Breve análisis del Portal de Transparencia de la UGT de Catalunya

Pantallazo del Portal de la transparencia de UGT Catalunya

La Unió General de Treballadors de Catalunya (UGT Catalunya) ha publicado recientemente su portal de transparencia. En los párrafos que siguen querría hacer un repaso rápido al portal, parcial y sesgado respecto a los que son mis propios intereses (es decir, no siguiendo un estándar global, sino en base a lo que busco allí como ciudadano. Intentaré, eso sí, ser riguroso y constructivo.

Como ya hice con el Breve análisis del Portal de Transparencia de la Generalitat de Catalunya o al definir Qué es una agenda transparente en un político, hay dos principios rectores que siempre guían mi análisis:

  • La transparencia como rendición de cuentas: saber qué se ha hecho y cómo.
  • La transparencia como herramienta para la toma de decisiones: saber la naturaleza del problema o demanda se atajaba, qué distintas alternativas había y cómo se tomó la decisión de optar por una determinada.

Estadios que habría que cruzar con las cinco fases en las que se puede dividir la toma de decisiones colectivas, a saber:

  • Información.
  • Deliberación.
  • Negociación.
  • Voto.
  • Rendición de cuentas.

Información

El portal de la UGT de Catalunya es altamente satisfactorio en lo que a presentación de la información que el sindicato genera se refiere. Ya lo era antes de publicar su apartado de transparencia: la sección de documentos, por ejemplo, es estupenda, y el blog/áreas de trabajo proporcionan puntualmente reflexiones y noticias de actualidad (interna y externa) sobre distintas temáticas.

Cabe resaltar que, en muchos aspectos, la información que aporta el sindicato trasciende el interés de los propios miembros del sindicato. Es decir, no se habla solamente de la actividad propia, sino que se añade contexto, lo que contribuye a situar las acciones e intereses del sindicato en el marco de la agenda pública. El canal de Twitter (@ugtcatalunya) no hace sino abrir otro puente con la ciudadanía en este sentido.

Dicho en pocas palabras: es fácil saber qué está haciendo UGT Catalunya y obtener documentación para profundizar con facilidad. Que parte de esa información esté distribuida en distintos sitios web es, ciertamente, un inconveniente. El nuevo portal de transparencia intenta — y en gran parte consigue — poner orden en ello. No en vano dedica 14 de sus 17 espacios a explicar funciones y organización.

Deliberación

Si la información que provee el sindicato es muy buena, en mi opinión no sucede lo mismo a la hora de querer deliberar sobre las acciones a tomar. Deliberar significa identificar todos los actores afectados por una cuestión, poner sobre la mesa sus distintos puntos de vista, las salidas posibles a una situación y listar los pros y contras de todas y cada una de las salidas según puntos de vista y actores.

En mi opinión, esto no se da en el portal de transparencia de la UGT. Sabemos qué se ha decidido, sabemos que debe ocurrir, sabemos hacia dónde vamos… pero no sabemos por qué. O, mejor dicho, sabemos uno de los porqués — el que ha escogido el sindicato — pero no sabemos los de los demás.

Sí, es cierto que de vez en cuando encontramos mencionadas las estrategias del «contrario», pero casi siempre desde este punto de vista: el contrario a tumbar.

Sería altamente interesante — y todavía más legitimador — que el sindicato compartiese sus lecturas, y a poder ser lecturas que tengan en cuenta distintos puntos de vista, y no meras confirmaciones de los propios apriorismos. Este es un ejercicio que supone muchos recursos (básicamente tiempo) y muy arriesgado (no todo el mundo quiere ver cómo «defendemos» las posturas ajenas), pero enriquecería el debate sobremanera y, sobre todo, sería muy pedagógico. Estratégicamente, además, daría mucha fortaleza al sindicato, ya que conseguiría (1) fundamentar mejor sus posturas y (2) facilitar que otros agentes sociales se hiciesen suyo tanto el discurso como (más importante) el fondo del asunto. Creo que, a medio plazo, la inversión se amortizaría con creces.

