Toros no: centrando el debate

Esta entrada ha acabado teniendo dos partes: la primera, Toros no: centrando el debate, antes de que la iniciativa legislativa popular para prohibir los toros fuese aceptada por el Parlament de Catalunya, y la segunda, Toros no: cuestión de libertad, después de la prohibición de las corridas por el Parlament y a colación de las primeras reacciones a la misma. Esta es la primera parte.

Hace unos años decidí ir a ver una corrida de toros. Por muchos motivos, pero sobre todo para ver y comprender.

No es este el lugar para extenderse, pero fue una tarde sobre la que los periódicos hablaron con más elogios de lo habitual. Y una tarde que me dejó simple y llanamente impresionado. El que no haya estado en una corrida es difícil que pueda entender lo que ocurre en la arena: la esencia animal del hombre, la alegoría de la caza, la estética de la coreografía, la impresión de la primera embestida…

Quién no haya estado en una corrida es también difícil que entienda lo que ocurre en la arena: divisas, puyas, banderillas, rejones, estoques, sangre, ensañamiento y dolor, mucho dolor.

Lo primero es tan cierto como lo segundo y, además, van juntos de la mano y son indisociables lo uno de lo otro. A título personal decidí que el dolor del animal no justificaba el espectáculo. La atrocidad no legitimaba la belleza. Hay gente que piensa justo lo contrario y por ello los respeto: por decir, claramente, que su opción es la inversa.

Porque creo que es en estos dos términos en los que habría que medir las corridas de toros. De hecho, no creo que haya más: lo que se hace, ¿justifica el sufrimiento del animal sí o no?

Mañana se decide en el parlamento catalán si las corridas de toros dejan de estar permitidas en Catalunya o no.

Puede que sea deformación profesional y por eso me molesta (a) la falta de debate y (b) los falsos argumentos, que en el fondo, no hacen sino contaminar el debate y matarlo. Me gustaría aquí reconducir hacia la esencia del debate algunos de los argumentos que, de forma reiterada, van apareciendo en columnas de opinión, pancartas y bancadas de diputados. Mi intención no es adoctrinar, ni convencer a nadie de nada: simplemente que, por favor, debatan con la cabeza (no, en el mejor de los casos, con el corazón).

El toro no sufre

Sí sufre. Y muere, en la arena, sangrando por todos y cada uno de los agujeros que se le han infligido durante la corrida.

La cuestión es, simplemente, si ese sufrimiento paga el resto, si legitima el resto de argumentos. Para mí no. Es una opción personal, y en mi quehacer diario intentaré siempre que me sea posible evitar el dolor a los animales. Y esta es una de esas situaciones donde creo que se puede evitar.

Otros animales también sufren

Es cierto.

Pero.

Primero. Que otros animales sufran no tiene nada que ver con que el toro sufra. El argumento «pues las vacas lecheras en los establos también sufren» no tiene nada que ver con los toros. Los toros se torean y matan en la plaza con independencia del resto, de si hay vacas lecheras o no, por lo que merecen debates separados.

Segundo. Los motivos importan. Estabular vacas proporciona alimento a todo el mundo (es un decir). Matar toros proporciona un espectáculo.

La cuestión es, pues, primero, independiente de otros debates. Segundo, sobre si ese sufrimiento legitima el espectáculo. Para mí no. Es una opción personal, pero no tiene nada que ver con otros debates (por muy necesario que también sea tener aquellos).

El toro se extinguiría

A lo que habría que responder: pues toreemos linces ibéricos o tigres siberianos, en mucho mayor riesgo de extinción que el toro de lidia.

En lógica, a esto se le llama falacia, la falacia ad hoc: justificamos con un argumento general traído por los pelos a nuestro caso particular.

Siempre se ha hecho

Este es un argumento que no es tal y es también otra falacia, la llamada falacia ad populum. El mejor ejemplo para replicar a este argumento es el de la esclavitud: la esclavitud ha existido durante la mayor parte de la historia del hombre. Primero las clases más humildes, después los extranjeros, después los de otras razas y, casi siempre, las mujeres.

