas y separatistas», hay otros nacionalismos inconfesos que abogan por reforzar las industrias patrias como algo «de todos». Sin embargo, estos otros nacionalistas no parten España en izquierda a derecha por el Ebro, sino que la dividen en arriba a abajo por el salario mínimo. Y ese «de todos» hay que entenderlo, claro está, como «de todos los que tienen acciones».

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