Aunque la comparación con entre la (a estas alturas ya autoproclamada) #spanishrevolution y la primavera árabe es constante, vale la pena detenerse a ver cuán diferentes son, ya que a partir de estas diferencias podremos intentar deducir lo que es más probable que suceda en el futuro (próximo y no tan próximo).
Sin ánimo de entrar en el debate de las etiquetas y los conceptos, podemos definir una revolución como un cambio radical en el sistema: la revolución bolchevique que cambió el sistema social y económico en los entonces futuros (y ahora ex-) países soviéticos, o la revolución industrial del s.XVIII que cambió el sistema productivo; es una ruptura y lo que viene suele definirse en oposición a lo que teníamos. Una revuelta aspira a hacer grandes cambios, pero cambios mayormente dentro del sistema, y los exige en base a la insurgencia, a desafiar el sistema, a incumplir sus leyes y sus normas; las revueltas árabes han desafiado el poder y han hecho que cambie de manos, habrá cambios en el sistema, pero a grandes rasgos serán evoluciones del mismo. Una protesta es una muestra de desacuerdo con una determinada situación, de índole política, económica o social; es de alto voltaje, pero no desafía al poder, no incumple las normas de forma abierta y sistemática; de hecho, pretende que el sistema continúe, pero que se corrijan determinadas disfunciones en el mismo.
La #spanishrevolution es, a mi modo de ver, una protesta en toda la regla. Y su impacto, si no evoluciona a revolución, deberá medirse con la regla de medir las correcciones en las disfunciones del sistema que han provocado la protesta. Ni más… ¡pero tampoco menos!
Pero hacer prospectiva de lo que sucederá el 22M es complicado, complicadísimo: hay demasiadas variables y muchas de ellas actúan en sentidos opuestos. Saber cuál predominará se me hace harto complicado.
Ejercicio de la democracia
Un impacto directo, no en el futuro sino en el presente, que está teniendo lugar ya, ahora mismo, es un incremento del debate en la ciudadanía. Si de verdad creemos que el ejercicio de la democracia es algo más que votar, que empieza con la información, la gestación de una opinión, el debate, la negociación… #spanishrevolution es ya un éxito. La cantidad de debate generado es ejercicio democrático en estado puro. Afirmar que esto es rebeldía o contestación, incluso ingenuidad o utopía es negar lo más fundamental de la democracia: es muy sintomático que quien niega al independentismo vasco su derecho a expresarse en las urnas niegue también al descontento expresarse en la plazas plazas de las ciudades o de Internet.
Esto es demoscopia y barómetro político en tiempo real y sin filtros ni cortapisas. ¿Qué más se puede pedir?
Impacto en las elecciones del 22M
Por una parte, es cierto que el movimiento tiene un fuerte sesgo a favor de la población joven, estadísticamente levemente más escorada a la izquierda. Sin embargo, esto es especialmente cierto en quienes mantienen las ocupaciones de las plazas (también hay infinidad de gente mayor que, sin acampar, pasan el día en la plaza), pero deja de serlo cuando finaliza la jornada laboral y se les añaden ciudadanos de todo estrato social y edad.
Por otra parte, es probablemente cierto que el movimiento tenga un sesgo a la izquierda. Años de estadística así lo corroboran: el votante de derechas es fiel, el votante de izquierdas castiga.
Una tercera consideración es el distinto conocimiento del funcionamiento del sistema electoral español, así como la existencia o inexistencia de un comportamiento estratégico. Esto tiene que ver con los umbrales mínimos que permiten a una lista obtener escaños en unas elecciones en España.
Así, pues, tres variables a tener en cuenta: mayor o menor sesgo a la izquierda, mayor o menor propensión a emitir un voto válido o no válido (nulo y abstención), y en caso de que sea válido, emitirlo a favor de un gran partido o de uno sin o con poca representación.
Complicado. Puede que salgan ganando los partidos pequeños de izquierdas (Izquierda Unida, Iniciativa per Catalunya, Esquerra Republicana, Piratas, Bildu o los centenares de partidos locales o «anónimos») o incluso los no tan de izquierdas (Ciudadanos, UPyD).
En mi opinión, el éxito de las movilizaciones debería medirse en tres ejes:
- Número de abstenciones y votos nulos;
- número de votos emitidos (no escaños obtenidos) a partidos pequeños;
- caída de votos del PSOE (significativamente por debajo de lo que marcaban las encuestas antes del domingo) y, sobre todo, caída de votos del PP.
Considero que el éxito no debería ser el número de escaños — dado que es probable que no haya cambios significativos — sino cuanta gente (suma total nacional) ha apoyado las protestas de una u otra forma. Porque lo que debe votarse ahora es si se apoya la propuesta de cambios de las distintas plataformas votando «alternativamente». Si la gente vota mayoritariamente igual que siempre, será hora de recoger las carpas e irse a dormir a casa. Si no, aunque no haya cambios significativos en los escaños, la legitimidad ganada será el éxito real de las movilizaciones. Esta será mi interpretación personal.
