La Segunda Transición (III). Crisis del bipartidismo

Esta es una entrada en seis partes sobre el, según muchos indicios, cambio de tendencia en el clima político que se da a partir del punto de inflexión que suponen las elecciones del 14 de marzo de 2004. En esta serie se tratarán, en este orden, la elección de la intención de voto como síntoma del cambio de etapa, la creciente desafección política, la crisis del bipartidismo, la existencia o ausencia de alternativas al bipartidismo, la forma cómo se retroalimenta la desafección y, por último, unas conclusiones a la luz de la creciente participación en la política extrarepresentativa.

Visto el cambio de tendencia de la desafección a partir de las elecciones legislativas de marzo de 2004, cabría ver qué relación ha tenido la acentuación del crecimiento de la abstención respecto el bipartidismo hegemónico de 1996 a 2004. Aunque ya hemos visto que una buena parte de la desafección se alimentaba de la intención de voto del PP y el PSOE, cómo mínimo habría que aclarar dos aspectos: (1) si realmente ha habido un cambio de tendencia también en el bipartidismo y (2) si guarda alguna relación, como decíamos, con el cambio de tendencia de la abstención así como con la intención de voto a favor del resto de formaciones políticas en su conjunto.

Bipartidismo y abstención

En la siguiente gráfica presentamos la comparación, de enero de 1996 a enero de 2004, entre la intención de voto al agregado PP-PSOE y la intención de abstenerse y votar en blanco (también conjuntamente). Los valores de la intención de voto de los primeros (en tanto por ciento) se presentan en el eje de abscisas, mientras que la abstención se presenta en las ordenadas.

Es fácil ver, por una parte, que en esta etapa ni el bipartidismo ni la desafección sufren grandes cambios, oscilando ambas en un entorno de cerca de diez puntos. Por otras parte, y que es lo más relevante, no parece haber una clara relación entre los cambios de una y otra variable: no siempre que crece o decrece la intención de voto a favor del PP-PSOE lo hace la abstención ni en signo contrario (que sería lo esperable) ni en signo contrario. Dicho de otro modo: de 1996 a 2004 ni hay grandes cambios en el bipartidimo y la abstención ni las pequeñas oscilaciones parecen estar relacionadas.

No sucede así de abril de 2004 a enero de 2013:

Lo primero que salta a la vista es que la intención de voto sumada a los partidos mayoritarios tiene un entorno de variación de 25 puntos. Lo segundo es que, como también hemos visto, la desafección incrementa todavía más su variabilidad, que se mueve en más de 30 puntos de diferencia. Pero lo más importante es la relación que, a diferencia de la etapa anterior, se crea entre ambas: a medida que baja la intención de voto a los partidos mayoritarios crece, y mucho, la abstención (o viceversa). La línea de tendencia es muy clara a este respecto.

Si superponemos la serie de la primera etapa 1996-2004 (en azul) a la serie de la segunda etapa 2004-2013 (en rojo) el cambio todavía se hace más palpable:

La gráfica anterior muestra con claridad como, además de ensancharse el entorno de variación de ambas variables, el centro no es tan denso (la mayoría de valores alrededor de un núcleo) sino que los valores se reparten algo más a lo largo de todo el entorno.

Hemos añadido, además, el valor de las R2 (o coeficiente de determinación) que, aunque no hay que tomar al pie de la letra, si vienen a confirmar lo que nos dice la vista: que la relación que hay entre la variación del bipartidismo de 2004 a 2013 es muy fuerte y, en todo caso, muchísimo más fuerte que de 1996 a 2004.

Bipartidismo y alternativas

Podemos repetir el ejercicio anterior cambiando la abstención y el voto en blanco por el agregado de la intención de voto a otras alternativas políticas al conjunto PP-PSOE.

Como ocurría con la abstención, la variación de bipartidismo y alternativas durante la etapa 1996-2004 apenas si tiene relación. Pocos cambios y aparentemente poco relacionados unos con otros. Es más, somos capaces de contar una docena de valores en la intención de voto de los partidos alternativos en la vertical del 50% de intención de voto del bipartidismo, como si la gráfica nos dijese que da igual lo que pase en política: el PP y el PSOE van a mantener juntos la mitad de los votos y el resto de fuerzas fluctuarán según la gente vaya a votar o se quede en casa.

Pero la cosa cambia, hemos visto, en marzo de 2004:

A la mayor variación en la intención de voto a las dos fuerzas mayoritarias que hemos visto antes, se añade una tenue variación de voto de las alternativas. No obstante, este pequeño crecimiento en la variación de las alternativas sí va acompañada esta vez por una cierta relación para con el bipartidismo. Esta vez, la línea de tendencia es mucho más clara que antes y nos muestra, con mayor fuerza que para el período anterior, que a menor bipartidismo, ganancia de los partidos minoritarios (o viceversa).

La superposición de las dos etapas es, de nuevo, un ejercicio interesante:

La conclusión es muy parecida al caso de la abstención y el bipartidismo: hay dos etapas claras, separadas por la cesura del 14 de marzo de 2004 (o, muy probablemente, por todo lo acaecido del 11 al 14 de marzo de 2004), donde a la estabilidad política de la primera sigue una inestabilidad política en la segunda. Inestabilidad que se corresponde con variaciones en sentidos opuestos en la intención de voto al bipartidismo y a los partidos minoritarios.

Vale la pena, no obstante, comparar la distinta fuerza en las relaciones PP-PSOE y abstención y PP-PSOE y los otros partidos. Puede intuirse algo crucial: cómo, a medida que cae el bipartidismo, quien recoge su intención de voto no son tanto las otras fuerzas como la abstención y el voto en blanco o, dicho de otro modo, la desafección.

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