Votar con un clic: del slacktivism al nuevo Tiebout

Que Internet ha cambiado la forma en que los ciudadanos participamos en política o en proyectos cívicos es algo que ha dejado de ser una intuición para pasar a apoyarse en datos:

  • Ante todo, la movilización política o ciudadana no disminuye con Internet, sino todo lo contrario: por norma general, encontramos que quien ya era activo «offline» lo es más todavía «online». O, en otras palabras, que Internet viene a multiplicar la actividad de quien ya participaba. A multiplicar la actividad y, también, los resultados, ya que hay ganancias en eficiencia y en eficacia (Rainie, Purcell & Smith, 2011).
  • No obstante, Internet sí hace que en muchos casos (y de forma creciente cuanta más experiencia se tiene con las herramientas digitales) paulatinamente abandonemos el abanderar las grandes ideologías, que no militemos a largo plazo con las tradicionales instituciones ciudadanas (partidos, sindicatos, ONG), y prefiramos, en cambio, el apoyo a acciones a corto plazo, con objetivos concretos y, en consecuencia, que nos vinculemos puntualmente a una u otra plataforma que se hace y deshace en función de la consecución de dichos objetivos (Norris & Curtice, 2006).
  • En última instancia, cuando las personas activas no encuentran acomodo en las instituciones tradicionales, ese transitar hacia nuevos modelos más cortoplacistas acaba en nuevas formas de participación extra-representacional y totalmente opuestas en sus formas a las institucionales (Cantijoch, 2009).

El último estadio de esta serie — de la transición hacia lo online y fuera de las instituciones hasta salirse de ellas del todo y adoptar formas extra-representacionales — es acabar creyendo en la política o la participación del clic, del «me gusta», del RT, o en términos más formales, el slacktivism. Evgeny Morozov, en The Net Delusion, da un buen repaso a la ciberutopía y tecnoeuforia de esa participación de salón y en zapatillas.

Hasta aquí, nada que objetar. Si las condiciones no cambian, es fácil que lo que antes era un firme compromiso político o ciudadano, las redes sociales vayan diluyendo el ciberactivismo en lowactivismo. Creo que este es un peligro real y comparto los temores sobre la deriva.

No obstante, eso es si las condiciones no cambian.

En 1956, Charles M. Tiebout escribió A Pure Theory of Local Expenditures, un artículo que trata sobre los impuestos municipales y en cómo los ciudadanos toman la decisión de vivir en un municipio o en otro en función de dichos impuestos. A ese comportamiento Tiebout lo llamó «votar con los pies»: si no me gustan los impuestos de mi pueblo, me voy al de al lado (en lugar de votar a un gobierno distinto).

Un político cualquiera no verá nada extraño en que un ciudadano abandone el municipio. Un político observador agregará esos votos con los pies y concluirá que su política fiscal no es del agrado de esos que se van, y en función de si son muchos o pocos, obrará en consecuencia.

Volvamos al slacktivism.

  • Un «me gusta» a una noticia sobre política es poco menos que participación.
  • Un RT en Twitter sobre esa misma noticia, seguramente es poco más.
  • Posiblemente una entrada en un blog sea un nivel de participación que, sin ser militancia en un partido, sí supone ya un esfuerzo/compromiso por parte de quién lo escribe.
  • ¿Los comentarios en ese blog? A caballo entre el «me gusta» y el RT y haber escrito la entrada.

Hay mil ejemplos más: una página web con información de fondo sobre una cuestión de actualidad política, un foro, un comentario en un foro, una imagen-denuncia o un vídeo que se reproduce viralmente, etc.

Todos y cada uno de ellos, probablemente entre nada y poca cosa — con algunas excepciones, claro.

Pero ¿y la agregación de todos ellos? ¿Cuánto se ha escrito, comentado, retwitteado, «me-ha-gustado» sobre una política en blogs, noticias de periódicos, páginas de partidos en Facebook, etc.?

