Portobuffole’ 12 Luglio 2009, de David Zellaby
Las elecciones del 24 de mayo de 2015 han supuesto un vendaval que ha revuelto los votos y los escaños en muchos municipios y autonomías de España.
Al analizar la potente entrada de Podemos en el Parlamento Europeo en 2014, muchos se reafirmaron en el poder de la televisión a la hora de marcar agenda, campaña y capacidad de movilizar voto, habida cuenta de la cuota de pantalla que sobre todo Pablo Iglesias acumulaba.
Dado que en las municipales la mayoría de partidos no gozan de esa cobertura, por ser de naturaleza local, y no obstante han visto crecer sus apoyos en las urnas, cabe la duda de si la televisión estará perdiendo baza en materia de impacto electoral.
En mi opinión no es así, pero sí creo que su papel ha cambiado. Considero que la era de la televisión en política terminó, para dar paso a la política transmedia.
La televisión, hegemónica
Todavía hoy en día los estudios sociológicos dicen que la mayoría se informa a través de los informativos televisivos, y en menor media radio y prensa escrita. Seguimos dedicando ingente cantidad de tiempo a la televisión y, además, con una cobertura casi total en la población — mientras que un 40% todavía no usa asiduamente Internet o las redes sociales.
Tal y como ocurrió con Podemos y Pablo Iglesias, todavía la televisión ha sido fundamental en las elecciones municipales y autonómicas de 2015. Ada Colau, David Fernández o Mónica Oltra — por no hablar de nuevo de Podemos — han sido personas altamente mediáticas durante estos últimos años que han proporcionado mucha visibilidad a sus respectivas formaciones y/o a las formaciones que se han creado gracias a ellas. El caso de Colau, además, es paradigmático: además de su propio tirón mediático personal, formó coalición en Barcelona con Iniciativa per Catalunya – Els Verds, lo cual le permitió entrar en los bloques electorales televisivos, reservados a los partidos con representación en las anteriores elecciones.
Ahora bien, nos recuerda el Pew Research Center en The Rise of the “Connected Viewer” que (en 2012) el 58% de los televidentes se sientan ante el televisor con el móvil en mano. De hecho, no hay ha programa que se precie que no tenga su hashtag oficial para que la experiencia comunicativa pueda ser multipantalla.
Multimedia, crossmedia, transmedia
Kevin Moloney define multimedia, crossmedia, transmedia de la siguiente forma:
- Multimedia: una historia, muchos formatos, un canal. El caso claro, una página web con fotos y vídeos.
- Crossmedia: una historia, muchos canales. Un ejemplo, el anuncio de un juguete que tiene un mensaje parecido en televisión, radio, prensa escrita o vallas publicitarias.
- Transmedia: un mundo de historias, muchas historias, muchos formatos, muchos canales. Pensemos en una acción de la PAH: discursos en televisión, cortes de activistas en radio, opiniones en blogs, fotografías en Twitter, casos en los tribunales, una ILP en el Congreso. Un mundo de historias sobre el derecho a la vivienda, a través de infinidad de bocas y pares de ojos cada uno contando un cachito del total, su punto de vista, su vivencia. En varias plataformas y con distintos formatos y discursos.
La nueva política es transmedia y el transmedia es red
Volvamos a la televisión. ¿Necesaria? Seguro. ¿Suficiente? Seguramente ya no.
Hemos visto en los últimos años como programas televisivos con un mensaje claro acababan mutando de sentido al pasar por el tamiz de las redes sociales. Cómo información política en los medios era matizada, contestada o totalmente convertida en arma arrojadiza con el uso de retoque fotográfico, vídeos paródicos o comentarios fundamentados en evidencia empírica.
Por irónico que pueda sonar, puede que entremos en una era donde la televisión aporta lo cuantitativo y lo virtual lo cualitativo. Los medios aportan la noticia, el dato, la información, y las redes el mensaje, el conocimiento, el qué hacer con esa noticia.