Negociación

Muy ligado con lo que ocurre con la deliberación, la negociación está bastante ausente en el portal. Entendamos la negociación como la priorización de las opciones disponibles según nuestra propia escala de valores, a lo que habría que añadir qué renuncias es uno capaz de hacer a cambio de conseguir los objetivos prioritarios. Por ejemplo, el clásico renunciar a un poco de mi libertad para conseguir un poco más de seguridad.

Cuesta encontrar esta información publicada de forma sistemática y ordenada. Alguna de ella está, pero enterrada en documentos y casi siempre de forma tácita. Insisto: estar, suele estar, pero bajo varias capas de propaganda y esparcida en documentos de distinta naturaleza (informes, artículos, discursos…). Sistematizarlo, creo, añadiría mucho valor a dicha información y, como en el caso de la deliberación, contribuiría a identificar claramente posiciones, a separar fundamentos objetivos de valoraciones subjetivas (y a evitar el equívoco entre ellos, tan habitual en política), etc.

Por otra parte, información elemental relacionada con la negociación es la agenda del sindicato y de sus dirigentes/representantes. No obstante, la agenda de UGT Catalunya es poco más que una colección de actos. Con quién se reúne el sindicato? Para qué? Con qué objetivos? Cómo prepara los encuentros? Qué resultados/conclusiones obtiene de dichos encuentros? En general, no lo sabemos. Seguramente notaremos las consecuencias a medio o largo plazo. A corto, imposible saber la cocina de las políticas del sindicato.

Voto

Probablemente una de las partes más claras de la web, ya que la movilización para el voto o para acciones concretas se publicitan constantemente.

No estaría de más, no obstante, incorporar algún medio para captar la opinión tanto del sindicalista como de los simpatizantes. Sí, hay un espacios para comentar las noticias (que, por desgracia, a menudo quedan en blanco), pero no hay una invitación explícita ni una dinámica clara para que haya una suerte de «voto electrónico» sobre determinadas cuestiones. Seguramente parte de este debate se da en Facebook, donde sí suelen moverse bastante las noticias y propuestas. Lo que sugiere la siguiente pregunta: ¿cómo retorna al sindicato ese debate? ¿Hay cambios respecto a las propuestas iniciales a la luz de lo comentado en las redes sociales? Estaría bien que lo hubiese y que se le diese valor.

Rendición de cuentas

La rendición de cuentas se centra, sobre todo, en la transparencia económica. Aunque muy agregada, nos da suficiente información para, por ejemplo, ponderar la dependencia de administraciones públicas en relación a los ingresos propios, ya sea por cuotas o por prestación de servicios.

Seguramente habrá quién eche en falta información sobre contabilidad analítica. Aunque algunas partidas sí están explicadas por proyectos — aquellas que vienen con subvenciones finalistas — sí sería interesante conocer a qué grandes temas o proyectos se destina el grueso del presupuesto. Hay que admitir, no obstante, que este desglose tiene generalmente un coste añadido, ya que desagregar algunas partidas puede ser laborioso, y más cuando la partida de personal es ingente. No obstante, bien planificado de antemano, y aunque se pueda incurrir en errores de bulto, sería una interesante aportación que sería de agradecer.

En resumen…

Buen ejercicio de transparencia, que ayuda mucho a situar fácilmente al sindicato, sus dependencias, sus filias y sus fobias.

A mejorar, el poder responder a la pregunta del millón: cuando el sindicato propone hacer equis, ¿cómo ha llegado a dicha conclusión/propuesta? ¿Podemos seguir los pasos que ha andado el sindicato? ¿Podemos recorrer el camino hacia atrás hasta encontrar otras opciones y ver cómo y por qué se descartaron? ¿En base a qué? ¿Qué se priorizó?

Para mí, personalmente, estas son las cuestiones que debe ofrecer un portal de transparencia: mostrar el árbol de decisiones y saber qué criterio se aplicó sobre qué información para decidirse por una u otra opción. UGT Catalunya se acerca bastante, pero todavía le queda trecho por recorrer.

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Política generosa, política agradecida

Escenario 1.

