¿Primero la independencia y después ya veremos? ¿O es lícito pedir una independencia de izquierdas?

Uno de los debates — si no el debate — sobre una hipotética independencia de Catalunya es si esta independencia tiene que venir condicionada. En otras palabras, la contraposición del argumento «primero la independencia, y luego ya veremos» contra «¿independencia? Depende: ¿de qué tipo?». Este debate es especialmente relevante porque es en la segunda opción (la independencia condicionada) donde se suelen encontrar el eje nacional con el eje social, especialmente cuando uno se acerca por la izquierda. No en vano, muchos de los desencuentros entre independentistas y partidos y plataformas progresistas — ICV-EUiA, PSC, Guanyem, Podemos — o dentro mismo de estos últimos, se han convertido en este cruce de ejes: sí al soberanismo, pero depende en la independencia.

¿Tiene, eso, una justificación?

Imaginemos que ponemos, en un gráfico, todas las personas ordenadas según los beneficios y costes percibidos (y, por tanto, subjetivos) de una posible independencia de Catalunya. En un extremo (x) encontraremos las personas para las que la independencia tiene un «beneficio infinito»: son los independentistas de toda la vida, por los que la independencia es, no sólo, pero, sobre todo un punto de llegada. En el otro extremo (y), el grupo opuesto a los anteriores: la independencia tiene un «coste infinito». No quieren la independencia bajo ningún concepto. La unión de España por encima de todo.
En medio hay quien pondera al detalle costes y beneficios. Les gusta la idea de la independencia, pero no «quedar fuera de Europa». O, a pesar de no querer, le reconocen por ejemplo el beneficio de una fiscalidad propia. La recta representa la igualdad de costes y beneficios: a la derecha (beneficios > costes), la gente vota sí; a la izquierda (beneficios < costes), la gente vota no.

Hay una cuestión absolutamente clave en este análisis: los beneficios de una posible independencia siempre son potenciales, es decir, son (a) a futuro y (b) no garantizados (especialmente aquellos que no son emocionales, por mucho que pueda ser razonable esperarlos): ¿habrá menos corrupción? ¿Habrá menos impuestos porque permanecerán en casa? No se sabe. En cambio, los costes son reales, de modo que tendrán lugar (a) con seguridad y (b) serán antes o en los primerísimos estadios de la independencia.

Imaginemos ahora dos casos donde los costos y los beneficios esperados se ven modificados.

Supongamos, primero, que de alguna manera acabamos sabiendo con certeza que una Catalunya independiente quedaría realmente fuera de la UE y del Euro, y que regresar a ella sería un largo camino diplomático durante el cual habría unos elevados costes asociados en términos de comercio internacional, acceso al crédito, etc., etc., etc. Creámosnos, pues, para este ejercicio, que esta constatación objetiva y probada supone un incremento de costes para todos.

En el gráfico, la constatación de los costes es el paso de la curva negra a la curva roja. La persona que votaba sí o sí a la independencia sigue teniendo unos beneficios infinitos al conseguirla. Esta persona no cambiará el sentido de su voto. La persona, sin embargo, que votaba sí pero con algunos recelos (el puntito rojo), ahora ve que como los costes relativos son mayores que los beneficios, y decide pasarse al no. Ya le gustaría votar sí, pero le estamos pidiendo demasiado.

Vamos ahora al ejercicio opuesto. Supongamos que no sólo no echarían fuera de la UE y el Euro a una Catalunya independiente, sino que además se descubre, de forma objetiva y probada, que el desequilibrio de las balanzas fiscales es diez veces el de los cálculos más generosos, y que todo ese dinero permanecería en los bolsillos de los catalanes, y que además (creámosnoslo) la corrupción caería al 0%, con lo que aún habría más dinero para hospitales, escuelas o justicia.

Contrariamente al caso anterior, la persona que se opondría incondicionalmente a la independencia seguirá oponiéndose. Pero muchos de los que antes recelaban, ahora, vista la avalancha de beneficios objetivos (repetimos, en nuestro ejercicio), en su análisis coste/beneficio ante la nueva situación su voto cambiará de sentido. Esta persona (punto rojo) sigue teniendo objeciones a la independencia, pero la promesa de un estado mejor le hace cambiar de parecer.

Si bien este ejercicio es una simplificación y, como tal, siempre es una burda aproximación a la realidad, sí que nos puede servir como instrumento para hacer algunas aclaraciones:

Por un lado, nos ayuda a ilustrar porqué tiene sentido, para una gran parte de la población, hablar de los costes de la independencia y, sobre todo, hablar del modelo de país que habrá una vez sea independiente: si se han soportar unos costes, el modelo de país y los beneficios que se podrán esperar son determinantes para el sentido del voto. Por eso la afirmación «seamos independientes y después de que sean las elecciones las que decidan el modelo de país» no es satisfactoria para muchos, en la medida que les hace soportar unos costes (de la independencia) sin la garantía de unos beneficios (que dependerán del modelo de país). El famoso «tenemos que decidir todo» va, en parte, también por aquí.

