Después del y-tú-más: y-tu-qué

La clase política (y perdón por generalizar, aunque tampoco abundan los políticos que denuncian a sus malos compañeros)… la clase política, decía, nos tiene ya acostumbrados a su quejoso y tú más. ¿Que hay una discrepancia sobre la gestión de un miembro de un gobierno? Y tú más. ¿Que hay una acusación de corrupción a un miembro de un partido? Y tú más. ¿Que un miembro de un partido se pasa por el arco de triunfo la hemeroteca y donde dije digo digo Diego? Y tú más. Y tú más. Y tú más.

El ejercicio del y-tú-más tiene un corolario, o una degeneración corrupta, que consiste o bien en cargarse al que viene con pruebas o bien en cargarse al que se pone en medio del y-tú-maseo. ¿Que viene un juez a impartir justicia? Nos cargamos el juez, la ley, el tribunal y lo que se interponga. ¿Que mueren unos bomberos en la extinción de un incendio? Nos cargamos el cuerpo porque la culpa fue del cha-cha-chá. ¿Que la policía actuó con demasiada o demasiado poca contundencia contra unos manifestantes? Nos cargamos el cuerpo por haber sido blandos en la rotundidad. ¿Que un personaje se funde los fondos públicos y el dinero del contribuyente para la promoción de la cultura? Pasamos del contribuyente y del que tenía que velar por sus intereses e y-tú-maseamos hasta que al respetable le acabe dando igual conforme lo dejen en paz.

Hasta aquí, la destrucción al poder.

En este eterno deshacer, míto de sísifo, Penélope destejiendo, etc. todavía había la esperanza de que algunos se dedicasen a construir algo… algo que los demás pudiesen cargarse, pero algo es algo al fin y al cabo.

Ya no es así: los buenos tiempos terminaron.

En los últimos meses se ha puesto en boga el y-tú-qué. Los partidos, los líderes (cualquier relación con la etimología inglesa es pura coincidencia), en lugar de hacer propuestas piden a los demás que las hagan: Sr. Fulano, defínase sobre su posición frente al nacionalismo; Sr. Fulano, diferénciese (o no) de sus (para mí, claro) repugnantes socios de gobierno; Sr. Fulano, la población quiere saber (y yo sin enterarme) si, en el caso que usted llegue al gobierno (no lo quiera el hado) al levantarse se pondrá primero la zapatilla del pie derecho o la del pie izquierdo. Sr. Fulano, aclare de una vez si su partido (y no el mío) tiene una crisis de analgesia. Sr. Fulano, por el amor del prójimo, diga algo para evitar el silencio que nos deje pensar.

La consecuencia directa del y-tú-queo es tan divertida (si a uno lo pillan cínico o socarrón) como surreal: mi respuesta a su pregunta es que yo no haré lo que usted me dijo que haría o hubiere hecho en caso de que usted obrara u obrase de acuerdo y en concomitancia con mi propuesta subsumida a la suya, ¡¡sino todo lo contrario!!.

Y mientras en el universo paralelo de la política analizan sintácticamente los diretes y los diremes, los votantes tenemos una cita en otoño (algunas autonomías), primavera (ayuntamientos) y el año próximo (generales).

Y nos pasa como en Facebook, que cuando alguien dice una barbaridad solamente encontramos el botón «Me gusta», pero el «Ni harto de vino», ese, ese brilla por su ausencia.

Como las propuestas de valor.

Y tú más.

Y tú qué.

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Toros no: cuestión de libertad

Esta entrada ha acabado teniendo dos partes: la primera, Toros no: centrando el debate, antes de que la iniciativa legislativa popular para prohibir los toros fuese aceptada por el Parlament de Catalunya, y la segunda, Toros no: cuestión de libertad, después de la prohibición de las corridas por el Parlament y a colación de las primeras reacciones a la misma. Esta es la segunda parte.

Cuando anteayer, en Toros no: centrando el debate, intentaba listar los falsos argumentos que se meten con calzador en el supuesto debate sobre la abolición de las corridas en Catalunya, me olvidé del que, por lo visto, ha sido (y parece que será) el argumento principal contra la abolición: atenta contra mi libertad.

El President Montilla apeló a la libertad y a no imponer las ideas propias a los demás, por lo que pedía responsabilidad (léase: si no votas conmigo eres un irresponsable, un gran argumento).

