Educación y Sociedad de la Información en las Autonómicas Catalanas 2010

Hace unos días, David Ballota de Nación Red invitó a algunas personas a emular el popular Tengo una pregunta para usted para su cabecera. Bajo el título de La «Nació Red» també té una pregunta per a vostè, los invitados a participar mandamos cada uno una pregunta sobre el tema que quisiéramos pero enmarcado en el ámbito de la Sociedad de la Información.

Los temas propuestos fueron diversos aunque es evidente que los derechos de propiedad intelectual, el software libre, la apertura de datos y la transparencia, por una parte, y la identidad digital, la seguridad y la privacidad, por otra, fueron los temas más recurrentes. A las preguntas respondieron cuatro candidatos:

Casualidad o deformación profesional, tanto mi compañero de la Universitat Oberta de Catalunya, César Córcoles, como yo mismo preguntamos sobre Educación en la Sociedad de la Información. Aquí van algunos comentarios a las respuestas que los candidatos dieron a ambas preguntas sobre Educación. Los comentarios, dicho sea de paso, se hacen todavía desde la duda del sentido de mi propio voto, con lo que considero que son comentarios bastante objetivos (dentro de lo humanamente posible, claro está).

Salvo en el caso de Xavi Vila, las respuestas son una mezcla de evasiva y desconocimiento del tema por el que se les pregunta. Incluso siendo benevolentes, los candidatos pasan de puntillas por la respuesta con generalidades y sin profundizar.

Xavi Vila, el primero en contestar, parece ser también el único que conoce el panorama fuera de Catalunya y fuera del Estado Español en materia de Sociedad de la Información. Después de una introducción general a lo que debería ser la Educación, su crítica al Projecte eduCAT1×1 (Escuela 2.0 en Catalunya) es doble: por una parte, crítica al diseño mismo del programa (crítica que comparto en su totalidad); por otra parte, y muy interesante para mí, una crítica en relación a otros aspectos de la Sociedad de la Información, como la cuestión del software libre, la capacitación en competencias digitales o la industria de los contenidos digitales.

Comparto especialmente con Xavi Vila (quién hace propuestas detalladas y constructivas) que la Sociedad de la Información empieza con las personas y no con la tecnología, y en este caso concreto con los profesores y la metodología docente. Me queda la duda de cómo resolver algunos «cómos» en las propuestas de Vila, pero entiendo que el espacio tampoco daba para más.

La respuesta de José Montilla es de signo totalmente opuesto a la de Vila. Montilla se centra en el ordenador y en la tecnología, en el acceso físico a la Sociedad de la Información en lugar del acceso efectivo a ella. El concepto de modernización de la educación del actual President es que cada alumno tenga un ordenador portátil.

Comparto con Montilla la necesidad de evaluar la introducción de las TIC en el aula y que solamente la evaluación del impacto en el aprendizaje es el instrumento con el que hay que medir la pertinencia o el éxito del proyecto. Sin embargo, no puedo sino condenar lo que a mi entender parece desconocimiento de la literatura científica sobre el tema «ordenador en el aula», y que es contundente contra la mera instalación de tecnología sin medidas en paralelo sobre pedagogía, capacitación de docentes o participación de la comunidad.

Joan Herrera trilla los tópicos del tema (brecha digital, nativos digitales), tópicos que, en los últimos años o bien se han desmontado en su práctica totalidad o bien han visto como se redefinían una y otra vez, lejos de cómo los toma el candidato (algo que ya le sucedió cuando defendió un sencillamente erróneo concepto de Neutralidad en la Red hace unas semanas).

Herrera hace hincapié en la importancia del cambio pedagógico, cuestión que comparto vehementemente, pero rápidamente se escora otra vez hacia la tecnología para proponer la elaboración de un plan tecnológico en lugar de uno pedagógico o para poner de relieve que los principales problemas son de conectividad, de ancho de banda y demás, cuando, si bien estos problemas son reales, en mi opinión los problemas de base son otros (pedagógicos). Tampoco comparto, en absoluto, las ventajas del programa, que son mayor motivación del alumnado, ahorro en papel, ahorro económico para las familias, oportunidad para los maestros y maestras de innovar en métodos educativos. La motivación, vale, pero el papel o el dinero, aunque importantes, no son la cuestión. Tampoco es la cuestión la oportunidad de innovar, sino la necesidad de hacerlo, pero no porque hay ordenadores en el aula, sino porque el mundo ha cambiado. Para siempre.