Por otro lado, nos ayuda también a entender la tectónica de placas a los partidos soberanistas pero no independentistas, especialmente aquellas personas que, siendo de izquierdas comienzan no sólo a defender la consulta, sino el Sí-Sí (sí a que Catalunya sea un estado, sí a que sea un estado independiente). En la medida en que algunos sectores toman conciencia de que los beneficios esperados de la independencia serán elevados, sobre todo en comparación a España, lentamente mueven su voto hacia la independencia. «Tenemos que construir una alternativa», «tenemos que empezar de cero», «en España está todo perdido» no son sino maneras diferentes de relativizar los costes y beneficios de la independencia a favor de estos últimos. Este es el modelo de la izquierda independentista, tanto desde el punto de vista del modelo económico como desde la regeneración democrática: por elevado que sea el coste de la independencia, el coste de quedarse en España siempre será superior.

La última reflexión querría responder al «muy bien, ¿y…?». Seguramente — y ya hemos visto algunos buenos ejemplos — la batalla debería entregarse en el terreno del medio: a hacer patentes los costes y los beneficios, por una parte, y a garantizarlos, por otra. Los argumentos identitarios es probable que hagan poca mella a ambos lados del espectro. Los argumentos apriorísticos, también. La batalla de los indecisos se deberá librar en Europa, el Euro, la transparencia y la rendición de cuentas, la fiscalidad, la corrupción, la participación ciudadana, el gobierno abierto. En definitiva, en el modelo de estado después o en lugar de la independencia.

Entrada originalmente publicada el 30 de julio de 2014, bajo el título ‘Primer, la independència’ vs. ‘Independència, depèn de com sigui’ en Crític. Todos los artículos publicados en ese periódico pueden consultarse aquí bajo la etiqueta sentitcritic.

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5 Comments a “¿Primero la independencia y después ya veremos? ¿O es lícito pedir una independencia de izquierdas?” »

  1. Debes tener en cuenta también a quién se necesita para ganar la independencia y hoy por hoy es preciso que voten sí los xarnegos tanto de primera como de segunda generación.

  2. Estaría bien tener en cuenta los costes de quedarse o irse de España. Para mucha gente, quedarse en España con Rajoy significa un gran coste, y eso puede decantarles hacia la independencia. En cambio, si en España gobernase Podemos, muchos indecisos ya verían un cambio en España sin necesidad de la independencia.

  3. De acuerdo contigo en que lo más saludable es «hacer patentes los costes y los beneficios, por una parte, y a garantizarlos, por otra», y es algo a lo que se puede tender, si se busca de forma deliberada por las dos partes (no estoy seguro que lo quieran), pero es muy difícil de conseguir.
    Por cierto, yo tengo mis dudas respecto de tu premisa fundamental de que «los beneficios de una posible independencia siempre son potenciales (…) en cambio, los costes son reales». Por muy científico y evidente que pueda ser la medición de los costes, siempre vamos a tener un margen amplio para especular en las dos direcciones. Cuando un asunto involucra tantas emociones, y posturas atrincheradas, además de escenarios realmente tan inciertos, pienso que el margen de especular respecto de los costes y los beneficios se emparejan, incluso para los «indecisos» que no están en los extremos de tu gráfico. Tanto los beneficios como los costes serán siempre «potenciales» en igual grado, porque es difícil predecirlos, o si prefieres, es bastante fácil construir premisas optimistas o pesimistas, que todas cuelan.
    En cualquier caso, estoy de acuerdo con una de las derivadas que se desprende de tu análisis, y que se retoma en uno de los comentarios: el riesgo (para mí lo es) de meter en la ecuación de los costes/beneficios, el color o tipo de gobierno que hay AHORA en Madrid. Esa es una de las razones por las que siempre he defendido la idea antipática de que un referendum de este tipo solo puede decidirse por super-mayorías, y no mayoría simple. Estoy convencido que un gobierno en Madrid de un tipo u de otro (siempre que el cambio sea notable) puede mover el voto en favor o en contra del independentismo cerca del 5-10%, por mucho que no parezca serio que tomar una decisión tan drástica como la independencia dependa de eso, que es tan coyuntural.
    Un último apunte: la izquierda catalana parece estar segura de que siendo independientes, la correlación de fuerzas va a inclinarse a la izquierda. Esta idea nace de la percepción, digo yo, que la sociedad catalana es más progresista que el conjunto de la española. Puede ser así, pero creo que este asunto es mucho más complejo que eso. Quien sabe si terminamos viendo una burguesía catalana envalentonada con la hipotetica independencia, jugando bien sus cartas para reordenar el percal y haciendo valer en Cataluña las mismas recetas que ahora la izquierda esperanzada se queja de la rancia España. No sé, igual tenéis una Cataluña rancia esperando su oportunidad :-(

    • Hola Amalio,

      Gracias por comentar :)

      En general, muy de acuerdo con tus apuntes.

      Sobre la última cuestión sí tengo dos consideraciones a hacer.

      La primera, sobre el perfil sociopolítico catalán, me parece recordar (ahora tendría que ir al archivo) que Cataluña sí tiene un perfil algo más escorado a la izquierda que el resto de España. Solamente la composición del actual Parlamento creo que lo prueba. Pero, insisto, diría que los barómetros del CIS también apuntan en esa línea.

      La segunda cuestión es todavía más interesante. Según la percepción del independentismo y de no pocos soberanistas, la oportunidad de iniciar un proceso constituyente es única. Puede que acabe siendo dominada por un grupo de interés en particular (el que sea) y que el resultado final sea menos popular, o representativo, o transformador del deseado. En este sentido, no hay que comparar lo que podría ser con lo que acabe siendo, sino lo que podría ser con lo que ofrece el status quo. Y es aquí donde cualquier comparación acaba inclinándose, en mi opinión, a probar lo nuevo. Porque lo viejo ya no da más de sí.

      i.

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