Tres reflexiones después de tres noches en el hospital

Fotografía del Hospital Universitari Germans Trias i Pujol, Can Ruti, de noche
El Hospital Universitari Germans Trias i Pujol, Can Ruti, de noche

La pasada Semana Santa la terminamos en el Hospital Universitario Germans Trias i Pujol, también conocido como Can Ruti, por una neumonía del peque (2años y dos meses). La noticia no es ésta — «nada grave» que no se puediese curar a corto y medio plazo — sino algunas reflexiones que fueron posibles gracias al montón de horas para observar y pensar que tienen tres días con sus tres noches en una habitación de hospital de la planta de pediatría.

La primera reflexión es de agradecimiento. De doble agradecimiento, de hecho. Un primer agradecimiento por la profesionalidad de unos equipos que funcionaron como un reloj, que demostraron ser unos muy buenos profesionales. El segundo agradecimiento por unos equipos que nos trataron siempre con amabilidad, que demostraron ser, además de unos muy buenos profesionales, unas muy buenas personas.

Sólo dos datos para contextualizar. El promedio de personas que había en urgencias la tarde que fuimos a ver qué pasaba con aquella fiebre que no se iba fue de 140-150. No me puedo imaginar qué debe suponer manejar esto con profesionalidad y, sobre todo, con amabilidad. El segundo dato es que fuimos a urgencias pediátricas, para luego pasar a la planta de pediatría: todo lleno de niños muchos de ellos menores de cinco, cuatro, tres años. No me puedo imaginar qué debe suponer gestionar este tipo de paciente con profesionalidad (todo pequeño, todo se mueve) y, sobre todo, con amabilidad.

Profesionales y personas de Can Ruti: muchísimas gracias.

La segunda reflexión es para la sanidad pública. Nos atendieron, como mínimo, equipos de siete ámbitos:

  • Urgencias.
  • Diagnóstico por la imagen.
  • Análisis médicos.
  • Pediatría.
  • Residentes.
  • Neumología.
  • Pediatría del Centro de Atención Primaria.

Sí, nos atendieron todos ellos. Algunos no directamente, pero nos consta que sí indirectamente. Es probable que no haya hecho la categorización de forma correcta: seguro que me equivoco a la baja. Un hospital universitario es un gigante. Si además lo cosemos a un sistema sanitario — como la atención primaria — lo que tenemos es un ejército de gigantes. No hay sistema privado que pueda aguantar esto. Ni pagando. La creación de un gigante, quizá sí. El ejército de gigantes, bien coordinados, no. Si añadimos la docencia y la investigación, la cosa se complica. Si añadimos la universalidad en su acceso, es totalmente imposible.

Esta reflexión no es nueva. Los datos que tenemos sobre los sistemas públicos de sanidad son contundentes. Pero vivirlo en primera persona añade una nueva capa: la que pasa de la teoría a la práctica. La que hace que pienses qué hubieras hecho — o podido hacer, o no podido hacer — en otras circunstancias.

Cuando te va en ello la vida de los hijos — oh, sí, he dicho que no era «nada grave»: las comillas son porque fuimos al Hospital de Can Ruti, que hicieron que lo que era grave pasara a ser «nada grave» — mucha de la literatura económica y sobre políticas públicas te pasa por delante tintada de otro color.

Sanidad pública: sí, por favor.

La tercera reflexión es para los defraudadores fiscales. Unos grandes profesionales (y personas) de un gran sistema público sólo se sostienen de una forma: impuestos. Sí, claro, los profesionales ponen ganas e ilusión y compromiso por encima de su obligación, seguro. Pero también tienen alquileres o hipotecas que pagar. Por no hablar de las instalaciones, aparatos, fungibles, comidas y un larguísimo etcétera que seguro que no puedo ni imaginar — el número de todos los movimientos de mi cuenta corriente en marzo no llegó a cien: estoy seguro de que en tres días en el hospital generamos más.

Si estamos de acuerdo en que son grandes profesionales, que lo hacen bien y que nos tratan bien, y si estamos de acuerdo en que nosotros solos no nos lo podríamos pagar, debemos admitir que nos sale a cuenta pagar impuestos. Si nos sale a cuenta pagar impuestos, todavía nos sale más a cuenta velar para que todo el mundo lo haga. Porque si no, tal vez, no habrá ni profesionales ni gigantes la próxima vez.