Es posible que haya cuestiones sobre las que solamente unos pocos hablan. Es posible también que haya cuestiones sobre las que se oponen quienes no votaron al partido en el gobierno y cuestiones que jalean quienes votaron al partido que las propone. Es posible también que haya un sesgo — de edad, de nivel educativo, de nivel de renta, de género — en el uso de Internet en general y en el uso de determinadas plataformas digitales en particular. Es posible que la inmediatez haga de esas microparticipaciones algo irreflexivo. Todo ello es posible y seguramente tiene una elevada probabilidad.

Pero es también posible, no obstante, que haya información para quien quiera escuchar. Es posible que un voto con los pies sea tan irrelevante como relevantes puedan ser millones de votos con un clic.

Es muy posible que esto sea una nueva forma de hacer política, una política casual que podemos ejercer allí donde estemos y en el momento en el que estemos. Es la política que hacemos en el bar con los amigos, en casa con la familia, en el trabajo a la hora del café, pero que ahora, a diferencia de antes, puede agregarse. Y, agregándose, pueda ser que ahora cuente.

Puede ser que el hecho de que cuente, de que sea irrelevante o no, de que sea frívola o no, de que sea sesgada o no, de que sea irreflexiva o no, no tenga que dirimirse en origen, sino en destino: que sean unos nuevos políticos los que sepan escuchar esta nueva forma de hacer política, de participar en democracia.

Algo de bibliografía sobre el tema

Cantijoch, M. (2009). Reinforcement and mobilization: the influence of the Internet on different types of political participation. Preparado para el seminario Citizen Politics: Are the New Media Reshaping Political Engagement? Barcelona, May 28th-30th 2009. Barcelona: IGOP.
Morozov, E. (2011). The Net Delusion. The Dark Side of Internet Freedom. New York: Public Affairs.
Norris, P. & Curtice, J. (2006). “If You Build a Political Web Site, Will They Come? The Internet and Political Activism in Britain”. En
International Journal of Electronic Government Research, 2 (2), 1-21. Hershey: IGI Global.
Rainie, L., Purcell, K. & Smith, A. (2011). The social side of the internet. Washington, DC: Pew Internet & American Life Project.
Tiebout, C.M. (1956). “A Pure Theory of Local Expenditures”. En
Journal of Political Economy, 64 (5), 416-424. Chicago: The University of Chicago Press.

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Qué es la desobediencia civil y porqué el asunto Sánchez Gordillo – Mercadona no lo es

El pasado martes, el diputado del Parlamento de Andalucía y alcalde de Marinaleda, Juan Manuel Sánchez Gordillo, junto con 400 personas más del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) [asaltaron] dos supermercados en Écija y Arcos para llevar comida ‘al pueblo’. Los asaltantes entraron en sendos supermercados, llenaron los carritos de la compra y se fueron sin pagar, repartiendo más tarde los artículos de primera necesidad sustraídos a familias que no podían permitírselos a pesar de ser, efectivamente, de primera necesidad.

El contexto socioeconómico

Personalmente, me sumo a las declaraciones que afirman que:

  • La situación en España de muchas — muchísimas — familias es crítica.
  • La política de los gobiernos — estatal, autonómicos y locales — está más centrada en el recorte que en la reforma, llevándose por delante algunos derechos y no pocas personas que están cayendo sin contención en la exclusión social y económica.
  • Las actuaciones que ha habido y está habiendo contra corruptos y especuladores — causantes o agravantes de la situación anterior — distan mucho de ser las deseables. En general, se mueven entre la inacción, la impunidad, la vergonzosa amnistía y, en algunos casos, el premio (léase pensiones e indemnizaciones millonarias para gestores de lo público).
  • Las vías de protesta se agotan. Ha habido declaraciones, manifestaciones, acampadas, huelgas y barómetros sociológicos y politológicos varios. Todos con los mismos mensajes y todos con la misma respuesta: inmovilismo, deslegitimación y criminalización de la disensión y la movilización social, y opacidad en la información y la toma de decisiones.

Descrito este panorama, la ciudadanía se debate entre la apatía o endurecer las protestas. Para muchos, el camino de la desobediencia civil está más que legitimado.

¿Es legítima la acción contra los supermercados?

