¿Pueden pagar más los ricos? ¿Pueden pagar más los pobres?

Esta es una entrada en dos partes que analiza, a partir de los datos del IRPF2008 (los más recientes para el nivel de detalle requerido), cuestiones como la progresividad del impuesto de la renta, las desigualdades entre tramos, la (in)existencia de una clase media en España y la posibilidad de subir los impuestos a ricos y pobres. En la primera parte, Clase media, desigualdades, recortes e impuestos para los ricos, el análisis se centra en la desigual redistribución de la renta y en la menguante clase media. En esta segunda parte, ¿Pueden pagar más los ricos? ¿Pueden pagar más los pobres?, se analiza el impacto que cambios en los tipos de los tramos podrían tener en la economía y en los contribuyentes.

Cuando se habla de déficit hay una respuesta inmutable: hay que bajar el gasto, no hay otro remedio. Esta «verdad» es, al menos a priori, falsa: para que una resta dé cero siempre se pueden tocar los dos términos que la componen: el minuendo y el sustraendo. Así, para que un balance — o las cuentas públicas — sea equilibrado (el famoso déficit cero) podemos o bien reducir los gastos (el sustraendo) o, también, aumentar los ingresos (el minuendo).

El problema es que a veces es difícil aumentar los ingresos y las voces suelen sugerir pescar en el recurrido caladero de las rentas más altas, es decir, subir los impuestos a los más ricos. La pregunta, entonces, es: ¿Es posible subir los impuestos directos a los ricos? ¿Cuánto más pueden pagar?

Recuperando los datos que ya utilizamos en Clase media, desigualdades, recortes e impuestos para los ricos vamos a intentar responder a esta pregunta. Se trata de los datos del Ministerio de Economía y Hacienda sobre el IRPF de 2008 (los últimos disponibles con el nivel de detalle que necesitamos), y escogeremos como referencia la Base Imponible General. Como ya apuntamos entonces, esta es una medida muy grosera y, además, ha sufrido cambios notables en los últimos 3 años (especialmente por el aumento del paro). No obstante, creemos que aunque el detalle deba ser tomado con mucha cautela, las afirmaciones generales seguramente serán válidas porque los órdenes de magnitud sí se mantienen.

Una representación gráfica de los datos del IRPF 2008

A continuación hemos representado los datos en un gráfico que presenta información de varias formas:

La línea azul marca la renta media declarada (€ per cápita) por cada tramo (abscisas) de base imponible. Hemos cruzado esa línea azul (gruesa) con otras verticales (más delgadas) que marcan que:

  • el 30% de la población ingresaba como máximo el salario mínimo interprofesional (8.400 €/año en 2008);
  • la mitad de quienes hicieron la declaración (unos 7 millones del total) declararon ganar poco más de 13.500 €/año brutos;
  • solamente un 10% de la población declaró ganar más de 35.000 €/año.

La línea roja marca la renta neta después de pagar el IRPF que quedó en manos de los contribuyentes (€ per cápita). Es importante ver cómo, a medida que crece la renta, aumenta la distancia entre la línea roja y la azul, fruto de la progresividad de los tramos del IRPF: a más renta, mayor el tipo marginal.

  • Acompañando la línea roja, hay un área roja que marca la cantidad de dinero que, después de impuestos, queda en total en manos de los contribuyentes (€ totales, eje ordenadas derecho). Nótese que son 162.811 millones de euros, aproximadamente el 40% del total recaudado ese año: 275.686 millones de euros. Aunque este dato es altamente inexacto por utilizar las medias por tramos, nos da una vaga idea del tipo medio para toda España. No obstante, sí nos dice algo bastante seguro: vía IRPF, solamente podremos aumentar los ingresos alrededor de ese 40%, esos 160 mil millones.

    La línea verde representa un ejercicio de política-económica-ficción: restamos a la renta después de impuestos (la línea roja) una cantidad arbitraria (el salario mínimo interprofesional) que considraríamos que es lo que una persona necesita para vivir un año. Esta cantidad, como decimos, es totalmente arbitraria, ya que lo que una persona necesita depende de muchísimas otras variables (necesita pagar alquiler o hipoteca, tiene personas a su cargo, etc.) pero es una cantidad que, por una parte, está más o menos consensuada (el SMI) y, por otra, se antoja un cálculo (a ojo) bastante aceptable de la realidad.

    • A efectos prácticos, vemos que si el gasto fijo de una persona son esos 8.400€, quienes cobran menos de 12.000 € brutos al año no llegan a final de mes y quienes cobran más pueden ahorrar algo o consumir más.

    Acompañando a esa línea verde, el área del mismo color nos dice cuánto dinero quedaría en manos de los contribuyentes si (1) restamos los impuestos y (2) restamos el coste de la vida que hemos asociado arbitrariamente a una cantidad igual al SMI (la línea verde de puntos). Dicho de otro modo, si creyemos que es justo o necesario que las personas tengan, después de impuestos, una cantidad igual al SMI para cubrir sus gastos básicos, quedarían «libres» 63.347 millones de € que o bien se destinan ahorrar o a otros consumos o bien el Estado podría incorporar a su presupuesto. El ejercicio no se trata tanto de decir si esa cantidad es o no justa, sino hasta cuánto puede aumentar la presión fiscal vía IRPF:

    • apretando al máximo al contribuyente, se recaudaría un máximo de 63 mil millones de euros al año, no más. Este es un dato correcto al menos en lo que a órdenes de magnitud se refiere, y marca los límites (extremos) del impuesto sobre la renta de las personas físicas.