El representante público nos informa, a bombo y platillo, su generosidad — o la de su gobierno — en agraciar los ciudadanos con tal o cual intervención, gasto o inversión. Podría haber hecho otra cosa, pero ha tenido en consideración ciertas peticiones y necesidades, ha evaluado — seguro — el signo de los tiempos en los medios de comunicación y las encuestas de intención de voto, y ha optado por recompensar a los ciudadanos que se han portado bien.

Escenario 2.

Después de ingentes esfuerzos por parte de los vecinos y/o la sociedad civil organizada, la comunidad consigue sacar adelante un proyecto colectivo. Por aquello de airearlo y salir en los medios — a menudo no basta con hacer algo, hay que contarlo —, se invita al representante público. Éste, muy sinceramente y de todo corazón, agradece a la comunidad el esfuerzo e ilusión empleados.

Los dos escenarios anteriores representan, con sus similitudes, uno de los mayores actos de subversión política que vivimos hoy en día.

En el primer caso, el representante público actúa como si, realmente, el dinero fueran suyo. Obvia que el dinero es del contribuyente, que de forma estrictamente coyuntural tiene el encargo de gestionarlo, y que tiene también un contrato anual — los presupuestos — que compromete con quien le da el dinero para que lo administre de una forma determinada — y no de otra.

En el segundo caso, el representante olvida que es él quien trabaja para el ciudadano y no al revés. Imaginemos que llegamos al trabajo y le decimos en nuestro jefe: estoy orgulloso de ti y muy agradecido por el trabajo que haces. Considero que sería mucho más lógica la situación inversa, y así debería suceder también en política: que fuera el ciudadano quien aprobara o quien agradeciera un trabajo bien hecho por el representante electo.

Se podrá decir que ambos casos se ha llevado la crítica al extremo. Y que lo que realmente ocurre es que la persona habla en nombre de la institución. Y que la institución nos representa a todos. Y que, por tanto, el representante electo en realidad es una especie de ente que habla a los ciudadanos en nombre de los ciudadanos mismos.

He aquí la subversión. Tanto nos hemos acostumbrado a ser representados, a inhibirnos de la política, que este tipo de círculos de solipsismo institucional y de rendición de la soberanía nos parecen de lo más normal. Hay un ejemplo extraído de la lucha feminista que será (creo) del todo esclarecedor: «papá ayuda mucho a mamá en las cosas de casa». ¿Vemos el problema en este enunciado? Pues, en mi opinión, este ejemplo es primo hermano del «El Partido Tal sí lo hace bien y, gracias a él, se invertirán tanto dinero en el Barrio Cual» o «Estamos muy orgullosos de que el Barrio Cual haya conseguido defender sus propios intereses a pesar de que el gobierno quizás ha hecho dejación de funciones».

Se nos recuerda constantemente — desde la ciudadanía, desde los partidos (nuevos y viejos), desde la sociedad civil organizada, desde la academia — cuaán profundos están siendo los cambios que estamos viviendo y cuan urgente es la necesidad de hacer cambios a fondo. La urgencia de una regeneración democrática. Pero, como ocurrió (y ocurre) con la lucha por los derechos de las mujeres, el lenguaje nos traiciona. A menudo de forma involuntaria e inconsciente… lo que quizá sea el peor de los enemigos: lo tenemos en casa sin saberlo.

Si queremos hacer una regeneración democrática, si queremos llevar a cabo un ejercicio de devolución de la soberanía al ciudadano, más aún si estamos en disposición de iniciar procesos de destitución y de constitución de un nuevo contrato social, es necesario que prestemos también atención a las formas. En las formas que tenemos tan bajo la piel que nos son invisibles. No basta, claro. No es suficiente, por supuesto. Pero es necesario.

En una época de cambios, de relativismo, de repensar conceptos, es necesario resituar los actores y sus prácticas. Recordar quién es soberano y quién sirve a quién y en qué condiciones. Si no, puede que lo cambiamos todo para que nada cambie.

Entrada originalmente publicada el 9 de diciembre de 2014, bajo el título Política generosa, política agraïda en la Revista Treball. Todos los artículos publicados en esa revista pueden consultarse allí en catalán o aquí en castellano.

