Nos enteramos de que Eugenio Merino ha sido denunciado por la Fundación Nacional Francisco Franco por faltarle el respeto al dictador que da nombre a dicha fundación. La razón, una escultura que el artista hizo con la imagen de aquél.
Imaginemos por un momento que en Berlín uno de los monumentos más monumentales — si se me permite la tautología — fuese el mausoleo de Adolf Hitler.
Imaginemos por un momento que las vías públicas de media Alemania llevasen por nombre Avenida del Führer, Calle de Joseph Goebbels, o Plaza de Heinrich Himmler.
Imaginemos por un momento que un sinnúmero de edificios oficiales y no tan oficiales tuviesen grabados en sus fachadas y frisos cruces gamadas, cruces solares y otra iconografía por el estilo.
El problema en España no es que se le esté faltando el respeto a un dictador que se levantó contra un gobierno legítimo, que inició una guerra civil que duró tres años, que mantuvo un estado totalitario y criminal durante otros cuarenta, o que aniquiló derechos individuales y colectivos por doquier.
No.
El problema en España es que todavía se le guarde no ya respeto sino pura veneración a un dictador.
Francisco Franco fue una basura abyecta, fascista y criminal que solamente merece ser recordado y referido como tal. Cualquier otra interpretación sí es una falta de respeto, una falta de respeto a la verdad y a la inteligencia.
(La comparación con el nazismo está hecha, obviamente, salvando las enormes distancias. Pero es que Alemania es prácticamente el único país que ha sabido limpiar la basura como es necesario.)
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