Rajoy también centra su reacción en que los ciudadanos puedan ejercer libremente el derecho más importante que tienen, que es la libertad (valga la tautología).

En casa de Alfonso Serrano pude escuchar a Andrés Calamaro arremeter contra las prohibiciones, por coartar la libertad individual.

Y un señor en la radio decía esta mañana (literal): son unos nazis, porque prohíben lo que a mí me gusta, entre otras cosas olvidando que el Parlamento no se conjuga en tercera persona, sino en primera.

La verdad es que las prohibiciones son un incordio:

  • Prohíben la violación, coartando mi libertad a tener sexo (no consentido y violentamente) con las madres, esposas e hijas de mis conciudadanos. Y las extranjeras, si se puede, también.
  • Prohíben el proxenetismo, coartando mi libertad a… (lo mismo de antes pero con dinero de por medio)
  • Prohíben la pedofilia, coartando mi libertad a… (lo mismo de las dos anteriores antes pero con niños)
  • Prohíben el terrorismo, coartando mi libertad a amenazar, extorsionar y asesinar a aquellos que no piensan como yo.
  • Prohíben el fraude fiscal, coartando mi libertad a tener una educación, una sanidad y una justicia de calidad y gratuitas de verdad de verdad.
  • Prohíben conducir ciego de alcohol, coartando mi libertad a utilizar el medio de transporte que a mí me plazca habiendo bebido lo que libremente yo desee: quién te ha dicho a ti las copas que yo tengo o no tengo que beber.
  • Prohíben los toros, coartando mi libertad a divertirme y hacer dinero como y cuando a mí me dé la gana.

Las libertades son como un calcetín y se les puede dar la vuelta. Esta es la realidad de las prohibiciones. Porque en ningún caso fueron pensadas para lo siguiente:

  • Prohíben la violación, defendiendo mi libertad a tener sexo con quien quiera y si yo quiero, sin ser forzado ni violentado por nadie al tenerlo.
  • Prohíben el proxenetismo, defendiendo mi libertad a… (lo mismo de antes pero sin dinero de por medio)
  • Prohíben la pedofilia, defendiendo mi libertad a… (lo mismo de las dos anteriores pero con niños, con el añadido del factor tiempo y la madurez mental, emocional y sexual)
  • Prohíben el terrorismo, defendiendo mi libertad a expresar mis opiniones e ideas políticas sin que por ello mi integridad física y hasta mi vida corra peligro.
  • Prohíben el fraude fiscal, defendiendo mi libertad a tener una educación, sanidad y justicia de calidad y sufragada por todos según las posibilidades de cada uno.
  • Prohíben conducir ciego de alcohol, defendiendo mi libertad a no ser atropellado, postrado en una silla de ruedas o simplemente asesinado al salir de fiesta con mis amigos.
  • Prohíben los toros, defendiendo la libertad de todo ser vivo de no ser torturado y asesinado gratuitamente, como gratuito es cualquier espectáculo o disposición de un animal exclusivamente por placer.

Dicho esto, por favor, centremos de una vez el debate. Aunque haya partes interesadas (políticamente, económicamente, ideológicamente, etc.), la pregunta no va de política, ni de economía, ni de ideología.

La pregunta es: ¿cree usted que es legítimo maltratar, infligir dolor y matar a seis toros para un espectáculo de dos horas?. Esa es la pregunta y esa es la única que hay que contestar. No hay más. De verdad.

Mi respuesta, después de haber ido a la plaza, es no, y lo digo sin tapujos. Por favor, céntrense en el debate y digan, sin ambages, cuál es su respuesta. Compartida o no, yo la respetaré. Pero respeten ustedes, por favor, mi inteligencia con argumentos que sean tales.

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Toros no: centrando el debate

Esta entrada ha acabado teniendo dos partes: la primera, Toros no: centrando el debate, antes de que la iniciativa legislativa popular para prohibir los toros fuese aceptada por el Parlament de Catalunya, y la segunda, Toros no: cuestión de libertad, después de la prohibición de las corridas por el Parlament y a colación de las primeras reacciones a la misma. Esta es la primera parte.

Hace unos años decidí ir a ver una corrida de toros. Por muchos motivos, pero sobre todo para ver y comprender.