Por último, Artur Mas es el que se presenta más lacónico y, porqué no decirlo, el que echa más pelotas fuera y más mano de los «grandes conceptos». Estamos de acuerdo con él que el fracaso escolar es un gran problema, pero (a) ni esa era la pregunta ni (b) nos responde cómo afrontar ese gran problema desde el nuevo escenario que supone la Sociedad de la Información.

Una respuesta que hubiese podido dar sin desviarse de su propio programa electoral es que el fracaso escolar está estrechamente relacionado con la crisis económica, y que la crisis económica está estrechamente relacionada con la fortaleza de los sectores de alto valor añadido — como los sectores intensivos en conocimiento —, sectores que dependen de capital humano altamente cualificado y de la inversión en I+D+i, que a su vez depende también del capital humano. Y el capital humano, como todos sabemos, se recoge en el mercado pero se siembra en la escuela, y las TIC pueden ser un gran abono para aquel.

Lamento que Mas (o su equipo), con mucha probabilidad el próximo President (gobierno) de la Generalitat de Catalunya, sea incapaz de dar una respuesta más compleja, más completa, más comprehensiva. Como a Xavi Vila, le concederemos la duda de la falta de espacio, aunque a Mas, para responder lo que respondió, más bien le sobró espacio.

Como último comentario no puedo sino lamentar que el único partido con respuestas convincentes o, como mínimo, con respuestas, sea un partido que no ha gobernado ni (con alta probabilidad) gobernará, un partido (con todos mis respetos) completamente marginal en la vida política catalana. A estas alturas, con ya 15 años de Internet y telefonía móvil a disposición del público, parece increíble que las Tecnologías de la Comunicación y la Información sean todavía algo marginal, algo secundario, algo «simpático» o un guiño para el sector «friqui» del electorado en la mayoría de discursos políticos.

Probablemente el problema sea que se identifica la Sociedad de la Información con algo tecnológico y no como algo de la sociedad, como se identifican (por poner un ejemplo entre mil) los derechos de las mujeres como algo de las mujeres y no como unos derechos. Y así nos va, tanto en estos temas, como en muchos otros.

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Redes sociales y desarrollo

Lev Vygotsky (1896–1934) fue un pedagogo ruso que dividió lo que un aprendiz puede hacer en dos grandes estadios: por un lado, lo que una persona puede hacer de forma independiente; por otra, lo que puede hacer con la ayuda de los demás. A este segundo estadio lo denominó Zona de Desarrollo Próximo y era el estadio donde los profesores, los instructores, los “otros más expertos” (en palabras del propio Vygotsky) tenían que incidir para que el aprendiz pudiera evolucionar, desarrollarse.

El 1998 se reconocía con el premio Nobel de Economía a Amartya Sen (n.1933) “por su contribución a la Economía del Bienestar”. El mundo del desarrollo (en un sentido muy amplio) vio como, con él, se apoyaba de forma bastante explícita que desarrollo no es el que a uno le dejan hacer, sino lo que uno puede hacer, qué es lo que tiene capacidad para hacer. Con Amartya Sen, el desarrollo (personal o colectivo) ya no es sólo una renta per cápita, una mejor salud, o un más elevado nivel educativo, sino qué permiten hacer esta renta, salud o educación; desarrollo es poder hacer, decidir hacer y hacerlo. Desarrollo es empoderamiento.

En los últimos años de esta primera década del s.XXI estamos viviendo la enésima revolución digital, la que se ha venido a denominar Web 2.0 y que ha permitido que la Web no sea sólo un canal unidireccional de comunicación, sino una plataforma donde la producción de contenidos (multimedia) y la manera de difundirlos se ha democratizado hasta el límite. Si añadimos el componente humano, social o comunitario, tenemos las plataformas de las redes sociales que nos permiten, hoy en día, acceder a personas y contenidos de una manera simple y llana cómo nunca antes habíamos sido capaces.

¿Qué relación tienen Lev Vygotsky, la Zona de Desarrollo Próximo, Amartya Sen, las capacidades, y las redes sociales?

