Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 20 abril 2010
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El pasado 19 de abril se acordó la Declaración Ministerial de Granada para la Agenda Digital Europea (PDF) por parte de los ministros responsables de las Políticas de la Sociedad de la Información de los Estados Miembros de la Unión Europea, y del Área Económica de Europa.
El documento empieza reconociendo el papel de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en la Economía y pretende ser una hoja de ruta en su utilización como locomotora del desarrollo, especialmente en el contexto de crisis actual.
No obstante, la primera referencia de peso del documento, la que hace a The economic impact of ICT: Evidence and questions (que de hecho se basa en Catching up or getting stuck? Europe’s troubles to exploit ICTs productivity potential) tiene algo de trampa: si bien es cierto que las TIC incrementan la productividad, estos incrementos se dan en dos tramos. El primero son los incrementos de productividad basados en el ahorro en costes por la introducción de las TIC; el segundo, y más importante, son los incrementos de productividad inducidos por cambios en el sistema productivo gracias a las TIC. Estos cambios se dan especialmente en el sector servicios y, según el estudio, Europa suspende en este aspecto (más sobre este tema a continuación).
El primer gran acierto — además de reconocer el papel estratégico de las TIC en todos los aspectos de la vida cotidiana — es el énfasis en la banda ancha, así como el papel de la competencia entre proveedores. Existe amplia literatura sobre la importancia de ambos aspectos (velocidad de la red y mercado competitivo).
Molesta sobremanera, sin embargo, que se identifique la brecha digital con la cobertura de banda ancha. Hemos comentado ya varias veces (aquí, aquí, aquí o aquí) que (1) la brecha digital tiene muchas dimensiones y (2) al menos en España (y más todavía en Europa), los factores que marcan más la brecha digital son las competencias digitales y el tipo de uso, es decir, el lado de la demanda y no de la oferta.
Por el lado de los usos, estas competencias digitales se reconocen como importantes tanto en la escuela como en la empresa. El énfasis en las Pymes es, a mi entender, un gran acierto, ya que los datos muestran que la brecha digital en ellas es mucho mayor que en las grandes empresas. Celebro también que se reconozca el factor «llamada» de los servicios públicos electrónicos (sanidad, administración), que en diversos estudios se muestran como grandes activadores de la demanda.
Sin embargo, se sigue insistiendo en los ordenadores en el aula como la principal estrategia de TIC en la educación. Estrategia a la que personalmente me opongo de forma energética y radical, como ya comenté en el Monográfico sobre la brecha digital en la educación.
Es también muy importante el énfasis que el acuerdo pone sobre la protección de datos y algo que generalmente se olvida — y que en España se está trabajando de forma excelente: [1] y [2] — que es la educación en materia de riesgos en Internet (privacidad, seguridad, etc.).
Me parece muy relevante la preocupación por un mercado único digital: uno de los mayores desencajes que tiene Internet con la economía real es que la primera no atiende a fronteras ni jurisdicciones. En este sentido, la harmonización regulatoria que parece proponer el acuerdo será muy bienvenida, especialmente en materia de propiedad intelectual. En este sentido, la propuesta sobre derechos de autor es muy amplia — incluso ambigua — pero parece recoger todas las sensibilidades que están en liza en el debate actual: protección del autor, reconocimiento del fin de unos modelos de negocio, y protección de los derechos del ciudadano.
Respecto a los servicios públicos, el documento también capitaliza la experiencia española en materia de DNI electrónico, regulación de la administración electrónica e interoperabilidad (ahí estamos más verdes), haciendo énfasis tanto en la eficiencia y la eficacia de la Administración, como en utilizar su brazo electrónico para llegar al más excluido.
El documento se compromete también con el sector de las TIC y la necesidad de destinar más recursos en I+D+i.
Por último, se menciona la Gobernanza de Internet así como la conveniencia de medir el desarrollo digital para poder diseñar políticas públicas de Sociedad de la Información de forma (perdón por la redundancia) informada.
En general, y salvo las excepciones mencionadas, me parece un documento bastante bueno, aunque algo tibio en el nivel de compromiso. No hay que olvidar, no obstante, que ese nivel de compromiso es lo que define este tipo de acuerdos «en la cumbre». Es un punto de partida aceptable que, para bien o para mal, deja abiertas muchas posibilidades en su implementación, pero sí lista los principales temas abiertos.