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Cuando las malas artes políticas rompen Internet

Mis compañeros Jordi Sánchez-Navarro, Daniel Aranda y Silvia Martínez-Martínez acaban de publicar WIP Spain 2013: Las culturas de Internet Estudio comparado sobre usos, percepciones y actitudes. Este es un documento de trabajo que pertenece al capítulo español del World Internet Project que, como su nombre sugiere, investiga el impacto de Internet en la sociedad.

Este informe de investigación — de lectura más que recomendable — aporta evidencias sobre algunas cuestiones que llevan tiempo sobre la mesa y cuya evolución no hace más que reforzarse: la tremenda penetración de Internet en nuestra vida cotidiana y la casi total generalización de su uso; el incremento de la ubicuidad en ese uso, acompañada por el decrecimiento de miedos y problemas asociados a dicho uso; su tremenda utilidad para todo tipo de actividades intensivas en información; la consolidación de la educación (y no el acceso físico) como principal barrera de acceso y, relacionado con ello, Internet a su vez como potenciador de la formación y el aprendizaje; o la paulatina normalización del entretenimiento en línea (videojuegos u otras actividades) como una opción más en el tiempo libre. En definitiva,

[Una] cultura [que] se caracteriza por valorar de forma significativa factores como la diversión, la eficiencia instrumental y las vías de sociabilización frente a los problemas o riesgos que se asocian a estar conectado a Internet.

¿Todo son buenas noticias? No, todo no: llama la atención la percepción de regresión que parecen tener las libertades políticas en Internet. Dada la naturaleza del documento, los autores se limitan a presentar los datos, pero vale la pena detenerse un momento a analizar lo que ocurre y, en la medida de lo posible, a aventurar causas y consecuencias.

Lo importante — para mí, o para esta reflexión — no son tanto los valores absolutos, si son muchos o pocos los que opinan en un sentido o en otro, sino la tendencia, el cambio que se da de 2011 a 2013, los dos puntos de medida que realiza el estudio.

¿Y qué nos dicen las tendencias? Estos son los datos presentados gráficamente:

Gráficos que representa el Sentido del voto sobre la independencia según la valoración relativa de costes/beneficios
Click para ampliar

Fuente: Sánchez-Navarro, J., Aranda, D. & Martínez-Martínez, S. (2014). “WIP Spain 2013: Las culturas de Internet Estudio comparado sobre usos, percepciones y actitudes”
Gráficos que representa el Sentido del voto sobre la independencia según la valoración relativa de costes/beneficios
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Fuente: Sánchez-Navarro, J., Aranda, D. & Martínez-Martínez, S. (2014). “WIP Spain 2013: Las culturas de Internet Estudio comparado sobre usos, percepciones y actitudes”

Es decir:

  • Los ciudadanos se sienten menos cómodos expresando sus opiniones políticas en Internet.
  • Internet cada vez es un espacio menos seguro para opinar sobre política.
  • Internet ve reducida su eficacia para la acción política.
  • Empeora la percepción de Internet como ágora de deliberación política.
  • Los agentes políticos prestan menor atención a lo que la gente piensa o le preocupa (en Internet).

Estas percepciones son, como poco, chocantes. El bienio 2011-2013 se compone de los dos años posteriores a la Primavera Árabe, el 15M, la total hegemonía de la PAH en materia de vivienda con sus centenares de movilizaciones y nodos, la puesta en marcha de iniciativas como el Partido X o 15paRato o la Fundación Civio o ¿Qué hacen los Diputados?. En definitiva, la entrada en la temprana madurez de la tecnopolítica en España, con resultados nada desdeñables.

¿A qué puede deberse, en cambio, esta percepción que tiende a la decepción o, incluso, al miedo?

Una interpretación rápida, incluso fácil, es decir que (por fin) las cosas vuelven a su sitio, que se rompe el espejismo de Internet como paladín de la participación política, que la política «real» es más compleja, y que se termina ese solucionismo tecnológico que pregona que hay una app para cada problema.

Esta explicación tiene, como mínimo, dos problemas.