    Por último, el área gris es un segundo ejercicio de política-económica-ficcion: es el área de dinero que queda «libre» después de repetir el ejercicio anterior pero tomando como cantidad de referencia el doble del SMI. Es decir, aplicamos el IRPF, descontamos dos veces el SMI (un SMI para vivir, otro para otros gastos «no básicos»), y vemos cuánto dinero queda: 18.994 millones de euros.

    Algunas reflexiones sobre redistribución, cuánto pueden pagar ricos y pobres

    La primera reflexión es ver claramente donde la línea verde llega a cero, es decir, cuál es el punto de corte entre quienes tienen para llegar a final de mes y quienes no (contando la cantidad arbitraria de un salario mínimo neto o 8.400€ netos para vivienda, comida y roda). Hay aproximadamente un 40% de la población que, después de impuestos, se quedan con menos del SMI neto para vivir. Eso nos marca una clara línea de exclusión social.

    • Hay un 60% de contribuyentes (además de los que no contribuyen, claro, p.ej. por haber agotado el paro) que, pagados los impuestos y pagados los gastos de cada día, todavía tiene ahorros para algo más.
    • Hay un 40% que vive al límite o casi. Cualquier variación en los servicios públicos o en la tributación (incluída la indirecta) se los puede llevar por delante.

    El 90% de la población (rentas por debajo de 40.000 € brutos/año) «ahorrará» en el mejor de los casos un máximo de 10.000 euros al año (descontados los gastos básicos anteriores), con los que se permitiría vacaciones, cambiarse el coche, pagar la universidad o los libros del cole, etc. O una operación de miopía (2.000€) o pagar la guardería un año entero (4.000€) o la matrícula de la universidad (1.500€). Eso en el mejor de los casos, por supuesto.

    • Un incremento en el coste de los servicios públicos fundamentales (salud, educación, justicia) para el ciudadano ponen en aprietos al 50% de la población que gana entre 12.000 y 40.000€ y expulsan, directamente, a otro 40% que gana menos de 12.000. Para un 50%, dependerá de su sueldo el apretarse más o menos el cinturón. Para un 40%, simplemente, no será una opción.
    • Para que quede claro: hay un 40% (5,5 millones, a añadir quienes ni tan solo hacen la declaración y los familiares de todos ellos) de personas que difícilmente ahorran a final de mes y subir matrículas o costes sanitarios significará que no los van a usar.

    A menudo se habla de fijar un salario máximo universal, tanto en aras de la justicia social como, también, evitar que quién más tiene más pueda influir en política. Esto tiene sus límites. Según nuestro ejemplo (arbitrario, con sesgos, etc. pero orientativo) fijar un salario máximo cerca de los 40.000 € brutos anuales para todos los contribuyentes españoles aportaría al Estado cerca de 18.994 millones de euros. No es una cantidad pequeña, pero es «solamente» un 7% del total declarado en 2008. La conclusión es que se puede gravar más a los ricos, pero no es la solución a todos los problemas de los presupuestos.

    No obstante, dentro de esos 18.994 millones de euros sigue habiendo mucho margen. Si no para todo, sí para mucho:

    • Incrementar la presión fiscal una media del 5% al 10% más rico sería suficiente para cubrir los recortes propuestos para educación y sanidad juntas. Y todavía sobraría dinero.
    • Es simplemente inexplicable que se prefiera no aumentar la presión fiscal al 10% más rico que perjudicar al 90% restante.
    • Es simplemente inaudito que se prefiera no aumentar la presión fiscal al 10% más rico que llevarse por delante al 40% más pobre que muy probablemente no podrá soportar la parcial privatización de servicios como la educación y la sanidad públicas así como otros muchos recortes.
    • (también da que pensar sobre el sentido de voto de muchos millones de personas y sobre si son conscientes de que apedrean su propio tejado, pero eso es otra historia)

    Tres comentarios (y medio) a modo de cierre.

    El primero — y siempre teniendo en cuenta lo grosero, limitado y arbitrario de algunos números aquí sugeridos — es que hay un 40% de la población que mide (o debería medir) los gastos al milímetro. Y que cualquier desvío en ingresos o gastos significa no llegar a final de mes. Para un 50%, un desvío de ingresos o gastos es ajustar pautas de consumo: quedarse sin vacaciones o cambiar el coche. O aplazar una operación que no entra por el seguro (si es aplazable…). Para un 10%, un desvío de ingresos o gastos es prescindir de este lujo o de aquel. A grandes rasgos, esta es la realidad y hay poco margen de discusión al respecto. Que el rico merece o no el lujo que se permite, esa es otra cuestión que cada uno debe juzgar. Pero hay un 10% que se permite lujos, un 50% que se permite un que otro gasto para vivir un poco mejor, y un 40% cuyo objetivo es no caer en el hoyo.

    El segundo comentario es sobre qué debe hacerse con ese 40% que vive al límite. La primera reflexión es si debe haber un cierto grado de solidaridad para con ese grupo de personas. La segunda es si, incluso actuando desde el puro egoísmo, quienes viven mejor están interesados en invertir en el bienestar de los más pobres: los datos que dicen que sale más a cuenta, en términos económicos, invertir en educación y sanidad que en policías, juzgados o cárceles son abrumadores; y también la democracia se ve mejorada, lo que redunda en lo anterior. Y una tercera reflexión, relacionada con el velo de la ignorancia de John Rawls: uno no sabe en qué grupo va a acabar según se tornen las cosas.

    El tercer comentario es que el IRPF no es un chicle infinito. Por mucha redistribución que haya, o se afecta sobre la estructura de la economía, o los cambios intra-estructurales darán pronto con su límite natural. Dicho de otro modo: o se agranda el pastel, o lo que se puede repartir no será más de lo que hay.

