En los pocos más de 30 años que España viene viviendo en democracia desde la muerte del dictador, los políticos han pasado de ser los héroes que redactaron una nueva (y en muchos aspectos muy moderna) Constitución y la pusieron en práctica haciendo posible una transición hacia las libertades y el progreso, a los villanos que, entre otras cosas, implicaron al país en una guerra con oposición frontal de Naciones Unidas y la población en pleno, o negaron — y con ello empeoraron — una crisis con consecuencias devastadoras. Los políticos, y lo dicen las encuestas una y otra vez, han dejado de ser la solución para ser el problema. Por activa.
Al final, los ciudadanos, más allá del hartazgo, salieron el 15 de mayo a tomar las plazas, tal y como sucedió en el norte de África durante la llamada primavera Árabe a principios de 2011. ¿Alguna relación?
Diferencias
Hay tres diferencias fundamentales — más adelante hablaremos de una cuarta — que hacen que, en esencia, los movimientos árabes sean muy distintos de las revueltas españolas, aunque en la superficie puedan compartir algunas herramientas y prácticamente coincidan también en el tiempo.
La primera gran diferencia es la situación de partida, el contexto socioeconómico. A pesar de la gravedad de la crisis que asola España — con tasas de paro del 20% que se elevan al 45% en el caso de los jóvenes, o con crecientes impagos de hipotecas y problemas para llegar a final de mes — el sistema de protección social funciona (tanto el que proveen las instituciones como las familias) y, dicho en lenguaje llano, «nadie muere en España de hambre» ni «nadie muere en España por sus ideas» (ojo a las comillas). En Egipto, o en Túnez, sí, tanto lo primero como, cada vez más, lo segundo. Mientras la demanda en Egipto es el acceso a una cartera elemental de derechos humanos, en España la demanda es sobre la calidad de dichos derechos, especialmente las libertades ciudadanas y los derechos políticos.
Una segunda gran diferencia, muy relacionada con la anterior, es de carácter sistémico: en Egipto, la ciudadanía ha llegado al límite de lo que da de sí el sistema y claman por un cambio radical. Habiendo recorrido ya todos los caminos posibles de los -ismos (imperialismo colonial, comunismo, nacionalismo radical, totalitarismo oligárquico) piden entrar de lleno en la democracia. Democracia y punto. En España se pide exactamente lo opuesto y lo mismo a la vez, es decir: no cambiar de sistema, sino sanear y regenerar el presente. Las manifestaciones en España no son antisistema sino todo lo contrario, pro-sistema: más participación, más transparencia, más rendición de cuentas. En definitiva, más y mejor democracia.
La última diferencia radica en el cómo, aunque está también relacionada con las diferencias de perfil socioeconómico de los países árabes en relación a España. En el caso de los primeros, la mucho menor penetración de Internet — y más de la Internet móvil de banda ancha — así como la menor extensión de la formación entre la población hacen que, por construcción y necesariamente, las revueltas las activen una minoría muy formada y con fácil acceso a la tecnología. Una vez esta élite intelectual está coordinada y articulada, la revolución se extiende al resto de la población. Pero la chispa está muy localizada en las grandes urbes y en determinados estratos sociales. No parece ser este el caso de España, en parte porque el uso de Internet está mucho más expandido, en parte por tener una muy elevada proporción de población con educación formal, mucha de ella con secundaria y educación superior. Si se suele hablar de la primavera árabe como un movimiento de base, este adjetivo empalidece ante la pluralidad de las protestas en España. Hubo un precedente el 13 de marzo de 2004 y la réplica del 15 de mayo de 2011 ha sido mucho más fuerte, distribuida, reticular.
Similitudes
La primera similitud, como prácticamente en cualquier revuelta, es que esta se hace porque no hay nada que perder. En el caso de Egipto se sale porque la vida, lo único que queda a muchos, también se está perdiendo por la violencia de la pobreza o la violencia del Estado. En España, ante la perspectiva de unas elecciones — las del 22 de mayo — en las que ya está todo decidido de antemano, no se pierde nada con salir a protestar.
La segunda, mucho más importante, es porque se puede. Se puede salir a protestar porque, a diferencia de épocas anteriores donde hace falta una infraestructura para salir a protestar (una organización que lidere, medios económicos para producir material informativo, acceso a controladísimos canales de comunicación donde difundir dicha información), actualmente no hace falta ninguna: la coordinación puede hacerse de forma descentralizada y sin pasar por ninguna organización formal, la producción de material informativo multimedia se puede realizar desde el más básico de los ordenadores, y su difusión solamente requiere un acceso a Internet.
Lo nos lleva a una tercera similitud, y es el uso intensivo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación para esa coordinación, producción y difusión de las revueltas. Sin embargo, y como veremos más adelante, el caso español ha sido, en mi opinión, muy distinto del caso árabe.
