En mayo de 2011, tras las elecciones municipales, esbocé un perfil político en España tras el 22M. Como esbozo, no era ni análisis rigoroso ni análisis en absoluto, sino una forma de poner en colores lo gris que estaba la política en España recién pasadas las convulsiones del 15M y los resultados de aquellas elecciones, que para sorpresa de no pocos, no solamente no cambiaron de tendencia sino que acentuaron la que había, y que habría que culminar en las legislativas de aquel invierno.
La propuesta de perfil era la siguiente (la explicación del gráfico está algo elaborada en Perfil político en España tras el 22M):
El análisis del último barómetro del CIS de Julio 2012 nos retrotrae a aquel análisis y, en mi humilde opinión, lo confirma a fuego y lágrimas.
- Sobre los cínicos, populistas, corruptos y frescos creo que huelga todo tipo de comentario. La credibilidad de muchas instituciones políticas está por los suelos y es, en parte, porque no solamente hemos visto proliferar más casos de estos, sino que, además, ha habido más casos de prescripción de delitos, impunidad, indultos y demás bulas.
- La izquierda que gobernaba y tardará en gobernar es, hoy, más manifiesta que nunca: el otro gran partido de la democracia española no solamente pierde las elecciones sino que se ve incapaz para articular una oposición convincente. Y el votante del PSOE le penaliza por ello. Y lo importante, aquí, no es la poca intención de voto, sino la caída libre desde el 14M de 2004: 8 años de caída libre que no se recuperan ni con una aplastante crisis y un gobierno sin respuestas.
- Las izquierdas que votan a derechas están, en gran parte, en esa caída en la intención de voto del PP. Son esa no-clase media que no puede pagar la privatización de la educación, la salud, la cultura, etc. porque, sencillamente, ni es clase media ni es clase acomodada, sino que forma parte de ese 80% que ingresa menos de 25.000€, o ese 50% que ingresa menos de 13.000€.
- La su lado, la izquierda que no gobierna ni gobernará, recogiendo algo de la izquierda que gobernaba (PSOE) y algo de los «proletarios» que se «equivocaron» de partido. Ni aun recogiendo no consigue crecer por encima de los dos grandes partidos, ni acercarse peligrosamente. Izquierda Unida recoge lo que sembró, y no recoge lo que debió sembrar: capitalizar la institucionalización de parte de los movimientos y plataformas surgidos a la luz del 15M. Si alguien podía hacerlo, era la izquierda. Y no por principios, sino por flexibilidad interna y capacidad de transformación que siempre ha abanderado en sus palabras. En el fondo, se ha demostrado precisamente eso: que el fondo sigue siendo ese núcleo duro, durísimo, forjado a finales del s.XIX hasta mediados del s.XX. Y ahí están.
- Los que quedan del cuadro verde — #acampados y demás — que no han pivotado hacia opciones más institucionales se han hecho fuertes en la abstención, el voto en blanco o el voto a fuerzas tan minoritarias que el CIS agrupa como «Otros». Como decíamos en el análisis del último barómetro del CIS de Julio 2012, si algo bueno (entre otras cosas) ha tenido el 15M ha sido la manifestación de las preferencias políticas, reduciéndose los no contesta, aunque sea a costa de mayor abstención, voto en blanco o indecisión.
- Por último, la derecha que gobierna y vaya si gobernará. Y sí, ahí sigue. A pesar de su desgaste brutal, la ausencia de alternativas todavía sitúa al PP como la fuerza más votada. ¿Gobernaría? A saber. Seguramente no es ni relevante una vez se haya cedido lo que queda de soberanía a determinados organismos internacionales.
A estas alturas quedan poco menos que dos grandes opciones en la política española.
- Una opción «hacia abajo»: Traspasar algo de responsabilidad a los ciudadanos, en base a una cesión de más y mejor información para una toma de decisiones públicas más legitimada.
- Una opción «hacia arriba»: en el último estertor de soberanía nacional, intentar que lo que se llama Unión Europea y no es más que una unión monetaria sea, efectivamente, una unión socioeconómica, en lo monetario como en lo fiscal, en lo económico como en lo social. Si se va a ceder soberanía a otras instituciones superiores, que no sean estas solamente de lo económico, sino también de lo político.
Queda, a lo mejor, una tercera vía, una vía que consista, con la ayuda de las instituciones, en salvar la política aunque sea a costa o menoscabo de los partidos. Desafortunadamente, no hay voluntarios en las instituciones, centrados como están en el instrumento y no en la función.
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