Por un lado, y retomando las reflexiones de Graham Attwell del centro de investigación Pontydysgu, las redes sociales, ricas en recursos y ricas en expertos al alcance de la mano, nos permiten poblar la Zona de Desarrollo Próximo de todo aquel que, dentro de las redes sociales, ve una oportunidad educativa, de mejora, de progreso. En esta Zona de Desarrollo Próximo donde antes sólo había el apoyo del profesor, la familia, o algunos amigos, ahora potencialmente convergen, gracias a las redes sociales, incontables recursos y personas que pueden contribuir al desarrollo de una persona.

Por otro lado, y desde un punto de vista de las capacidades de Amartya Sen, estos mismos recursos (contenidos y personas) no son sino herramientas a partir de las cuales la persona puede ser más independiente, empoderarse, ganar en capacidades que le permitan un mayor desarrollo, más libertad: la caja de herramientas para quienes quieren desarrollarse se ha multiplicado de forma considerable.

Que las redes sociales sean, sin embargo, una caja de herramientas para el empoderamiento depende a menudo del punto de partida de cada cual y de los compañeros de viaje. Y eso no habría que perderlo de vista.

Artículo riginalmente publicado en el número 62 (Noviembre 2010) del Diari de la Fundació Catalana de l’Esplai bajo el título Xarxes socials i desenvolupament, y el número 37 (Diciembre 2010) del Diario de Fundación Esplai bajo el título Redes sociales y desarrollo.

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Contenidos digitales: fomento del producto, del productor o de la producción

Una de las noticias más importantes que ha dado la edición de 2010 del Foro Internacional de Contenidos Digitales (FICOD) es la que presentaba el ministro de industria Miguel Sebastián cuando afirmaba que la industria de contenidos digitales superó los 8.000 millones de euros en 2009.

Estos datos, publicados con todo detalle en el último Informe Anual de los Contenidos Digitales en España, son los que avalan la estrategia del ministro de crea(r) un plan de contenidos digitales con 200 millones para 2011 de forma que se contribuya a que en 15 años las TIC (sean) el segundo sector más importante del país, después del turismo.

En mi opinión esto son un cúmulo de buenas noticias. Por una parte, porque el sector de las TIC tiene mucho más futuro que otros sectores, como el vilipendiado sector de la construcción, las manufacturas industriales u otras industrias de bajo valor añadido. Por otra parte, porque además del impacto directo en la economía, los sectores tecnológicos tienen impactos indirectos mucho mayores, atraen y generan capital humano, o son más sostenibles por sus más intensivas estrategias de I+D+i, por mencionar algunos aspectos. Por último, porque en el momento en el que se encuentra España, el desarrollo de la Sociedad de la Información pasa por incentivar la demanda de contenidos y servicios digitales, algo en lo que el sector de los contenidos impactará de lleno.

Cabe, sin embargo, y ahondando especialmente en este último punto, tener en cuenta algunas consideraciones.

Sobre todo que no todo contenido en Internet es industria de contenidos.

En cambio, para incentivar esa demanda y, con ella, un más rápido y mejor desarrollo de la Sociedad de la Información, sí todo contenido digital tiene su impacto, en muchos casos, precisamente, aquel cuyo origen no proviene de la industria.

Hay tres grandes formas de incentivar los contenidos digitales. Pueden parecer similares, pero los detalles que las diferencian son relevantes:

  1. El primero, al que se refiere el ministro, es apoyar a la industria, es decir, apoyar al productor profesional. El fortalecimiento de los derechos de propiedad intelectual, el cierre de contenidos tras barreras tecnológicas, como el DRM o la promoción de iniciativas como el Proyecto Escuela 2.0 y sus libros de texto digitales son medidas que protegen al sector, le conceden ventajas competitivas que le permiten generar músculo y, en consecuencia, hacer crecer el sector de forma que permita arrojar dividendos y crear empleo. Por supuesto, también genera contenidos, pero el objetivo aquí es la industria y su impacto económico.
  2. En el otro extremo encontramos las políticas centradas en el producto digital, es decir, aquellas cuyo objetivo es que haya tanto contenido digital como sea posible. A diferencia de las anteriores, de lo que aquí se trata es de facilitar en extremo la máxima difusión y uso de dichos contenidos: licencias libres, repositorios abiertos, contenidos abiertos con estándares abiertos que permitan su consulta en mutiplicidad de dispositivos, fomento de la creación de obras derivadas, etc. Seguramente el modelo de negocio no está tan claro… posiblemente porque el negocio no es el objetivo. El objetivo no es el impacto económico, sino el impacto social.
  3. A medio camino podemos identificar iniciativas que promueven la producción. No se trata de fomentar los contenidos ni la industria, sino fomentar la creación de herramientas y estrategias que permiten la generación de contenidos digitales. El fomento del programario de creación colaborativa de documentos, de las herramientas de autor, de la capacitación (sí, capacitación) en edición digital de cualquier tipo de contenidos o de la formación en lenguajes de programación son formas de fomentar la generación de contenidos digitales sin ser tan finalistas como el fomento del contenido en sí o del productor/industria.

