Iba a empezar con un «vaya por delante que…» sobre mis convicciones religiosas. Pero no lo haré, porque no debería ser relevante lo que (en) lo que yo crea o no. Porque ese es, precisamente, el quid de la cuestión.
Olvidemos por un momento el pañuelo islámico que, por mezclarse a menudo religión y género, no nos dejará pensar con claridad. Pensemos, en su lugar, en un pequeño crucifijo de madera al cuello o una sencilla kipá en la cabeza.
De religiones y política
La Constitución Española está muy clara, meridianamente clara: el Estado es laico y no promoverá credo ni ideología; por otra parte, los ciudadanos son libres de creer en lo que quieran y en quien quieran, en manifestarlo con total libertad y en asociarse con otros con ideas similares según les convenga. Todo esto, claro está, con el respeto a los demás por delante: creer que alguien es inferior por pensar o distinto y reunirse para matar a estos recae en otra categoría tipificada en el Código Penal.
Dicho esto, el Estado no debería, bajo ningún concepto, colgar en las paredes de sus escuelas (públicas) un crucifijo. Ni una Estrella de David. Ni tan solo una foto del Che. A lo mejor una John Maynard Keynes o de Milton Friedman (discutible, por ser economistas con fuerte interpretación y apropiación ideológica), pero no de Felipe González o José María Aznar. La institución no debe ni puede alinearse. Punto.
¿Y los individuos, los ciudadanos a título individual? En mi opinión, cualquiera debería tener el derecho de entrar en clase con un crucifijo al cuello, la kipá en la cabeza, una camiseta del Karl Marx o una gorra de Margaret Thatcher. Creo que están en el derecho de manifestar sus creencias, igual que vería bien que, a la hora del recreo, los niños musulmanes rezaran de cara a la Meca y los ecologistas arengaran a sus compañeros sobre el cambio climático.
Creo que un abismo separa una escuela laica de una escuela laicista o laizante, una escuela que sea neutra respecto a credos o ideologías respecto a otra que promueva una supuesta neutralidad que, de facto, lo que hace es promover la erradicación de credos e ideologías. Esto último es manifiestamente anticonstitucional.
De género
La constitución también es clara respecto a la discriminación por diferencias de género, raza y otras «diferencias» en general. Está prohibida. El trato discriminatorio no se tolera en nuestra sociedad. Y en muchos casos, se pena y se castiga.
Cuando una mujer sea discriminada hay que perseguirlo y al discriminador caerle encima todo el peso de la ley. En la escuela y fuera de ella. El maltratador, el racista, el xenófobo no deberían poder tener lugares donde refugiarse ni sus execrables acciones posibilidad de tregua: ni en la escuela, ni en el trabajo, ni en casa, ni en la mismísima calle.
¿Velo o no velo?
No lo sé.
En cualquier caso, tengo la impresión que en el debate (¿confrontación?) sobre el tema del velo se mezclan dos derechos, fundamentales, pero distintos: libertad de credo y no discriminación por género. Y tengo igualmente la impresión que algunos utilizan un derecho para anular el otro… y también que otros utilizan el otro derecho para anular el uno.
En el debate sobre si velo sí o no en la escuela, deberíamos tener claras dos cuestiones:
- ¿Admitimos que los estudiantes lleven, a título individual, señas identitarias (religiosas, políticas) en un espacio público?
- ¿Es el velo algo que tiene que ver con el género o con la religión?
Como ya he comentado, soy partidario que cada uno se identifique donde quiera y como quiera. A diferencia de las paredes de la escuela pública, que son del Estado y que es laico porque así se acordó, las paredes de cada uno son de cada cual. Y no encuentro diferencia sustancial entre llevar el crucifijo o la kipá en clase, por la calle, en el teatro o en el estadio.
Respecto a la segunda cuestión, no tengo una opinión formada. Conozco personalmente padres marroquíes «occidentalizados» (= poco sospechosos de ser islamistas radicales) sorprendidos por (y relativamente reticentes a) la reciente adopción del hiyab por parte de sus hijas, que lo han hecho para reivindicar su identidad cultural. Y conocemos también muchísimos casos donde parecido o el mismo pañuelo es símbolo de degradación y sumisión, como lo fueron los lutos de nuestras abuelas cuando enviudaron.
En cualquier caso, es urgente identificar a aquellos que usan el tema del género para discriminar a aquellos que tienen tal o cual fe o ideología, así como aquellos que usan tal o cual fe o ideología para discriminar a la mujer. Identificarlos y expulsarlos del debate. Por totalitarios.
Me entero a través de la diputada Lourdes Muñoz Santamaría que el Goberno acaba de aprobar el Plan de Acción para la igualdad entre mujeres y hombres en la Sociedad de la información ( 462 KB). Ella misma publicó hace unos días — La brecha digital de género persiste — algunos datos que vienen a apoyar la necesidad de un plan de acción como el recientemente aprobado.