Una última similitud, y consecuencia directa de la anterior, es la ausencia de un puente de mando centralizado en la gestión de las revueltas. Aparecerán portavoces, o emergerán algunas cabezas más visibles que otras, pero la toma de decisiones, la elaboración de propuestas, la gestión de la mecánica es en red, no es jerárquica. No es nuevo: Al-Qaeda lleva años haciéndolo y muchos años más llevan algunas redes de profesionales en sectores intensivos en conocimiento. Pero si es rompedor en un mundo, la política, fuertemente encorsetado por las jerarquías, las disciplinas de partido, el concepto de aparato o la figura del líder.
El papel de las redes sociales
En el uso de las redes sociales en concreto, y de las Tecnologías de la Información y la Comunicación en general, hay dos tipos de movimientos muy diferentes entre sí, a la vez que complementarios.
Un primer sentido del movimiento es horizontal. Se basa en una comunicación entre pares que persigue difundir una idea de forma viral, capilar, involucrar a cuantos más mejor, articular una masa crítica, consensuar un ideario, un discurso, y promover la acción.
Hay un segundo sentido del movimiento mucho más vertical. La base de la ciudadanía, empoderada con medios de producción y difusión digital, persigue alcanzar los centros de toma de decisiones que hay sobre ellos, ya sea directamente o indirectamente a través de los medios tradicionales de comunicación.
Si bien ambos movimientos han estado presentes tanto en la primavera árabe como en España, en mi opinión en las revueltas en Túnez y, sobre todo, en Egipto predominó este movimiento vertical, mientras que en España ha predominado aquel movimiento horizontal.
Por dos motivos.
El primero por la diferente situación socioeconómica a la que apuntábamos al principio: en España la coordinación de una base muy amplia ha sido posible gracias al mayor acceso a Internet. Así el movimiento en horizontal ha podido ser posible con mayor magnitud en España que en el norte de África. En España valía la pena y era posible alcanzar a esa gran masa educada, crítica y dispersa por toda la geografía. En Egipto, la coordinación en algunas ciudades y universidades era clave, pero era también difícil ir más allá por medios digitales (que se suplieron por otros medios más tradicionales: octavillas, charlas, telefonía fija).
El segundo por la diferente distancia entre la ciudadanía y el poder. A pesar de las (más que legítimas) críticas y reivindicaciones, los españoles están mucho más cerca del poder que los egipcios. Entre otras cosas, porque los egipcios no solamente eran encarcelados por sus ideas, sino que comprendían que un cambio de gobierno pasaba por el apoyo de la comunidad internacional, especialmente la Secretaría de Estado Norteamericana. En España, mejores o peores, hay elecciones y es posible cambiar el color de algunos gobiernos. En este movimiento de comunicación digital vertical, podemos constatar la importancia que tuvo la cadena Al-Jazeera, que actuó de correa de transmisión entre manifestantes y los poderes internacionales, dando ingente difusión al material gráfico generado por los primeros. En España, un desapego y revueltas que hacía meses que se iban gestando, seguían apareciendo en las páginas de Tecnología de los principales medios, en lugar de las más apropiadas secciones de Actualidad, Política o España.
La democracia no es solamente ser libre de hacer cuanto uno quiera dentro del sistema, sino la posibilidad de cambiar el sistema mismo. Hasta ahora, las Tecnologías de la Información y la Comunicación habían empoderado a la ciudadanía para tener más libertad de movimientos dentro de la pecera. Lo que ahora se está intentando es usar esas mismas tecnologías para hacer la pecera más grande. O para salir de ella.
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21 Comments a “De Tahrir a Sol (I): qué ha pasado y por qué” »
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Muy interesante el análisis de diferencias, que comparto, y el de similitudes, respecto al cual más que comparar con el fenómeno árabe quería añadir sólo una breve impresión que tengo: que respecto a las acampadas en España esa velocidad de comunicación entre pares vía redes sociales (en concreto Twitter, y ahí ya empieza a haber por tanto una minoría de internautas respecto al total) está siendo más rápida, «efectiva» o incluso involuntariamente excluyente a la hora de movilizar a la gente que canales hasta ahora más habituales como eran las cadenas de mensajes vía correo electrónico (donde la escala y tipología de usuarios es mayor y más variada). No me consta que hoy a esta ahora aún por ejemplo Avaaz en español haya articulado nada (bueno, aparte de una campaña previa concreta de votar al «Imputado Deluxe») ni tampoco cadenas como las que por ejemplo se dieron en las convocatorias de «No a la Guerra». Estas últimas llegaban por diferentes vías, señal de que normalmente tenían una aceptación diversa, saltando desde varios nodos. A lo mejor me estoy perdiendo algo yo como nodo individual, digamos que por un tema circunstancial, pero a poco que alguien pueda corroborarlo desde aquí creo que es significativo…
Me ha gustado el artículo y lo comparto.
Sobre el aspecto excluyente del movimiento, diría que se ha marcado entre el domingo y los días de esta semana porque se ha politizado el mensaje, enfocándose -quizá demasiado para mucha gente- en tesis izquierdistas. Democracia Real Ya incidía sobre más partes del sistema, particularmente las económicas, mientras que en las acampadas la pluralidad de mensajes y el escoramiento hacia tesis reconocibles de algunos partidos han expulsado del discurso esa crítica económica.