¿Ejemplos?

  1. Apoyo al productor: creación de un programa educativo cuyos libros de texto serán desarrollados exclusivamente por la industria de los contenidos educativos. Favorecerá la modernización del sector y su fortalecimiento frente a otros competidores extranjeros.
  2. Apoyo al producto: subvenciones a la traducción y adaptación de contenidos educativos extranjeros de alta calidad para utilizarlos en el aula.
  3. Apoyo a la producción: creación de un kit de producción colaborativa de contenidos educativos (p.ej. preinstalación de página web + blog + wiki) y capacitación a profesores y alumnos para que lo utilicen en clase.

Son tres estrategias distintas cada una con objetivos convergentes en el límite pero también muy, muy diferentes en el proceso, como cada uno podrá deducir.

Y acabamos como empezábamos: es de celebrar tanto el desarrollo de una industria de contenidos como que el gobierno quiera apoyarla desde el ministerio correspondiente.

No obstante, los contenidos (y servicios) digitales son, a mi parecer, demasiado estratégicos como para que sus políticas se aborden desde un único ministerio o desde una aproximación parcial, no comprehensiva, no articulada con otras líneas. Creo, pues, que la noticia debería ser que el gobierno impulsará los contenidos digitales y no (o no solamente) la industria de contenidos digitales. Esperemos que así sea.

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Neutralidad en la Red: juegos o cirugía

Anda el tema revuelto con las últimas declaraciones del grupo socialista en el senado sobre la cuestión de la Neutralidad en la Red.

Uno de los mensajes que ha calado bastante contra una Neutralidad de la Red es que ante una persona que está jugando en línea y una intervención quirúrgica con asistencia remota, ambas compitiendo por el uso de las infraestructuras, debería discriminarse el uso red para usos sanitarios y no lúdicos.

Totalmente de acuerdo.

Pero es no hace falta hacerlo mediante una discriminación de los contenidos que fluyen por la Red.

Básicamente, hay dos formas (además de la discriminación) de hacerlo… y que ya existen y que ya están en marcha y que ya se utilizan y que ya funcionan:

  • La primera es contratar más ancho de banda. La Universitat Oberta de Catalunya es una universidad virtual que da servicios educativos a una comunidad de unas 50.000 personas y cuya concurrencia (número de personas que se conectan a la vez al campus virtual), en un día normal, ronda las 2.500 personas. Para que ello sea posible, mi universidad ha tenido la previsión de contratar más ancho de banda que el que yo tengo en casa para mandar correo, leer páginas web y, de tanto en tanto, videoconferenciar por Skype.
  • La segunda es conectar directamente servicios estratégicos mediante infraestructuras paralelas de acceso prioritario. La Universitat Oberta de Catalunya, además de contratar más ancho de banda, está conectada/pertenece a la Anella Científica del Centre de Supercomputació de Catalunya (CESCA), que a su vez enlaza con RedIRIS. Es decir, unas redes que conectan universidades y centros de investigación para que su acceso a Internet sea de altísima calidad de forma que las instituciones puedan conectarse entre ellas, con el exterior, puedan compartir recursos, etc.

Poniendo un símil automovilístico, las universidades van por el carril bus de una autopista y con un Ferrari de 2000 caballos de potencia.

