El copyleft es copyright

Uno de los equívocos más habituales al hablar de propiedad intelectual y licencias Creative Commons es creer que estas últimas no solamente no están sujetas al copyright sino que, de hecho, son su opuesto.

Así, se crea una errónea dicotomía donde una obra o tiene copyright o tiene Creative Commons. En realidad, la verdadera dicotomía es que una obra o bien es de alguien o bien es de todos, es decir, pertenece al dominio público.

Esta cuestión se ha reproducido en una reciente entrada de Enrique Dans, Fe de erratas de “Todo va a cambiar” en Cinco Días, donde se aclaraba que no todos los derechos de esa obra estaban reservados, sino que había licencia para determinados usos (reproducción y obra derivada sin fines comerciales, bajo la condición de replicar la licencia en las obras resultantes). La aclaración es pertinente, aunque no lo es el debate que se ha generado a posteriori en los comentarios. Reproduzco aquí los que allí he hecho, con algunas ediciones para hacerlos más claros.

El copyright implica que todos los derechos están reservados, entre ellos el derecho a licenciar mi obra de forma que el resto de la gente pueda, como es el caso de una licencia Creative Commons Reconocimiento NoComercial Compartir Igual, usarla para fines no comerciales y obligar a licenciar a su vez la obra (replicada/derivada) con esa misma licencia.

Así, el copyright es un derecho del propietario; mientras que el copyleft es una licencia, un derecho o serie de derechos que el propietario cede al usuario. Son, pues, dos cosas distintas: el primero es el derecho sobre una propiedad intelectual y el segundo una cesión de parte de ese derecho.

Tanto si un autor licencia su obra como si no, sigue teniendo todos sus derechos sobre ésta reservados. Salvo que la libere al dominio público, el autor sigue teniendo el copyright. Y es el copyright el que permite licenciar una obra. Si no, uno no puede licenciarla, no se puede licenciar lo que uno no posee, igual que primero tengo que hacerme una casita en el campo para luego poder dejársela a un amigo.

Por chocante que a uno le pueda parecer, de hecho lo normal sería ver todas las C juntas: la © para decir “esto es mío” y la CC para decir “y te dejo hacer obras derivadas siempre y cuando lo hagas con la misma licencia”.

Las licencias CC no son, en esencia, distintas de p.ej. una licencia cualquiera de uso de software, como la licencia que nos permite utilizar MS Windows o Mac OS. Que las CC sean mucho menos restrictivas que otras licencias no las hacen menos “licencias”.

En resumen, para que uno pueda licenciar una obra con Creative Commons, necesariamente debe poseer el copyright. Creative Commons se basa en el copyright. Sin copyright, no hay Creative Commons.

Esta cuestión la trata de forma muy interesante mi compañera Raquel Xalabarder en su artículo de 2006 Las licencias Creative Commons: ¿una alternativa al copyright?, donde explica estas cuestiones y, además, critica que las licencias Creative Commons, de hecho, perpetúen el copyright en lugar de combatirlo.

Su ejemplo más habitual es el siguiente: si uno da la opinión sobre un político en el bar, la cosa no pasa de una opinión en un bar. Esa misma opinión, puesta en negro sobre blanco en un blog cuyo contenido está licenciado con Creative Commons deja de ser una opinión en un bar para ser una obra protegida por el copyright. En este sentido, Xalabarder se lamenta que con tanta licencia Creative Commons estamos, de hecho, protegiendo con copyright «obras» (comentarios, opiniones, una mala foto de un contenedor roto en la calle) que jamás antes habríamos protegido como propiedad intelectual.

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Ley y derechos digitales: entre el simplemente es y el debe ser

Esta entrada empezó siendo un comentario a la de Enrique Dans en Wikileaks no es bueno ni malo… simplemente es. La extensión final me ha hecho pensar en la oportunidad de traerme el comentario aquí. Esta entrada tiene una cierta continuidad en Ley y derechos digitales: entre la forma y el espíritu de la Ley.

Enrique Dans, en su entrada Wikileaks no es bueno ni malo… simplemente es viene a justificar lo absurdo de perseguir a WikiLeaks y a sus promotores dado que la estructura de Internet permitirá una y cien veces el renacimiento de la iniciativa, con el mismo o distinto nombre, por los mismos o distintos promotores. Así, WikiLeaks no es ni bueno ni malo, «simplemente es».

Ya he dado a conocer mi opinión sobre WikiLeaks en otra parte, así que me centraré aquí en la parte del “simplemente es».

Creo que nos hacemos un flaco favor admitiendo que lo que no podemos controlar “simplemente es», porque nos va bien para lo que nos gusta, pero se nos girará en contra para lo que no nos guste.

La estructura de la red permite descargas de forma rápida y casi gratuita, y se pueden filtrar documentos secretos (secretos por seguridad o secretos por vergonzantes, no es esa la cuestión) de forma distribuida; eso “simplemente es». Y está bien que así sea (supongo), así que admitámoslo y claudiquemos. Quien ganaba dinero con ello, o quien ganaba escaños con ello, que cambie de modelo de negocio o se extinga.

La estructura de la red también permite entrar fácilmente en el ordenador de una persona y robarle sus datos bancarios (no haberlos dejado a la vista); también permite entrar en el de sus hijos, activar su webcam y traficar con sus fotos y jamás de los jamases poder borrar todas las copias existentes; eso también “simplemente es». Y está bien que así sea (supongo), así que admitámoslo y claudiquemos. Quien se creía seguro en la Red, o quien confiaba en la privacidad de sus hijos, que cambie de mentalidad o se extinga.

Técnicamente es más difícil compartir un archivo con copyright o subir documentos de la CIA a un servidor que soltarle un guantazo a la pareja de uno o rebanarle el pescuezo con el cuchillo de la cocina. La violencia de género «simplemente es», a qué tantos aspavientos.

Creo que a menudo tomamos el “puede ser” por el “debe ser», y el “debe o no debe ser” por el “simplemente es». Que la Ley esté desfasada (y lo está, y mucho) o que los modelos de negocio estén desfasados (y muchos lo están, y mucho), incluso que muchas mentalidades estén ancladas en el pasado y un tren les pasará irremediablemente por encima (y lo hará, lo veremos) no es óbice para claudicar de una convivencia ordenada, basada en aquello de «tus derechos acaban donde comienzan los míos».

Que los costes de la distribución online son mucho menores que la distribución de CD o DVD, eso simplemente es. Que por ello la música o el cine deban ser gratuitos… puede que sí, puede que no, puede que a lo mejor. Pero, simple, no es.

Que los costes publicar información en la Red son prácticamente nulos, eso simplemente es. Que haya que hacer públicos todos los datos (públicos, privados, corruptos o relacionados con la seguridad de los ciudadanos)… puede que sí, puede que no, puede que a lo mejor. Pero, simple, no es.

Que la sociedad suele ir por delante de la Ley, eso simplemente es. Que la Ley deba echarse a descansar… puede que sí, puede que no, puede que a lo mejor. Pero, simple, no es.

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