Es en este marco en el que se sitúa la protesta del SAT y Sánchez Gordillo. Hay cierto consenso en que la acción ha sido un éxito no porque soluciona el problema de la pobreza en España (no era ese el objetivo), sino por (volver a) poner sobre la mesa y en la agenda de los medios dicho problema. El debate se sitúa, pues, en los medios, en las formas y no en el fondo. Aunque también hay consenso en tachar la acción de ilegal, mientras algunos creen que el panorama descrito anteriormente legitima la acción como desobediencia civil, otros simplemente la encuentran reprobable por ilegal, cuestión que deslegitima completamente la protesta.

En mi opinión, no comparto ninguna de las posiciones anteriores contra la acción contra Mercadona.

  • Sobre la segunda, considero que la desobediencia civil es ilegal por definición y, por tanto, no ha lugar a pedir desobediencia dentro de la norma (aunque sí ha lugar a pedir otro tipo de protestas o acciones que no sean ni ilegales ni desobediencia civil, como el acuerdo del ayuntamiento de Girona con algunos supermercados para repartir la comida sobrante entre los más necesitados).
  • Sobre la primera, lo que personalmente no comparto es que el robo de los carritos de la compra sea desobediencia civil. Y, por tanto, es una acción ilegal no legitimada por ninguna aspiración de protesta contra una situación injusta.

¿Qué es la desobediencia civil?

Considero que hay cuatro pilares fundamentales para que una protesta pueda ser considerada desobediencia civil:

  • El fin de la desobediencia debe ser una institución pública, entendido este concepto en un sentido amplio: el Gobierno, el Parlamento, un organismo, una ley, una política, una costumbre… P.ej. el servicio militar obligatorio, una tasa (como el billete del metro).
  • El objeto a través del cual se canaliza la desobediencia debe estar estrechamente relacionado con el fin, tanto en el fondo como en la forma. P.ej. negarse a realizar el servicio militar, negarse a pagar la tasa.
  • La desobediencia debe ser pública y no anónima: es la persona, a título individual (aunque la desobediencia tenga un alto seguimiento) quien desobedece y quien asume la responsabilidad de la protesta, explicando en su momento las razones que la motivan P.ej. alegar objeción de consciencia para la insumisión en el servicio militar, alegar que la tasa es discriminatoria o injusta.
  • La persona que lleva a cabo la desobediencia civil, asumiendo toda responsabilidad, asume también las consecuencias de sus actos. P.ej. acepta a ir a juicio y a la cárcel si se niega a hacer el servicio militar, o a pagar una multa por negarse a pagar una tasa.

En la protesta del SAT contra los supermercados, al menos el segundo punto, flaquea: se ataca un actor privado — no una institución — que no tiene nada que ver con el supuesto fin — luchar contra la pobreza — que se pretende poner de relieve. Haber robado, por ejemplo, el presupuesto para la compra de un fusil de asalto por 140.499€ y habérselo gastado en comida para repartirla después hubiese sido mucho más coherente y el mensaje más claro: no al gasto militar, si al gasto social.

Personalmente considero que el punto primero, el fin de la desobediencia, tampoco estaba del todo claro. Aunque a simple vista el objetivo no es tanto dar de comer puntualmente a unas familias, sino denunciar el desamparo de estas y otras muchas más familias en relación a las políticas del gobierno, las explicaciones que el mismo Sánchez Gordillo han dado sobre la acción no van en esta línea: los principales argumentos se han centrado en la corrupción de los políticos, en la impunidad de quienes han especulado en finanzas, que sobra comida o que se quería llamar la atención. Son argumentos que embrutecen el que sería el fin de justicia social: que haya quien no pase hambre. El fin no puede ser ni llamar la atención ni «robar pero robar menos que otros».

Sobre los peajes en Catalunya

Ha habido quien ha comparado la acción contra Mercadona con la campanya #novullpagar, de protesta contra los peajes de las autopistas catalanas (mientras otras carreteras del estado son gratuitas) y consistente en no pagar dichos peajes.

Como en el caso de Mercadona, el objeto de la propuesta también es equivocado, dado que quien soporta la protesta es la concesionaria y no el gobierno. No obstante, se acerca más al objeto contra el que se protesta, dado que el cordón umbilical gobierno-concesionarias es muy corto. Por otra parte, las distintas formas de concesión hacen en algunos casos compatible el ataque contra las concesionarias con la desobediencia civil.

