Democracia como participación, democracia como maximización de votos

Ayer tuvo lugar un proceso participativo para la reforma de la Avenida Diagonal de Barcelona. La consulta partía del punto que una de las principales arterias viales de la ciudad debía reformarse para mejorar la movilidad dentro de la misma. Se ofrecían tres opciones: dos de cambio y una tercera que significaba dejar las cosas como están. Ganó esta última con un 80% de los votos de una exigua participación del 12% del censo.

En el momento de conocerse los resultados, el alcalde Jordi Hereu afirmó que se había puesto de manifiesto el distanciamiento del consistorio con la ciudadanía, y aunque con otras palabras, calificó el proceso participativo de fracaso total. Sí con estas palabras lo tildaron propios y extraños, pidiéndose dimisiones — tan devaluadas como las huelgas de hambre… — a diestro y siniestro.

Lo que fue mal

Dos grandes aspectos fueron mal — o fatal — en la consulta.

El primero fue de carácter técnico: durante todo el proceso fueron apareciendo irregularidades que, a mi modo de ver, deberían haber invalidado el mismo de forma fulminante. Desde la probada suplantación de identidad en el voto hasta la presentación nada equitativa de las distintas opciones a ser votadas, donde la visibilidad de la opción C (no cambiar nada) palidecía a la sobra de las otras dos.

El segundo aspecto fue, a tenor de las críticas, el partidismo del gobierno por una de las dos opciones y, en cualquier caso, contra lo que muchos han tildado de inmobilismo. El último ejemplo apuntado en el anterior párrafo es uno de tantos otros donde el gobierno no solamente ha sido parcial, sino tendencioso.

Lo que fue bien

En mi opinión, y ligando con mi última afirmación, no creo que un gobierno deba mantenerse neutral. Aunque seguramente es más higiénico que lo haga su grupo político, también considero transparente que el Alcalde y su equipo se pronuncien sobre su opción preferida. Entre otras cosas porque son quienes tienen más y mejor información sobre el asunto.

Por supuesto, que uno se pronuncie no debe ir en detrimento de la publicidad de las otras opciones y, ni mucho menos, confundir informar a los ciudadanos con hincharlos a propaganda para loor y gloria del alcalde — que es lo que muchos, oposición y ciudadanía han achacado a este proceso.

Dicho esto, lo que fue bien, en mi modesta opinión, fue que se diera el hecho en sí, que hubiera una consulta, que esta tuviese lugar con independencia del resultado final.

Y es ahí donde discrepo con la mayoría de afirmaciones que he oído entre ayer y hoy.

¿Democracia?

La democracia no es convencer ni ganar, sino participar. Y no solamente en la votación, sino en el debate previo.

Identificar una consulta cualquiera — con las excepciones naturales de unas elecciones o una moción de confianza/censura — con un plebiscito sobre el gobierno es un signo de lo enfermas que están nuestras democracias. Es insultar al ciudadano que se ha tomado su tiempo en informarse, en debatir, en contrastar. Por no hablar del tiempo que se ha tomado en votar.

Me parece inaudito que el alcalde crea que su gobierno está lejos de la ciudadanía y no ha sabido escucharla, precisamente cuando ha tenido el valor y energías para consultarle su opinión. Solamente se entienden estas afirmaciones si al alcalde le importaba un rábano la opinión de sus conciudadanos y lo que buscaba era un baño de multitudes que confirmara su visión de estadista.

La misma opinión me merece la oposición, por idénticos motivos y por pensar que una consulta es algo tan extraordinario como unas elecciones, o por pensar que las consultas se ganan o se pierden porque los votantes son rebaños amansados que deben responder a sus consignas abyectas.

De las mil teorías que intentan describir la democracia y la acción política que en ella se circunscribe, me quedo con dos:

  • La primera dice que los gobernantes son personas elegidas entre sus pares, personas que abandonan sus propias convicciones para erigirse en gestores del interés común, así como sabios capaces de ver un poco más allá — ese más allá es el que difiere según ideologías, claro — y guiar a la comunidad hacia metas que hagan incrementar el bienestar de todos.
  • La segunda afirma que gobernantes, políticos y partidos son maximizadores de votos. Ni ideas, ni metas, ni gestión, ni niño muerto. Se comportan como un comercial cuyo objetivo es maximizar ventas, pero en lugar de p.ej. coches, venden votos: montan su campaña comercial, atacan a la competencia, invierten todo el dinero en el envoltorio, se aseguran que su producto esté en todos los medios y en los mejores lugares del supermercado (político).

Y mientras algunos votaron por una u otra Diagonal en Barcelona, confiados que les pedían su opinión, su implicación en la construcción de su ciudad, lo que otros tenían en mente era un estudio de mercado.

Algunos se estarán riendo entre dientes tildándome de ingenuo: mientras, nosotros cabalgamos.

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