A diferencia de la opinión de muchos (entre ellos Javier Varela, cuya entrada recomiendo leer), celebro que no se haga mención explícita a la neutralidad de la red. Por una parte porque sería entrar en un detalle que el resto de documento no tiene, y que, además, pudiera resultar contraproducente (por aquello de explicatio non petita, accusatio manifesta
). Por otra parte porque sería, una vez más, creer que la red, que Internet, es un mundo aparte: la neutralidad de la red no es sino una segunda derivada del derecho a las comunicaciones, a la libertad de expresión, a la libertad de credo y de asociación, etc., etc., etc. Mi propuesta es que nos centremos en los derechos en su esencia, y no en sus aplicaciones particulares.
Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 13 abril 2010
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Hace unos años, en el mundo anglosajón y entre aquellos usuarios más intensivos de tecnología, se puso de moda utilizar la expresión snail mail — correo caracol — para referirse al correo que no era electrónico, es decir, el de toda la vida. Aquí, que no somos tan ocurrentes y sí más tradicionales, repasamos las crónicas para recuperar el adjetivo perdido: postal. En mi casa, correo es lo que escribo sentado ante un aparato electrónico. El otro, el que requiere bolígrafo, papel, sobre y sello, ese es el correo postal. El correo electrónico se ha normalizado perdiendo el adjetivo, atributo que ha recuperado el correo postal, que es el que merece énfasis y explicación.
Escribe Oriol Lladó en Vilaweb que él antes tomaba notas
. No es el primero que habla en términos de (la aparente) oposición, de la disyuntiva, de tomar notas con utilizar un servicio en línea para, por ejemplo, seguir una conferencia y fijar algunas reflexiones. En Julio pasado, en una sonada (87 comentarios a día de hoy) diatriba en su blog, danah boyd (sic), investigadora de Microsoft Research New England, reclamaba su derecho a tener una vida cyborg
, es decir, a usar su portátil donde fuera como otros usaban sus blocs de notas de papel.
Prácticas como tomar notas directamente a un blog, quedarse con una idea garabateando cuatro palabras mediante Twitter, utilizar este mismo medio o Delicious para retener (y, de paso, compartir) un puñado de enlaces, o utilizar una wiki para esbozar una idea o dibujar una lista de conceptos no son novedad. Es decir, lo que no es novedad es tomar notas, quedarse con una idea, retener unas referencias o esbozar ideas. Y el método debería ser lo de menos.
Cuando fijamos nuestros ojos en el cómo y no en lo que, es probable que nos parezca revelador lo que, en el fondo, es rutina. Es como los magos: nos distraen con las manos para que no nos demos cuenta de que todo es ingeniería y espejos (ingeniería de la buena, todo sea dicho).
Que no se me malinterprete. A menudo lo revolucionario no es hacer cosas nuevas, sino hacer las habituales de forma diferente: las primeras máquinas de vapor se utilizaron para hacer las mismas telas que antes hacíamos a mano, o para llevar la gente arriba y abajo como antes hacían los caballos.
Pero es, precisamente, para poder ser cronistas de una revolución, que debemos distinguir lo que es singular de lo que es mera transposición de rutinas.
Si Twitter, en sí mismo, es anodino, que es, pues, lo que es extraordinario?
Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 07 abril 2010
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No me gusta la Disposición Final Segunda de la Ley de Economía Sostenible cuyo proyecto acaba de aprobarse. Por muchos motivos, entre los cuales:
- Creo que atenta contra algunos derechos fundamentales mientras socava el poder legislativo;
- creo que no es un buen ejercicio de transparencia democrática por la forma cómo se ha llevado y, ante todo, por el resultado final, añadiendo una cláusula que en mi opinión está descontextualizada del resto de la Ley;
- creo que separa la economía digital de la economía «real», lo que es una aproximación que no comparto en absoluto — los problemas son de ciudadanos y empresas, no de e-ciudadanos o ciberempresas;
- creo que hace falta reformar el marco que regula el sector de la producción y difusión de contenidos y servicios culturales (y no, no creo que esta sea una ley sectorial), mientras que lo que se hace en esta Ley es algo totalmente coyuntural y ad hoc.