En mi opinión particular, no obstante, lo que falla aquí es la conexión objeto-fin: considero que el fin es la justicia y la equidad en el pago de las infraestructuras públicas… que seguramente debería implicar que todo el mundo pagase peajes, no que todos dejemos de hacerlo. Como ocurre en el caso de Mercadona, el fin no acaba de definirse bien y, con ello, pierde legitimidad. «No vull pagar» (no quiero pagar) es, en sí mismo, una negación del fin legítimo. Las infraestructuras hay que pagarlas: el fin no debe ser no pagar, sino que el pago sea justo y equitativo.

Sobre los ataques DDoS o de denegación de servicio distribuida

Se ha especulado también si los ataques DDoS (más o menos consistentes en tumbar páginas web a través de una avalancha de «visitas» a la página) eran una forma de desobediencia civil por ser equiparables a un corte de carretera o una sentada ante una institución.

Según el esquema anterior, los DDoS violan los dos últimos puntos. Por una parte, son anónimos y, en consecuencia, no asumen tampoco las consecuencias de la supuesta desobediencia civil. Por otra parte, y aunque sutil es muy importante, los DDoS muchas se ayudan de programas informáticos que se aprovechan de los recursos de terceros para tumbar las páginas. En otras palabras: suman a la protesta a ordenadores y a sus propietarios sin el conocimiento y por supuesto sin el consentimiento de estos. De ninguna forma este proceder pertenece a la desobediencia civil. Por otra parte, el ataque DDoS deja sin voz al atacado, lo que muchos han considerado una forma de censura y una violación de la libertad de expresión. En este sentido, la desobediencia civil busca, precisamente, generar diálogo, no la destrucción del adversario.

La desobediencia civil es un acto de protesta consciente, de cara, comprometido y con un fin muy claro: denunciar una institución injusta. El resto de protestas pueden tener apoyo popular, e incluso tener muy buenas intenciones… como el camino del infierno.

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Actualizando el perfil político en España tras el 15M

En mayo de 2011, tras las elecciones municipales, esbocé un perfil político en España tras el 22M. Como esbozo, no era ni análisis rigoroso ni análisis en absoluto, sino una forma de poner en colores lo gris que estaba la política en España recién pasadas las convulsiones del 15M y los resultados de aquellas elecciones, que para sorpresa de no pocos, no solamente no cambiaron de tendencia sino que acentuaron la que había, y que habría que culminar en las legislativas de aquel invierno.

La propuesta de perfil era la siguiente (la explicación del gráfico está algo elaborada en Perfil político en España tras el 22M):

El análisis del último barómetro del CIS de Julio 2012 nos retrotrae a aquel análisis y, en mi humilde opinión, lo confirma a fuego y lágrimas.

  • Sobre los cínicos, populistas, corruptos y frescos creo que huelga todo tipo de comentario. La credibilidad de muchas instituciones políticas está por los suelos y es, en parte, porque no solamente hemos visto proliferar más casos de estos, sino que, además, ha habido más casos de prescripción de delitos, impunidad, indultos y demás bulas.
  • La izquierda que gobernaba y tardará en gobernar es, hoy, más manifiesta que nunca: el otro gran partido de la democracia española no solamente pierde las elecciones sino que se ve incapaz para articular una oposición convincente. Y el votante del PSOE le penaliza por ello. Y lo importante, aquí, no es la poca intención de voto, sino la caída libre desde el 14M de 2004: 8 años de caída libre que no se recuperan ni con una aplastante crisis y un gobierno sin respuestas.