    Medio comentario: los 23.500 millones de euros que se requieren para el rescate de Bankia no se pagarían ni fijando un salario máximo de 40.000 € brutos para todos los españoles, o el equivalente a subir 15 puntos el IRPF al 10% más rico. El problema, ahí, no es que el IRPF no dé para más: es que 23.500 millones son una barbaridad, en concreto cerca de una quinta parte del total que recaudó el impuesto en 2008. Para pensar.

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  • 15MpaRato: Wikileaks proactivo, justicia de masas o linchamiento virtual

    Esta mañana a las 11:00 se ha lanzado oficialmente la campaña 15MpaRato, cuyo triple objetivo es:

    1. Recopilar informaciones sobre Rodrigo Rato.
    2. Hacer que a Rodrigo Rato le resulte insoportable vivir en España, forzando su exilio.
    3. Que Rodrigo Rato sea condenado por la evidencia de las pruebas presentadas en el caso de que dichas pruebas confirmen un comportamiento delictivo.

    Se plantean, a bote pronto, tres reflexiones rápidas pero no por ello triviales.

    La primera reflexión es que 15MpaRato supone un giro hacia la proactividad en la búsqueda y difusión de información confidencial. Es decir, se hace una llamada explícita a hacer acopio de información sobre (en este caso) una persona física, en lugar de lo que, por ejemplo, realizaba Wikileaks cuyo modus operandi era de carácter más reactivo: recibía una información y, después, decidía cuándo y cómo difundirla. Aquí es al contrario: se fija el objetivo y se hace todo lo posible para recabar la información.

    La segunda reflexión es que, como ocurre en tantas otras iniciativas iniciadas en una red virtual, de naturaleza colaborativa y distribuida, 15MpaRato supone llevar al terreno de la lógica de redes, de la lógica hacker, la carga de la prueba de un caso de derecho penal. Esto no es nuevo en el fondo (las llamadas a la población a «colaborar» son tan antiguas como el delito mismo) pero sí lo es en gran medida en las formas: como empieza a ser costumbre en los movimientos sociales descentralizados, a pesar de ser ahora identificable el movimiento con Mini-Leaks, es fácil que pronto no haya cabeza visible y, a medida que pasen las horas y los días, no haya cabeza alguna. Varios medios reproducen ya la noticia, las afiliaciones y ramificaciones se reproducen de forma geométrica, y cuánto más se imbriquen con otras redes y movimientos, será difícil identificar el liderazgo con una o varias personas. Sin cabeza, también se perderá el control del mensaje. Esto no es ni bueno ni malo, es así, y esta es la esencia de la reflexión: hasta en materia de derechos y delitos, tenemos ya ejemplos de movimientos en red cuya forma y fondo variarán en función de la composición de la misma.

    La tercera reflexión es que 15MpaRato parte de la presunción de culpabilidad y el juego al equívoco entre juicio moral y responsabilidad penal. El hartazgo con la impunidad de una gran minoría no debería ser coartada para no cuidar las formas y para transitar por la delgada línea que separa el pedir justicia con el linchamiento público. Y pedir justicia en lo penal difiere completamente también de llevar a cabo un juicio — y sentencia — político. Es posible que Rodrigo Rato deba depurar determinadas responsabilidades en su desempeño de uno o varios cargos públicos. Y es incluso posible que Rodrigo Rato haya cometido delitos por los cuales deba responder ante la justicia. Pero en 15MpaRato no queda claro (o no me queda claro a mí) si se pretende un juicio de valores o un juicio por violar la Ley. O ambas. O ninguna, y solamente se pide el oprobio y el destierro moral y físico.

    Pero si se quiere justicia, las formas son fundamentales. Y la iniciativa 15MpaRato hace malabares con ellas.

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    La responsabilidad de los medios de la dosceromanía en las formas

    Los medios parece que no se ponen al día con la tecnología. Un primer impacto de este retraso pertenece al terreno de la eficiencia y la eficacia como organizaciones (como empresas), así como en la calidad del servicio que dan de cara a los ciudadanos (los clientes). Sin embargo, podemos considerar que es todavía más importante el impacto que el desconocimiento de la tecnología tiene no tanto en la calidad del servicio, sino en la calidad de lo servido, es decir, la información, el hecho de informar y de formar a la ciudadanía que también debe comprender el uso y el impacto del uso de estas nuevas tecnologías.

    En materia de Tecnologías de la Información y la Comunicación, hay un cierto consenso que en los últimos veinte años se han vivido, como mínimo, un par de puntos de inflexión. El primero, a mitad de la década de 1990, con la apertura de Internet al público en general y la generalización del protocolo GSM que significó la telefonía de segunda generación. El segundo, durante la siguiente década, con la llegada de una web más participativa (la llamada web 2.0) y la telefonía móvil de banda ancha o 3G.

    Han sido veinte años durante los cuales, mientras las personas a título individual iban adoptando las nuevas tecnologías, las instituciones quedaban atrás. Así, hay varios estudios que dicen que los profesores utilizan Internet pero no las escuelas; que lo hacen los abogados pero no los juzgados; que los políticos sí pero los partidos no; y así con todas y cada una de las instituciones que imaginemos… hasta llegar a los medios.

    Es sorprendente ver cómo los periodistas mantienen blogs y twittean en Twitter mientras los medios que conforman por agregación todavía son en gran medida ajenos a ello.