No es este el lugar para extenderse, pero fue una tarde sobre la que los periódicos hablaron con más elogios de lo habitual. Y una tarde que me dejó simple y llanamente impresionado. El que no haya estado en una corrida es difícil que pueda entender lo que ocurre en la arena: la esencia animal del hombre, la alegoría de la caza, la estética de la coreografía, la impresión de la primera embestida…

Quién no haya estado en una corrida es también difícil que entienda lo que ocurre en la arena: divisas, puyas, banderillas, rejones, estoques, sangre, ensañamiento y dolor, mucho dolor.

Lo primero es tan cierto como lo segundo y, además, van juntos de la mano y son indisociables lo uno de lo otro. A título personal decidí que el dolor del animal no justificaba el espectáculo. La atrocidad no legitimaba la belleza. Hay gente que piensa justo lo contrario y por ello los respeto: por decir, claramente, que su opción es la inversa.

Porque creo que es en estos dos términos en los que habría que medir las corridas de toros. De hecho, no creo que haya más: lo que se hace, ¿justifica el sufrimiento del animal sí o no?

Mañana se decide en el parlamento catalán si las corridas de toros dejan de estar permitidas en Catalunya o no.

Puede que sea deformación profesional y por eso me molesta (a) la falta de debate y (b) los falsos argumentos, que en el fondo, no hacen sino contaminar el debate y matarlo. Me gustaría aquí reconducir hacia la esencia del debate algunos de los argumentos que, de forma reiterada, van apareciendo en columnas de opinión, pancartas y bancadas de diputados. Mi intención no es adoctrinar, ni convencer a nadie de nada: simplemente que, por favor, debatan con la cabeza (no, en el mejor de los casos, con el corazón).

El toro no sufre

Sí sufre. Y muere, en la arena, sangrando por todos y cada uno de los agujeros que se le han infligido durante la corrida.

La cuestión es, simplemente, si ese sufrimiento paga el resto, si legitima el resto de argumentos. Para mí no. Es una opción personal, y en mi quehacer diario intentaré siempre que me sea posible evitar el dolor a los animales. Y esta es una de esas situaciones donde creo que se puede evitar.

Otros animales también sufren

Es cierto.

Pero.

Primero. Que otros animales sufran no tiene nada que ver con que el toro sufra. El argumento «pues las vacas lecheras en los establos también sufren» no tiene nada que ver con los toros. Los toros se torean y matan en la plaza con independencia del resto, de si hay vacas lecheras o no, por lo que merecen debates separados.

Segundo. Los motivos importan. Estabular vacas proporciona alimento a todo el mundo (es un decir). Matar toros proporciona un espectáculo.

La cuestión es, pues, primero, independiente de otros debates. Segundo, sobre si ese sufrimiento legitima el espectáculo. Para mí no. Es una opción personal, pero no tiene nada que ver con otros debates (por muy necesario que también sea tener aquellos).

El toro se extinguiría

A lo que habría que responder: pues toreemos linces ibéricos o tigres siberianos, en mucho mayor riesgo de extinción que el toro de lidia.

En lógica, a esto se le llama falacia, la falacia ad hoc: justificamos con un argumento general traído por los pelos a nuestro caso particular.

Siempre se ha hecho

Este es un argumento que no es tal y es también otra falacia, la llamada falacia ad populum. El mejor ejemplo para replicar a este argumento es el de la esclavitud: la esclavitud ha existido durante la mayor parte de la historia del hombre. Primero las clases más humildes, después los extranjeros, después los de otras razas y, casi siempre, las mujeres.

Siempre ha sido así, hasta que hace apenas unos pocos cientos de años se trabaja activamente para su erradicación en todo el globo.

La cuestión no es si siempre se ha hecho así, sino si queremos que siga así, si queremos vivir y ser recordados así. Yo no. Es una opción personal, pero no tiene nada que ver con el pasado, sino con el presente y el futuro.

Es una actividad económicamente beneficiosa

Sí, así es: el toreo es altamente lucrativo. Aunque no le puede hacer sombra a la esclavitud: imperios enteros se han edificado sobre las espaldas de los esclavos y los beneficios que comporta la mano de obra prácticamente gratuita. El proxenetismo, sin ir más lejos, es un gran negocio basado, en la mayoría de los casos, en la esclavitud.