  • Las izquierdas que votan a derechas están, en gran parte, en esa caída en la intención de voto del PP. Son esa no-clase media que no puede pagar la privatización de la educación, la salud, la cultura, etc. porque, sencillamente, ni es clase media ni es clase acomodada, sino que forma parte de ese 80% que ingresa menos de 25.000€, o ese 50% que ingresa menos de 13.000€.
  • La su lado, la izquierda que no gobierna ni gobernará, recogiendo algo de la izquierda que gobernaba (PSOE) y algo de los «proletarios» que se «equivocaron» de partido. Ni aun recogiendo no consigue crecer por encima de los dos grandes partidos, ni acercarse peligrosamente. Izquierda Unida recoge lo que sembró, y no recoge lo que debió sembrar: capitalizar la institucionalización de parte de los movimientos y plataformas surgidos a la luz del 15M. Si alguien podía hacerlo, era la izquierda. Y no por principios, sino por flexibilidad interna y capacidad de transformación que siempre ha abanderado en sus palabras. En el fondo, se ha demostrado precisamente eso: que el fondo sigue siendo ese núcleo duro, durísimo, forjado a finales del s.XIX hasta mediados del s.XX. Y ahí están.
  • Los que quedan del cuadro verde — #acampados y demás — que no han pivotado hacia opciones más institucionales se han hecho fuertes en la abstención, el voto en blanco o el voto a fuerzas tan minoritarias que el CIS agrupa como «Otros». Como decíamos en el análisis del último barómetro del CIS de Julio 2012, si algo bueno (entre otras cosas) ha tenido el 15M ha sido la manifestación de las preferencias políticas, reduciéndose los no contesta, aunque sea a costa de mayor abstención, voto en blanco o indecisión.
  • Por último, la derecha que gobierna y vaya si gobernará. Y sí, ahí sigue. A pesar de su desgaste brutal, la ausencia de alternativas todavía sitúa al PP como la fuerza más votada. ¿Gobernaría? A saber. Seguramente no es ni relevante una vez se haya cedido lo que queda de soberanía a determinados organismos internacionales.

A estas alturas quedan poco menos que dos grandes opciones en la política española.

  1. Una opción «hacia abajo»: Traspasar algo de responsabilidad a los ciudadanos, en base a una cesión de más y mejor información para una toma de decisiones públicas más legitimada.
  2. Una opción «hacia arriba»: en el último estertor de soberanía nacional, intentar que lo que se llama Unión Europea y no es más que una unión monetaria sea, efectivamente, una unión socioeconómica, en lo monetario como en lo fiscal, en lo económico como en lo social. Si se va a ceder soberanía a otras instituciones superiores, que no sean estas solamente de lo económico, sino también de lo político.

Queda, a lo mejor, una tercera vía, una vía que consista, con la ayuda de las instituciones, en salvar la política aunque sea a costa o menoscabo de los partidos. Desafortunadamente, no hay voluntarios en las instituciones, centrados como están en el instrumento y no en la función.

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Análisis rápido del Barómetro del CIS Julio 2012

El Centro de Investigaciones Sociológicas acaba de publicar el avance de resultados del Barómetro de Julio 2012 (PDF). Los datos son para echarse a llorar. Comentémoslos a la luz de los gráficos.

El primer dato relevante es el de la situación política. La confianza de la ciudadanía en términos de política está prácticamente al nivel de antes de las últimas elecciones legislativas, lo que es doblemente grave: primero, por su valor extremadamente bajo; segundo, porque desaparece la esperanza del cambio que podía conllevar el cambio de gobierno y, con prácticamente toda la legislatura por delante, la ciudadanía ha agotado toda esperanza de mejora, como bien indican las expectativas. Este agotamiento del sistema se aprecia mejor en los dos siguientes gráficos.

Si bien la caída de confianza en el gobierno no debería sorprender — a tenor de las duras e impopulares medidas tomadas — lo que es realmente preocupante es que el papel de la oposición se valora igual de negativamente. Esto no es malo porque uno tenga simpatía o no por quién ocupa la oposición, sino por dos cuestiones de mucha profundidad: la primera, que quien no gobierna pero podría hacerlo no da impresión de tener tampoco ni una solución ni un plan que poner en marcha. La segunda por el peso específico de los respectivos partidos, como se ve en el gráfico de la intención de voto de los dos principales partidos:

Que la intención de voto del conjunto PP-PSOE esté bajo mínimos es realmente preocupante. Estos dos partidos suman casi el 85% de escaños en el Congreso y entre 17 y 20 millones de votos (según elecciones). Son muchas personas — votantes, ciudadanos — que andan entre perdidos y asombrados. El PP tiene una intención de voto peor que el desgaste político que le supuso el post 14M de 2004. De la misma forma, el PSOE se sitúa prácticamente al mismo nivel en el que se situó a finales del felipismo, con sus casos galopantes de corrupción y la sombra del terrorismo de estado pisándole los talones. El PSOE recogió bien el sentir 14M y las medidas populares pagadas con los superávit de la bonanza económica, pero para los malos tiempos, el votante le reconoce el mismo yermo de ideas que para el PP.