    Se hace difícil de explicar, por ejemplo, que tras varios meses de Primavera Árabe, con consecuencias políticas, sociales y económicas a toda una región del planeta — por no hablar de la repercusión internacional de las revueltas —, muchos medios (la hemeroteca está llena de ejemplos) clasificaran el movimiento del 15M bajo la categoría de «Tecnología», y encargaran la cobertura a los mismos periodistas que, dos días antes, habían cubierto el CES en Las Vegas o la presentación del último artilugio tecnológico. Es como haber analizado la política económica del ex-presidente Zapatero en la sección de deportes porque que un día dijo que era del Barça (aunque sí que se analiza el Barça en clave de política, economía, nacional, internacional, cultura y lo que haga falta, pero esa es otra cuestión).

    Mucho más recientemente encontrábamos cómo el gobierno español, durante la presentación de los Presupuestos Generales 2012, informaba que toda la documentación estaba ya colgada en la web y se podía acceder mediante un código BIDI. Resultó que el código BIDI no era tal, sino que se trataba de un código QR, error que reprodujeron ampliamente muchos medios. El ejemplo puede resultar frívolo, pero denota dos cuestiones de mayor profundidad que la mera confusión de códigos:

    1. Que muchos medios y muchos periodistas, fruto de su ignorancia tecnológica, fueron cadena de transmisión del error. Si esto puede parecer, como decíamos, peccatta minuta porque lo mismo da BIDI que QR, la reflexión es si también hay confusiones de este calado entre otros conceptos, digamos «próximos» entre ellos, como musulmán, islamista o yihadista.
    2. Y no sólo muchos medios fueron cadena de transmisión del error, sino que, sabedores de que el lector no sabe (no como ellos) qué es un código BIDI (o QR), se emplearon en explicarlo en sus páginas… explicando el uno por el otro (afortunadamente, el nivel de explicación era lo suficientemente superficial como para ser válido el intercambio).

    Peor, sin embargo, que no dominar determinados conceptos, es hacer bandera que sí se conocen haciendo ostentación de la jerga del sector. Un ejemplo lo tenemos en la pieza del diario Ara Mazoni, en un vídeo viral en defensa del mercado de la música. Los vídeos virales, seguramente el concepto más doscerista y «moderno» del mundo de la comunicación y el marketing en Internet, son aquellos que se propagan rápidamente, boca-oreja, y en muy poco tiempo son vistos por un gran número de personas, en cierto modo de la misma forma como un virus infecta una población.

    Pues bien, el concepto «viral» en ningún momento puede atribuirse ex-ante, al igual que una epidemia no lo es hasta que no hay un alto número de infectados. Por si fuera poco, el supuesto vídeo viral tiene, casi dos meses después de su lanzamiento, seis tweets, un compartido en Google+ y 67 me gusta en Facebook. No sólo se precipitó el medio, sino que, en estos momentos, está dando una información errónea: el vídeo, más que viral, es una enfermedad exótica.

    Un último ejemplo, especialmente irritante por repetirse casi a diario, es el caso del conductor de El Matí de Catalunya Ràdio, Manel Fuentes, que utiliza reiteradamente los términos «hashtag» y «egosurfing» al presentar los temas y el personaje del día. Desgraciadamente, el uso que se hace de ambos términos es incorrecto. Del todo. Sin matices.

    En mi opinión, este mal uso es doblemente criticable:

    • Por un lado, el uso incorrecto del término despista y desinforma a quien no lo conoce de primera mano, a quien tiene en un informativo una fuente de conocimiento. En Catalunya, esto sucede, seguramente, con la mayoría de oyentes de la emisora. Son oyentes que se acercan a un medio público para ser informados y, en cambio, salen desinformados y convencidos de lo contrario.
    • Por otro lado, el uso incorrecto del término desacredita el medio y el periodista ante el colectivo que sí conoce el significado correcto del término. Como decíamos antes sobre la confusión de los códigos BIDI y QR, uno empieza a dudar de la profesionalidad del medio, del periodista y de su equipo y, en consecuencia, pone también en cuarentena cualquier otra información que difunda: si no sabe qué es un «hashtag» (que ha revolucionado el Norte de África), ¿comprenderá qué es el bosón de Higgs y su importancia? ¿comprenderá la diferencia entre democracia representativa, directa y deliberativa?

    Estos usos incorrectos no son tolerables para los medios, menos aún cuando se trata de informativos, y mucho menos aún en el caso de los medios públicos.

    Además, da a entender que se está a punto de perder el tren del periodismo en el siglo XXI, dada la capital importancia de los nuevos medios digitales de comunicación. Más allá de mostrar que se conoce o no un tema, más allá de dar información errónea y así desinformar al ciudadano, más allá de todo esto, las Tecnologías de la Información y la Comunicación tienen también un impacto crucial en el mundo del periodismo. No distinguir un grupo de tweets de una revuelta (árabe o nacional), no distinguir un BIDI de un QR, no distinguir un «hashtag» del tema del día hace pensar en el agricultor que no distingue un tractor de una guadaña.

    El futuro del periodismo, tan necesario el segundo como incierto el primero, pasa, también, para conocer las propias herramientas de trabajo. Porque, en el fondo, es de eso de lo que estamos hablando.

    Entrada originalmente publicada el 9 de mayo de 2012, bajo el título La responsabilitat dels mitjans de la doszeromania en les formes en Reflexions sobre periodisme, comunicació i cultura (blog de ESCACC, Fundació Espai Català de Cultura i Comunicació). Todos los artículos publicados en este blog pueden consultarse allí en catalán o aquí en castellano.

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    La importancia de la banda ancha y Antón Reixa

    Hace un par de semanas, durante el evento Nethinking 2012, Antón Reixa, el recién elegido presidente de la SGAE, cargaba no contra quienes hacen un determinado uso de Internet, sino contra la tecnología en sí misma. Afirmaba, literalmente, que tú no necesitas banda ancha para el uso más convencional que puedas hacer de internet.