Lo que el fin de la neutralidad de la red supondría es que un señor se pondría en el acceso a la autopista y solamente dejaría entrar en ella, con o sin Ferrari, a quién hubiese pactado con él unas determinadas condiciones preferentes. Y puede que los hospitales y las universidades acaben teniendo ese trato preferente. Pero habida cuenta que la filantropía en las empresas solamente se entiende para con los accionistas, es muy probable que el trato preferente lo tuviese quien pudiese pagar más. Y esos no son, al menos en este país, ni los hospitales ni mucho menos las universidades. Si alguien tiene dinero en Internet son, precisamente, las grandes corporaciones de contenidos que, entre otras cosas, también venden videojuegos.

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Bloques informativos electorales en tiempos digitales

Explica la Amin Maalouf en Las identidades asesinas que Arnold J. Toynbee (he sido incapaz de encontrar la referencia original) divide la historia de la humanidad en tres etapas.

  • En una primera etapa — la Prehistoria — las comunicaciones eran muy lentas pero la creación de conocimiento todavía lo era más, así que las ideas tenían tiempo de propagarse por todas partes antes de que surgiera una nueva.
  • En una segunda etapa — la Historia — la velocidad de creación de nuevas ideas era más rápida que su difusión, lo que conllevó la diferenciación de las sociedades.
  • En una tercera etapa — la etapa contemporánea — las comunicaciones se tornan muy rápidas, así que se debería esperar de nuevo una convergencia de las sociedades.

Más allá de las derivadas identitarias de esta clasificación, es interesante poner de manifiesto la evolución en paralelo de la creación de nuevas ideas con la velocidad de su difusión. En términos políticos esto significa que lo que se dice o lo que sucede es ampliamente conocido prácticamente al instante (podríamos aventurarnos a predecir una cuarta etapa en la que quizá ya nos encontramos: sabemos qué dirá un político antes de que ni siquiera lo piense …).

En este contexto, el Colegio de Periodistas de Catalunya reivindica que los periodistas puedan informar con independencia también durante las campañas electorales y, entre otras cosas, que se ponga fin a los bloques electorales, las imposiciones de tiempo y orden que la Junta Electoral Central establece en la cobertura informativa de las campañas electorales.

A esta reivindicación, fundamentada en el derecho a la información, se añaden otras voces que ponen de relieve la contradicción de amordazar a los medios tradicionales cuando, en la Red, no se tiene ningún tipo de barrera ni de cuota. No estaría de más recordar aquí al publicación de encuestas de intención de voto que hizo El Periòdic d’Andorra durante la jornada de reflexión de las elecciones de 2008, una práctica explícitamente prohibida en el territorio español, pero que El Periódico (de Catalunya) supo esquivar a través de su sucursal pirenaica.

El problema es que la información levanta conciencias y cambia pareceres. El profesor de la UOC Albert Padró-Solanet, en los resultados de su investigación sobre Internet y las elecciones legislativas de 2008, nos explica cómo las personas que recibieron información electoral en línea eran más propensas a la abstención o a abandonar el voto por los grandes partidos (PSOE, PP) en beneficio de los minoritarios, tendencia totalmente opuesta a quien recibía la propaganda electoral por los medios tradicionales (radio, televisión, papel).

Como la inmensa mayoría todavía recibe los lavados de cerebro fuera de Internet, la propaganda de los partidos (todos los partidos) todavía funciona, sobre todo a costa de la abstención. No sería de recibo, pues, que los partidos mataran la gallina de los huevos de oro, no al menos hasta que controlen Internet. Tendremos bloques electorales hasta que los blogs electorales tomen el relevo.

Entrada originalmente publicada el 10 de noviembre de 2010, bajo el título Blocs informatius electorals en temps digitals en Reflexions sobre periodisme, comunicació i cultura (blog de ESCACC, Fundació Espai Català de Cultura i Comunicació). Todos los artículos publicados en este blog pueden consultarse allí en catalán o aquí en castellano.

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¿El gobierno de los mejores o el gobierno de los que leen?

Decía el poeta que el poder es para cambiar el mundo. Y que los políticos no quieren el poder: lo que los políticos ansían es mandar.

Generalizando mucho — con las consecuentes injusticias de generalizar y más con el cedazo grueso — hay dos tipos de político:

  • El que domina un tema (incluida la gestión pública) y decide meterse en política para, como experto en esa cuestión, aportar su granito de arena para mejorar ese ámbito.
  • El que está en política sin ser experto en ningún tema.