El tráfico de armas, el tráfico de drogas y el tráfico de seres humanos son probablemente las tres actividades económicas más lucrativas del mundo.

La cuestión no es si da dinero o no, sino si queremos que siga siendo así, si queremos ganar dinero así. Yo no. Es una opción personal, pero no tiene nada que ver con si da o no dinero, sino con la formaen que uno lo gana.

Forma parte de la identidad de España

Este argumento es parecido al que defiende que siempre se ha hecho así, y a él me remito.

¿Justifica la identidad nacional (sea eso lo que sea) el sufrimiento del toro? Para mí no. Es una opción personal, y en la construcción de mi identidad personal (esa sí real e intransferible) intentaré siempre que me sea posible evitar edificarla sobre la dominación y el dolor.

Es un ataque de los nacionalistas a la identidad de España

Este argumento es parecido al que defiende que otros animales también sufren.

No soy un ingenuo: es cierto que hay personas que instrumentalizan las corridas para atacar lo que otros consideran su identidad colectiva. Pero, como en el caso de si otros animales sufren o no, ese es un debate que debe dirimirse aparte y por parte de las dos partes.

¿Justifica la instrumentalización del sufrimiento de un animal la lucha política que sus respectivas identidades colectivas deberían mantener en el plano político? Para mí no. Es una opción personal, y mi enfrentamiento (en caso que lo hubiere) con aquellos con los que no estoy de acuerdo sobre temas políticos no tiene que ver ni con permitir ni con denunciar el sufrimiento de un animal.

No vamos a imponer nuestra opinión a la de los demás

Pues sí: precisamente de eso trata la democracia. Y por ese mismo motivo, si sigue habiendo corridas, deberá acatarse la opinión de la mayoría, sea esta la que sea.

Pero no, este argumento no tiene nada que ver con respetar las minorías: respetar las minorías es darles voz y voto en igualdad de condiciones. Es que haya un debate abierto e incluso dar a las minorías un trato de favor con votos más valiosos que los de la mayoría (como el voto de las zonas rurales frente a los grandes núcleos urbanos). Pero la mayoría decide, porque precisamente eso es una democracia.

En resumen

Señores diputados, cuando ustedes mañana decidan si toros sí o no, por favor, pongan en orden sus prioridades y escalas de valores. Supongo que estamos de acuerdo en que el toro sufre y muere en la arena. Y lo hace por un placer estético y, a lo sumo, alegórico.

Pónganle ustedes un precio a eso: ¿unos puestos de trabajo? ¿la enseña de la identidad colectiva? ¿la renuncia a pensar en presente en lugar de en pasado? ¿condicionar el tener otros debates por una falsa correlación entre temas dispares?

Si votan sí, por favor, sean valientes. Digan: sí, voto sí a los toros porque creo que el espectáculo bien merece la sangre derramada y el sufrimiento y muerte del animal. Lo aceptaremos: en eso consiste la democracia.

Al menos, por favor, no insulten nuestra inteligencia con argumentos que provocan vergüenza ajena.

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España en el Connectivity Scorecard 2010

Nokia Siemens Networks hace tres años que publica su Connectivity Scorecard, una herramienta (más) para medir el estado del desarrollo de la Sociedad de la Información en el mundo, creada por el professor Leonard Waverman de la London Business School.

Como todos los índices compuestos, el Connectivity Scorecard tiene sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Entre los débiles, como suele suceder, las ponderaciones y la construcción misma del índice. Entre los fuertes, sin lugar a dudas, el cálculo del índice según metodologías distintas según el país a analizar esté más o menos desarrollado. Esto último hace que los países sean comparados con los de su categoría y no con los que parten de un contexto totalmente distinto y que desfigura los análisis.

Con todo, a pesar de los puntos débiles y fuertes, similitudes y diferencias con otros índices, lo interesante es que las conclusiones son las mismas que aparecen una y otra vez en análisis de otras instituciones e investigadores.

Siempre en términos relativos a los demás países — es decir, que uno vaya bien en relación a los demás no significa que no se pueda mejorar ni que todo esté perfecto — España sigue destacando por el excelente trabajo de la Administración Pública en materia de Sociedad de la Información. Lo hemos apuntado ya aquí otras veces: la estrategia de Gobierno Electrónico en España es de las mejores del mundo y su impacto positivo en la adopción de las TIC está más que demostrado.

