Ayer en casa vimos el documental de Stéphane M. Grueso ¡Copiad, malditos! sobre los nuevos retos éticos y morales sobre la propiedad intelectual que plantea la revolución digital
. Y no nos gustó.
En España — especialmente, aunque también en muchos otros lugares del mundo — el debate alrededor de la propiedad intelectual es en realidad la confrontación sorda de dos monólogos:
- Los que creen que nada ha cambiado, que todo siempre se ha hecho así, y que, por lo tanto, así debe seguir, porque siempre se ha hecho así, etc.
- Los que afirman que todo ha cambiado, que hay que hacer las cosas de forma distinta, porque se puede, porque no se puede evitar, porque todo ha cambiado, etc.
En la tierra de nadie que separa estas dos «propuestas» reina la nada más yerma, y los que se atreven a deambular por este desierto, mueren en el camino o al intentar arribar con sus palabras a uno u otro de los dos extremos. Por herejes y blasfemos.
¡Copiad, malditos! es una oportunidad de oro perdida de plantar un oasis en dicho desierto.
Si bien es legítimo que un autor tome partida en un bando sobre una cuestión abierta como la que trata el documental, en mi opinión habría sido más interesante que adoptara una posición más constructiva, más conciliadora, y más habida cuenta de lo complicado de acercar posiciones en la situación actual. Por otra parte, creo que esta debería ser la posición si es así como el documental parece presentarse al público, como una visión ecléctica e imparcial del tema.
Pero el documental es parcial, y con ello no hace sino reafirmar a unos en su enroque, así como irritar a la parte opuesta. Y dejar como estaba a quien — mayormente por ignorancia del tema — no había tomado partido.
En mi opinión, esto último es lo más criticable al documental, ya que no solamente fracasa en su intento de informar sobre algunos tecnicismos legales a quien se embrolla en la maraña de términos, sino que, además, consigue desinformar utilizando erróneamente dos de los más importantes.
El primer error de bulto es la todavía extendidísima creencia que las licencias Creative Commons son algo opuesto al copyright. Lo explicamos en El copyleft es copyright: para que uno pueda licenciar una obra con Creative Commons, necesariamente debe poseer el copyright
. Es decir, las licencias, todas las licencias, se construyen encima del copyright. Solamente el abandono en el dominio público (que no es, técnicamente, una licencia) es una oposición al copyright, ya que, precisamente, supone una renuncia a los derechos de propiedad intelectual.
El segundo error no es tan grave en sí mismo, aunque sí lo es en un documental que se supone… documentado: no todas las licencias (Creative Commons u otras) son copyleft; no todo lo que no es «todos los derechos reservados» es copyleft. De hecho, el director afirma repetidas veces que quiere (y al final afirma haber conseguido) licenciar su documental con copyleft. Sin embargo, la licencia de ¡Copiad, malditos! es una Creative Commons Reconocimiento – No Comercial, es decir, no una licencia copyleft. Para que fuese copyleft, debería añadir el Compartir Igual. Es el compartir igual (en inglés, el share alike), es decir, la obligatoriedad de que cualquier obra derivada deba licenciarse con la misma licencia, lo que hace que una licencia sea copyleft.
Lo peor de todo es que el material al que he podido acceder y tener tiempo de mirar o escuchar es de primera. Lástima que en la tijera final el montaje no fuese, desde mi punto de vista, tan interesante como prometedora era la materia prima.
En cualquier caso, celebro — y mucho — que se haya decidido subir todo este material para que se pueda consultar o utilizar tanto para otras iniciativas culturales como para complementar el siempre exiguo espacio de un documental para TV. Mi reconocimiento y agradecimiento al equipo del documental como al de la televisión pública por ello.