No deja de ser también ilustrativo que, ante tamaña caída de los dos principales partidos, el resto prácticamente se quedan como estaban. Izquierda Unida, pasada una primera capitalización de la sangría del PSOE y la resistencia al PP, no parece tampoco que, a la hora de la verdad, sepa aportar nada y vuelve a bajar o a mantenerse (si dejamos el margen del error estadístico), como se mantienen todo el resto de fuerzas — con, a lo mejor, la excepción de UPyD que se cobra el movimiento contra las Autonomías, pero tampoco de forma destacable como sí lo fue la anterior subida de IU.

No es de extrañar que, en un juego de suma cero, todo lo que baja en un sitio suba en otro, a saber: suben la abstención, el voto en blanco y los indecisos. Es interesante ver cómo los movimientos de abstención y «no contesta» tienen movimientos opuestos y centrados (a efectos estadísticos) a mediados de 2011: coincidencia o no con el movimiento del 15M, la ciudadanía refuerza su interés por la política — un dato más contra la tesis de la apolitización de los ciudadanos y el medaigualismo — y deja de ocultar sus preferencias para manifestarse fuertemente a favor de la abstención. Este grupo de ciudadanos que se opone al actual sistema de partidos — que no al actual sistema democrático — viene seguido de cerca por otro grupo, el del «no sabe» que se sitúa un paso por detrás: no se define por la abstención, pero claramente duda sobre el actual abanico de elección en materia de partidos.

En resumen:

  • Desconfianza en los actuales partidos, especialmente el binomio PP-PSOE.
  • Poca esperanza en que los partidos tengan propuestas alternativas o propuestas en absoluto.
  • Refuerzo del interés en política de los ciudadanos, que manifiestan más sus preferencias.
  • Crecimiento del rechazo a la actual oferta política a través de la abstención y el voto en blanco.
  • Clamor por un cambio, no de partido en el gobierno, sino de propuestas y modelos de política.

Impera que los partidos cambien de rumbo y recuperen la confianza aunque sea empezando por pequeños pero decididos pasos.

Esta entrada tiene una suerte de continuación en Actualizando el perfil político en España tras el 15M .

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Recuperar la confianza en los partidos políticos en tres simples pasos

Si hace un año los indicadores de la situación política del Centro de Investigaciones Sociológicas estaban en valores lamentables, la situación que el periodista José Pablo Ferrándiz Magaña presenta en De solución a problema, combinando datos del mismo CIS y Metroscopia, son ya para echarse a llorar.

No son pocos — especialmente desde las filas de los partidos — los que se defienden de dichas cifras con el ataque: ¿qué sería de la democracia de los partidos?, no al caos, no al nihilismo, no a la anti-política. Suframos, pues, el mal menor en aras de la democracia.

Sin embargo, también en este punto los datos cantan. Dice el barómetro del CIS que (en palabras de Ferrándiz Magaña):

Pese a todo, la amplia mayoría absoluta de los españoles sigue pensando que los políticos y los partidos son imprescindibles para que pueda haber democracia: no es la institución lo que se cuestiona, sino el modo en que a esta se le está haciendo funcionar.

Es decir, el ciudadano no niega la mayor, sino que pide nuevas formas de hacer política, con y sin los partidos.

Hoy en día es más posible que nunca que la información sea transparente, accesible, replicable y distribuible, y prácticamente a coste cero. En base a ello, se me ocurren al menos tres «simples» pasos que los partidos podrían dar para empezar a recuperar parte de la confianza perdida.

Cuáles son nuestros principios

Uno de los principales problemas de los partidos es que:

  1. no ponen en negro sobre blanco sus principios políticos/éticos;
  2. confunden instrumentos con principios;
  3. no tienen el valor de defender dichos principios y, en el peor de los casos
  4. los olvidan completamente si la coyuntura política lo hace conveniente.