Siempre ha sido así, hasta que hace apenas unos pocos cientos de años se trabaja activamente para su erradicación en todo el globo.

La cuestión no es si siempre se ha hecho así, sino si queremos que siga así, si queremos vivir y ser recordados así. Yo no. Es una opción personal, pero no tiene nada que ver con el pasado, sino con el presente y el futuro.

Es una actividad económicamente beneficiosa

Sí, así es: el toreo es altamente lucrativo. Aunque no le puede hacer sombra a la esclavitud: imperios enteros se han edificado sobre las espaldas de los esclavos y los beneficios que comporta la mano de obra prácticamente gratuita. El proxenetismo, sin ir más lejos, es un gran negocio basado, en la mayoría de los casos, en la esclavitud.

El tráfico de armas, el tráfico de drogas y el tráfico de seres humanos son probablemente las tres actividades económicas más lucrativas del mundo.

La cuestión no es si da dinero o no, sino si queremos que siga siendo así, si queremos ganar dinero así. Yo no. Es una opción personal, pero no tiene nada que ver con si da o no dinero, sino con la formaen que uno lo gana.

Forma parte de la identidad de España

Este argumento es parecido al que defiende que siempre se ha hecho así, y a él me remito.

¿Justifica la identidad nacional (sea eso lo que sea) el sufrimiento del toro? Para mí no. Es una opción personal, y en la construcción de mi identidad personal (esa sí real e intransferible) intentaré siempre que me sea posible evitar edificarla sobre la dominación y el dolor.

Es un ataque de los nacionalistas a la identidad de España

Este argumento es parecido al que defiende que otros animales también sufren.

No soy un ingenuo: es cierto que hay personas que instrumentalizan las corridas para atacar lo que otros consideran su identidad colectiva. Pero, como en el caso de si otros animales sufren o no, ese es un debate que debe dirimirse aparte y por parte de las dos partes.

¿Justifica la instrumentalización del sufrimiento de un animal la lucha política que sus respectivas identidades colectivas deberían mantener en el plano político? Para mí no. Es una opción personal, y mi enfrentamiento (en caso que lo hubiere) con aquellos con los que no estoy de acuerdo sobre temas políticos no tiene que ver ni con permitir ni con denunciar el sufrimiento de un animal.

No vamos a imponer nuestra opinión a la de los demás

Pues sí: precisamente de eso trata la democracia. Y por ese mismo motivo, si sigue habiendo corridas, deberá acatarse la opinión de la mayoría, sea esta la que sea.

Pero no, este argumento no tiene nada que ver con respetar las minorías: respetar las minorías es darles voz y voto en igualdad de condiciones. Es que haya un debate abierto e incluso dar a las minorías un trato de favor con votos más valiosos que los de la mayoría (como el voto de las zonas rurales frente a los grandes núcleos urbanos). Pero la mayoría decide, porque precisamente eso es una democracia.

En resumen

Señores diputados, cuando ustedes mañana decidan si toros sí o no, por favor, pongan en orden sus prioridades y escalas de valores. Supongo que estamos de acuerdo en que el toro sufre y muere en la arena. Y lo hace por un placer estético y, a lo sumo, alegórico.

Pónganle ustedes un precio a eso: ¿unos puestos de trabajo? ¿la enseña de la identidad colectiva? ¿la renuncia a pensar en presente en lugar de en pasado? ¿condicionar el tener otros debates por una falsa correlación entre temas dispares?

Si votan sí, por favor, sean valientes. Digan: sí, voto sí a los toros porque creo que el espectáculo bien merece la sangre derramada y el sufrimiento y muerte del animal. Lo aceptaremos: en eso consiste la democracia.

Al menos, por favor, no insulten nuestra inteligencia con argumentos que provocan vergüenza ajena.

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España en el Connectivity Scorecard 2010

Nokia Siemens Networks hace tres años que publica su Connectivity Scorecard, una herramienta (más) para medir el estado del desarrollo de la Sociedad de la Información en el mundo, creada por el professor Leonard Waverman de la London Business School.

