Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 09 marzo 2011
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Se lanza hoy, para la comunidad de habla hispana, la iniciativa purposed/es para reflexionar sobre el propósito de la educación.
La iniciativa es relevante por los cambios sistémicos que estamos presenciando — fundamentalmente la revolución digital y todo lo que se desgrana de ella — así como cambios más puntuales — crisis internacional financiera y recortes en servicios públicos — que en parte derivan de la primera.
Aunque debería ser una costumbre recurrente, es imperdonable, en este contexto de cambios, (re)plantearse si lo que «siempre ha sido así» debe seguir siendo «así», si es válido o, simplemente, si seguirá siendo posible. Y la educación es, sin lugar a dudas, un objeto de debate de primer orden.
Algunos fundamentos sobre los cuales se edificó nuestro sistema educativo que (seguramente) nunca más serán válidos:
- La información es escasa y se concentra geográficamente en grandes centros del saber (universidades, escuelas, bibliotecas, centros de investigación…).
- Los expertos en una materia son también inaccesibles y suelen concentrarse alrededor de los grandes centros de saber.
- Solamente los expertos son capaces de crear más saber y difundirlo, porque solamente ellos tienen a su disposición las herramientas para hacerlo.
- La educación y la formación suceden durante una etapa de la vida y solamente en dichos centros de saber.
- Lo que aprendimos una vez lo podremos aplicar para siempre jamás en nuestros procesos productivos o en nuestro tiempo de ocio.
En mi opinión, dada la abundancia de la información, dada la accesibilidad de la misma (ya sea en «soportes» explícitos o tácitos), dada la posibilidad de crear y recrear, y dada la variabilidad del entorno, se hace más necesario que nunca que la educación dé un paso atrás y pase de enseñar algo a enseñar a aprender. Por tópico que parezca, me parece crucial que cualquier persona sepa interpretar los cambios en su entorno y diseñar un plan de aprendizaje como respuesta a dichos cambios.
En una sociedad industrial debíamos saber trabajar con máquinas para realizar determinados procesos. En una sociedad de la información, parece lógico pensar que debemos saber trabajar con estrategias de aprendizaje para poder incorporar nuevos saberes que nos permitan reiniciar el ciclo del conocimiento.
En la sociedad de la información el conocimiento es capital. Y la educación debe proporcionarnos las herramientas para gestionarlo en todas sus fases: desde la adquisición hasta el producto final.
Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 19 febrero 2011
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Comentaba en Irene Rigau y la contrarreforma del Escuela 2.0 que me parecía bien parar el proyecto de un ordenador por estudiante en Catalunya, al mismo tiempo que denunciaba la falta de una tercera vía que no supusiera volver a la tecnología PLG (papel, lápiz y goma).
La mayoría de lo que se ha podido leer estos días, sin embargo, sigue ante lo que en mi opinión es una falsa disyuntiva:
- Los ordenadores en el aula son caros y no han demostrado ningún impacto positivo en materia de aprendizaje (de hecho se suele utilizar el término «enseñanza»). La opción es olvidarnos de ellos y volver a lo que conocíamos: la letra con PLG entra.
- Saber «informática» (hablemos con propiedad: competencias digitales) es buena y es el presente, luego los ordenadores son necesarios. Devolvámoslos, pues, al aula.
Creo que ambas afirmaciones son ciertas en sus premisas, aunque las conclusiones no son, creo, necesariamente las que se extraen. Básicamente, creo que hay tres frentes abiertos y que atacarlos no pasa necesariamente ni por poner ordenadores en el aula ni por quitarlos de la vida de los estudiantes.
Brecha digital
Una de las principales cuestiones para defender los programas 1×1 es que cierran la brecha digital. Pero cerrar la brecha digital en el aula con un café para todos tiene dos grandes problemas.
El primero es que se cierran brechas ya cerradas. Como ya he comentado, la penetración de ordenadores e Internet entre los niños y adolescentes españoles es elevadísima. A diferencia de otros países, en España vale la pena ya empezar a segmentar y hacer políticas específicas para los excluidos digitales, que ya no son la mayoría.