Esa apuesta por las infraestructuras tecnológicas en el gobierno no tiene, sin embargo, su espejo en la utilización así como en las competencias digitales en la misma Administración. La gestión del cambio, seguramente, es una de las mayores barreras para ello, tanto en el plano de los recursos humanos como en el legal, donde la Ley todavía va algo por detrás (aunque los esfuerzos han sido muchos y en muy buena dirección).

En el terreno de lo privado, la cosa no pinta tan bien. Tenemos estudios que indican que las empresas, sobre todo las PYMES y microempresas, tienen todavía un largo camino por recorrer tanto en materia de infraestructuras como, especialmente, competencia digital y aprovechamiento de las TIC para mejorar la competitividad y la eficiencia. El estudio de Waverman con el Connectivity Scorecard no hace sino reforzar las conclusiones sobre este aspecto.

En el caso de los ciudadanos — consumidores, según el Connectivity Scorecard — lo que sucede en la empresa es todavía más acusado en los hogares: infraestructuras francamente mejorables y un deplorable nivel tanto de uso como de competencias digitales.

Soluciones?

Los estudios de la OCDE sobre banda ancha insisten, una y otra vez, en que nuestro mercado de las telecomunicaciones no es competitivo (en el sentido de que no hay competencia) y que el usuario final (empresas y hogares) salen perjudicados, accediendo a peor servicio por mayor precio.

Cabe pues, con carácter de urgencia, incidir sobre el mercado de las telecomunicaciones para que haya más competencia, se eviten comportamientos monopolistas u oligopolistas, se incremente la oferta y la variedad de servicios, se mejore el tiempo de respuesta, se facilite el cambio de compañía, puedan entrar nuevos agentes, etc.

Por otra parte, la competencia digital como prioridad absoluta en cualquier acción de gobierno para la promoción de la Sociedad de la Información. Tenemos un país donde la gente aprende «informática» por su cuenta o consultando a amigos y familiares y donde los planes de alfabetización digital en la escuela no son tales, sino discutibles estrategias de infraestructuras. Es decir, no tenemos un plan: ni en la escuela ni, en absoluto, en la empresa.

Con ello, cerrar el círculo: apalancar el efecto de la Administración Electrónica para generar más demanda (tanto en los hogares como, sobre todo, en las empresas), y con esa mayor demanda el mayor uso asociado, que generará mayor demanda de competencias; mejores competencias darán mejores contenidos y servicios electrónicos (tanto en la esfera pública y la esfera privada), y vuelta a empezar.

No es, en absoluto, una tarea fácil. Pero, al menos, sabemos de qué mal vamos a morir y, en consecuencia, donde empezar a aplicar las soluciones.

Más información

Waverman, L. & Dasgupta, K. (2010). Connectivity Scorecard 2010. London: LECG and Nokia Siemens Networks.
Waverman, L., Dasgupta, K. & Brooks, N. (2009). Connectivity Scorecard 2009. London: LECG and Nokia Siemens Networks.
Waverman, L., Dasgupta, K. & Tonkin, J. (2008). The Connectivity Scorecard. London: LECG and Nokia Siemens Networks.
Fundació Observatori per a la Societat de la Informació de Catalunya (2010). Enquesta sobre l’ús de les TIC i del Comerç Electrònic a les empreses. Catalunya, 2008-2009. Barcelona: FOBSIC.
Sigalés Conde, C., Mominó de la Iglesia, J. M., Meneses Naranjo, J. & Badia, A. (2008). La Integración de Internet en la Educación Escolar Española: Situación Actual y Perspectivas de Futuro. Barcelona: UOC.
Peña-López, I. (2010). “From laptops to competences: bridging the digital divide in higher education”. En
Revista de Universidad y Sociedad del Conocimiento (RUSC), Monograph: Framing the Digital Divide in Higher Education, 7 (1). Barcelona: UOC.
OECD (2010). Wireless broadband indicator methodology. Paris: OECD.
OECD (2009). Indicators of broadband coverage. Paris: OECD.
OECD (2008). Broadband and the Economy. Paris: OECD.