    La afirmación va más allá de lo sorprendente y entra en el terreno de lo pasmoso. Todo el planeta (todo el planeta) se debate en estos momentos en cómo incrementar la cobertura de la banda ancha a la vez que se hace su coste más asequible. Algunos países como Finlandia lo han declarado un derecho universal e incluso España ha establecido que debe ser posible que cualquier ciudadano que lo desee pueda conectarse a Internet a través de banda ancha. La Comisión Europea también ha debatido si el acceso a Internet a través de banda ancha, más que una posibilidad, deba ser también un derecho universal.

    Sin acceso a Internet a través de banda ancha son prácticamente imposibles todas las «e-derivadas» de la mayoría de bienes y servicios de una economía: la educación en línea, el comercio electrónico, la e-salud, la administración y el gobierno electrónicos, el entretenimiento (que, además de entretener, también crea lugares de trabajo)… y así, hasta todos o casi todos los aspectos de la vida que uno pueda imaginar.

    La bibliografía — científica, basada en datos y pruebas, no en especulaciones o impresiones personales — sobre el impacto positivo de la banda ancha en la economía es abundante. Dicha literatura va desde lo más cauto — tiene un impacto directo en el sector de las telecomunicaciones e indirecto en los sectores asociados — hasta el más eufórico — tiene un impacto directo e indirecto en todos los ámbitos de la economía —, pasando por los prudentes pero asertivos — puede que no tenga impacto positivo diferencial, pero la ausencia de banda ancha sí tiene un impacto negativo de dimensiones catastróficas.

    Dejo, a continuación, 30 referencias sobre el impacto económico de la banda ancha. No están todas, hay muchísimas más (dejando al margen que hay impactos que no son económicos: en equidad, en justicia, en calidad democrática, en educación, en…). Estas responden, únicamente, a una búsqueda rápida en mi propia bibliografía por las palabras «broadband» o «banda». Hay más referencias bajo las categorías Infraestructuras TIC, TIC para el desarrollo o Brecha Digital.

    Cerremos con la premisa que debería regir todo análisis: son los usos, no las herramientas, quienes son o no delictivos.

    Pequeña bibliografía sobre el impacto económico de la Banda Ancha

    Anderson, B. (2008). “The Social Impact Of Broadband Household Internet Access”. In
    Information, Communication & Society, 11 (1), 5-24. London: Routledge.
    Atkinson, R. D., Correa, D. K. & Naklada, S. (2008). Explaining International Broadband Leadership. Washington, DC: The Information Technology and Innovation Foundation.
    Beard, T. R., Ford, G. S. & Spiwak, L. J. (2009). The Broadband Adoption Index: Improving Measurements and Comparisons of Broadband Deployment and Adoption. Policy Paper Number 36. Washington, D.C.: Phoenix Center for Advanced Legal and Economic Public Policy Studies.
    Benkler, Y., Faris, R., Gasser, U., Miyakawa, L. & Schultze, S. (2010). Next Generation Connectivity. A review of broadband Internet transitions and policy from around the world. Cambridge: Berkman Center for Internet & Society.
    Comisión Económica para América Latina y el Caribe (2011). Banda ancha para el desarrollo y la inclusión. Documento para la Sexta Cumbre de las Américas, Cartagena de Indias, Colombia, 14 y 15 de abril de 2012. Santiago de Chile: CEPAL.
    Dailey, D., Bryne, A., Powell, A., Karaganis, J. & Chung, J. (2010). Broadband Adoption in Low-Income Communities. Brooklyn: Social Science Research Council.
    European Commission (2006). Bridging the Broadband Gap. Luxembourg: Office for Official Publications of the European Communities.
    European Commission (2008). Development of broadband access in Europe. Accompanying document to the Communication on future networks and the internet. Brussels: European Commission.
    European Commission (2008). Indexing Broadband Performance. Accompanying document to the Communication on future networks and the internet. Brussels: European Commission.
    European Commission (2008). Methodology for the collection of data on broadband prices. Brussels: European Commission.
    García Alba, J. (Ed.) (2009). Economic Development and Inclusion through Local Broadband Access Networks. Washington, DC: Multilateral Investment Fund, Inter?American Development Bank.
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    Horrigan, J. B., Stolp, C. & Wilson, R. H. (2006). “Broadband Utilization in Space: Effects of Population and Economic Structure”. In
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    Kolko, J. (2010). Does Broadband Boost Local Economic Development?. San Francisco: Public Policy Institute of California.
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    OECD (2008). Broadband and the Economy. Paris: OECD.
    OECD (2009). Indicators of broadband coverage. Paris: OECD.
    OECD (2010). Wireless broadband indicator methodology. Paris: OECD.
    Reding, V. (2007). Why Greece needs broadband and why it needs it now – a European perspective. Speech at The International Conference. Athens: European Commission.
    Smith, A. (2010). Home Broadband 2010. Washington, D.C.: Pew Internet & American Life Project.
    Trkman, P., Blazic, B. J. & Turk, T. (2008). “Factors of broadband development and the design of a strategic policy framework”. In
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    Yates, D. J., Gulati, G. J. & Weiss, J. W. (2010). “Towards universal broadband. Understanding the impact of policy initiatives on broadband diffusion and affordability”. In Alexander, T., Turpin, M. & van Deventer, J.,
    ECIS 2010 Conference proceedings. 18th European Conference on Information Systems (ECIS), June 2010. Pretoria: University of Pretoria.
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    Ciudadanía y ONG: Foro de Debate

    Durante el mes de abril estuvieron activas la primera y segunda fase del proyecto participativo Ciudadanía y ONG: Desde la indignación y la resistencia inteligente impulsado por la Fundación Esplai. El objetivo del proyecto es abrir un debate dentro del Tercer Sector sobre cuál debe ser el papel de la sociedad civil organizada en un momento de cambio como el que estamos viviendo.