Como todos los índices compuestos, el Connectivity Scorecard tiene sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Entre los débiles, como suele suceder, las ponderaciones y la construcción misma del índice. Entre los fuertes, sin lugar a dudas, el cálculo del índice según metodologías distintas según el país a analizar esté más o menos desarrollado. Esto último hace que los países sean comparados con los de su categoría y no con los que parten de un contexto totalmente distinto y que desfigura los análisis.

Con todo, a pesar de los puntos débiles y fuertes, similitudes y diferencias con otros índices, lo interesante es que las conclusiones son las mismas que aparecen una y otra vez en análisis de otras instituciones e investigadores.

Siempre en términos relativos a los demás países — es decir, que uno vaya bien en relación a los demás no significa que no se pueda mejorar ni que todo esté perfecto — España sigue destacando por el excelente trabajo de la Administración Pública en materia de Sociedad de la Información. Lo hemos apuntado ya aquí otras veces: la estrategia de Gobierno Electrónico en España es de las mejores del mundo y su impacto positivo en la adopción de las TIC está más que demostrado.

Esa apuesta por las infraestructuras tecnológicas en el gobierno no tiene, sin embargo, su espejo en la utilización así como en las competencias digitales en la misma Administración. La gestión del cambio, seguramente, es una de las mayores barreras para ello, tanto en el plano de los recursos humanos como en el legal, donde la Ley todavía va algo por detrás (aunque los esfuerzos han sido muchos y en muy buena dirección).

En el terreno de lo privado, la cosa no pinta tan bien. Tenemos estudios que indican que las empresas, sobre todo las PYMES y microempresas, tienen todavía un largo camino por recorrer tanto en materia de infraestructuras como, especialmente, competencia digital y aprovechamiento de las TIC para mejorar la competitividad y la eficiencia. El estudio de Waverman con el Connectivity Scorecard no hace sino reforzar las conclusiones sobre este aspecto.

En el caso de los ciudadanos — consumidores, según el Connectivity Scorecard — lo que sucede en la empresa es todavía más acusado en los hogares: infraestructuras francamente mejorables y un deplorable nivel tanto de uso como de competencias digitales.

Soluciones?

Los estudios de la OCDE sobre banda ancha insisten, una y otra vez, en que nuestro mercado de las telecomunicaciones no es competitivo (en el sentido de que no hay competencia) y que el usuario final (empresas y hogares) salen perjudicados, accediendo a peor servicio por mayor precio.

Cabe pues, con carácter de urgencia, incidir sobre el mercado de las telecomunicaciones para que haya más competencia, se eviten comportamientos monopolistas u oligopolistas, se incremente la oferta y la variedad de servicios, se mejore el tiempo de respuesta, se facilite el cambio de compañía, puedan entrar nuevos agentes, etc.

Por otra parte, la competencia digital como prioridad absoluta en cualquier acción de gobierno para la promoción de la Sociedad de la Información. Tenemos un país donde la gente aprende «informática» por su cuenta o consultando a amigos y familiares y donde los planes de alfabetización digital en la escuela no son tales, sino discutibles estrategias de infraestructuras. Es decir, no tenemos un plan: ni en la escuela ni, en absoluto, en la empresa.

Con ello, cerrar el círculo: apalancar el efecto de la Administración Electrónica para generar más demanda (tanto en los hogares como, sobre todo, en las empresas), y con esa mayor demanda el mayor uso asociado, que generará mayor demanda de competencias; mejores competencias darán mejores contenidos y servicios electrónicos (tanto en la esfera pública y la esfera privada), y vuelta a empezar.

No es, en absoluto, una tarea fácil. Pero, al menos, sabemos de qué mal vamos a morir y, en consecuencia, donde empezar a aplicar las soluciones.