Sobre las cuestiones 1 y 4 hay poco que hacer. Es una cuestión de principios — toda una tautología circular — y solamente se puede solucionar si la ciudadanía afea la actitud al partido o los propios militantes se ponen a solucionarlo.

La segunda cuestión es importante: «promover la escuela pública» no es un principio, sino un instrumento, igual que instrumento es «bajar los impuestos». El principio es que la educación es un bien público o un derecho humano o… igual que el otro principio es la creencia de que la economía funciona mejor con menor intervención del Estado.

La tercera cuestión emana de la segunda: una vez identificados los principios, hay que tener el valor de defenderlos. Si la educación es un derecho fundamental y ese derecho cuesta dinero, hay que tener el valor de p.ej. defender subidas de impuestos; si, por contra, se considera que el Estado debe menguar en funciones, hay que tener el valor de defender la privatización de la sanidad o la educación.

Cuáles son las opciones

En política — como en todas las ciencias sociales — casi jamás hay «una opción» porque casi jamás hay «una/la verdad». Incluso en los casos más sencillos, las opciones son muchas: dado que un presupuesto es la diferencia entre ingresos y gastos, cuadrar el presupuesto a cero se puede hacer subiendo los ingresos o recortando los gastos. De la misma forma, se pueden subir unos ingresos u otros, o se pueden recortar unos gastos u otros.

Harían bien gobiernos y partidos políticos en presentar todas las opciones que hay sobre la mesa a la hora de tomar una decisión. Y todas quiere decir todas: es precisamente al presentar lo (supuestamente) menos factible o lo (supuestamente) menos deseable que se es capaz de decidir o, en su defecto, de legitimar una decisión.

El manido argumento de que «la población no lo va a entender», además de condescendiente, suele ocultar dos verdades:

  • Que la ciudadanía si lo entiende, o bien porque está mejor preparada de lo que se tiende a creer, o bien porque tiene más información de la que se le supone (¿quién sabe mejor que uno mismo lo que le ayuda a llegar a final de mes?), o bien porque ya aparecerán quienes (medios de comunicación y especialistas) hagan comprensible lo complejo.
  • Que a menudo, las decisiones políticas se toman sin tener en cuenta toda la información relevante o, directamente, sin considerar todas las opciones posibles, sin sopesar sus relativos pros y sus contras.

Cuál es nuestra prioridad

Establecidos nuestros principios y todas las opciones posibles, el tercer punto se deriva por construcción: definir cuál es la priorización de opciones y, en consecuencia, hacer una elección o tomar una decisión política.

Se trata, aquí sí, de definir las herramientas en función de las opciones disponibles y la carga ideológica de cada uno. Y, de nuevo, se trata de tener el valor de defender la política a llevar a cabo, basándola en las opciones posibles y pasada por el tamiz de los principios.

En este punto, la comunicación política recobraría su sentido originario: explicar las opciones que hay y comunicar la elección que hace el gobierno o el partido. Nunca debió la comunicación política ser un instrumento de sondeo para acomodar la ideología y forjar instrumentos políticos ad hoc.

Confrontados con este modus operandi, muchos políticos se defienden con un «esto no hace ganar votos». Es cierto, pero es que el objetivo de los partidos jamás debió ser ganar votos, sino llevar a cabo las preferencias de los ciudadanos. La respuesta a esto último suele ser que «el objetivo de un partido es querer hacer algo y ganar para poder llevarlo a cabo». Lo que nos sitúa en la primera casilla del tablero: si un partido quería hacer algo y explicándolo abiertamente nunca llegó a ganar suficientes votos, a lo mejor es que ese algo no debió jamás ser llevado a cabo.

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¿Hacen falta informativos en los medios? Hacia el periodismo de datos y de análisis

A menudo hablamos de datos, información y conocimiento como si fueran la misma cosa, intercambiando las palabras como si se tratara de sinónimos para evitar redundancias en un redactado. Quizás (sólo quizás) una idea más clara de qué es cada uno nos ayudaría a confrontarlos con lo que los medios están haciendo hoy en día y qué es lo que algunos dicen que creen que necesita el ciudadano.