    La primera fase consistía en leer una propuesta de textos y, a continuación (2a fase), responder a una encuesta que permitiese ir identificando los puntos de consenso así como las cuestiones más abiertas. Los resultados de dicha encuesta pueden verse resumidos en la siguiente presentación:

    Lo que ahora se propone es debatir de una forma mucho más abierta los temas que el proyecto ha identificado como más candentes. Para ello, se ha abierto un foro de debate que, por ahora, contempla seis hilos de discusión así como un hilo para aportar propuestas de experiencias prácticas:

    1. ¿Qué voz deben tener las ONG en una sociedad en red?
    2. ¿Cuál es el decálogo de “injusticias palmarias” que indignan a la ciudadanía y que las ONG deberían afrontar?
    3. ¿Cómo deben transformarse internamente las ONG?
    4. ¿Qué objetivos pueden impulsar la participación transformadora?
    5. ¿Cómo pueden contribuir las ONG a la lucha por la superación de los prejuicios entre generaciones y estimular la participación de ciudadanos jóvenes y mayores?
    6. ¿Cómo deben afrontar la digitalización las ONG?
    7. Experiencias prácticas de ONG de participación transformadora

    El foro estará abierto del 30 de abril al 22 de mayo y todo el mundo está invitado a participar.

    barra

    Leer los textos:

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    El 15M desde la participación ciudadana

    Pedro García García me hizo una entrevista por correo electrónico sobre el 15M y la participación de la ciudadania en el movimiento, con especial énfasis en las diferentes identidades que se le han atribuido al movimiento. Estas son mis respuestas.

    ¿Qué implicación personal tiene en el 15-M?

    Depende de cómo definamos el 15M y de cómo definamos participar.

    Si definimos el 15M como una manifestación al uso y participar ser parte de la organización, mi participación en el 15M se ha limitado a asistir a algunas pocas asambleas (en acampadasol y acampadabcn) y a sumarme a alguna manifestación. En este sentido, no he sido parte de la organización del movimiento.

    Si, no obstante, definimos el 15M como un movimiento distribuido, en red, donde cada uno aporta lo que puede y quiere desde donde puede y quiere, me siento plenamente identificado con el movimiento y considero que he participado activamente en él:

    ¿Es miembro de alguna asociación o grupo político?

    No.

    Hace ya muchos años decidí darme de baja de una ONG a la que pertenecía y, desde entonces, he preferido colaborar con distintas organizaciones (partidos, ONG, asociaciones) con distintos niveles de implicación en función del proyecto en el que me invitaran a participar.

    Puedo destacar que actualmente soy miembro del consejo asesor de Fundación Esplai y de Fundació Catalana de l’Esplai, con quienes llevo unos años participando en diversas iniciativas vinculadas a la inclusión social y la brecha digital, como el actual proyecto Ciudadanía y ONG. He colaborado también con distintos partidos políticos tanto a nivel local como autonómico y nacional: me interesa más que se consigan determinados objetivos que quién los consigue, y me interesa más participar donde puedo aportar algo que la afiliación incondicional y a largo plazo.

    El 15-M, en gran parte, ha hecho hincapié en autodenominarse como un movimiento «apolítico». ¿Por qué apolítico si muchas de sus demandas están estrechamente relacionadas con la izquierda?

    Creo que habría que distinguir dos formas muy distintas de entender la palabra «apolítico». Una acepción de apolítico, la que recoge el DRAE, es aquello que es ajeno a la política, que no le importa la política o incluso la rehúye. Otra acepción, que es precisamente el uso más popular, es entender apolítico como «sin afiliación o adscripción política», es decir, sin pertenecer a ningún partido o formación política organizada.

    En mi opinión, es en esta segunda acepción donde hay que enmarcar el 15M: es un movimiento «apolítico» en el sentido de que no tiene su origen en un partido, un sindicato, un think tank, una ONG o cualquier otra organización.

    Pero por supuesto que es político y mucho: si el 15M es algo, es política en su estado más puro. Lo dice también el DRAE: política es la actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.

    Vale la pena añadir que, aunque si bien es cierto que muchas de sus demandas son de corte progresista, no lo son todas.

    Si en vez de como apolítico se hubiera postulado de izquierdas, ¿hubiese atraído a tanta gente? ¿Cree que un movimiento apolítico atrae a más personas que uno de izquierdas?

    Ante una situación de grave crisis de legitimidad de los políticos y los partidos políticos), lo que está claro es que cualquier identificación del 15M con un partido o un político en particular le hubiese equiparado a un partido más y, con ello, arrastrado al movimiento al hoyo de legitimidad del resto de partidos. De ahí ese desmarcarse explícitamente de cualquier organización política (incluidos los sindicatos).

    Esto en lo que se refiere a «apolítico» como «sin relación con un partido».

    En lo que refiere a derechas o izquierdas, creo que es ilustrativo ver el movimiento del 15M como un montón de personas que salieron a las plazas cada una con su problema particular (el paro, la hipoteca, la decadente calidad de la política de partidos, la impotencia ante la implacabilidad de los mercados financieros, etc.) y que volvieron a casa dándose cuenta de que, en realidad, el problema era uno: la pérdida de control sobre la gobernanza del sistema.