Al margen de la valoración que haga cada uno de su gestión, de los primeros tenemos buenos ejemplos en Pedro Solbes y Rodrigo Rato en la cartera de Economía, o en Ángel Gabilondo o Federico Mayor Zaragoza en la de Educación, por mencionar algunos de los muchos casos que afortunadamente hay.

De los segundos tenemos también incontables casos. Se reconocen por su trayectoria meteórica: aparecen en la lejanía de una alcaldía periférica, ganan una dirección general, un ministerio y, como un cometa, después vuelven a perderse en el espacio estelar político, o bien volviendo a la administración local o catapultados hacia Bruselas, Naciones Unidas y demás cementerios de elefantes que tanto aportan al contribuyente a cambio de tan poco.

El presidenciable de las próximas autonómicas catalanas por Convergència i Unió, Artur Mas, insiste en su campaña en que quiere un gobierno de los mejores. La pregunta es a cuál de los dos tipos de político anteriormente mencionados se refiere Mas.

Teniendo en cuenta que la campaña sucede mayormente en mítines políticos — esa liturgia tribal dirigida a los miembros del partido y votantes incondicionales — uno querría comprender que «gobierno de los mejores» significa «compañeros, no me vengáis con el qué hay de lo mío cuando ganemos las elecciones», y que se creará un gobierno de competentes, no de incondicionales. No me parece mal.

Corre el peligro, sin embargo, que tan noble propósito se pase de frenada y, como denuncia José Antonio Donaire, ese gobierno de los mejores acabe en elitismo y aristocracia (cuyo origen del término es, precisamente, el gobierno de los mejores). Este riesgo ha sido históricamente una realidad que ha acuñado bonitos términos como despotismo ilustrado o maquiavelismo, por citar los más amables.

No comparto, sin embargo, algunas derivadas de la crítica a ese gobierno de los mejores, y que podemos resumir como (1) que tenga estudios y títulos no significa que vaya a ser mejor y (2) no solamente de técnicos vive la cosa pública, sino también de ideas/ideologías.

Creo que ambas aproximaciones son fruto de los desbocados relativismos moral e intelectual que nos sumen, respectivamente, en la impunidad y en la ignorancia.

Que uno tenga formación o experiencia en un área no es — ni debería ser — una condición suficiente, por supuesto. Sabemos que «doctores tiene la Iglesia» y que ello no es garantía de buen hacer. Sin embargo, sí debería ser, en mi opinión, una condición necesaria, una política de mínimos.

Exigimos al instalador del gas títulos y certificados de calidad para minimizar la probabilidad que nos vuele la casa por los aires; viajamos miles de kilómetros para que el cirujano que nos operará los juanetes tenga en su haber los juanetes de los mejores deportistas y vedettes de la televisión. Sin embargo, somos incapaces de exigir lo que damos por descontado en el último ayudante de la empresa a quien administrará un presupuesto multimillonario, público, y de quien acabará dependiendo no el presente, sino el futuro de un país (o una comunidad o una ciudad).

La segunda cuestión, la de que hay que construir los gobiernos con visionarios y no con autómatas, es condenable no en sí misma, sino por el lugar en el que nos deja a los demás. Creen algunos — como sucede con muchos religiosos — que solamente los políticos creen en algo, y que el resto de la humanidad cumple humildemente con su jornada laboral y deja para los demás el esfuerzo de pensar, o de imaginar, o de creer. Ocurre, no obstante, que es hasta probable que algunos «técnicos» tengan ideas, o incluso que piensen demasiado, tanto que no quepan en los aparatos de los partidos, como sospecho que fue el caso de Baltasar Garzón. Ideología sí, pero la justa.

Yo quiero un gobierno de los mejores. Sí, con mi dinero quiero contratar al mejor, como tengo el mejor coche que puedo permitirme o la mejor escuela que puedo pagar.

No quiero un gobierno de los mejores de cada partido, ni tampoco de unos mejores que de tan estupendos gobiernen de espaldas a la plebe, del resto de nosotros. Pero sí quiero un gobierno de unos mejores que saben de qué hablan, que conocen y comprenden los problemas a los que se van a enfrentar porque eran esos mismos problemas los que le quitaban el sueño antes de gobernar. Un gobierno de los mejores que lo son porque leen, porque se informan, porque son capaces de comprender, porque hablan y porque debaten.

Así entiendo yo ser mejor, y no creo que haya otra forma de serlo.

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