Más información

Waverman, L. & Dasgupta, K. (2010). Connectivity Scorecard 2010. London: LECG and Nokia Siemens Networks.
Waverman, L., Dasgupta, K. & Brooks, N. (2009). Connectivity Scorecard 2009. London: LECG and Nokia Siemens Networks.
Waverman, L., Dasgupta, K. & Tonkin, J. (2008). The Connectivity Scorecard. London: LECG and Nokia Siemens Networks.
Fundació Observatori per a la Societat de la Informació de Catalunya (2010). Enquesta sobre l’ús de les TIC i del Comerç Electrònic a les empreses. Catalunya, 2008-2009. Barcelona: FOBSIC.
Sigalés Conde, C., Mominó de la Iglesia, J. M., Meneses Naranjo, J. & Badia, A. (2008). La Integración de Internet en la Educación Escolar Española: Situación Actual y Perspectivas de Futuro. Barcelona: UOC.
Peña-López, I. (2010). “From laptops to competences: bridging the digital divide in higher education”. En
Revista de Universidad y Sociedad del Conocimiento (RUSC), Monograph: Framing the Digital Divide in Higher Education, 7 (1). Barcelona: UOC.
OECD (2010). Wireless broadband indicator methodology. Paris: OECD.
OECD (2009). Indicators of broadband coverage. Paris: OECD.
OECD (2008). Broadband and the Economy. Paris: OECD.

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Alfabetización digital y estrategias de e-inclusión en la biblioteca

Me escribe una compañera de Zaragoza pidiéndome información sobre buenas prácticas de inclusión digital, y cuál es el órgano institucional en este país que debería coordinar o recabar este tipo de información. Después de un corto intercambio de correos, creo que hemos conseguido recopilar algo de información que vale la pena compartir aquí.

Coordinación de la Sociedad de la Información en España

Hasta hace dos días, todas las cuestiones sobre Sociedad de la Información las llevaba el Ministerio de Industria, del cual colgaban dos organismos: la Dirección General de la Sociedad de la Información y la empresa pública Red.es. La DGDSI como tal se volatilizó con el recorte de altos cargos y ahora parece vivir en una especie de limbo dentro del Ministerio. Supongo, pues, que en cierta manera Red.es irá apropiándose de la parte más de análisis y políticas (seguramente Sebastián Muriel, Director General de la entidad, tendrá más información al respecto).

Dentro de Red.es encontramos el Observatorio Nacional para las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información (ONTSI). En gran medida el ONTSI es la respuesta a la pregunta de quién recaba información sobre la Sociedad de la Información y tiene por encargo analizarla y difundirla. Por supuesto, el INE es el que de forma efectiva recoge la mayor parte de esa información, aunque Red.es y el ONTSI también generan datos propios a través de distintos proyectos e iniciativas.

Por otra parte, en España las fundaciones de las empresas de telecomunicaciones suelen hacer informes muy interesantes, sobre todo Fundación Telefónica y Fundación Orange, así que no habría que perderlas de vista.

En lo que se refiere a políticas de inclusión digital se echa en falta en España lo que en el Reino Unido lleva UK Online Centres y que yo diría que aquí no existe. La Fundación Esplai hace un trabajo espectacular y, aunque con muchas diferencias, con ciertas similitudes a UK Online Centres. Entre otras cosas, Fundación Esplai no es gubernamental, aunque sí administra la red de telecentros catalana Xarxa Òmnia y coordina la red de telecentros de ámbito estatal Red Conecta y Conecta Joven. Todavía dentro de la sociedad civil, es destacable la experiencia de guifi.net, una fundación que da apoyo para crear redes wifi con resultados de verdad impresionantes.

Aunque a otro nivel, vale la pena destacar el trabajo que están realizando a nivel político el gobierno vasco, el gobierno catalán y la ciudad de Gijón, grandes ejemplos de promoción de la Sociedad de la Información con la inclusión como una de sus principales variables. A menor escala por el alcance, pero con muchísimo interés, vale la pena destacar (seguro que hay más) los municipios de Abla (Almería), Callús (Barcelona) o Copons (Barcelona).

Políticas de inclusión digital

Antes de hablar de políticas de e-inclusión, vale la pena conocer los motivos de la e-exclusión.