Siempre mejor un ejemplo:

  • Datos: 25, 14, 1024, 21, 16, 1012, 19, 17, 998. O, en palabras: la temperatura máxima y la temperatura
    mínima se acercan y la presión atmosférica está bajando.
  • Información: Se acerca una depresión atmosférica, está cambiando el tiempo y nos movemos hacia la inestabilidad; refrescará durante el día, viento y mayor probabilidad de lluvias.
  • Conocimiento: coged el paraguas u os mojaréis. Si podéis, evitad el coche: todo el mundo lo cogerá y se colapsarán las principales vías de comunicación. No aparquéis los coches en lugares con riesgo de avenidas o, cuando volváis, quizá no los encontréis. Los usuarios de la línea 1 de Cercanías de Barcelona, preparad la paciencia.

Otro ejemplo más complicado:

Unos años atrás, antes de la era Internet, los datos estaban en poder de quien los generaba, la información estaba en manos de quien era capaz de acceder a los datos, entenderlos y, en muchos casos, saber explicarlos. El conocimiento, por las dificultades de acceso a datos e información, así como datos e información complementaria a los primeros, estaban circunscritos al experto en una determinada materia.

Actualmente la información está prácticamente al alcance de todos. Todo el mundo cuenta lo que ve, su realidad más cercana, y lo hace público para el disfrute de los demás. La información, lo que sucede, es superabundante, y lo es porque todos nos hemos convertido en pequeños medios de comunicación que explican la actualidad desde un móvil, un ordenador o cualquier otro artilugio conectado a Internet.

Se da, sin embargo, la paradoja de que tanta información a menudo no está fundamentada en ningún dato objetivo: sabemos que llueve, pero no porqué, o sabemos que hay mineros que se rebelan, pero no estamos seguros de que los motivos que conocemos sean los verdaderos.

Se da también el hecho de que no sabemos qué hacer con tanta información. Llueve … pero ¿llueve mucho o poco para la época? Hay crisis financiera pero … ¿tenemos que sacar el dinero del banco y guardarlo en el colchón porque habrá «corralito» en la zona Euro?

Para remachar el trío de paradojas, muchos medios se van concentrando cada vez más en proveer información al ciudadano. Mientras somos bombardeados por docenas de canales diferentes que en Siria la ciudadanía es masacrada por el régimen, en la televisión o los periódicos o las radios se nos informa … que en Siria la ciudadanía masacrada por el régimen. Que nos recortan el sueldo o no encontramos trabajo ya lo sabemos, gracias, pero los medios dejan de contarnos (a) en qué se — en qué datos — el Gobierno su política económica y social y (b) qué alternativas hay y qué impacto tiene cada una a corto, medio y largo plazo — qué conocimiento tenemos de cada opción y lo que significa.

A veces ponemos nombre a las cosas y hablamos de la necesidad de un periodismo de datos o de un periodismo de investigación o de análisis. Y acabamos perdiéndonos en debates espurios sobre si los nombres están bien encontrados o no, o si obedecen a determinados intereses, o si todo es hablar por hablar, porque es fácil y no cuesta nada (no como hacer cuadrar sirialos balances y las nóminas a los medios).

Ejemplos de más y mejores datos, para fundamentar (y verificar) nuestra información: Qué hacen los diputados, Sueldos Públicos, ¿Dónde van mis impuestos? o el famós Mapa de Corrupción por Partidos Políticos o Corruptódromo.

Un perfecto ejemplo del conocimiento puesto en práctica, de cuál es el impacto de nuestras acciones (e inacciones), en Nada es Gratis.

Seguramente no hay tanta información de todas todas redundante y vamos faltos de porqués y para qués. Porque puede ser que el iceberg lo estemos viendo todos (información), pero que ni todo el mundo sepa que bajo el iceberg se esconde otro 90% de hielo (datos) ni que, si seguimos así, vamos a titaniquear de verdad de la buena (conocimiento).

Entrada originalmente publicada el 17 de julio de 2012, bajo el título Calen informatius als mitjans? Cap al periodisme de dades i d’anàlisi en Reflexions sobre periodisme, comunicació i cultura (blog de ESCACC, Fundació Espai Català de Cultura i Comunicació). Todos los artículos publicados en este blog pueden consultarse allí en catalán o aquí en castellano.

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