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Alfabetización digital y estrategias de e-inclusión en la biblioteca

Me escribe una compañera de Zaragoza pidiéndome información sobre buenas prácticas de inclusión digital, y cuál es el órgano institucional en este país que debería coordinar o recabar este tipo de información. Después de un corto intercambio de correos, creo que hemos conseguido recopilar algo de información que vale la pena compartir aquí.

Coordinación de la Sociedad de la Información en España

Hasta hace dos días, todas las cuestiones sobre Sociedad de la Información las llevaba el Ministerio de Industria, del cual colgaban dos organismos: la Dirección General de la Sociedad de la Información y la empresa pública Red.es. La DGDSI como tal se volatilizó con el recorte de altos cargos y ahora parece vivir en una especie de limbo dentro del Ministerio. Supongo, pues, que en cierta manera Red.es irá apropiándose de la parte más de análisis y políticas (seguramente Sebastián Muriel, Director General de la entidad, tendrá más información al respecto).

Dentro de Red.es encontramos el Observatorio Nacional para las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información (ONTSI). En gran medida el ONTSI es la respuesta a la pregunta de quién recaba información sobre la Sociedad de la Información y tiene por encargo analizarla y difundirla. Por supuesto, el INE es el que de forma efectiva recoge la mayor parte de esa información, aunque Red.es y el ONTSI también generan datos propios a través de distintos proyectos e iniciativas.

Por otra parte, en España las fundaciones de las empresas de telecomunicaciones suelen hacer informes muy interesantes, sobre todo Fundación Telefónica y Fundación Orange, así que no habría que perderlas de vista.

En lo que se refiere a políticas de inclusión digital se echa en falta en España lo que en el Reino Unido lleva UK Online Centres y que yo diría que aquí no existe. La Fundación Esplai hace un trabajo espectacular y, aunque con muchas diferencias, con ciertas similitudes a UK Online Centres. Entre otras cosas, Fundación Esplai no es gubernamental, aunque sí administra la red de telecentros catalana Xarxa Òmnia y coordina la red de telecentros de ámbito estatal Red Conecta y Conecta Joven. Todavía dentro de la sociedad civil, es destacable la experiencia de guifi.net, una fundación que da apoyo para crear redes wifi con resultados de verdad impresionantes.

Aunque a otro nivel, vale la pena destacar el trabajo que están realizando a nivel político el gobierno vasco, el gobierno catalán y la ciudad de Gijón, grandes ejemplos de promoción de la Sociedad de la Información con la inclusión como una de sus principales variables. A menor escala por el alcance, pero con muchísimo interés, vale la pena destacar (seguro que hay más) los municipios de Abla (Almería), Callús (Barcelona) o Copons (Barcelona).

Políticas de inclusión digital

Antes de hablar de políticas de e-inclusión, vale la pena conocer los motivos de la e-exclusión.

Los motivos que los ciudadanos tienen para la no adopción de las TIC forman parte de una realidad muy compleja. Las «oleadas» del ONTSI es seguramente lo mejor que tenemos… que no es mucho: los datos del ONTSI/INE vienen de encuestas donde hay que encontrar el difícil equilibrio entre preguntar todo lo que querríamos y conseguir que la gente no nos mande a paseo a media encuesta porque llevamos una hora al teléfono o en su casa.

Dicho esto, podemos afirmar que, en general, solemos tener tres perfiles (en España y en los países de renta más alta) de personas que no utilizan las TIC:

  • Motivos económicos. En mi opinión, este argumento es cada vez más falaz, ya que confunde el acceso físico a las TIC (proporcionado gratuitamente por, entre otros, las bibliotecas públicas y redes de telecentros) con tener un ordenador en propiedad (como el que dice que no lee porque los libros son caros, teniendo bibliotecas atestadas de ellos).
  • Bajo nivel de competencias digitales, y esto incluye desde las competencias tecnológicas e informacionales más elementales hasta otras más complejas, como miedo e inseguridad (en sentido psicológico), falta de seguridad (en un sentido más jurídico o legal) de las tecnologías.
  • No encontrarle sentido a utilizar Internet, con un amplísimo abanico de motivos, desde el puro desconocimiento (ver punto anterior) hasta el odio total a la tecnología más recalcitrante (también los hay).