  1. Choca, directamente, con resultados tangibles que prueban lo contrario. Sí, es cierto que algunos de esos resultados se han hecho tangibles, precisamente, durante 2014 (Podemos, el impacto de OpEuribor, el destape de la trama Gürtel y sus ramificaciones). Pero, aún así, hay demasiados ejemplos de éxito, de transformación que no puedan al menos paliar ese gran desencanto que muestran los datos.
  2. Al fin y al cabo, certificar el fin del espejismo de la Internet política no es sino otra descripción del fenómeno, pero sigue sin alumbrarnos sobre sus causas.

En mi opinión, aventuro dos causas que, a pesar de los esperanzadores resultados de muchas iniciativas relacionadas con Internet y la política, vendrían a contrarrestar e incluso cambiar de signo el papel de la percepción de Internet como empoderadora de la ciudadanía en la gestión de lo público.

  1. El empeoramiento del clima político en general. Puede que a estas alturas sea una obviedad que, junto con el paro, la corrupción es uno de los principales problemas de España. Pero esto se ha agudizado muy especialmente a partir de mediados de 2013, iniciándose en marzo de 2004 y acelerándose la tendencia justo en 2011. La situación política actual es una tormenta perfecta que repite los peores momentos de la corrupción del último felipismo con las peores prácticas del primer post-azanarismo (la infame Crispación). A la corrupción y al bronco clima de constante descalificación política se le suma el absoluto ninguneo y desprecio generalizado del representante político para con los ciudadanos. Así, cabría achacar el desencanto por el poder transformador de Internet no tanto a una constatación del menor potencial de las herramientas digitales, sino al redoblar de esfuerzos que las instituciones (ejecutivos, legislativos, partidos, poderes judiciales, medios de comunicación, sindicatos) han invertido en actuar al margen — cuando no en contra — del ciudadano.
  2. Este ninguneo de la acción ciudadana por todos los medios, entre ellos los digitales, ha venido acompañada, a mi entender, de un ataque directo y muchas veces explícito contra esos mismos medios, entre ellos, Internet. Es decir, no solamente el clima político ha empeorado de forma manifiesta y se ha generado un antagonismo entre los ciudadanos y las instituciones políticas, sino que, además, estas últimas han trabajado con empeño para destruir las herramientas que podían haber equilibrado la relación de poderes, cuando no contribuido a solucionar el problema. Valgan como ejemplo las 10 medidas contra la libertad de expresión que apuntaba hace unos días, entre ellas un asedio a Internet desde el ámbito de la transparencia, la propiedad intelectual u otras acciones atacando directamente diferentes manifestaciones de la libertad de expresión — libertad que, precisamente, reclaman para Internet los encuestados en el estudio referido al principio.

En resumidas cuentas, parecería que cuanto más se materializa el potencial de Internet como herramienta de participación y transformación política, más refractarias se vuelven las instituciones, más se cierran en sí mismas y, en última instancia, más responden negativamente contra aquello que las «amenaza» — entendiendo, claro, el acceso a las instituciones políticas como el control del poder y no como la gestión colectiva de lo público. Y siendo el resultado final una desactivación de dicho potencial en el imaginario colectivo.

Sea como sea, sean estas las razones o sean otras, la pérdida de confianza en el poder transformador de Internet es un gran logro, se mire como se mire.

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Los medios de producción de la política y los movimientos sociales

Una de las aportaciones de Karl Marx que más debate ha generado ha sido su conceptualización de los medios de producción. Los define como aquello que hace de mediador entre el obrero y el fruto de su trabajo. La reflexión de Marx es crucial porque es a partir de la revolución industrial que estos medios de producción pasan de ser sólo la tierra y un limitado y a menudo sencillo utillaje a ser los protagonistas de la economía: es gracias a la transformación de los medios de producción que el trabajo multiplica su efectividad y que la productividad aumenta; y es también por culpa de la transformación de los medios de producción que cambian las relaciones de poder (a todos los niveles), que la plusvalía comienza a ser significativa, que se lucha por la apropiación de dicha plusvalía y que, en definitiva, la propiedad de los medios de producción pasa al primer plano de la esfera económica para acabar reconfigurando, ya en el siglo XX, todo el mundo.