El segundo es que cerrando la brecha en la escuela dejamos abierta la brecha en casa. Uno de los beneficios de que un niño tenga ordenador (portátil o no) es el efecto multiplicador positivo en la familia, tanto en sus padres como, sobre todo, en sus hermanos (especialmente los menores). Mientras intentamos proveer a las escuelas de un ancho de banda y una potencia eléctrica suficientes para soportar concurrencias inauditas (a un coste insoportable, como se ha visto), dejamos los hogares desconectados.
Lo cierto es que el combate brecha digital no habría que plantearlo desde la escuela, porque este no es un problema (exclusivo) del departamento de Educación, cuyos objetivos deberían ser mayormente pedagógicos.
En cambio, uno esperaría de sus gobiernos políticas transversales y comprehensivas, no políticas departamentales segmentadas como un reino de taifas (cada uno luchando contra la brecha digital por su cuenta): hablen y pónganse de acuerdo. Este es uno de los motivos por los que debería haber un órgano coordinador sobre materia de Sociedad de la Información en las Presidencias de los gobiernos, no escondido en la planta baja de un departamento. Si en lugar de café para todos (ordenadores, conectividad, etc.) ponemos la tirita donde duele, es probable que se acabe con mayor eficacia y eficiencia. Aunque sea más arriesgado políticamente y definitivamente menos sexy para los medios.
Competencias digitales
Es totalmente necesario enfocar como una prioridad la adquisición de competencias digitales. Y es absolutamente cierto que estas no se aprenden en los libros, sino con ordenadores conectados a Internet. Que estos deban estar en el aula ya es una cuestión más abierta. Y que, estando dentro del aula, la relación deba ser de 1 a 1 también es discutible (Microsoft Research India ha puesto en marcha varios proyectos donde varios concluyen que puede ser incluso deseable, por contraintuitivo que parezca, que los chavales compartan ordenador).
La cuestión no es, sin embargo, si todos tienen ordenador o no, sino cómo lo utilizan. Si es para navegar libros de texto en papel digitalizados (es decir, aproximación totalmente analógica), la competencia digital que se va a desarrollar es prácticamente nula.
Las competencias digitales pueden desarrollarse en el aula o fuera de ella. Existen miles de experiencias basadas en la realización de ejercicios, prácticas, deberes en general que requieren el uso del ordenador y diversos tipos de aplicaciones: búsqueda crítica de información, presentación en distintos formatos (texto plano, imagen, tablas, etc.), trabajo colaborativo… y que pueden darse fuera del aula, y más a medida que el estudiante adquiere edad, experiencia y autonomía en su aprendizaje.
Innovación metodológica
En el fondo, es esto último lo relevante. Si los gobiernos contribuyen a cerrar la brecha digital en casa (y en la escuela, pero a otro nivel, por supuesto), son los educadores los que tienen que combatir la brecha de aprendizaje que ahora se está abriendo: de unas competencias para vivir en la Sociedad Industrial a unas competencias para vivir en la Sociedad de la Información, y de una metodología basada en la escasez a otra basada en la abundancia del conocimiento.
Comenta Ramon Barlam en su última entrada los esfuerzos que desde los 80 han realizado los educadores catalanes para estar al día en materia de TIC y educación.
Y, sin embargo, da todavía la impresión que ha sido este un esfuerzo personal, voluntarioso, aislado (se pueden identificar todavía las escuelas e IES donde «sí» y los que donde «no») sin demasiado apoyo institucional a todos los niveles.
Una propuesta
Si realmente no hay dinero para un ordenador por estudiante (y todo lo que acarrea en conexión en las escuelas, mantenimiento, etc.) y realmente hay ganas y estrategia, no debería ser tan difícil mantener un compromiso con un aprendizaje del s.XXI.
- Articulemos todo ese capital humano para que no le cueste tanto compartir lo que hace.
- Promovamos una formación más basada en una estructura de red, entre pares (reconociendo, por supuesto, a quienes dan más que reciben).
- Olvidemos iniciativas centradas en la tecnología (pizarras digitales, libros digitalizados, blocs de notas en forma de portátil) y promovamos un uso intensivo de las TIC en el aula o en casa.