Los motivos que los ciudadanos tienen para la no adopción de las TIC forman parte de una realidad muy compleja. Las «oleadas» del ONTSI es seguramente lo mejor que tenemos… que no es mucho: los datos del ONTSI/INE vienen de encuestas donde hay que encontrar el difícil equilibrio entre preguntar todo lo que querríamos y conseguir que la gente no nos mande a paseo a media encuesta porque llevamos una hora al teléfono o en su casa.

Dicho esto, podemos afirmar que, en general, solemos tener tres perfiles (en España y en los países de renta más alta) de personas que no utilizan las TIC:

  • Motivos económicos. En mi opinión, este argumento es cada vez más falaz, ya que confunde el acceso físico a las TIC (proporcionado gratuitamente por, entre otros, las bibliotecas públicas y redes de telecentros) con tener un ordenador en propiedad (como el que dice que no lee porque los libros son caros, teniendo bibliotecas atestadas de ellos).
  • Bajo nivel de competencias digitales, y esto incluye desde las competencias tecnológicas e informacionales más elementales hasta otras más complejas, como miedo e inseguridad (en sentido psicológico), falta de seguridad (en un sentido más jurídico o legal) de las tecnologías.
  • No encontrarle sentido a utilizar Internet, con un amplísimo abanico de motivos, desde el puro desconocimiento (ver punto anterior) hasta el odio total a la tecnología más recalcitrante (también los hay).

Algunos autores que han abordado el tema de la inclusión digital desde la administración pública y, especialmente, desde las bibliotecas, son:

Por último, aquí hay una bibliografía sobre el impacto de los telecentros y los puntos públicos de acceso a Internet.

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La Comunicación Vertical

Hace unas semanas, el profesor de la Universidad Rey Juan Carlos Francisco Vacas me envió su último libro: La Comunicación Vertical. Medios personales y mercados de nicho (La Crujía Ediciones, 2010). La dedicatoria es, como mínimo, curiosa — «Para Ismael que seguro que le saca provecho» — y se puede interpretar de diferentes maneras. Una de ellas como «no tienes ni idea: a ver si aprendes algo con el libro». Otra como «sé que te gusta el rompecabezas de la Sociedad de la información: te envío dos piezas más». Para saber a qué se refería, no quedaba más solución que leerlo.

La colección de la editorial Wiley & Sons «para Dummies» se ha introducido siempre (y especialmente en inglés) como «[un tema cualquiera] para inútiles. Y una referencia para el resto de nosotros». El libro de Vacas cumple, a la perfección, con esta definición: quien no conozca nada o poco sobre el impacto de las tecnologías digitales sobre los medios de comunicación encontrará una iniciación incomparable, bien explicada, con un cuidado orden vez cronológico y conceptual, fácil de entender pero no por ello superficial. Quien ya sea un iniciado en estas cuestiones encontrará en el libro, como mínimo, un buen esquema con el que ordenar los propios conocimientos de la temática y, en muchos casos, lleno de detalles que se desconocían. En cualquier caso, un buen vademécum al que recurrir de forma sistemática.

De las muchas cosas que me han gustado del libro — y sobre las ventas del cual no tengo ninguna comisión ni recompensa pecuniaria por escribir este comentario — apunto las siguientes:

  • Por un lado, el factor competitivo (y no complementario) de Internet y los medios. Mientras hay todo un debate sobre cómo los medios pueden expandirse a Internet como un canal más, el autor también nos advierte que los recursos (económicos) y la atención del lector son finitos, y que aunque ha habido un pequeño incremento de lectores en los últimos años, el pastel es el mismo y el canal digital compite con los canales tradicionales en financiación y audiencia.
  • Por otra, la merma de credibilidad de los periodistas. Contrariamente al argumento de tipo cualitativo que se suele leer en las blogosferas — el blogger está a pie de calle y además tiene capacidad de respuesta inmediata, frente al periodista en la oficina y encorsetado por la hora de cierre — Vacas esgrime un argumento cuantitativo: el periodista seguirá siendo un profesional legitimado y reputado, pero tendrá sí o sí competencia en los blogs, y no porque sean mejores, sino porque hay miles, y millones de «twitts» cada día que necesariamente detraerán tiempo de lectura de los «gurús de la información» que, en consecuencia, tendrán menos poder de influencia. Esta es, en mi opinión, una perspectiva tan interesante como prácticamente inédita y que, en cambio, se hace difícil, muy difícil de rebatir.
  • En la misma línea, explica cómo Google (1) ha quitado a los medios el monopolio de la atención (2) haciendo las cosas tan fáciles que la gente se ha volcado en masa. Nuevamente, el argumento cuantitativo por encima del cualitativo.
  • Por último, quiero destacar la reflexión que el autor hace sobre la movilidad y como la única barrera para una adopción ya total e incondicional hacia los soportes digitales son las todavía zonas de sombra donde aún no hay cobertura y que, una vez solucionados los problemas técnicos, se conseguirá equiparar la experiencia de consumo en continuidad de los medios convencionales estacionarios con los móviles.

