Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 17 mayo 2015
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Giovanni Domenico Tiepolo: la procesión del caballo de Troya en Troya
Hace un par de años, en Intención de voto en España 1978-2013. ¿Una Segunda Transición hacia una política extra-representativa? (PDF), argumentaba que, a mi parecer, el 15M no nació el 15 de mayo de 2011, sino que había nacido mucho antes, en particular el 13 de marzo de 2004, la noche del ¡Pásalo!.
Así, el 15M separaba dos fases o dos estadios en la historia de España de lo que después hemos venido a llamar tecnopolítica:
- Una fase de toma de consciencia, de constatar que la información nunca más tendrá un único origen (institucional) ni un único sentido (de arriba abajo), y que la comunicación entre pares puede, ahora, darse a gran escala.
- Una fase — iniciada por esa gran «prueba piloto» que es el 15M — donde se constatan nuevas formas ya no ya de información y comunicación, sino de articulación en red, con identidades descentralizadas y organización distribuida.
Se me antoja que a partir del 24 de mayo de 2015, después de las elecciones municipales (y en muchos casos autonómicas) en España, veremos la entrada de una tercera fase: la de la tecnopolítica desde dentro de las instituciones. Y creo que vale la pena hacer esta reflexión a una semana de las elecciones porque será, creo, independiente del resultado. Veamos porqué.
Primera fase: toma de consciencia
Repasemos la historia. El 11 de marzo de 2004, a tres días de las elecciones generales, sucede en España el ataque terrorista más sangriento de su historia. Sin entrar a juzgar sus autoría, sus causas o la respuesta del gobierno, en los siguientes días muchos ciudadanos pasan un doble punto de inflexión:
- La información no tiene una única fuente. Se puede ir a buscar o bien más allá de las propias fronteras, o bien más allá de las instituciones (gobiernos, medios de comunicación). Internet permite, no por primera vez, pero sí de una forma clara y contundente, constatar que la información puede y debe cotejarse, contrastarse, ponerse en duda de forma sistemática. Y que este ejercicio beberá de distintas fuentes, todas accesibles, a coste cero (o prácticamente), de forma plural, comentada, construida colaborativamente.
- Que la comunicación para la convocatoria de acciones deja de ser también vertical, jerárquica, incontestada, con origen institucional (partidos, sindicatos, la sociedad civil organizada) para ser plural, distribuida, descentralizada… incluso «anónima».
Por supuesto, había antecedentes. Indymedia llevaba años suministrando información «alternativa» o «independiente», las redes de hackers otros muchos otros colaborando y compartiendo, así como había las antiguas news, los canales de IRC y demás.
Pero querría insistir en esa «toma de consciencia» por el imaginario popular en general, si no global, sí multitudinario que se da esos días.
Es a partir de ahí que aparecen semillas importantísimas que darán fruto en la siguiente fase: V de Vivienda, Juventud Sin Futuro, Nolesvotes o la misma Plataforma de Afectados por la Hipoteca.
Segunda fase: la tecnopolítica desde fuera
El 15M es la puesta en escena, de forma total, como una gran prueba piloto de todo lo aprendido en los últimos siete años. Más allá de lo que sucede en las plazas — muy significativo, por otra parte — lo interesante viene después: articulación de asambleas, de grupos (llamemósles) sectoriales (corrupción, transparencia, vivienda…), asociaciones y, al final, nuevos partidos políticos.
En los cuatro años que separan el 15M del 24M hemos visto a la PAH dominar absolutamente la agenda mediática y política (y social) en materia de vivienda; a organizaciones como la Fundación Civio convertir en central la cuestión de la transparencia; al Partido X, 15MpaRato y otros luchar desde dentro y fuera contra la corrupción y el fraude político a gran escala.
Y hemos visto también a ese Partido X, a Podemos o a las distintas incorporaciones del originario Guanyem plantar batalla en el ámbito institucional, con más o menor éxito en las urnas, pero con un incontestable y sobre todo creciente impacto en lo social.
Todos ellos han operado con lógicas distintas a las tradicionales para informarse, comunicar(se), organizarse y actuar. Todos ellos con la tecnología como base. La lógica ha sido casi siempre, no obstante, de oposición dentro-fuera, institucionalidad-extrainstitucionalidad.
De nuevo, ha habido antecedentes — el Partido Pirata, sin lugar a dudas, el más importante — pero es la estela del 15M el que les pone el foco encima… para jamás retirarse.
Tercera fase: la tecnopolítica desde dentro
Creo que el escenario de después del 24 de mayo de 2015 será distinto de lo que habremos visto hasta la fecha. Con altísima probabilidad, muchas de las nuevas formaciones entrarán en los consistorios y en muchos gobiernos autonómicos.
Y, con independencia de si logran gobernar o no, entrarán para transformar la forma de hacer política. Querría insistir en este punto: será independiente de si logran entrar en los respectivos gobiernos. Primero, porque aunque logren entrar, la transformación será lenta — por las inercias y distinta dinámica de las instituciones (y las leyes sobre el buen gobierno españolas, pésimas todas ellas por haber nacido ya obsoletas y sin ambición). Segundo, porque lo importante será estar dentro, no mandar.