    En este sentido, no considero que el 15M sea un movimiento de derechas o de izquierdas, si bien es cierto que la aproximación neoliberal de la gestión de lo público pretende precisamente que ese sistema se autoregule, mientras que la aproximación más progresista suele aspirar a tener más control sobre el sistema. De la misma forma, las aproximaciones más neoliberales a la política tienden a no ver tan necesaria la participación como las más progresistas. Así, es lógico que las propuestas del 15M hayan resonado más en la izquierda que en la derecha. Pero considero esa resonancia más una consecuencia que una causa o un objetivo perseguido por el movimiento en ningún momento.

    ¿Cuándo y cómo se decide la imagen apolítica del 15-M?

    La imagen apolítica del 15M no se decide: es.

    Es desde el mismo momento en que diferentes iniciativas como Democracia Real Ya, Nolesvotes o V de Vivienda emergen de la ciudadanía no organizada formalmente en entidades que el 15M deviene apolítico por construcción. Es después, en las plazas, que se hace un esfuerzo consciente por alejarse de la afiliación política, por rechazar los intentos de capitalización que del movimiento hacen algunas personas u organizaciones. Y son los mismos medios de comunicación los que refuerzan ese esfuerzo por la no identificación del movimiento con una doctrina política en concreto.

    Pero creo que es importante resaltar que esa imagen apolítica del 15m no es tal, es decir, no es una imagen: es la misma naturaleza del movimiento.

    El indignado, ¿ha ido cambiando con el paso de los meses? Era el mismo indignado el de Plaza Catalunya que el de las concentraciones alrededor del Parlament?

    Creo que al hablar de indignados hay que hacer, como mínimo, dos apuntes fundamentales.

    El primero es la distinción, muy necesaria, de quienes se han indignado de muchas y variadas formas y quienes se han salido a la calle con el objetivo de ejercer la violencia contra personas y patrimonio personal o público. En mi opinión ha habido en cada plaza y en cada manifestación una combinación de ambos, pero creo que es posible separarlos dado que sus objetivos son distintos: el de los primeros es constructivo — para mejorar el sistema — y el de los segundos es destructivo — para acabar con él.

    El segundo apunte es sobre qué entendemos por indignado. Si indignado es quien sale a las plazas o a las manifestaciones o quien participa en las asambleas, es cierto que la pluralidad inicial del movimiento ha ido perdiéndose a favor de menos personas pero más activas en la organización de iniciativas y en la elaboración de propuestas.

    Si entendemos, no obstante, el indignado como «aquel que salió a la plaza con un problema personal y volvió a casa con la sensación que todos los problemas tenían un origen común», no creo que haya habido gran cambio o, en cualquier caso, no a menos, sino a más. Puede que no se ocupen plazas, pero la disensión en el día a día es mayor, como lo es el agotamiento del ciudadano frente a la política. Desde el 15M ha habido varios comicios electorales, dos huelgas generales, charlas, seminarios, asambleas, páginas y más páginas de Internet y de papel… No creo que, en términos de opinión pública y de fondo, el 15M haya perdido ni un ápice de energía o cambiado sus postulados iniciales.

    ¿Qué imagen tiene actualmente la ciudadanía del indignado? ¿Cuál ha sido su evolución desde que empezó el movimiento?

    Creo que es complicado intentar afirmar qué piensa la ciudadanía de ningún tema sin preguntarles. Los últimos datos del CIS indican que la abstención, voto en blanco e indecisos se mantienen o suben: puede que no sepamos qué piensa la ciudadanía del indignado, pero sí sabemos que un síntoma de esa indignación sigue ahí.

    Por otra parte, no hay que confundir el abandono de las plazas con el abandono de la actividad: más allá del momento puntual de manifestación en la vía pública, tanto antes como después de las acampadas hay un importante número de personas que siguen organizando asambleas, reuniones, seminarios, charlas, propuestas. El problema no está, pues, en la imagen que tiene la ciudadanía, sino en si tiene imagen alguna debido a la (poca) visibilidad del movimiento. Dicho de otro modo: la pregunta no es qué imagen se tiene del movimiento, sino qué visibilidad tiene.

    Y para responder a qué visibilidad tiene hay que preguntarse qué imagen o qué visibilidad han querido dar de los indignados las instituciones democráticas, en concreto gobiernos, partidos y medios de comunicación. En general, y con contadas excepciones, la imagen que han dado partidos y gobiernos ha ido desde la negación hasta la criminalización, pasando por el ninguneo. Y los medios de comunicación, en general afines a sus respectivos partidos no han sabido, en mi opinión, tampoco ser capaces de centrar el debate: lo que importa no es si el 15M es de una forma o de otra, sino por qué existe, cuáles son sus causas. Y esas preguntas siguen sin hacerse en la mayoría de los casos, con los que nos perdemos en detalles sobre un pequeño porcentaje violento, sobre si las propuestas son más o menos fundamentadas o sobre es legal acampar o no.

    ¿Porqué el 15-M perdió el interclasismo y la gran diversidad social que tuvo en los primeros días?

    No sé si estoy de acuerdo con lo que viene a afirmar la pregunta.

    Para empezar, considero que la clase media en España apenas existe y es más un latiguillo o una coartada de algunos discursos políticos que una realidad estadística.

    Lo mismo sucede con las clases sociales: la terciarización de la economía y la digitalización de muchas tareas han comportado la descentralización de muchos procesos que antes tenían lugar en el seno de la empresa. Autónomos, falsos autónomos, freelancers, externalizaciones y outsourcing, son la prueba fehaciente que hoy en día una persona con un ordenador se pueden constituir como empresa, difuminando lo que antes era una distinción clara entre obrero y burguesía capitalista.

    En mi opinión, no ha habido jamás interclasismo porque no hay tales clases o, si las hay, no son muchas ni tan bien delimitadas. Considero que el movimiento Occupy Wall Street lo definió muy bien: hay un 99% y hay un 1%. Y el 15M recogió el 99%.