Aunque no pretendo ser original aquí, a menudo nos olvidamos que hacer política puede aproximarse, también, como una producción, como una industria: con sus fábricas (parlamentos, partidos, sindicatos, ONG), sus obreros (diputados, políticos, sindicalistas, cooperantes) y sus productos (leyes, convenios, huelgas, campañas, etc.).

Como ocurre en la época industrial que describe Marx, los medios de producción de la política, el capital de la política, es escaso, (en consecuencia) caro y define perfectamente las relaciones de poder: quién puede hacer política y quién no, quién puede liderar una producción política y quién es un mero operario. ¿Cuáles son estos medios de producción de la política? Básicamente aquellos que nos permiten informarnos, deliberar, negociar, votar o evaluar la acción colectiva. Es decir, acceso a emisoras y prensas, papel y acceso a grandes espacios de reunión, locales de trabajo, capacidad de procesar y crear información, teléfonos y correos y telegramas y faxes y agendas para saber con quién hablar. En resumen, organizaciones: parlamentos, partidos, sindicatos y ONG o grupos de poder. Las fábricas de la democracia.

Aún hoy, muchos años entrada la revolución digital, muchos «altos directivos» de las fábricas de la democracia se sorprenden y se exclaman ante fenómenos como los movimientos sociales (15M, la PAH, la Primavera Árabe, YoSoy132, Occupy Wall Street o Occupy Central) o los nuevos partidos políticos fuertemente arraigados en la red (Partido X, Podemos, Guanyem). Más allá de los que se oponen a ello — y por motivos diferentes — la consternación es aún bastante generalizada: ¿cómo ha podido ser?

Hay un motivo principal que es la educación: en relativamente pocas décadas, tanto en España como en los países más industrializados, el acceso a una educación de calidad se ha hecho prácticamente universal o, como mínimo, se ha ampliado drásticamente.

Pero además de tener unos «obreros de la democracia» altamente cualificados, el cambio radical ha sido en el fácil (posible, ubicuo, barato, operable) acceso a los medios de producción de la política. ¿Una televisión? El móvil compartiendo vídeo por streaming. ¿Un local de reunión? Las redes sociales. ¿Acceso y gestión de la información? Un disco duro virtual en la nube. ¿Un teléfono? Infinitos teléfonos en forma de herramientas de videoconferencia. Etc.

Nos hemos acostumbrado a que en una economía de mercado convivan empresas tradicionales con empresas sociales o cooperativas, por mencionar sólo dos modelos «alternativos» donde los trabajadores han conseguido apropiarse de o conservar los medios de producción. Nos tendremos que acostumbrar, en consecuencia, a que las viejas instituciones políticas industriales convivan con las nuevas instituciones de la Sociedad de la Información.

Con quizás una diferencia.

En economía, hay una cuestión que es determinante y que marca de forma casi estructural las relaciones de poder: las materias primas son escasas, son finitas. Por lo tanto, aunque puedan existir modelos diferentes de propiedad de los medios de producción, al final las normas del juego son las mismas y vienen determinadas por la competencia por el acceso a los medios de producción o bien lo que los puede comprar, el dinero — siempre que no haya, claro está, un cambio radical que, hoy por hoy, no parece que vaya a suceder a corto plazo.

En política, sin embargo, las materias primas son, sobre todo, la información. Y la información, una vez hemos conseguido digitalizarla y, en consecuencia, desmaterializarla, ha dejado de ser escasa, de ser finita, al menos en términos prácticos. La información, a diferencia de otras materias primas, es ubicua, barata, fácil de manipular y transferir.

A diferencia de las cooperativas, que se esfuerzan por no ser una anécdota marginal en un océano de empresas de tradición capitalista, las instituciones de la democracia industrial deberán acostumbrarse a que la competencia de las nuevas instituciones será feroz. Porque juegan con las mismas reglas y con las mismas herramientas. Y, además, han conseguido darle la vuelta al factor fundamental: hay más obreros en la ciudadanía que dentro de las fábricas de la democracia. Los nuevos equilibrios democráticos vendrán determinados por una mera cuestión de superioridad numérica a un lado de la ecuación: la sociedad civil.