Dicho esto, ¿por qué no suscribir el Manifiesto En defensa de los derechos fundamentales en internet? Con mis más sinceros respetos para con sus impulsores, y siempre desde mi personal punto de vista, por motivos parecidos a los que me provocan el rechazo a la Ley Sinde. A saber:
- Estoy de acuerdo con los puntos 1, 2 y 3. Algunos puntos se han matizado desde la primera propuesta de la Disposición Segunda, pero en el fondo, la reflexiones de esos puntos persisten.
- No tengo claro el punto 4, me faltan datos.
- Pero sí tengo claro que los puntos 5 y 6 dejan de defender los derechos fundamentales de los ciudadanos para acometer contra los derechos de otros ciudadanos (p.ej. el de invertir o tirar el dinero como a uno le venga en gana). Creo que los puntos 5 y 6 no respetan la opinión de un sector industrial. Una opinión diametralmente opuesta a la mía, pero tan legítima o tan equivocada como pueda estar la mía. Y aquí, los promotores del manifiesto me han perdido.
- El punto 7 vuelve a mezclar una demanda legítima (no interferencia gubernamental) con lo que yo considero una injerencia en asuntos ajenos.
- Del punto 8 empezaré diciendo que yo creo que las cosas hay que pedirlas, no exigirlas, incluso en una cuestión como la neutralidad de la red en la que estoy de acuerdo. Ahora bien, creo que, una vez más, aprovechamos que el manifiesto pasaba por aquí para sacar toda la agenda, y no estoy seguro que la neutralidad de la red estuviera del todo relacionada con la Ley Sinde. ¿Es necesario sacar a relucir el tema? Sí. ¿Es pertinente hacerlo en este contexto? Creo que no. Creo que no es pertinente porque hace como la Ley Sinde y hace parecer la libertad de expresión como un derecho que solamente concierne a los cuatro «friquis» que trabajamos 50h a la semana conectados a un ordenador y a Internet.
- Estoy de acuerdo con el punto 9 (o no: ver el comentario 3 i el comentario 4 al respecto).
- Y no tengo claro el punto 10. Es decir, comparto el fondo y que no debería esta ser la forma de tocar los derechos fundamentales. Ahora bien, la Ley está siguiendo su proceso, ni mejor ni peor que otras leyes. Proceso manifiestamente mejorable, de acuerdo, pero no creo que haya habido menos «debate público» que en otras cuestiones.
En definitiva, tanto gobierno como impulsores del manifiesto convierten — o hacen parecer — un debate sobre derechos humanos fundamentales en si es legítimo bajarse más o menos música y películas por Internet. Lo siento, pero esa es la impresión. Mi impresión, por supuesto.
Así, no es de extrañar que las potestas (sic) contra la Ley Sinde en Twitter no tienen el apoyo esperado
. Claro, digo yo, porque no se trataba de Twitter o de Internet, sino de los derechos fundamentales. No de los derechos fundamentales en Internet
, sino de los derechos fundamentales, punto.
Afirma César Calderón en El #manifiesto de Brian que había un movimiento plural y mayoritario
y que no existe en nuestro país un movimiento internauta suficientemente maduro
. Bien, creo que el movimiento no era ni plural ni mayoritario: no lo era dentro de los usuarios habituales de Internet — muchos menos de los que creemos — y, por descontado, no lo era «fuera» de Internet, precisamente porque se vendió como oposición digital-analógico. Y sobre el «movimiento internauta» ya he dado mi opinión con anterioridad. Creo que nos equivocamos pensando que todo el mundo está conectado a Internet todo el rato como nosotros y que pasa ese rato haciendo las mismas cosas que nosotros.
No quiero acabar esta diatriba sin romper no una sino todas las lanzas que hagan falta en favor de quienes redactaron el manifiesto y quienes perdieron su tiempo y esfuerzo en reunirse con partidos y gobiernos. No solamente tienen mi admiración, sino mi agradecimiento, aún a pesar de no compartir algunas de sus tesis.