Me convencen de ello, ante todo, tres interesantes precedentes. El primero, el estupendo pero efímero Parlament 2.0 que el ex-president del Parlament de Catalunya, Ernest Benach, así como unos cuantos diputados (José Antonio Donaire, Carles Puigdemont, Quim Nadal y otros) logaron poner en marcha para abrir el parlamento y sus debates a la ciudadanía. El segundo, la mordaz oposición de Compromís en el gobierno valenciano con Mònica Oltra en cabeza, mostrando nuevas formas de hacer política, con el ciudadano, abriendo procesos, compartiéndolos. El último, la fantástica experiencia de las CUP primero en los municipios pero, especialmente, en el Parlament de Catalunya (con David Fernández como representante más destacado), subvirtiendo dinámicas, discursos, complicidades pero, y muy importante, sin caer en la negación de su estatus: ser parte de la institución — algo que otras formaciones antipolíticas promueven… desde fuera todavía.
Después del 24M, estas experiencias, estos puntos de vista, estas prácticas, estas organizaciones en red con toda seguridad entrarán en la política institucional de forma masiva. Gobiernen o no, con mucha probabilidad implantarán en su propia gestión interna las prácticas que los han aupado a la institucionalidad: transparencia, rendición de cuentas y, esencial a mi modo de ver, un gran foco en el proceso, en el cómo, en la replicabilidad de las prácticas y proyectos, en la obertura por definición, en la participación, en la codecisión.
Es de esperar, además, que siendo una transformación desde dentro, goce de una legitimidad que hasta ahora, la política institucional más cínica les ha negado por ser «política con minúsculas», política que «nadie ha votado».
Y es de esperar, también, y como el ejemplo de Irekia en el País Vasco, que sean prácticas que crucen puntos de no retorno, que una vez instauradas, sean difíciles de desmantelar. Y, con suerte, se expandirán y replicarán dentro y fuera, en las instituciones y en los partidos que las compongan y las organizaciones que tengan tratos con ellas.
Será, intuyo, creo, primero una lenta evolución para después ser una entera transformación. Dependerá — aquí sí — de la cuota de poder, de las complicidades con la sociedad civil, y del tiempo. Pero creo pensar que será, que, sí, será.
Muchos se han preguntado, estos últimos 4 años, dónde estaba el impacto del 15M. Bien, creo que ahora tendremos numerosas oportunidades de verlo. Y a diario.
Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 04 marzo 2013
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ZoomNews acaba de publicar la pieza El 15-M pasa de las acampadas a la acción, de Aurora Muñoz, sobre cómo ha evolucionado el movimiento del 15M en los últimos meses y, sobre todo, analizar cuál ha sido su impacto — si es que lo ha tenido.
La invitación de Aurora Muñoz de participar en el reportaje me pilló de viaje y cuando tuve tiempo de responder a sus preguntas, el artículo ya estaba cerrado. Copio aquí las respuestas que le di y que complementan (en el sentido de que no desmienten, sino todo lo contrario) lo que otros han aportado en el artículo original:
Muchos se quejaban al nacer el 15-M de que aquella acampana tenía fines inconcretos y no materializaba su actividad en nada. ¿Crees que el inmovilismo de Sol sirvió?
No comparto la idea de que el 15M no tuviera fines concretos (y me sorprende la expresión «inmovilismo», dicho sea de paso). Considero que el problema de los fines — unas veces explícitos, otras muchas veces tácitos — del 15M es que no eran unos fines que pudieran medirse con los indicadores habituales de la política institucional, a saber: apoyo a un partido político, sentido del voto en unas elecciones.
El primer gran objetivo de las acampadas era crear un ágora de debate, un punto de encuentro que facilitase el diálogo entre los ciudadanos. Estos, afectados por diversas crisis (paro, acceso a la vivienda, acceso al crédito, exclusión de la toma de decisiones) encontraron en las acampadas uno de los pocos lugares donde compartir sus inquietudes y, muy importante, darse cuenta que detrás de todas ellas había un denominador común: una profundísima crisis de gobernanza.
El segundo objetivo — que ya se avanzaba en el lema de Democracia Real Ya —, era llamar la atención de los tomadores de decisiones en general, y de los representantes públicos en particular, sobre esa crisis de gobernanza, crisis que se intuía al iniciar las acampadas y cuyo desarrollo acabó corroborando.
Estos dos objetivos — crear espacios de diálogo, apelar a determinados agentes sociales para que transpusiesen esos espacios de diálogo en las instituciones – no eran en absoluto inconcretos, pero escaparon, ciertamente, a las antenas de partidos, parlamentos, gobiernos y medios de comunicación, sintonizadas para escuchar los anquilosados barómetros políticos y sociológicos.
