Este fin de semana han tenido lugar dos eventos interesantísimos desde el punto de vista de la participación política y la movilización ciudadana: la Asamblea Ciudadana de Podemos y la manifestación de la plataforma Ara és l’hora para dar un impulso más al proceso soberanista catalán.
Ambos movimientos han sido vistos con recelo desde muchos partidos políticos y otros tantos medios de comunicación.
De Podemos se ha dicho ya de todo. Lo más suave, que no tienen programa. De lo peor, que son un partido golpista, sacando totalmente de contexto lo que no es más que un lema o una consigna para insuflar ánimos: “el cielo no se toma por consenso, sino por asalto”.
De la Assemblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural se ha dicho otro tanto, si bien el multitudinario apoyo que tienen en Catalunya ha paliado muchas críticas. Estas se han centrado, a menudo, en el (supuesto) chantaje que supone poner condiciones al gobierno para que éste cuente con su apoyo.
Falta de programa y condiciones chantajistas.
Se dijo a los indignados, a los descontentos, a los que tenían desafecto por la política, que si querían algo, que se organizasen, que montasen un partido. Muy bien, pues se han organizado y/o han montado un partido.
En ambos casos, han mostrado sus cartas del derecho y del revés. No en vano, la mayor parte de sus debates y propuestas tienen su origen en foros abiertos —o a los cuales se puede acceder fácilmente— en Internet. El programa está ahí para el que quiera leerlo. Sí, por desgracia, en un mundo digital, ya no se mandan los programas a casa: hay que levantarse, recorrer el largo trecho del sofá al ordenador (con una tableta no hace falta ni eso) y teclear un par de direcciones para dar con ellos. La política activa es lo que tiene: da por descontado que la gente tiene ganas de participar y no esperará a que le den la información masticada, digerida y metabolizada.
Ese es el programa «oculto» de proyectos como Podemos, Guanyem, el Partido X, el Partido Pirata, Òmnium Cultural o la Assemblea Nacional Catalana: tanto das, tanto recibes. Si quieres estar informado, infórmate. Si quieres participar, participa.
Claro, una vez el ciudadano se acostumbra a participar, el siguiente paso viene de forma natural: un acto de devolución. Devolución de la soberanía que un día se prestó a los representantes electos y que, ahora, habiendo participado, se encuentra una formalidad que hay que revocar. Y aquí entroncamos con los chantajes.
¿Cómo va a chantajear la ciudadanía al señor o señora al que dio poderes temporales para que decidiese por ella? El chantaje es una puerta trasera para conseguir el poder de forma ilegítima. Lo que aquí algunos ciudadanos están haciendo no es chantaje, sino retirar la confianza (o advertir sobre esta posibilidad) y, con ella, reclamar la devolución del poder que fue prestado. Esto no es un chantaje: es un reembolso por incumplimiento del contrato. Esto es la demostración de una voluntad, la voluntad de recuperar la soberanía sobre uno mismo.
Monten un partido, se dijo. Y así se hizo. Móntenlo y preséntense a las instituciones. Y así se está haciendo.
Ahora toca la contrapartida: los que viven en las instituciones, que se presenten a la ciudadanía. Que se personen allí de donde su poder nunca debió marcharse: la calle. Si no lo hacen, que, por favor, depositen sin alharacas la parte del artículo 1.2 de la Constitución que tan sigilosamente tomaron para sí.
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