De la misma forma que jamás me he sentido representado por estas personas, jamás he creído tampoco que estas quisieran representarme. Al contrario, siempre he pensado que tuvieron el coraje de dar a conocer su opinión en público y la suerte de ser escuchados en privado. Tener una opinión y poder contarla a tus representantes electos — o aspirantes a serlo — es un lujo que, más que denostar (lo que he llegado a leer sobre el tema…), habría que envidiar y desear para uno mismo.
Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 26 marzo 2010
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El Foro Económico Mundial acaba de publicar la edición de 2010 del Global Information Technology Report 2009-2010, uno de los informes más importantes en el mundo sobre estado de la Sociedad de la Información, junto con los del Banco Mundial, diversas agencias de las Naciones Unidas y The Economist.
En lo que a mí respecta, el Global Information Technology Report tiene como positivo el amplio espectro de indicadores que recoge, desde las infraestructuras más básicas hasta los distintos tipos de uso, pasando por el marco regulatorio, la oferta de servicios digitales o una aproximación a la competencia digital. Como puntos más débiles, que muchos indicadores no vienen de datos primarios (es decir, datos objetivos como el número de líneas telefónicas instaladas, por ejemplo) sino de datos fruto de encuestas donde una selección de expertos da su opinión, siempre fundamentada, pero siempre sujeta a matices personales.
El informe está totalmente en línea e incluso se permite jugar con los datos.
Los titulares de los periódicos se llenarán estos días — o no — con un único dato: que España ocupa el puesto 34 de 133 países, y que desde 2002, donde ocupaba el puesto 25, ha ido perdiendo puestos hasta la situación actual, a la que llegamos ya el año pasado. En mi opinión, es absolutamente irrelevante qué puesto ocupamos (dentro de un margen, claro), ya que hay tantas variables, y dependemos tanto de lo que hagan el resto de países que, francamente, nos aporta poco.
Creo que las preguntas relevantes son:
- ¿Dónde hemos mejorado?
- ¿Dónde hemos empeorado?
- ¿Dónde puntuamos mejor que el resto?
- ¿Dónde puntuamos peor que el resto?
Aunque resulta sorprendente el salto espectacular que da el indicador — lo que hace sospechar que aquí ha habido o bien cambios de criterio o bien errores de cálculo — hemos mejorado en la preparación para la sociedad de la información de gobiernos y ciudadanos. A pesar de las cautelas mencionadas, creo que el indicador refleja un esfuerzo importante de la Administración Pública en ponerse al día en materia digital: como ya comentamos, la UNPAN reconoce en España un referente en materia de gobierno electrónico. Y como hemos comentado ya en otro lugar también, en España la brecha digital no es de infraestructuras, sino que tiene otros componentes. Así pues, no es de extrañar que los ciudadanos, en tal que individuos, también puntúen bien en materia de preparación para lo digital en términos generales.
¿Qué ha empeorado? El uso. Estamos preparados, pero no utilizamos la tecnología. Hemos invertido en teatros y museos y nos quedamos en casa viendo la tele. El uso de los ciudadanos se mantiene, pero el de los gobiernos y empresas empeora. Es como si durante la implantación de sus políticas de sociedad de la información hubiesen hecho el esfuerzo de usar las tecnologías y, ahora que ya está hecho, se olvidan de ello. A esto habría que añadir que las empresas, en general, ni siquiera están bien preparadas digitalmente, como muestran los informes de Red.es sobre las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones en la empresa española, especialmente las PYMES y las microempresas.