Si nos apartamos, no obstante, de los indicadores habituales y, sobre todo, abandonamos el cortoplacismo, hay hoy en día, casi dos años después, muchas cosas que no se pueden explicar sin la existencia del 15M:
- El gran apoyo de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), con el suceso paradigmático de la aceptación de la tramitación de la ILP para la dación en pago.
- La acentuación de la desafección política, también entre los votantes de la derecha.
- El éxito de iniciativas como 15MpaRato, el anuario de MediaCAT, etc.
- La puesta en la agenda pública de cuestiones como la transparencia (Ley de Transparencia, aunque por supuesto muy mejorable), la corrupción (con propuestas de pactos y leyes contra esta lacra, con mayor contundencia de los juzgados), la seguridad (acoso contra los abusos policiales, con comisiones de investigación, dimisiones y juicios en varios casos), la crítica mordaz al partidismo de los grandes grupos de comunicación, etc.
¿Podríamos decir, dos años después, que aquella ola de indignación ha venido para quedarse?
Preferiría pensar que lo que se ha quedado es un mayor compromiso de la ciudadanía en las cuestiones públicas. Creo que es innegable que la participación ciudadana ha aumentado en los últimos años, aunque, de nuevo, esta pase desapercibida en los principales indicadores al respecto.
Ello es así porque la arquitectura interna de los partidos, junto con la existencia de las muchas herramientas que proporciona Internet, ha significado un paulatino abandono de la participación representativa o institucional, pivotando hacia figuras extra-representativas como las manifestaciones y acampadas, ateneos y centros cívicos, plataformas ciudadanas, y campañas de ciberactivismo. Todo ello fuera de — y a menudo a pesar de o incluso contra — las instituciones democráticas — gobiernos, parlamentos, partidos, sindicatos y ONG —, por lo que es menos visible (acentuado por el ninguneo de los grandes medios de comunicación), pero no por ello inexistente.
En este sentido, la “indignación” no solamente se está quedando, sino que está más activa que nunca. Seguramente no con la masificación de las plazas durante la segunda quincena de mayo de 2011, pero sí de una forma más profunda y, ante todo, más consciente: si tomamos los datos del CIS, vemos que hay un punto de inflexión en los días 11 al 14 de marzo de 2004, a partir del cual sube la desafección en paralelo a un mayor sentimiento de empoderamiento del ciudadano, que tiene a su disposición muchas más herramientas que antes (en el 11M, los SMS; en el 15M las redes sociales) para autoorganizarse y para poder llevar su agenda política a cabo.
¿Qué evolución se ha observado en este tiempo?
Como ha ido ocurriendo en los últimos 10 años donde Internet ha ido moldeando mucha de la participación ciudadana, la evolución del 15M ha ido en la línea de abandonar grandes ideales para ir a apoyar y poner en práctica causas concretas, a menudo muy cercanas al ámbito de lo local: debates y asambleas en centros cívicos y ateneos, dación en pago, 15MpaRato, las distintas mareas por los servicios públicos, los movimientos por una mayor transparencia y abertura de los gobiernos, la denuncia sistemática de la corrupción a través de plataformas y redes ciudadanas. Muchas de estas iniciativas no vienen pilotadas por partidos, sindicatos u organizaciones no gubernamentales al uso — aunque haya podido haber adhesiones y apoyos — sino que se inician en el seno de la sociedad civil no institucionalizada (podemos abandonar ya el “no organizada”).
La evolución del movimiento del 15M sigue una pauta que ya se ha podido ver, por ejemplo, en el terrorismo islamista promovido por Al-Qaeda: en una primera fase se genera un imaginario, un discurso, unos objetivos generales, para que, en una segunda fase, cada célula aplique a su caso particular el paraguas ideológico del movimiento. Por supuesto, hay dos grandes diferencias entre el 15M y Al-Qaeda: la primera es su carácter cívico, democrático y decididamente constructivo; la segunda, de una relevancia crucial, es la ausencia de un líder identificable, lo que la hace más resiliente, flexible y ágil para responder a las diferentes casuísticas de los problemas que afronta en todo el territorio español.
¿Qué retos le quedan por afrontar?
Sin lugar a dudas el gran reto es el impacto institucional. Si bien antes decíamos que el 15M ha tenido un impacto indudable aunque este haya quedado fuera del ámbito de las instituciones, ello no significa que el impacto institucional no sea un área a la que deba aspirar.
El principal motivo de deber aspirar a impactar en las instituciones radica en la diferencia entre empoderamiento y gobernanza. El primero se refiere a la libertad o al poder para actuar dentro de un sistema. En este sentido, el 15M ha empoderado y mucho a los ciudadanos al proporcionarles herramientas, argumentos, confianza o la fuerza de la comunidad para poder hacer oír su voz e intentar conseguir logros en el respeto de libertades y el ámbito socioeconómico.