Habrá que ver, por otro lado, qué va pasando después del próximo domingo.
Seguramente, Enric, Twitter es un arma de doble filo: acerca a los que están y aleja a los que no están. Habrá que ver cómo, efectivamente, se tienden esos puentes con los medios tradicionales y, por extensión, con la totalidad de la ciudadanía. Seguramente la Junta Electoral contribuirá (¿involuntariamente?) a ello.
Correcció: fruit d’una proposta de recollida de signatures per a que autoritzin les acampades a la Plaça del Sol, habilitada per Actuable (), sembla que comencen a arribar reenviats d’altres nodes, ho interpreto com indicatiu que per un remix de mitjans tradicionals i plataformes híbrides com aquesta ja hi ha més salts de la tweetsfera a la mailesfera :)
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Buen análisis, sobre todo me ha gustado ver cómo precisas la importancia de la horizontalidad de nuestro movimiento.
Me fastidia cómo los medios intentan barrer por la casa y apuntarse méritos. Ayer por la noche, Juan Cruz y Luis R. Aizpeolea, de El País, sostenían en el TVE 24horas que mientras que las redes sociales habían dado el primer impulso y permitido la estructuración del movimiento @acampadasol, los medios de comunicación habían sido los responsables de la «avanlancha, tsunami final».
No estoy de acuerdo. La primera gran respuesta, la del lunes, si mal no recuerdo, se hizo a través de las redes sociales, sin que los medios contribuyeran en casi nada. He leído casos de personas que se han hecho una cuenta de Twitter simplemente para ayudar en la difusión y seguir los acontecimientos. Lo mismo pasará con las movilizaciones de esta madrugada y de mañana sábado. Estoy seguro de que este movimiento, con medios o sin ellos, tendría casi el mismo éxito.
Saludos
Pablo
«os medios de comunicación habían sido los responsables de la “avanlancha, tsunami final”.»
En mi opinión, no ha sido del todo así, que es atribuirse un mérito algo excesivo. De todas formas, aunque hay que reconocer que los medios llegaron tarde a Sol, también es verdad que la cobertura que hay ahora mismo es excelente. No olvidemos que todavía mucha gente se informa únicamente vía telediario.
Pero estoy de acuerdo contigo que no solamente el impulso inicial sino la consolidación ha venido mayormente vía digital.
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Tienen mucha más importancia los móviles que las redes sociales. Pero en último término son sólo herramientas. Sirven para controlar y reprimir en países dictatoriales que tienen personal para dedicarse a ello. Desmovilizan en otros contextos. Quizá habría más gente en Sol si no existieran redes sociales y la gente se hubiera movilizado vía teléfono. Mucha gente cree que se implica por colgar un banner o retwittear una consigna. Precisamente, la reivindicación excesiva de internet es desmovilizadora: nunca se cambiará ningún sistema desde internet.
Interesante punto de vista el de Danao. ¿Nos hacen participar más, o las redes sociales nos hacen ser activistas de sofá (en el mundo anglosajón lo llaman slacktivism?
Supongo que debe ser muy difícil sumar pros y contras y ponerlos en una balanza para ver cuál es el resultado neto final…
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Pienso que en el caso de democracia real ya y acampadasol, quizá en otros casos no (movimiento vertical), las redes sociales han contribuido muchísimo, hasta el punto de ser determinantes, e infinitamente más que el móvil, a que la gente salga a la calle. Personalmente, no he recibido ni un solo sms de ni una sola persona para movilizarme desde que empezó todo, pero sí he leído cientos y cientos de tweets de cientos y cientos de personas diferentes.
A eso se suma la facilidad con la que se llega a los followers o amigos. Envías un tweet, que te sale gratis, y llega a todos tus seguidores, tanto si tienes una decena como si son miles. Entiendo que la lista de seguidores de las cuentas más populares sobrepasan con creces los contactos que uno tiene en la agenda del móvil.
Me cuesta hablar de slacktivism en España, al contrario, creo que el fenómeno ha sido a la inversa. Mi impresión es que una sociedad/juventud superdesmovilizada ha empezado a ver que había cosas que hacer y cambiar con iniciativas tipo actuable, que se podían lograra cosas, y que cuando ha surgido la oportunidad de hacerlas realidad, se han cogido a ella con pies y manos.
Por último, también pienso que toda la gente que está en Sol y en el resto de acampadas del mundo tiene claro que no se puede cambiar nada si te quedas en Internet. Por eso se ha salido a las calles, y por eso, las primeras fases de este movimiento, tipo #nolesvotes, no tuvieron tanta repercusión, porque se quedaron en el plano digital.
Las herramientas nos han servido de momento, estemos atentos/as para que así sea en el futuro.
«pienso que toda la gente que está en Sol y en el resto de acampadas del mundo tiene claro que no se puede cambiar nada si te quedas en Internet. Por eso se ha salido a las calles»
creo que ese es un muy buen resumen y análisis de la situación, francamente :)
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