Veamos los puntos fuertes y débiles:
Fortalezas |
Puesto |
Debilidades |
Puesto |
Índice del nivel de competencia |
1
|
Tiempo requerido para montar un negocio |
112
|
Índice de e-Participación |
3
|
Coste del alquiler de línea telefónica (hogar) |
112
|
Índice de servicios públicos online |
5
|
Carga fiscal |
106
|
Calidad de las escuelas de negocios |
6
|
Carga de la regulación gubernamental |
105
|
Exportación de las industrias creativas |
11
|
Tarifas de telefonía móvil |
104
|
Ordenadores |
13
|
Éxito del gobierno en la promoción de las TIC |
102
|
Matriculación en educación terciaria |
18
|
Calidad en la educación de Matemáticas y Ciencia |
99
|
Número de líneas telefónicas |
20
|
Número de pasos para empezar un negocio |
93
|
Intensidad de la competencia doméstica |
22
|
Priorización de las TIC por parte del gobierno |
88
|
Ancho de banda |
22
|
Extensión y efecto de los impuestos |
87
|
¿Cómo leemos esta tabla? A grandes rasgos, hay tres cosas que van bien o muy bien en España:
- El mercado (el sector privado) está sano, hay competencia y cada vez tenemos empresas en sectores (creatividad) intensivos en conocimiento;
- tenemos la infraestructura necesaria para que pueda haber actividad en la red;
- y nuestros profesionales de alto nivel están bien formados y participan activamente en la vida online.
Es decir, las condiciones de mercado, de oferta de trabajo cualificado y de infraestructuras son buenas.
¿Qué va mal? Siempre según el informe:
- Las cargas fiscales y burocráticas son una barrera para el emprendedor;
- las infraestructuras son caras;
- el nivel de educación básica en matemáticas y ciencia es deficiente (distinto del caso anterior, que eran profesionales de alto nivel bien preparados);
- el gobierno no consigue de ninguna forma dinamizar la sociedad de la información.
Es decir, a pesar de que las condiciones en general son buenas, a la hora de llevar a cabo los proyectos el contexto no ayuda: impuestos y burocracia y un nivel educativo general bajo suponen barreras al desarrollo digital que el gobierno y sus políticas no parecen saber atajar.
No hay que olvidar que el Foro Económico Mundial se caracteriza por un fuerte sesgo hacia la derecha, con lo que no es de extrañar la crítica a impuestos, regulación, burocracia y demás. Sin embargo, el diagnóstico es coherente con otros datos y opiniones que ya han sido vertidos aquí y en otros lugares: seguimos invirtiendo en infraestructuras cuando el problema está en las barreras a la demanda.
En mi opinión, medidas a tomar:
- Estimular la demanda, atacando las barreras que la contienen: capacitación digital y usos prácticos;
- liberalizar (de verdad) el mercado de las telecomunicaciones: una mayor demanda debería hacer posible una mayor oferta y a precios menores;
- abandonar políticas de infraestructuras destinadas a la adopción individual (p.ej. ordenador en el aula, subvención de ordenadores a las empresas);
- abanderar políticas decididas de promoción del gobierno electrónico y del comercio electrónico, especialmente el business-to-business o B2B: compra a proveedores y contratación electrónica, pagos electrónicos, etc.
No quería terminar sin un matiz: aunque las infraestructuras no sean, en general, un problema, sigue habiendo gente sin acceso a ellas. Que no se prioricen políticas de infraestructuras basadas en la propiedad (a) no quiere decir que se tengan que abandonar y (b) no quiere decir que no haya alternativas, como el acceso a infraestructuras públicas.
Entre las políticas más enfocadas a la e-inclusión (inclusión a secas, al fin y al cabo), y en contraposición a otras políticas más «de futuro», creo que los telecentros y el acceso a Internet en las bibliotecas públicas deberían figurar en el top-1 de las políticas sociales. Y un buen ejemplo son los Centros de Conocimiento del Plan Avanza2.
Aquí algunos estudios que apoyan la inversión en puntos de acceso público a Internet:
- Gómez, R., Ambikar, R. & Coward, C. (2009). “Libraries, telecentres and cybercafes. An international study of public access information venues”. En
Performance Measurement and Metrics, 10 (1), 33-48. Bradford: Emerald.
- Becker, S., Crandall, M. D., Fisher, K. E., Kinney, B., Landry, C. & Rocha, A. (2010). Opportunity for All: How the American Public Benefits from Internet Access at U.S. Libraries. Washington, D.C.: Institute of Museum and Library Services.
- Más bibliografía sobre el impacto de los telecentros en la brecha digital.
Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 25 marzo 2010
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Llego a través de Carlos Guadián a la siguiente afirmación de Pepe Cervera:
En el actual panorama político es más que probable que el partido que consiga atraer más internautas sea el partido que acabe ganando las elecciones.