La gobernanza, por otra parte, se refiere a la posibilidad no de actuar dentro de un marco, o de un sistema político-económico, sino de poder cambiar su diseño, de gobernar dicho sistema además de lo que ocurre en él. Y este es el terreno de las instituciones, que son las que dictan las leyes, regulan las relaciones entre los agentes – políticos y económicos – tanto a nivel estatal como, sobre todo, a nivel supranacional.
Sin lugar a dudas, el impacto institucional es muy difícil que pueda darse sin una complicidad “desde dentro”. De ahí la fundamental importancia no de eliminar el Congreso, sino de “ocupar” el Congreso, ya sea directamente (substituyendo un partido por otro, como sería el caso de las CUP en Catalunya) ya sea indirectamente logrando incorporar cambios sistémicos en los programas de los partidos que actualmente tienen representación. Aunque este último caso requiere, decíamos, la complicidad de los actuales inquilinos de los Parlamentos, inquilinos que, con todavía contadas excepciones, siguen con sus antenas sintonizadas en canales donde hace tiempo solamente aparece la carta de ajuste.
Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 18 enero 2013
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El Club de lectura ha convocado una sesión el 24 de enero de 2013 para debatir sobre el libro de Manuel Castells Redes de indignación y esperanza. Los movimientos sociales en la era de Internet, libro que repasa los principales movimientos sociales de los últimos meses (revoluciones árabes, 15M, Occupy Wall Street, etc.) y arroja algunas reflexiones sobre el futuro (¿presente?) de la política y su necesaria reforma.
La organización me ha invitado a ser quien conduzca la sesión, ante lo cual se abren dos opciones. La primera, intentar resumir el contenido del libro, lo que es injusto para quien trae los deberes hechos así como para el mismo autor del libro, que se ve recortado e interpretado de forma arbitraria. La segunda, intentar cubrir lo que el libro deja fuera, que en el caso de la presente obra son las dos preguntas que dan título a esta entrada:
- ¿Por qué han sido posibles los movimientos sociales? Aunque Castells sí da datos sobre los movimientos que analiza en sí, deja bastante al margen (seguramente porque ya lo ha cubierto en su extensa obra) el marco global donde tienen lugar dichos movimientos y que es, en el fondo, el gran posibilitador es estos.
- ¿Para qué — o «y ahora qué» — los movimientos sociales? O, dicho de otro modo, qué pasa, podría pasar o debería pasar o habría que hacer después de haber sido testigos (o protagonistas) de unas revueltas de naturaleza distinta a las de anteriores épocas.
Considero que ha llegado un momento de tablas en lo que al debate sobre los movimientos sociales — y la regeneración de la política en general — se refiere. Las posiciones están tomadas y los movimientos, tácticos, son poco productivos: no hay pedagogía y los argumentos se centran o bien en justificar el status quo o bien a defender un nuevo status quo donde la sospecha de reposición de unas élites por otras digitales (que no regeneración) está siempre en el aire. En este tablero donde es difícil avanzar, probablemente sea una buena idea, para alejarse de apriorismos y prejuicios, (1) analizar por qué y cómo han sido posibles los movimientos sociales para (2) ver, en consecuencia, cuáles pueden ser las líneas de actuación acorde con el sentido de la marcha de los cambios.
En esta línea, los puntos que me gustaría desarrollar y debatir durante el Club de Lectura son los siguientes:
¿Por qué los movimientos sociales? Respuesta rápida: porque las instituciones democráticas están en (múltiple) crisis y porque determinados instrumentos pueden facilitar el reemplazo de dichas instituciones por los ciudadanos (movimientos) directamente:
- Globalización y crisis funcional de las instituciones democráticas de los estados-nación.
- Digitalización y crisis organizacional de las instituciones democráticas de la sociedad industrial.
- Crisis financiera y crisis de gobernanza de las instituciones democráticas en una sociedad empoderada.
- Partitocracia y crisis de legitimidad de las instituciones democráticas en la democracia representativa.
¿Para qué / y ahora qué los movimientos sociales? Hay cuatro opciones (la primera de ellas casi una precondición), que pueden combinarse con distintas ponderaciones, dando como resultado del todo queda igual pero con ordenadores a la total revolución del sistema:
- Apropiación: las instituciones (y sus inquilinos) se hacen competentes digitales en un sentido estratégico, lo que les permite comprender el entorno y, sobre todo, anticipar cambios profundos del sistema. Ejemplos: asumir que hay nuevos choques de derechos en la Sociedad de la Información (p.ej. propiedad intelectual, derecho a la privacidad, a la libertad de expresión o al honor) que deben resolverse, que la participación electrónica es tan participación (o más) que la presencial, o que la transparencia y la rendición de cuentas cambian de definición en una sociedad digital.
- Adopción: las instituciones deben actualizar su caja de herramientas y abandonar las que son obsoletas, en un simple y puro ejercicio de eficacia y eficiencia. Ejemplos: el paso de la política de mitin y cartel y papel a una política de redes sociales y documentos en línea; o la apuesta decidida por la administración y la democracia electrónicas.