Entrada originalmente publicada el 15 de octubre de 2014, bajo el título Els mitjans de producció de la política i els moviments socials en la Revista Treball. Todos los artículos publicados en esa revista pueden consultarse allí en catalán o aquí en castellano.

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Chantaje al poder, demostración de voluntad

Este fin de semana han tenido lugar dos eventos interesantísimos desde el punto de vista de la participación política y la movilización ciudadana: la Asamblea Ciudadana de Podemos y la manifestación de la plataforma Ara és l’hora para dar un impulso más al proceso soberanista catalán.

Ambos movimientos han sido vistos con recelo desde muchos partidos políticos y otros tantos medios de comunicación.

De Podemos se ha dicho ya de todo. Lo más suave, que no tienen programa. De lo peor, que son un partido golpista, sacando totalmente de contexto lo que no es más que un lema o una consigna para insuflar ánimos: “el cielo no se toma por consenso, sino por asalto”.

De la Assemblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural se ha dicho otro tanto, si bien el multitudinario apoyo que tienen en Catalunya ha paliado muchas críticas. Estas se han centrado, a menudo, en el (supuesto) chantaje que supone poner condiciones al gobierno para que éste cuente con su apoyo.

Falta de programa y condiciones chantajistas.

Se dijo a los indignados, a los descontentos, a los que tenían desafecto por la política, que si querían algo, que se organizasen, que montasen un partido. Muy bien, pues se han organizado y/o han montado un partido.

En ambos casos, han mostrado sus cartas del derecho y del revés. No en vano, la mayor parte de sus debates y propuestas tienen su origen en foros abiertos —o a los cuales se puede acceder fácilmente— en Internet. El programa está ahí para el que quiera leerlo. Sí, por desgracia, en un mundo digital, ya no se mandan los programas a casa: hay que levantarse, recorrer el largo trecho del sofá al ordenador (con una tableta no hace falta ni eso) y teclear un par de direcciones para dar con ellos. La política activa es lo que tiene: da por descontado que la gente tiene ganas de participar y no esperará a que le den la información masticada, digerida y metabolizada.

Ese es el programa «oculto» de proyectos como Podemos, Guanyem, el Partido X, el Partido Pirata, Òmnium Cultural o la Assemblea Nacional Catalana: tanto das, tanto recibes. Si quieres estar informado, infórmate. Si quieres participar, participa.

Claro, una vez el ciudadano se acostumbra a participar, el siguiente paso viene de forma natural: un acto de devolución. Devolución de la soberanía que un día se prestó a los representantes electos y que, ahora, habiendo participado, se encuentra una formalidad que hay que revocar. Y aquí entroncamos con los chantajes.

¿Cómo va a chantajear la ciudadanía al señor o señora al que dio poderes temporales para que decidiese por ella? El chantaje es una puerta trasera para conseguir el poder de forma ilegítima. Lo que aquí algunos ciudadanos están haciendo no es chantaje, sino retirar la confianza (o advertir sobre esta posibilidad) y, con ella, reclamar la devolución del poder que fue prestado. Esto no es un chantaje: es un reembolso por incumplimiento del contrato. Esto es la demostración de una voluntad, la voluntad de recuperar la soberanía sobre uno mismo.

Monten un partido, se dijo. Y así se hizo. Móntenlo y preséntense a las instituciones. Y así se está haciendo.

Ahora toca la contrapartida: los que viven en las instituciones, que se presenten a la ciudadanía. Que se personen allí de donde su poder nunca debió marcharse: la calle. Si no lo hacen, que, por favor, depositen sin alharacas la parte del artículo 1.2 de la Constitución que tan sigilosamente tomaron para sí.

