En el debate de si Internet acabará con la televisión o si la televisión acabará con Internet, hay — como en la mayoría de debates — dos posiciones extremas opuestas:
- Internet volverá irrelevantes los canales de televisión, al servicio del capitalismo y los gobiernos, y democratizará la información y la comunicación y la revolución no será televisada.
- Los medios son los únicos tocados por la gracia divina de la verdad infundida, los garantes de la democracia bien democrática y el rigor, e Internet morirá aplastada por su propia irrelevancia, llena de ruido y cosas sucias.
Uno de los últimos informes del Pew Research Center, The Rise of the «Connected Viewer» (El surgimiento del televidente conectado), viene a decir dos cosas:
- La población en general encuentra este tipo de debates más bien estériles, y hace y deshace según le convenga en cada momento y al margen de consideraciones teleológicas y numismáticas.
- Un 58% de las personas que tienen teléfonos móviles inteligentes ven la tele con el móvil en la mano: se entretienen navegando durante los anuncios, comprueban en Internet que lo que dicen los bustos parlantes es verdad, visitan una web que ha salido en pantalla, intercambian mensajes SMS y alternativas con otras personas, comentan y leen los comentarios de otros en las redes sociales sobre el programa que están viendo e incluso algunos acaban participando en algún concurso.
En el fondo, estos datos no deberían sorprender a nadie. Y no porque esto haya sido ya teorizado hace diez años como transmedia, sino porque esta práctica es tan vieja como viejos son los medios.
El ejemplo más popular — exceptuando el caso de Internet, claro ‐ lo tenemos en ese «anunciado en TV» que acompañaba los anuncios de las marquesinas del autobús, los delantales en la prensa escrita o las cassettes de las gasolineras. «Anunciado en TV» y sabías que lo que comprabas era bueno, porque sólo lo que salía en la tele era de calidad.
La integración de los medios es antigua: los periódicos comprando radios, y las corporaciones de prensa y radio comprando cadenas de televisión. Mientras unos decían «la tele matará la radio», lo que hacían los demás era comprar cadenas de radio y cadenas de televisión y asegurarse de que el mensaje circulaba entre medios sin tropiezos. Con el tiempo, las estructuras de poder volvían a su sitio y aquí paz y mañana gloria.
¿Por qué, pues, esta insistente virulencia contra Internet como medio?
Por un lado porque de conservadores y reaccionarios hay en todas partes.
Por otra porque, probablemente, el problema es que Internet no se puede comprar. O, mejor dicho, no se puede comprar todo entero, y además cada vez parece más difícil hacerlo — especialmente desde que cualquier don nadie se puede hacer un blog o un usuario de Twitter. Vemos intentos: grandes corporaciones estableciéndose en Internet con gran despliegue de medios, compra de plataformas inicialmente «ciudadanas» por parte de corporaciones de medios, barreras legales a la entrada de nuevos micro-medios de comunicación personales, etc.
La diferencia, sin embargo, entre imprimir publicaciones «alternativas» y cerrar radios piratas es que las primeras costaban una fortuna y eran insostenibles y las segundas competían por un medio físico (las frecuencias de radio) que se debía regular y repartir (y pagar su reparto) para hacerlo practicable.
Internet no tiene ni estos costes ni estas limitaciones físicas. Así que quizás la estrategia de las grandes corporaciones de medios de comunicación, por una vez, tendrá que ser otra.
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