- Mejora: las instituciones deben optimizar los recursos pensando en digital por defecto, rediseñando procesos pensados para las barreras físicas del tiempo y el espacio. Ejemplos: apostar por políticas de datos abiertos y gobierno abierto, que trasladen responsabilidad (y tareas) al ciudadano; cambiar la naturaleza de de la publicación de información, los trámites administrativos y la comunicación con el ciudadano, de forma que sean posibles más y mejores consultas a los ciudadanos, plataformas para la deliberación.
- Transformación: las instituciones pueden abandonar las funciones que se han vuelto totalmente marginales o inútiles, cediéndolas a otros actores, para liberar recursos que concentrar donde la institución aporta más valor. Ejemplos: virar hacia estrategias centradas en proyectos con la concurrencia de otros partidos y plataformas ciudadanas, aunando recursos y dando visibilidad a iniciativas políticas de «marca blanca» que persigan la idea por encima del rédito político; convertirse en facilitadores y promotores de los actores con relación directa con las problemáticas a resolver (porque son quienes sufren la problemática, porque son expertos reputados en haber resuelto otras similares) en lugar de pretender liderar los procesos.
En mi opinión, estos «para qué» emanan directamente de las respuestas a las preguntas de «por qué». Y, como decía antes, en función del peso que se ponga en cada punto — o de la velocidad o resistencia que se le imprima a cada caso &mdahs; el resultado será uno u otro, con más o menos o diferentes damnificados por el camino.
De momento, seis millones de parados, corrupción política y fraude fiscal camino de ser generalizados, destrucción de tejido social y económico que tardará años en regenerarse y un país al borde de la revuelta. ¿O es que, de verdad, puede sostenerse esta tendencia — que agrava la situación — durante mucho tiempo más? ¿Hacen falta más indicios para pararse a pensar si la situación actual, como dice Joan Subirats, es cambio de época en lugar de una época de cambios?
NOTA: he dejado de lado en esta reflexión todos los aspectos relativos a conseguir cambios en materias o reivindicaciones concretas (p.ej. acceso a la vivienda) y me he concentrado en la cuestión de la regeneración democrática que apunta Castells en el último capítulo del libro. No obstante, creo que los logros concretos o coyunturales no serán en modo alguno ajenos a los logros de calado democrático o sistémico — o, de hecho, al revés.
Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 06 agosto 2012
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En mayo de 2011, tras las elecciones municipales, esbocé un perfil político en España tras el 22M. Como esbozo, no era ni análisis rigoroso ni análisis en absoluto, sino una forma de poner en colores lo gris que estaba la política en España recién pasadas las convulsiones del 15M y los resultados de aquellas elecciones, que para sorpresa de no pocos, no solamente no cambiaron de tendencia sino que acentuaron la que había, y que habría que culminar en las legislativas de aquel invierno.
La propuesta de perfil era la siguiente (la explicación del gráfico está algo elaborada en Perfil político en España tras el 22M):
El análisis del último barómetro del CIS de Julio 2012 nos retrotrae a aquel análisis y, en mi humilde opinión, lo confirma a fuego y lágrimas.
- Sobre los cínicos, populistas, corruptos y frescos creo que huelga todo tipo de comentario. La credibilidad de muchas instituciones políticas está por los suelos y es, en parte, porque no solamente hemos visto proliferar más casos de estos, sino que, además, ha habido más casos de prescripción de delitos, impunidad, indultos y demás bulas.
- La izquierda que gobernaba y tardará en gobernar es, hoy, más manifiesta que nunca: el otro gran partido de la democracia española no solamente pierde las elecciones sino que se ve incapaz para articular una oposición convincente. Y el votante del PSOE le penaliza por ello. Y lo importante, aquí, no es la poca intención de voto, sino la caída libre desde el 14M de 2004: 8 años de caída libre que no se recuperan ni con una aplastante crisis y un gobierno sin respuestas.
- Las izquierdas que votan a derechas están, en gran parte, en esa caída en la intención de voto del PP. Son esa no-clase media que no puede pagar la privatización de la educación, la salud, la cultura, etc. porque, sencillamente, ni es clase media ni es clase acomodada, sino que forma parte de ese 80% que ingresa menos de 25.000€, o ese 50% que ingresa menos de 13.000€.
- La su lado, la izquierda que no gobierna ni gobernará, recogiendo algo de la izquierda que gobernaba (PSOE) y algo de los «proletarios» que se «equivocaron» de partido. Ni aun recogiendo no consigue crecer por encima de los dos grandes partidos, ni acercarse peligrosamente. Izquierda Unida recoge lo que sembró, y no recoge lo que debió sembrar: capitalizar la institucionalización de parte de los movimientos y plataformas surgidos a la luz del 15M. Si alguien podía hacerlo, era la izquierda. Y no por principios, sino por flexibilidad interna y capacidad de transformación que siempre ha abanderado en sus palabras. En el fondo, se ha demostrado precisamente eso: que el fondo sigue siendo ese núcleo duro, durísimo, forjado a finales del s.XIX hasta mediados del s.XX. Y ahí están.