Algunos autores que han abordado el tema de la inclusión digital desde la administración pública y, especialmente, desde las bibliotecas, son:

Por último, aquí hay una bibliografía sobre el impacto de los telecentros y los puntos públicos de acceso a Internet.

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La Comunicación Vertical

Hace unas semanas, el profesor de la Universidad Rey Juan Carlos Francisco Vacas me envió su último libro: La Comunicación Vertical. Medios personales y mercados de nicho (La Crujía Ediciones, 2010). La dedicatoria es, como mínimo, curiosa — «Para Ismael que seguro que le saca provecho» — y se puede interpretar de diferentes maneras. Una de ellas como «no tienes ni idea: a ver si aprendes algo con el libro». Otra como «sé que te gusta el rompecabezas de la Sociedad de la información: te envío dos piezas más». Para saber a qué se refería, no quedaba más solución que leerlo.

La colección de la editorial Wiley & Sons «para Dummies» se ha introducido siempre (y especialmente en inglés) como «[un tema cualquiera] para inútiles. Y una referencia para el resto de nosotros». El libro de Vacas cumple, a la perfección, con esta definición: quien no conozca nada o poco sobre el impacto de las tecnologías digitales sobre los medios de comunicación encontrará una iniciación incomparable, bien explicada, con un cuidado orden vez cronológico y conceptual, fácil de entender pero no por ello superficial. Quien ya sea un iniciado en estas cuestiones encontrará en el libro, como mínimo, un buen esquema con el que ordenar los propios conocimientos de la temática y, en muchos casos, lleno de detalles que se desconocían. En cualquier caso, un buen vademécum al que recurrir de forma sistemática.

De las muchas cosas que me han gustado del libro — y sobre las ventas del cual no tengo ninguna comisión ni recompensa pecuniaria por escribir este comentario — apunto las siguientes:

  • Por un lado, el factor competitivo (y no complementario) de Internet y los medios. Mientras hay todo un debate sobre cómo los medios pueden expandirse a Internet como un canal más, el autor también nos advierte que los recursos (económicos) y la atención del lector son finitos, y que aunque ha habido un pequeño incremento de lectores en los últimos años, el pastel es el mismo y el canal digital compite con los canales tradicionales en financiación y audiencia.
  • Por otra, la merma de credibilidad de los periodistas. Contrariamente al argumento de tipo cualitativo que se suele leer en las blogosferas — el blogger está a pie de calle y además tiene capacidad de respuesta inmediata, frente al periodista en la oficina y encorsetado por la hora de cierre — Vacas esgrime un argumento cuantitativo: el periodista seguirá siendo un profesional legitimado y reputado, pero tendrá sí o sí competencia en los blogs, y no porque sean mejores, sino porque hay miles, y millones de «twitts» cada día que necesariamente detraerán tiempo de lectura de los «gurús de la información» que, en consecuencia, tendrán menos poder de influencia. Esta es, en mi opinión, una perspectiva tan interesante como prácticamente inédita y que, en cambio, se hace difícil, muy difícil de rebatir.
  • En la misma línea, explica cómo Google (1) ha quitado a los medios el monopolio de la atención (2) haciendo las cosas tan fáciles que la gente se ha volcado en masa. Nuevamente, el argumento cuantitativo por encima del cualitativo.
  • Por último, quiero destacar la reflexión que el autor hace sobre la movilidad y como la única barrera para una adopción ya total e incondicional hacia los soportes digitales son las todavía zonas de sombra donde aún no hay cobertura y que, una vez solucionados los problemas técnicos, se conseguirá equiparar la experiencia de consumo en continuidad de los medios convencionales estacionarios con los móviles.

Resumiendo, un libro interesante, muy recomendable, que pone un poco de orden y secuencia en la vorágine de cambios que los medios han sufrido y están sufriendo y, sobre todo, da algunos apuntes de reflexión que bien vale la pena conocer… y pensar en ellos.

Y, como decía la dedicatoria, sí, le he sacado y le sacaré provecho: muchas gracias Francisco.

Entrada originalmente publicada el 10 de Julio de 2010, bajo el título La Comunicació Vertical en Reflexions sobre periodisme, comunicació i cultura (blog de ESCACC, Fundació Espai Català de Cultura i Comunicació). Todos los artículos publicados en este blog pueden consultarse allí en catalán o aquí en castellano.

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