Pero para que el transmedia funcione hace falta algo más que una democratización de los medios de producción de la información y la comunicación. Hace falta ese mundo de historias, esos miles de bocas y pares de ojos (y orejas), esos nexos, esa red. Para que el transmedia funcione hace falta la comunidad, y hace falta la red.
¿Cuánto y cómo ha cuidado cada formación política su red? Creo que ahí está el quid de la cuestión. Que cada uno haga sus propias reflexiones al respecto. Sobre quién, cuánto y cómo ha urdido complicidades comunitarias y tejido redes no de fanáticos sino de colaboradores.
Creo que vale la pena aquí matizar entre comunidad y red, aunque puedan ser a menudo intercambiables: comunidad son los míos (familia, trabajo, amigos), mientras que red son mis intereses… y las personas con quiénes los comparto, y a quién puedo acceder y compartir información y vivencias con ellos. Mi comunidad de vecinos son los pocos con los que comparto rellano o edificio; mi red vecinal son aquellos muchos, distantes a veces, con los que comparto intereses sobre la gestión de equipamientos vecinales, políticas de urbanismo, modelos de turismo, etc.
La televisión aporta el qué. La red aporta el resto de preguntas.
La televisión es condición necesaria, pero no suficiente. Igual que la red. Parecería que, por ahora, hacen falta ambas para llegar. Para llegar y para llegar con calidad.
Se dice que Roosevelt fue el presidente de la radio y Kennedy el presidente de la televisión. Una radio y una televisión inflexibles y unidireccionales que permitían llegar a muchos, pero en modo pasivo. Es posible que ante nuestros ojos estén desfilando los primeros líderes del transmedia. Y, en la medida que el transmedia es participativo y bidireccional, bienvenidos sean.
Apunte dedicado a Jordi Oliveras, que me ha hecho pensar :)
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2 Comments a “Política, televisión, transmedia y el vuelco electoral del 24M” »
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Dos apuntes:
1. Como bien señalas, frente a las oposiciones totales, es más productivo adoptar un punto de vista ecológico. Hay muchos medios, conexisten, se influencian mutuamente y son influidos por todos los demás. Los grandes medios tradicionales tienden al crossmedia, pero han tenido que ceder y enfrentarse a las redes descentralizadas de internet donde su posición no es tan dominante.
2. Datos de mi experiencia personal. Tengo dos redes sociales presenciales (el grupo de amigos+conocidos+colegas de toda la vida) bastante diferentes. Una red es más tradicional: se informa en tv y apenas lee (sea en el soporte que sea), no tienen twitter y no leen los nuevos medios digitales que han surgido últimamente en España. La otra red está formada por consumidores (y hasta cierto punto creadores) de información. No siguen medios tradicionales: nada de TV y consultan periódicos de forma descentralizada y filtrada por redes sociales previamente. Básicamente leen y consultan fuentes minoritarias y alternativas. Un subgrupo de esta red además lee de forma intensiva literatura académica de «alta densidad». La cosa es que se pueden saber sus opiniones, modos de pensar, posiciones ante la realidad política, social, económica, actitudes… por su relación con los medios de comunicación. Además se podría añadir otras características relacionadas con el nivel de estudios, la clase, el tipo de trabajo, etc. Tengo la impresión de que esta oposición es cada vez más acentuada y determinante y me pregunto si habrá relación entre estos públicos y otras estratificaciones sociales, por ejemplo la cada vez más marcada desigualdad económica y social.
Por una parte me alegra esa fragmentación porque gracias a ella ha sido posible una nueva forma de activismo y compromiso que está dando algunos resultados. Por otra parte no sé si, a largo plazo, estas fragmentaciones se reconfigurarán de otra forma que profundizarán todavía más la desigualdad social.
Comparto tus temores y la verdad es que los datos indican que sí, que está apreciendo una tercera brecha digital ligada al uso eficaz y eficiente de la información.
Ya estaba descubierto en otros ámbitos y se llamó hipótesis del knowledge gap.