Extensión a otros países
¿Se extenderá a otros países (de la Unión Europea)?
Parece ser que se extiende ya a Italia. Esta era fácil de prever. Después de Grecia, que ya tuvo una primera cata de protestas hace unos meses, Portugal y España completan el trío donde la crisis se ha cebado con más fuerza. Con Italia se completa el cuarteto donde la calidad de los dirigentes es especialmente lamentable, motivo principal de las protestas. Sería pues, previsible, una reedición o réplica en los países mediterráneos de la Unión Europea (incluyo de forma algo tácita a Francia, con su historial de hace unos años). Y no solamente porque comparten situaciones parecidas (sobre todo en comparación con sus vecinos del norte) sino porque (hay que insistir en la cuestión) esta es una reivindicación para una mejor democracia, y parte de esta se administra en Bruselas.
En este sentido, hay que ser consciente que no basta con movilizarse dentro de un país, sino dentro de la Unión Europea en su totalidad.
Propuestas a corto plazo: complicidades y compromisos
Mi primera propuesta sería ganarse la legitimidad en las urnas. La legitimidad, no los escaños. Los escaños conseguidos (municipios y algunas autonomías) no servirán para operar cambios significativos en el sistema democrático, máxime algunos gestos que difícilmente se consolidarán en el futuro. Hay que conseguir un apoyo que se medirá en gran medida en función de la votación «alternativa» que muchas plataformas proponen y, en menor medida, sumando el no a todo de nulos y abstenciones. Sin ese apoyo, habrá que reconocer que la protesta es cosa de unos cuantos, la ciudadanía no apoya y retirarse dignamente: esto también es democracia.
Para ganarse la legitimidad, hay que dar un mensaje inequívoco, comprensible, articulado en una única propuesta (desplegada con sub-propuestas, si cabe). Y creo que la propuesta debe ser más y mejor calidad democrática, incluyendo instituciones, procesos y actores. La tendencia por ahora no es exactamente esta y, además, tiene dos facciones opuestas: o bien el cajón de sastre de «ya que salimos a la calle, vamos a pedirlo todo», o justo la inversa «salimos a quejarnos, no a proponer, que propongan los responsables de todo». Mi opinión no es tanto que haya que venir con propuestas entendidas como soluciones (aunque nunca está de más), pero sí con propuestas en el sentido de mensajes claros. ¿Es más y mejor democracia? Pues más transparencia, más rendición de cuentas y más consultar a la ciudadanía. Personalmente creo que despista mezclar el mensaje con medidas económicas o sociales o mantenerse en el plano «con mi indignación basta».
Por cierto, hablo del fondo, no de las formas: demasiado chorizo para tan poco pan
y similares son una forma clara y concisa de pedir mayor rendición de cuentas y justicia para quien usa lo público en beneficio de lo privado, reivindicaciones que caben dentro de más y mejor democracia.
Propuestas a largo plazo: impactar el legislativo con cambios estructurales en la regulación de la democracia
Relacionado con lo anterior, si a corto plazo hay que pedir legitimidad a partir de un mensaje claro, a largo plazo hay que hacer entrar ese mensaje en la agenda política de la liga de los mayores: las legislativas de 2012. Ahí es donde se puede (por ejemplo) cambiar la ley electoral, o se pude cambiar (ni que sea a través de minorías decisivas) la dinámica de pactos de las dos cámaras estatales.
Un apoyo significativo, no marginal, de la población a las protestas el 22M debe ser a la vez motivo suficiente y necesario para continuar dichas protestas durante el largo año electoral (la campaña de las legislativas empieza el 23M, por supuesto).
Y durante ese año sí debe haber propuestas concretas. Debe haber programa electoral.
Y debe haber trabajo para que dicho programa electoral o bien sea representado por una formación que pueda llevarlo a cabo o bien la propuesta debe introducirse, en paralelo, en el mayor número de formaciones posibles. El primer caso es complicado: si es una formación nueva, probablemente no pueda llevarlo a cabo aunque consiga representación; si no es una formación nueva, la pluralidad de las protestas (por muy sesgadas que estén) no permitirá una única filiación política y desintegrará el movimiento. Por otra parte, el sistema la mayor parte de la veces se cambia desde dentro, haciendo evolucionar a las instituciones y por consenso.
Veo más fácil votar a «mi» partido bajo la condición que incorporen medidas para mejorar la democracia, que hacer un voto ecuménico de la mano de muchos conciudadanos con quienes únicamente tengo en común que quiero más y mejor democracia.
Creo que esa es la opción, aunque requiera la cabeza más fría y el esperanza del corredor de fondo.
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Ismael, he hecho un comentario a tu post aquí: http://tiny.cc/4ulc1
Ha quedado un poco largo y lo he pasado a un espacio propio ;^)
Gracias Pablo! :)
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