- Los que quedan del cuadro verde — #acampados y demás — que no han pivotado hacia opciones más institucionales se han hecho fuertes en la abstención, el voto en blanco o el voto a fuerzas tan minoritarias que el CIS agrupa como «Otros». Como decíamos en el análisis del último barómetro del CIS de Julio 2012, si algo bueno (entre otras cosas) ha tenido el 15M ha sido la manifestación de las preferencias políticas, reduciéndose los no contesta, aunque sea a costa de mayor abstención, voto en blanco o indecisión.
- Por último, la derecha que gobierna y vaya si gobernará. Y sí, ahí sigue. A pesar de su desgaste brutal, la ausencia de alternativas todavía sitúa al PP como la fuerza más votada. ¿Gobernaría? A saber. Seguramente no es ni relevante una vez se haya cedido lo que queda de soberanía a determinados organismos internacionales.
A estas alturas quedan poco menos que dos grandes opciones en la política española.
- Una opción «hacia abajo»: Traspasar algo de responsabilidad a los ciudadanos, en base a una cesión de más y mejor información para una toma de decisiones públicas más legitimada.
- Una opción «hacia arriba»: en el último estertor de soberanía nacional, intentar que lo que se llama Unión Europea y no es más que una unión monetaria sea, efectivamente, una unión socioeconómica, en lo monetario como en lo fiscal, en lo económico como en lo social. Si se va a ceder soberanía a otras instituciones superiores, que no sean estas solamente de lo económico, sino también de lo político.
Queda, a lo mejor, una tercera vía, una vía que consista, con la ayuda de las instituciones, en salvar la política aunque sea a costa o menoscabo de los partidos. Desafortunadamente, no hay voluntarios en las instituciones, centrados como están en el instrumento y no en la función.
Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 29 julio 2012
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Escribe hoy Manuel Rico en El País La cultura y la izquierda hoy donde, aunque no con estas palabras, apela a la responsabilidad de los votantes para no destruir las instituciones políticas — apelar a la responsabilidad siempre me ha parecido una forma de esquivar la propia responsabilidad de fundamentar las ideas que uno defiende con argumentos de peso: quien piensa diferente, es un irresponsable.
Manuel Rico, que no habla de responsabilidad, sí habla de apoliticismo y nihilismo, del sentarse a mirar y a criticar sin ponerse a actuar, entendiéndose este actuar como militar en un partido y/o hacer un voto (¿responsable?) a dicho partido. Desde este punto de vista, movimientos como el 15M se ven como movimientos de contestación
cuya militancia no entra en contradicción con militar (también) en la política de partidos.
El punto de vista de Manuel Rico — como el de otros que apuntan hacia el triunfo de la antipolítica o a los enemigos de la casta política — es que la Política, con mayúsculas, solamente puede hacerse desde las instituciones, siendo el resto de opciones que deben venir a reforzar, arropar, o dar legitimidad y autoridad a dichas instituciones.
Niego la mayor.
Si algo, creo, nos enseñan los movimientos que han surgido en los últimos años (¿meses?) fuertemente impulsados por las Tecnologías de la Información y la Comunicación, desde Túnez hasta Occupy Wall Street, con parada obligada en los Indignados españoles, es que estos movimientos no se tratan de una mera evolución sino una revolución en la participación ciudadana en democracia.
¿Significa esto que podemos o debemos prescindir de las actuales instituciones democráticas? En mi opinión, en absoluto. Considero que uno de los efectos secundarios de esta emergencia de goverati es que se están destruyendo las instituciones que unen el empoderamiento personal con la gobernanza del sistema, es decir, que se incrementa la distancia entre el ciudadano y la toma de decisiones. Y que instituciones intermedias como los gobiernos regionales y nacionales tienen un papel fundamental como cadena de transmisión de la voluntad o la soberanía del ciudadano.
No obstante, puede haber otras instituciones democráticas. Si nos preguntamos qué ha conseguido el 15M desde el prisma de la política representativa, el 15m ha conseguido, ciertamente, pocas cosas. No obstante, es probable que no estemos utilizando los indicadores apropiados. No es tanto lo que el 15M ha conseguido por sí mismo, sino lo que puede contribuir a conseguir: en este sentido, el 15M ha devenido una institución democrática en sí mismo, igual que otras plataformas y cuyo diseño están empezando a adoptar algunas nuevas formaciones políticas, estas sí, tradicionales en su estructura formal.
Y volvamos al tema del artículo.
Es sin duda antipolítica y nihilismo lo que muchos hacen al vivir instalados en la crítica mordaz y destructiva, en el purismo de las ideas, en hacer oposición a la oposición mientras esperan la caída — que no derribo — del adversario aunque con él arrastre al abismo al país y la cosa pública. De estos, haberlos haylos, por supuesto.
Hay otros que, desde un punto de vista centrado en las formas, parecen también habitar la antipolítica y el nihilismo. Sin embargo, en el fondo, lo que tratan es de salvar a la política, aunque sea a costa de sacrificar los políticos y los partidos. Hay en algunos movimientos una sincera y esperanzada actividad centrada en la función de la democracia y la participación, no en sus formas, y por supuesto no en sus instituciones.