Los datos que presentaba (en su entrada original así como en el anexo del mismo plan — vale la pena, como mínimo, dedicarle un rato a los gráficos) son, a grandes rasgos:
- Que hay una diferencia de adopción de Internet entre hombres y mujeres, de unos 10 puntos porcentuales (es decir, muy elevada)
- Que esa brecha prácticamente no se ha reducido a lo largo de los años
- Que esa brecha no es únicamente de acceso a Internet, sino del tipo de uso, relacionado con las habilidades (implicando menor cualificación digital en las mujeres)
No sería la primera vez que oigo que estos argumentos — en cuestión de género o de brecha digital en general — no son suficientes para que el Estado intervenga, porque «el mercado ya se encargará de equilibrar esos desajustes sin duda temporales». Esta afirmación deja de lado dos cuestiones fundamentales:
- La primera (y que el informe del Plan de Acción no recoge… y debería) son las consecuencias de la brecha digital. Al fin y al cabo, la brecha digital no es importante en sí misma: son sus consecuencias lo que importa
- La segunda es que mientras el mercado equilibra los desajustes pasan cosas y las consecuencias de la brecha campan a sus anchas (y de momento los datos dicen que no está por la labor de equilibrar nada de nada).
Y ¿cuáles son esas consecuencias? Sinceramente, no lo sé, pero vamos a ver si los datos cantan. En los siguientes gráficos representamos la diferencia de adopción de Internet entre hombres y mujeres. Es decir, si la línea está en el cuadrante positivo, los hombres usan más Internet que las mujeres; si la línea sube, la diferencia se incrementa. Ejemplo para la lectura de las gráficas: primera gráfica, línea azul: en 2006, la diferencia de adopción de Internet entre hombres (sobre el total de hombres) y mujeres (sobre el total de mujeres) era del 6%.
¿Qué nos dicen los datos de Eurostat?
- Que entre la población más formada, la igualdad de género es mayor
- Que entre la población medianamente formada, la igualdad de género es muy elevada. Probablemente se debe a que, al estar relacionadas con rentas medias, han adoptado Internet más tarde y, en general, lo han hecho los hombres primero. La buena noticia es que (salvo 2008, probablemente por la crisis), la tendencia es a mayor igualdad.
- Que entre la población menos formada, la brecha digital de género no es muy elevada (probablemente porque, en general, hay menos adopción en total) pero que la tendencia es al alza.
- Es decir: la brecha digital de género es ya mayor, y es creciente entre las personas menos formadas
- Es decir: las mujeres menos formadas tienen menos oportunidades de acceder al conocimiento que sus compañeros masculinos.
- El tramo de 25 a 54 años es cada vez más igualitario.
- Los mayores de 55 años tienen la mayor brecha. Probablemente por una menor adopción liderada por los hombres, o por nuestro historial sexista (admitámoslo, señores…). La buena noticia es que va a la baja: las abuelas se ponen al ratón.
- Entre los jóvenes, la brecha es a favor de las chicas. No hay duda que la tecnofobia ha sido superada y las chicas acceden más a Internet que los chicos, ya sea causa o consecuencia de que también sean mejores en el cole que ellos.
- Pero, en el último año se invierte la tendencia. ¿Por qué?
- Si unimos ambas gráficas, podemos creer que son las chicas jóvenes y con menos estudios las que, básicamente, incrementan la brecha digital de género.
Lo dicho anteriormente sería irrelevante si la brecha en los niveles educativos bajos disminuyera: la equiparación de chicos y chicas no sería otra cosa sino una tendencia hacia lo deseable, a saber, la equidad en la adopción de Internet. El hecho de que suba en un tramo educativo y en un tramo de edad es, para mí, alarmante.
Interpreto lo anterior como que las chicas de familias más humildes y menor formadas están estancándose en la adopción de Internet. En 2009, solamente un 23% de las chicas con menor formación utilizaban Internet y su tasa de crecimiento es menor que la de los chicos, que además están ya en el 32%. ¿Me permiten algo de sociología-ficción?
- Sin una política de igualdad en la sociedad de la información, las chicas menos formadas seguirán estando poco formadas
- Sin una política de igualdad en la sociedad de la información, las chicas menos formadas seguirán estando menos formadas que los chicos
- Sin una política de igualdad en la sociedad de la información, las chicas menos formadas seguirán accediendo a peores trabajos y peor pagados
- Sin una política de igualdad en la sociedad de la información, las chicas menos formadas seguirán siendo menos cultas que sus compañeros
- Sin una política de igualdad en la sociedad de la información, las chicas menos cultas que sus compañeros, y con peores trabajos, lo tendrán peor para emanciparse de estos
- Sin una política de igualdad en la sociedad de la información, las chicas estarán menos emancipadas a sus compañeros y lo tendrán más fácil para ser víctimas de la violencia de estos
No me hagan caso. Hago esta sociología-ficción sin todos los datos que debería y, por supuesto, sin la metodología y el rigor que serían necesarios.
Pero seguro que la música les es familiar. Pues bien, sin una política de igualdad en la sociedad de la información, lo que hacemos es subir el volumen de esa música. Celebro muchísimo que el gobierno gaste el dinero de mis impuestos en estos planes, cuyo alcance va mucho, mucho más allá del simple «todos somos iguales».
Nota: si alguien tiene más y mejores datos, y más tiempo para hurgar en ellos, se agradecerá su opinión en los comentarios.