Del inventario de la administración electrónica al uso efectivo: sobre los informes REINA e IRIA

En los últimos días se ha dado la coincidencia de la defensa de tesis del (ahora ya) doctor Darío Quiroga y la publicación de la edición para 2012 del informe IRIA. ¿Qué tienen en común estos dos sucesos?

Nos dice el Portal de la Administración Electrónica:

El informe IRIA presenta una visión global de la situación y uso de los Sistemas y Tecnologías de la Información y las Comunicaciones en las Administraciones Públicas, recogiendo los principales agregados del sector y su evolución […] El informe se elabora en base a la explotación de la información obtenida mediante la actualización de los Sistemas de Información REINA e IRIA. El Sistema de Información REINA tiene como ámbito la Administración del Estado y se actualiza anualmente en el marco de la Comisión Permanente del Consejo Superior de Administración Electrónica. El Sistema de Información IRIA tiene como ámbito la Administraciones Local y se actualiza bienalmente.

En otras palabras, los informes IRIA y REINA presentan un encomiable esfuerzo de inventariado de las infraestructuras tecnológicas en la administración pública española, así como las inversiones realizadas en el terreno a lo largo de los distintos ejercicios que cubre. Este inventario nos sirve, entre otras cosas, para detectar en qué lugares hacen falta más inversiones de forma que la cobertura de dichas infraestructuras sea mayor, o sea equitativa, así como detectar posibles puntos de fracaso debido a una carencia de dichas infraestructuras.

No obstante, nos explicaba Darío Quiroga en su tesis doctoral que aunque tanto los países de América Latina y de la OCDE han invertido fuertemente en Tecnologías de la Información y la Comunicación en los últimos 12 años, solamente los segundos las aprovecharon para cambiar sus instituciones y apostar fuertemente por cambios en los modelos organizativos y los procesos productivos. Los primeros, así como algunos países asiáticos, no obstante, enfocaron sus inversiones tecnológicas a substituir y mejorar los procesos, pero sin transformarlos. La ausencia de cambio organizativo e institucional explicaria una parte importante del diferencial de productividad y de impacto en el PIB entre los países de la OCDE y los de América Latina.

¿Y esto qué tiene que ver con los informes IRIA y REINA de la Administración Electrónica?

La respuesta es muy simple: su visión estrictamente centrada en las infraestructuras, dejando al margen tanto los procesos y la organización como, muy importante también, el lado de la demanda, a saber: el uso que hacen los ciudadanos.

Una gran carencia que tienen los informes IRIA y REINA es que si bien sabemos cuántos ordenadores, cuántos portales de Administración Electrónica o cuandos DNI electrónicos, no sabemos el uso de los ordenadores y portales y DNI electrónicos, para qué se utilizan, si han supuesto un ahorro en dinero o en tiempo para la Administración o para el ciudadano. En definitiva, sabemos cuánto, cómo y dónde hemos invertido, pero nos queda la pregunta del millón por hacer: para qué y, por tanto, si ha valido la pena.

Si bien es cierto que el INE — y seguramente las administraciones a título individual — recoge algunos indicadores de uso, ni son comparables al detalle de que disponemos para infraestructuras e inversiones ni sirven tampoco mucho para la toma de decisiones, por más que el Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información y el organismo estatal Red.es se esfuercen (y lo hacen, mucho y bien) en exprimir los datos.

Sería deseable, pues, al elaborar este tipo de informes, hacerlos más comprehensivos, incorporando (de una vez) indicadores tanto del lado de la oferta como de la demanda. De no hacerlo, jamás podremos hablar de impacto. A efectos contables, en la hoja de cálculo o en la presentación ante una sala de prensa, gastarse una millonada en ordenadores o quemar esa millonada en una hoguera es prácticamente lo mismo: es dinero que sale del bolsillo. Si bien es fundamental saber dónde va el dinero — y es meridianamente diferente gastar que invertir —, si no sabemos a quién ha llegado, no sabemos nada o casi nada, con lo que no sabemos si sirvió para algo. Porque, más allá de la contabilidad, está la economía y, sobre todo, la política.

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