Lo que muy probablemente estamos viviendo es la emergencia de nuevas formas de participación, de hacer política, nuevas instituciones democráticas que tendrán que aprender a convivir con las existentes. Esta nueva convivencia no se dará sin antes negociar qué instituciones son mejor para llevar a cabo qué funciones, olvidándonos del apriorismo de lo contrario, el axioma de que hay «cosas que tienen que hacer» los partidos, los parlamentos y los gobiernos.
Mientras esto sucede, las viejas instituciones, amenazadas, apelarán a la responsabilidad para defender su razón de vivir. Mientras esto sucede, las nuevas instituciones negarán todo lo aprendido por las tradicionales y amenazarán con lanzarlo por la borda, por inútil.
Y mientras esto sucede, mientras tanto, mientras debatimos sobre el cómo, se nos queda el qué en manos de unos desaprensivos.
Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 06 junio 2012
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La secuencia de hechos alrededor de la campaña 15MpaRato merece una profunda reflexión, y no tanto por el fondo sino por las formas. Y merece una profunda reflexión porque se ha conseguido cerrar el círculo o poner la última pieza del puzzle de esa nueva forma de hacer política — y ya no meramente activismo — que se inició el 15 de mayo de 2011 con la acampada en la Puerta del Sol de Madrid.
¿Qué es 15MpaRato y qué ha ocurrido?
Repasemos estos hechos:
- 23 de mayo de 2012: se inicia oficialmente la campaña 15MpaRato – Actúa para llevar ante los tribunales al ex presidente de Bankia, Rodrigo Rato. Se hace una llamada a aportar documentación sobre la que construir un caso penal.
- El 25 de mayo la organización afirma estar desbordada por la documentación recibida. Entre otros, habrían contribuido a la documentación pequeños accionistas de Bankia que (a) se sienten estafados por el ex presidente y (b) se ven demasiado impotentes como para iniciar acciones legales por su cuenta o para coordinarlas.
- Varios partidos — no sin largos debates internos — presentan en los últimos días de mayo distintas peticiones de comisiones de investigación o comparecencias de cargos públicos en el Congreso y parlamentos autonómicos. Todas ellas son vetadas por los respectivos grupos mayoritarios.
- El 29 de mayo, la campaña 15MpaRato anuncia que podría disponer de la documentación necesaria para encausar a Rodrigo Rato y su penúltima barrera es la necesidad de conseguir quien se persone como acusación particular. Se hace una llamada para alistar a accionistas de Bankia. Varios se presentan en 24h.
- El 4 de junio se anuncia que la campaña legal contra Rodrigo Rato entra en la recta final y queda superar la última barrera: conseguir los fondos necesarios para sufragar las costas del proceso.
- El 5 de junio se abre un proyecto de crowdfunding en la plataforma Goteo para conseguir la financiación necesaria para seguir con el proyecto. Se solicita una aportación total de 15.042/16.042€ (mínimo/óptimo), y se acompaña de documentación económica detallada.
- El 6 de junio, en apenas 24h, se consigue el 130% de lo solicitado y, en consecuencia, se espera que se inicie el proceso de investigación judicial que termine, si así procede, con Rodrigo Rato en el banquillo.
Y recordemos que todo esto se ha realizado:
- Con el trabajo y dedicación de muchas personas, a título individual, que han destinado tiempo y energías (y recursos de todo tipo también) para intentar aunar voluntades y llevar a cabo el proyecto.
- Sin el apoyo de una organización formal o estable y sin necesidad de constituirse como tal — aunque es también verdad que sí hay grupos más cohesionados que han coordinado y respaldado gran parte del proceso.
- Sin financiación — hasta que ha sido necesario recurrir a servicios profesionales externos o pagar gastos inevitables.
- En tiempos verdaderamente vertiginosos respecto a otras instituciones y movimientos ciudadanos de corte más «tradicional».
¿Por qué ha sido posible 15MpaRato?
En la (por ahora) rápida, eficaz y eficiente campaña 15MpaRato han confluido varios factores. Ninguno de ellos ha sido condición suficiente para el éxito de la campaña, y seguramente ninguno ha sido estrictamente necesario. Está, en mi opinión, en la conjunción de todos ellos la explicación de por qué ha sido posible 15MpaRato y por qué ha funcionado bien. De lo que a estas alturas no cabe ninguna duda es que Internet ha sido el catalizador que ha hecho realidad dicha conjunción. Y, también sin ninguna duda que sin Internet no habría sido posible, al menos no en los mismos términos de rapidez, eficacia y eficiencia.
Sin particular orden de importancia, algunos factores que personalmente creo que han posibilitado esta iniciativa. Creo que vale la pena hacer un inciso: estos factores son estructurales y, por tanto, es de esperar que en el futuro inmediato haya más iniciativas como la de 15MpaRato.