Resumiendo, un libro interesante, muy recomendable, que pone un poco de orden y secuencia en la vorágine de cambios que los medios han sufrido y están sufriendo y, sobre todo, da algunos apuntes de reflexión que bien vale la pena conocer… y pensar en ellos.

Y, como decía la dedicatoria, sí, le he sacado y le sacaré provecho: muchas gracias Francisco.

Entrada originalmente publicada el 10 de Julio de 2010, bajo el título La Comunicació Vertical en Reflexions sobre periodisme, comunicació i cultura (blog de ESCACC, Fundació Espai Català de Cultura i Comunicació). Todos los artículos publicados en este blog pueden consultarse allí en catalán o aquí en castellano.

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El Plan Cerdà, los medios y la Sociedad del Conocimiento

Siguiendo un muy buen consejo, los de casa fuimos a ver la exposición Cerdà y Barcelona. La primera metrópolis. 1853-1897, en el Museo de Historia de Barcelona.

La historia del Ensanche barcelonés es, de hecho, una multitud de historias entrelazadas y solapadas entre ellas, historias que hablan de urbanismo, arquitectura, economía, historia, guerra, sociedad, cultura … y política, mucha, muchísima política.

En un momento de estas historias, toda la prensa catalana se hace una sola voz — inaudito, dicen algunos — y pide al gobierno del Estado que no haga una ampliación extramuros de Barcelona tan pequeña que la haga irrelevante y, sobre todo, inútil. Poniendo sobre la mesa un montón de argumentos bien fundamentados, los diferentes periódicos, cada uno desde su posición y con su estilo, van defendiendo la necesidad del Ensanche de Barcelona haciendo especial énfasis en el valor estratégico y estructural de las infraestructuras.

Lo que los periódicos defienden — y, por boca suya, la burguesía barcelonesa — es que la revolución industrial no ha sido algo pasajero, y que si queremos sacarle provecho (o, al menos, que no nos pase por encima), debemos alinearnos con ella. Entre otras cosas, esto quiere decir que las infraestructuras de transportes y comunicaciones son esenciales, y que la ciudad debe adaptarse: nuevas calles, nuevos trazados, nuevos espacios de producción y distribución de mercancía, etc.

Cada vez hay menos voces que afirmen que la revolución digital será algo pasajero. En consecuencia, si queremos sacarle provecho (o, al menos, que no nos pase por encima), tenemos que alinearnos con ella. Entre otras cosas, esto quiere decir que las infraestructuras de la información y la comunicación son esenciales.

Y los medios?

Los medios divididos en tres frentes:

Uno, definitivamente alineado. Es, sin embargo, si se me permite, residual. Con la que está cayendo, se han malgastado docenas de oportunidades de hacer editoriales y artículos de fondo sobre el poder transformador — económico y social — de ordenadores, Internet y móviles. Cuando se habla de realidades (cada vez más cotidianas) como la administración electrónica, la e-salud el e-comercio o la formación en línea, parece que se hable de la última entrega de la Guerra de las Galaxias. Nada más alejado del la cotidianidad que pintan, por poner un ejemplo, en sus informes los investigadores (Horrigan, Lenhart, Madden, Smith, Fox, Rainie…) del siempre interesante Pew Internet Project.