    ¿Cuáles son los retos del 15-M para volver a llenar las calles? ¿Es más difícil ahora que el año pasado?

    Creo que la pregunta más apropiada no es sobre los retos para llenar las calles sino si hay que volver a llenar las calles. Y, en mi opinión, no es necesario. Llenar las calles no creo que debiera ser un objetivo en sí mismo: el objetivo es llenar los partidos, los gobiernos y los parlamentos de ideas y de gente competente.

    Las acampadas y las manifestaciones sirven para poner el foco de la opinión pública sobre la cuestión. Y puede ser conveniente recordar que el problema sigue ahí, que no ha desparecido o se ha solucionado con unas elecciones locales, autonómicas o legislativas. Pero las calles son un instrumento mediático, para llamar la atención.

    Lo que hay que llenar son las instituciones de la democracia, por muy descalabradas que estén.

    ¿Han notado el acoso de la prensa? ¿Qué posturas desde los medios de comunicación pueden favorecer más y menos al movimiento?

    Muy sintéticamente, considero que gran parte de la prensa obedece a intereses empresariales que a su vez tienen estrechos lazos con intereses políticos. El cuarto poder ha pasado, así, por una parte a definir la agenda del debate público en función de lo que le interesa y, por otra parte, a legitimar las acciones de política tomadas como respuesta a la agenda pública.

    Por este motivo la prensa ha recibido un ataque feroz desde la ciudadanía, que ahora dispone de sus propios medios de comunicación. En muchos aspectos, lo que ahora presenciamos es una doble batalla entre medios y ciudadanía: una por la legitimidad del informador y otra por el control de la agenda pública.

    El problema es que considero que hay pocos intentos de centrar el debate, de buscar espacios de diálogo, de construir puentes. Por ambas partes.

    En las asambleas: ¿participan todos? ¿hay libertad de opiniones? ¿qué hay que mejorar para que sean más plurales?

    Seguramente habría que separar las asambleas multitudinarias de las plazas de las pequeñas asambleas que todavía tienen lugar en los barrios.

    Las segundas, con este formato u otro distinto ya existían, y lo que el 15M ha hecho ha sido darles un soplo de aire, una energía renovada.

    Las primeras han pasado por muchas fases distintas, desde una gran pluralidad de opiniones hacia una progresiva concentración de las mismas en manos de quien está más organizado o tiene más recursos (tiempo, dinero) para participar.

    Se suele decir que uno de los grandes logros del 15M es que ha sido una gran «escuela de democracia». Eso es cierto para lo bueno y para lo malo. Para lo bueno porque se ha recuperado gran parte del espíritu de las democracias modernas, del debate, del «una persona un voto», en parte porque las Tecnologías de la Información y la Comunicación han facilitado sobremanera esa democracia directa y esa democracia deliberativa. Para lo malo porque se ha constatado una cosa que ya sabíamos pero que a lo mejor había que recordar: participar tiene un coste, a menudo un coste altísimo, y es por eso por lo que tenemos democracias representativas.

    El reto es, seguramente, cómo incrementar la participación sin que los costes de hacerlo sean prohibitivos. Tenemos nuevas tecnologías que nos permiten disminuir los costes, pero el tiempo sigue siendo finito.

    Sobre Democracia Real Ya: ¿Debe constituirse como una asociación? ¿Por qué? La escisión que se ha producido, ¿perjudicará al movimiento?

    Se me hace difícil diagnosticar qué sucederá en el futuro y, en consecuencia, valorar si el movimiento es adecuado o no.

    Por una parte, y en la misma línea argumental de lo costoso que es participar incluso existiendo Internet, constituirse como asociación hace más fácil que puedan organizarse recursos alrededor de la consecución de objetivos, trazar planes y, sobre todo, ser capaz de realizar una interlocución autorizada en el ámbito de la institucionalidad: un gobierno o un parlamento — que no olvidemos que por ahora son los que toman las decisiones — necesita saber que cuando habla con alguien este alguien no habla por sí mismo, sino que efectivamente representa a un colectivo más o menos numeroso, igual que el partido representa a los afiliados y simpatizantes y el gobierno y un parlamento vienen legitimados por las urnas.

    Por otra parte, el que haya habido escisión puede deberse a dos motivos. El primero es que haya quien no comparta lo dicho anteriormente, es decir, que es posible seguir haciendo política fuera de las instituciones y que haya que seguir explorando caminos alternativos. El segundo es que haya habido disenso no en el fondo, sino en las formas, en el proceso cómo se constituye dicha asociación. Esto último, sin lugar a dudas, perjudica al movimiento porque crea fractura, fractura que no es debate (lo que sería bueno), sino escisión y confrontación.

    El primer motivo debilitará o perjudicará al movimiento en función de si esos caminos alternativos acaban siendo viables o no, y parte de ello depende de la guerra por el control de la agenda pública a la que aludía anteriormente. El éxito del 15M a largo plazo no debería medirse, creo, en función del número de propuestas concretas conseguidas, sino en función de si es capaz de conseguir que se hable de esas propuestas o de los problemas que quieren resolver dichas propuestas.

    A riesgos de parecer equidistante, creo que ambos frentes — 15M como asociación y 15M como movimiento emergente — son no solamente deseables sino necesarios: es necesario poder identificar las propuestas con una organización y dicha organización con un colectivo que la apoya (porque así funciona el resto de la sociedad todavía), pero también si cabe más necesario todavía que haya personas individuales que actúen transversalmente y puedan hacer capilarizar el ideario del 15M dentro de las ONG, los sindicatos y los partidos.

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