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Qué es una agenda transparente en un político

De un tiempo a esta parte parece haber —por fin— una cierta sensibilidad para con la transparencia y la rendición de cuentas por parte de nuestros representantes electos y políticos en general. De entre la mucha información sensible de ser transparente, las agendas de los políticos es una de las más solicitadas: saber con quién se reúnen, por ejemplo, los diputados nos puede dar pistas sobre hacia y por dónde van a ir evolucionando los temas que se debatan en el hemiciclo y, sobre todo, en qué términos.

No obstante, a todo le podemos llamar transparencia.

Quién Manda listaba así sus criterios para puntuar, de 1 a 5, la transparencia en las agendas:

  1. No tienen agenda publicada.
  2. Publican agenda general o del partido.
  3. Publican la agenda parlamentaria y/o actos oficiales.
  4. Publican agenda parlamentaria, actos oficiales y (algunos) contactos con terceras partes.
  5. Publican su agenda de trabajo de forma completa.

Esta es, sin embargo, una lista de requisitos cuantitativa, no cualitativa. Es un primer paso (un gran primer paso), pero no es, a mi parecer, suficiente. Si no vamos más allá, más que de una agenda transparente de lo que estamos hablando es de una gira de bolos para que el político pueda ser aclamado más y mejor allí donde vaya.

Hay, en mi opinión, dos grandes principios rectores en un análisis de la transparencia:

  • La transparencia como rendición de cuentas: saber qué se ha hecho y cómo.
  • La transparencia como herramienta para la toma de decisiones: saber la naturaleza del problema o demanda se atajaba, qué distintas alternativas había y cómo se tomó la decisión de optar por una determinada.

La segunda, para mí, es la más importante. Que un cargo publique su agenda de trabajo de forma completa se cumple con algo tan sencillo como decir que el ministro se reunió con el editor de un periódico. Pero… ¿Para qué? ¿Para hablar de subvenciones a los medios? ¿Para comprarle espacios de publicidad? ¿Para acordar con él un argumentario respecto a la difusión de una información en particular? ¿Para hablar de ética periodística? ¿Para hablar de propiedad intelectual? ¿Para que afloje en sus ataques desde las páginas de opinión?

A continuación listo —sin ánimo de exhaustividad— información que creo que debería aparecer obligatoriamente en la agenda de toda persona cercana a la toma de decisiones públicas: por supuesto miembros del ejecutivo y el legislativo, pero también altos cargos de la Administración, los partidos políticos y los sindicatos.

  • Todas las reuniones con el tema o temas de los que se va a hablar: salvo las personales (y aún aquí podríamos debatir qué es ámbito privado y qué público en según qué cargos), todas las reuniones deberían incluir de qué se va a hablar.
  • De cada reunión, cargo e institución a la que representa. No es lo mismo reunirse con el presidente de una gran corporación que con la persona más irrelevante. De la misma forma, no es lo mismo reunirse, dentro de una misma organización, con su jefe de recursos humanos que con su jefe de comunicación.
  • Cabe pensar que uno no va a la reunión con las manos en los bolsillos. Cabría pensar que uno llega a las reuniones preparado. La lista de documentos que van a apoyar el conocimiento de uno sobre la temática a discutir en la reunión es igualmente imprescindible. Por supuesto, esa lista no tiene porqué ser distinta para cada reunión del mismo tema. Basta con listar las obras de referencia que uno tiene para cada tema —obras que, por supuesto, pueden ser propias.
  • Es de suponer que una reunión jamás es totalmente infructífera. En el peor de los casos sirven para conocer personas enajenadas o proyectos disparatados. Las conclusiones a las que se llega al terminar la reunión son igualmente interesantes y merecen mayor transparencia, dado que algunas acabarán influyendo en futuras decisiones: información nueva sobre un tema, demandas o descontentos de un sector, propuestas legislativas, proyectos que se quieren llevar a cabo.

Dicho de otro modo: la agenda de un político debe ayudarnos a saber sobre qué temas se interesa, qué opciones está barajando sobre ese tema y a través de qué camino llegó a una opinión que después marcará su acción política.

En el límite, la agenda de un político debería darnos herramientas (casi) suficientes para replicar sus decisiones o bien tomar otras alternativas pero igual de informadas.

El resto es puro teatro.

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