A la que me gustaría añadir tres comentarios:
- Creo que los números que maneja Pepe Cervera sobre uso de la Red son optimistas. La brecha digital en España no es solamente cuantitativa, sino también cualitativa. Es decir, hay muchas formas de definir un usuario Internet en función de su frecuencia (¿entra una vez al día? ¿al mes? ¿al año?), y más todavía del tipo de usos (¿para buscar la cartelera en Google? ¿para desarrollar un mashup 7.0 que incremente en un 200% su productividad?).
- A ello hay que añadir lo que ya comenta también Carlos Guadián:
la existencia de ciberciudadanos no creo que sea equiparable al de usuarios de Internet
. Es decir, aunque uno tenga acceso frecuente a Internet y sepa sacarle partido, no significa que todo vaya a ser acción política: el uso de Internet puede ir desde chatear con amigos hasta derrocar un gobierno, pasando por invertir en bolsa o traficar con fotografías de menores.
- Por último, es perfectamente posible que uno aborrezca mucho más las políticas «analógicas» de los partidos que ahora están en la oposición que las políticas «digitales» de los que ahora gobiernan. Porque al final, es bien sabido que muchos de nosotros votamos al menos malo, no al mejor.
Sinceramente, creo que tendemos a creer que las personas que utilizan Internet son seres incorpóreos que no son de este mundo; los categorizamos como internautas y les atribuimos unas características comunes que no tienen por qué tener. Probablemente las tenían en el pasado: seguro hace 20 años, probablemente también hace 10.
Pero ya no, y en cualquier caso, cada vez menos.
Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 24 marzo 2010
Categorías: SociedadRed
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Andamos revueltos con un estudio de Yahoo! (al que todavía no he tenido acceso) que, con motivo de su 15º aniversario, encuesta a los ciudadanos españoles sobre su experiencia en Internet.
El titular es que el 35,3% de los españoles llevan más de 10 años navegando por Internet y el 67,1% más de 5 años
. Permítanme que tenga mis reticencias al respecto.
Según las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística o de Eurostat (quien utiliza las del INE aunque a menudo las presenta de forma distinta):
- En 2004, el número de usuarios que habían usado Internet en el último año (es decir, al menos una vez en un año) era del 44%.
- En 2003, los que lo habían hecho, de media, una vez a la semana, eran el 29%, subiendo al 31% en 2004.
- En 2002, el número de hogares (no he sabido encontrar la desagregación por individuos) que tenía Internet eran el 17% del total.
Por supuesto, estos datos no necesariamente contradicen los encontrados por Yahoo!. Es perfectamente posible que, hace 10 años, el 35% de Españoles accediese a Internet una vez al año y, además, lo hiciese desde fuera de casa. Que los datos no se contradigan (del todo) no significa que, en mi opinión, el titular sea tendencioso por triunfalista. Al fin y al cabo, conectarse a Internet menos de una vez por semana es estar excluido de la Sociedad de la Información en muchísimos aspectos, empezando por la facilidad de acceso en sí misma y terminando por las pocas competencias digitales que le supongo al usuario poco frecuente.
También cabe la posibilidad que la encuesta de Yahoo! — a la que, insisto, no he tenido acceso y mucho menos a su metodología — tenga algún defecto de forma y la población encuestada no sea representativa del total.
Y puede ser también que los encuestados mientan de forma impenitente.
O que, simplemente, tengan serios problemas en diferenciar realidad de ficción. No en vano, el 10% de los gallegos creen que dentro de 15 años será posible teletransportarse a través de Internet
. Porque, al fin y al cabo, esto de Internet es como las meigas: vistas, ni una; pero haberlas, a montones.
Para titular interesante, no obstante, el que reproduce Yahoo! Noticias referenciando a Europa Press: Los madrileños son los que antes llegaron a Internet con 10 años en la Red
que no sabe uno cómo interpretarlo. Tomado al pie de la letra, de todos los Internautas con 10 años de experiencia en la red, los madrileños fueron los primeros que, después de esos 10 años, se pusieron a utilizar Internet. Lo que no saben los madrileños es que los vascos ya estaban ahí antes que Internet se inventara.