El Foro Económico Mundial acaba de publicar la edición para 2013 de su Global Information Technology Report. Este informe contiene el Networked Readiness Index, probablemente el mejor índice que hay actualmente para medir el pulso a la Sociedad de la Información, mejor incluso que el ICT Development Index de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, que todavía tiene un cierto sesgo a favor de las infraestructuras — una argumentación a fondo de esta cuestión puede encontrarse en Measuring digital development for policy-making: Models, stages, characteristics and causes.
¿Cómo está España según el Foro Económico Mundial en términos de desarrollo Sociedad de la Información? Depende. Veámoslo primero en relación a sí misma y después en relación al resto del mundo.
Evolución 2012-2013 de España Networked Readiness Index en relación a sí misma (puntuación)
El siguiente gráfico nos muestra cómo cambia de 2012 a 2013 la puntuación que obtiene España en las 10 categorías o pilares que define el Foro Económico Mundial. La puntuación va de 1 (peor) a 7 (mejor).
Hay tres aspectos que saltan a la vista rápidamente, dos de las cuales llevan en gran parte a la tercera.
La primera es que, dentro de los usos (cuadrante sur-oeste: uso individual, empresas y Administración) destacan las empresas por ir muy por detrás en adopción de las TIC que el sector público y los ciudadanos a título individual. Y, además, no hemos avanzado en esta materia.
La segunda cuestión, un clásico en España, es la asequibilidad o, en otras palabras, lo caro que sigue siendo Internet. Si a ello le añadimos la también mala puntuación en el marco político y legal, la conclusión es clara: no hemos superado todavía la fase de monopolio de Telefónica, y la competencia de las telecomunicaciones en España es todavía muy deficiente.
Tercera cuestión, corolario de las dos anteriores: el impacto económico de las TIC en España no arranca. Si las empresas no adoptan las TIC y el marco político y legal no lo favorece, es difícil que la tecnología dinamice la economía. Y lo que es peor: en un año de crisis profunda, ello también afecta el impacto social, cuya puntuación cae (y bastante) de 2012 a 2013. Un desastre.
Evolución 2012-2013 de España Networked Readiness Index en relación al resto del mundo (clasificación)
Cabría preguntarse si lo que hemos expuesto anteriormente es problema de España o bien es algo generalizado. Lo aproximaremos a través del puesto que ocupa España en la clasificación total de 144 países que incluye en el índice.
Lo primero que cabe destacar es que España se sitúa alrededor en el puesto 38 global, lo que podemos o bien interpretar como cola de león — es de que peor puntúa dentro de los países más ricos — o como cabeza de ratón — es de los países más avanzados en Sociedad de la Información dentro del pelotón de países que persigue a las economías más ricas. Que cada uno se sitúe donde prefiera y haga las reflexiones al respecto que considere necesarias.
En lo que se refiere a los indicadores para cada categoría, hay dos cosas a añadir a lo dicho anteriormente.
Lo primero es confirmar, también a nivel comparado, el problema de los precios de las telecomunicaciones en España y su creciente impacto negativo en el ámbito de lo social. Es decir, la deficiente liberalización del sector afecta a la economía y, tanto de forma directa como indirecta, está empezando a afectar el bienestar de la población (léase en términos de telemedicina, de educación virtual, de ocio digital, etc.).
El segundo punto, y que quedaba camuflado en la gráfica anterior, es cuán deficiente es todavía la competencia digital de nuestros ciudadanos. Aunque mejora de un año para otro, esta es todavía una categoría donde España queda mal clasificada.
Súmense la deficiente liberalización del sector y su impacto en los precios, la mala adopción de las TIC en el sector privado, y el bajo nivel de competencia digital de los ciudadanos y tenemos servida la bomba de relojería que ha de minar la productividad y la competitividad, por una parte, y el impacto social de las TIC, por otra.
¿Conclusiones?
No todo — ni mucho menos — está mal en España en términos de Sociedad de la Información. Hay, como mímimo, tres aspectos que vale la pena destacar.
El primero es la calidad de las infraestructuras y contenidos digitales: la base es buena y está ahí para ser utilizada.
El segundo es el espectacular esfuerzo que se ha hecho en materia de modernización en la Administración, digitalizando procesos, generando un marco legal pionero y de gran calidad en materia de acceso a la Administración electrónica, esquemas técnicos o protección de datos (lo que no contradice la mala calidad del resto de regulación). En España, la Administración está haciendo las funciones de locomotora digital que las telecomunicaciones y el sector privado tienen completamente abandonadas.
Por último, la intensidad de uso de los ciudadanos: aunque con competencias digitales mejorables, están cada vez más acostumbrados a operar en la virtualidad.
¿Qué hacer con este panorama?
De forma urgente, es estrictamente necesario trasladar el uso que los ciudadanos hacen a título individual de las telecomunicaciones al ámbito de las instituciones: empresas, sobre todo, pero también gobiernos, partidos, sindicatos, escuelas, universidades, medios de comunicación… Es como si las personas dejasen de utilizar Internet al entrar en las instituciones — especialmente las empresas.
Para ello, hay que fomentar la adquisición de competencias digitales en el ámbito profesional, y muy especialmente en las cúpulas de dirección y gerenciales del sector privado. Dentro de estas, hay que hacer hincapié en las PYMES, cuya capacidad para formarse está siempre limitada a sus exiguos recursos. ¿Por qué no telecentros virtuales?
Es como mínimo sorprendente que prácticamente todos los esfuerzos (los pocos que en mi opinión se hacen) en el ámbito de fomentar el empleo se concentren en el lado de la oferta, es decir, en el trabajador. No sirve de nada tener trabajadores cualificadísimos si las empresas son incapaces de absorber ese talento. Y el bajo uso de las TIC en la empresa (es decir, en la PYME) no es sino un indicador de la incapacidad de innovar, de modernizarse, de competir de nuestro sector privado. Podríamos afirmar que muchos empresarios (que no emprendedores) no están en paro básicamente porque las empresas son suyas.
Y, por supuesto, hay que acabar de una vez por todas con las rémoras monopolísticas que lastran nuestro país en materia de telecomunicaciones. Y, a poder ser, no generar nuevos monopolios y gravámenes en, por ejemplo, el mundo de los contenidos digitales.
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