Y no, mis pensamientos no se han ido a los grandes corruptos que hacen titulares en los periódicos. No. O no solamente. He pensado especialmente en los mecánicos de los talleres que no me quieren facturar el IVA. Y el que lo acepta. O en el instalador de la carpintería de aluminio de la galería. O en el amigo que sé que. O en el otro amigo que sé que también. Lo peor de todo es que cuando se saca el tema, uno es el malo. Cuando se intenta desenmascarar las mil excusas, uno es lo que genera mal ambiente.

Pequeños defraudadores, por favor, pensadlo dos veces. Especialmente aquéllos que lo que «ahorráis» no es para llenar el plato, sino a llenar un depósito de gasolina de mayor capacidad, para añadir una llave al llavero, o para ir un poco más lejos de vacaciones.

Y si me decís que estoy haciendo chantaje emocional perdonad que os diga que ya estáis buscando excusas: recuperadlas cuando tengáis que pasar tres noches en el hospital sin sufrir por nada más que por el dolor de riñones de la silla-cama.

Entrada originalmente publicada el 3 de abril de 2016, bajo el título Tres reflexions després de tres nits a l’hospital en Vadepares. Todos los artículos publicados en esa revista pueden consultarse aquí bajo la etiqueta vadepares.

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5 Comments a “Tres reflexiones después de tres noches en el hospital” »

  1. Una cesárea por parto prematuro, ingreso en neonatos y una neumonia del peque (18meses) me han hecho pensar en lo mismo (será deformación profesional?) Pero añadiría otro punto: el mal uso de las urgencias. Cuando hemos ido ha sido porque el peque (la mayor nunca lo ha necesitado) estaba mal en horas que no había pediatra en el CAP y ver a niños contentos y jugando en la sala de espera me «»desespera», no solo porque alargan las colas sino porque cansan innecesariamente a los profesionales que están para atender las auténticas urgencias.

  2. Yo he estado esta semana en Sant Pau con mi padre. La primera noche la pasamos (nosotros y otra treintena de pacientes) en urgencias, en una camilla en el pasillo porque estaba el hospital colapsado y, simplemente, no había camas.
    Mi impresión sobre la sanidad pública es exactamente la misma: sobresaturada pero excelente, y con unos profesionales que pese a esas condiciones se esfuerzan en ser amables y acompañar a los pacientes con gestos de simpatía y humanidad. Olé!
    Defendámosla, es nuestra, y cuida de lo que más nos importa.

  3. Muchas Gracias por las reflexiones….

    Trabajo en atención al usuario en un centro de atenció primaria y estoy totalmente de acuerdo con todo lo que has escrito….

    Valoremos lo que tenemos y hagamos lo posible para mantenerlo…. Por desgracia solo nos damos cuanta de las cosas cuando las perdemos….

    Saludos i nos vemos por las Santes

  4. Solo para añadir a lo ya dicho que cuando se está fuera de España, te das cuenta aún más de la joya que es el sistema de sanidad pública en nuestro país. Como dice Isma, ese ejército de gigantes no tiene sustitutos (aunque seguro que pueda usar complementos). Hay que luchar por la Sanidad Pública en España como lo haríamos por lo que más queramos y lo más precioso. Y eso incluye mejorarla y tambien pelearse con los que le pongan arena en la maquinaria.

  5. Ismael… me has dado una gran alegría… llevo años PREGONANDO a los cuatro vientos exactamente lo mismo: que debemos dejar de apuntar (solamente) a los millonarios que defraudan y nos fijemos más en los millones de ciudadanos que defraudan CADA SEMANA con tickets del taller y el IVA como tú señalaste.

    Aunque soy de Barcelona, resido en México desde hace unos 8 años, y en fin: aquí la situación es muchísimo peor!!! la gente se ríe de ti cuando sugieres que pagar impuestos es algo que nos beneficia a los ciudadanos y los amigos te sugieren cambiar de contable si estás pagando algo decente de impuestos. Claro, es verdad también que por culpa de la corrupción super-extendida aquí los impuestos se van a beneficio de los ciudadanos en un porcentaje mínimo… 50%?? (y creo que le he subido demasiado). Aquí cobran «comisión» (le llaman «mochada») desde los gobernantes, a los que recogen la basura (!!!), pasando por cosas kafkianas como los jefes de estudios de las escuelas, etc…

    ¡¡¡Puedes entender que me has dado una gran alegría!!! Hi ha més gent que està tant boja com jo!!! Potser pensaràs que no té res a veure, però tinc ganes de que els catalans puguin demostrar al món que una república democràtica pot ser possible, brillant amb l’esforç cívic de tota la ciutadania. A veure si el «procés» s’aconsegueix culminar i donem després un bon exemple al món.

    Salut!
    Sergi

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