Otra, definitivamente centrada más en defender el statu quo y debatir hasta la náusea si los bloggers son periodistas o no. Que tiene que haber un debate sobre el futuro de los medios, seguro. Que a menudo sería más productivo sentarse a pensar en lugar de abroncar a la parroquia (que siguen leyendo periódicos) y los «intrusistas» (que, paradójicamente para el argumento, también lo hacen), quizás también.

Y la tercera, y abrumadoramente más numerosa que las precedentes, dedicada por igual a meter el miedo en el cuerpo sobre las vilezas y peligros de la red (de forma más destructiva que pedagógica) o las futilidades más fútiles y las frivolidades más frívolas de la industria del sector.

Por favor, pónganse en línea, que el ensanche digital no es cosa de broma.

Entrada originalmente publicada el 17 de Junio de 2010, bajo el título El Pla Cerdà, els mitjans i la Societat del Coneixement en Reflexions sobre periodisme, comunicació i cultura (blog de ESCACC, Fundació Espai Català de Cultura i Comunicació). Todos los artículos publicados en este blog pueden consultarse allí en catalán o aquí en castellano.

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Proposición no de Ley para impulsar el desarrollo de nuevos modelos digitales de negocios para la Industria de Contenidos

La diputada del Grupo Socialista Lourdes Muñoz Santamaría me hace llegar la Proposición no de Ley para impulsar el desarrollo de nuevos modelos digitales de negocios para la Industria de Contenidos que ha presentado en el Congreso junto con el también diputado del Grupo Socialista Carlos Trujillo Garzón.

La proposición no de ley reza así:

El Congreso de los Diputados insta al Gobierno a elaborar un Plan Estatal para el desarrollo de la industria de los Contenidos que contemple medidas y mecanismos dirigidos a favorecer el sector de contenidos digitales de música, cine y vídeo, editoriales (prensa y libro), publicidad, videojuegos y televisión, contando con la participación de empresas, creadores e instituciones asociadas a las actividades mencionadas.

Planteada en estos términos, esta proposición no puede sino merecer todo mi apoyo por conveniente y por estratégica: sabemos que no subirse al tren digital es perder el tren del desarrollo, pero sabemos también que los ciudadanos e instituciones (en general) pensamos a corto plazo, y que si no le encontramos utilidad a la Red ahora mismo, no nos vamos a digitalizar. Los servicios y los contenidos digitales son, si no la única forma, una de las más directas de dar sentido y utilidad a la Red y, con ello, incentivar la demanda, su uso, la adquisición de competencias digitales y su adopción en el día a día.

Sin embargo, el camino del infierno está plagado de buenas intenciones.

Si el gobierno acaba poniendo en marcha un plan para promover los contenidos digitales — e, insisto, en mi opinión esa sería una buena forma de gastar nuestro presupuesto en crisis — definir el qué y el cómo no puede recaer únicamente en la industria de contenidos.

Por mucho que ASIMELEC afirme que hace falta un plan de contenidos para que se facilite financia­ción específica para que el sector afronte su reconversión industrial y para apoyar la adecuación de las pymes del sector al contexto digital, de lo que estamos hablando no es de una reconversión industrial, sino de una reconversión social.

Valga como ejemplo el para mí desafortunado Plan Escuela 2.0 (sobre el que ya tratamos en Monográfico sobre la brecha digital en la educación). El Plan Escuela 2.0 pretende, a grandes rasgos y generalizando, modernizar la escuela. Sin embargo, la propuesta se centra en informatizar lo que ya se está haciendo sin proponer cambio significativo alguno, y no ya obviando una reflexión de cariz más pedagógico, sino haciendo oídos sordos al encendido e interesantísimo debate que se está dando desde todos los frentes del mundo educativo.

No es que esté bien que haya un plan sobre contenidos digitales, es que estoy convencido que debe haberlo.

Ahora bien, hay que aprovecharlo para reflexionar a fondo sobre todas las implicaciones del uso de las tecnologías digitales en la producción, distribución y consumo de contenidos. E intentar trabajar para conseguir un consenso tan amplio como sea posible. Y, solamente después de ello, ponerse a producir.

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