- Una marca potente, versátil, que hace de paraguas. Esta marca se llama 15M y, si alguien dudaba de qué había conseguido el movimiento del 15M este último año, esto es: un estado de consciencia, una identidad aglutinadora de malestares y vertebradora de inquietudes. Lo más interesante de esta «marca» es que permite la adscripción sin ser un requisito la afiliación. La marca permite actuar bajo ella sin el cierto vasallaje que impone la membresía en una organización formal. La marca es, además, compatible con otras marcas o adscripciones, a diferencia de la mayoría de organizaciones políticas. Por último, y muy importante, la marca no puede ser apropiada ni capitalizada por nadie, lo que la mantiene neutral y resistente a manipulaciones.
- Bajo esta marca genérica, cabe un objetivo concreto, actual, a corto plazo, más allá de las grandes ideas o ideologías de otras organizaciones con otros tempos. El fracaso del 15M de hacer propuestas de política de gran calado contrasta con la gran facilidad e impacto de proponer y llevar a cabo acciones muy concretas, con resultados fáciles de explicar y de medir. Empieza a haber ya datos (Norris & Curtice, 2006; (Rainie, Purcell & Smith, 2011) que nos indican que Internet facilita este tipo de acción concreta y adscripción puntual, alejándonos de la forma tradicional/industrial de participación política y ciudadana basada en la institución y la afiliación de base ideológica a largo plazo.
- Una organización en red, con gran flexibilidad formal y capacidad de reacción, que permite la concurrencia de muchos actores que actúan siempre de cara al consenso, a la construcción, al definirse por la acción. Ello ha permitido, por ejemplo, ser ágil en la detección de puntos débiles (p.ej. las críticas por la poca transparencia al inicio de la campaña de financiación) y avanzar a base de superar las barreras diarias (p.ej. mis propias críticas a la indefinición inicial del proyecto).
- Esta concurrencia de distintos actores, que se adscriben al proyecto o marca de forma discrecional, es posible solamente si hay un despiece del proyecto en microtareas, altamente inspirado en la ética hacker del software libre (Raymond, 1999; Benkler, 2006). Gracias a la concurrencia de pequeños procesos en paralelo, se ha facilitado la concurrencia de más actores que han podido coincidir o no en todos o algunos de ellos, según interés, disponibilidad y perfil. La microfinanciación ha sido el último de estos pequeños procesos.
- Uso intensivo de infraestructuras tecnológicas, de fácil uso, coste bajo o nulo, acceso descentralizado y complementariedad de funciones.
Un apunte sobre el crowdfunding
Titulaba esta reflexión como Crowdfunding político: la pieza que faltaba en la nueva política ciudadana. Tradicionalmente, la financiación ha sido el último escollo de la acción ciudadana. Y, a diferencia de otros muchos escollos que pueden superarse a base de voluntariado o de donativos en especie, este último escollo a menudo no se supera y lo que inicialmente era participación transformadora acaba en (en el mejor de los casos) sensibilización política con un amplio rango de impactos y consecuencias.
La posibilidad de recurrir a la microfinanciación por Internet es una revolución, por dos motivos fundamentales:
- Por una, parte consigue un alto grado de segmentación y llega, sobre todo, a quienes realmente interesa la cuestión. Mientras una recogida de donativos a la salida del metro no discrimina el público objetivo, el hacerlo por Internet — acompañado por una potentísima campaña de comunicación — hace que la campaña pueda capilarizarse hasta llegar a las comunidades que, presentes también en Internet, tienen intereses compartidos. Además, esa comunicación llega por lazos personales de confianza, con lo que no solamente la llamada a la financiación gana en legitimidad, sino que hay una promoción tácita o explícita a participar, también, en difundir el mensaje.
- Por otra parte, consigue generar masa crítica al trascender cualquier limitación de espacio y de tiempo. En el momento de escribir estas líneas habían participado en la campaña de financiación 474 personas. De estar distribuidas homogéneamente en el territorio español, habría una persona por cada 1.000km2, o lo que es lo mismo, la persona más cercana estaría a más de 30Km de distancia. Imposible en un mundo sin Internet, relativamente fácil en un mundo conectado.
Había dos aspectos que el 15M — y los nueva acción ciudadana en red &mash; había conseguido, que eran:
- Conseguir la información necesaria para la acción política y
- reinstaurar la deliberación como nodo central de toda acción política. La organización de protestas, manifestaciones y acampadas han generado la experiencia suficiente para conseguir
- fraguar el diseño estrategias y fijación de objetivos políticos concretos. Por último, el crowdfunding
- hace posible la financiación de los costes ligados a la acción política ciudadana.
Y con ello se cierra el círculo. Es de esperar, pues, muchas más acciones de este tipo. Con un peligro añadido: cuánto mejor funcionen y cuánto más tarden las instituciones políticas tradicionales (gobiernos, parlamentos, partidos, etc.), peor para su legitimidad democrática, con las consecuencias (buenas o malas) que ello comportará.