- Posibilitemos un aprendizaje ubicuo e intemporal. Aprovechemos que la Red siempre está ahí, en la escuela y en casa, cuando el profesor está y cuando no, para crear espacios virtuales de aprendizaje, con más recursos, con posibilidades para compartir, para el trabajo en equipo, para co-crear… para estudiantes y profesores.
A efectos prácticos:
- Comunidades de práctica y de aprendizaje para educadores.
- Formación sobre herramientas docentes, creación y gestión de contenidos digitales (para la enseñanza y también para el propio aprendizaje), espacios presenciales y virtuales para la reflexión estratégica (¿cómo cambian el paradigma y el contexto educativo con las TIC?) más allá de lo puramente instrumental.
- Elaboración de planes de formación en competencias digitales, temarios, actividades.
- Orientación y apoyo para el diseño, creación, mantenimiento y uso en el aprendizaje de entornos personales de aprendizaje (para estudiantes y docentes), estrategias de enseñanza mixta o blended learning (presencial-virtual).
Muchas de estas propuestas no son nuevas y han sido llevadas a cabo en mayor o menor medida por el departament y sus educadores a lo largo de estos últimos años. Démosles cohesión y apoyo. Con recursos. Con compromiso político.
Dejemos, en definitiva, que el aprendizaje se digitalice primero, y después el ordenador ya vendrá, solo, con naturalidad, al aula, cuando educador y educando así lo acuerden.
Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 16 febrero 2011
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Irene Rigau, la Consellera d’Ensenyament del nuevo gobierno catalán de Artur Mas, anunciaba esta semana que el proyecto eduCAT 1×1 — la implementación en Catalunya del proyecto Escuela 2.0 — va a ser cancelado. Habrá una serie de moratorias, paliativos y compensaciones pero, a grandes rasgos, el proyecto se cierra. ¿Los motivos? Ni hay presupuesto ni el proyecto arroja los dividendos educativos que de él se esperaban ni se cree que los vaya a arrojar en un futuro probable.
He dado mi opinión sobre este proyecto en Contenidos digitales: fomento del producto, del productor o de la producción y, sobre todo, en el Monográfico sobre la brecha digital en la educación que tuve la suerte de editar y en el que contribuí con un artículo al respecto.
A grandes rasgos:
- Los proyectos Escuela 2.0 y eduCAT 1×1 eran proyectos tecnológicos, no educativos. Más allá de repartir ordenadores, había poco más. Es cierto que el caso catalán es abismalmente mejor que el proyecto inicial del ministerio, y se intentó corregir la carencia de objetivos pedagógicos, pero
- el presupuesto se lo llevó en su mayor parte la infraestructura, en menor medida unos contenidos digitales que, en mi opinión, no aportaban innovación educativa alguna, y calderilla para formación de formadores. Las familias quedaron fuera de la ecuación.
- Hay ya bastante literatura científica que este tipo de proyectos de poner el ordenador en la escuela no solamente no funcionan sino que, en muchos casos, son perjudiciales, corroborando la llamada hipótesis de la brecha de conocimiento o knowledge gap: el ordenador multiplica sin distinguir, multiplica lo bueno y multiplica lo malo. Hay excepciones, como el uruguayo Plan Ceibal, pero ni este es perfecto (como se constata en sus honestos informes de seguimiento), ni el eduCAT 1×1 tiene un remoto parecido con él en su diseño.
En definitiva, por una parte, los proyectos deben ser educativos, no tecnológicos, con objetivos pedagógicos, docentes y de aprendizaje. Por otra parte, se demuestra que lo que es un vector de cambio es la innovación metodológica, y ahí la madre del cordero está en la formación de los docentes para que transformen el sistema con ayuda de las TIC, más que en la digitalización de los sistemas caducos.
Juan Antonio Donaire se lamenta en Fail Rigau de la decisión de la consellera. Coincido con él en las dudas sobre los motivos reales de la consellera para parar el proyecto, pero no coincido en los motivos para seguir con él. Vayamos primero a esto segundo.
La aportación marginal y el coste de oportunidad del eduCAT 1×1
Hay dos conceptos en el análisis de políticas públicas que son como el martillo al carpintero.
El beneficio marginal (o el coste marginal) de un proyecto es el beneficio que este aporta y que no se hubiese dado de ninguna forma sin este, es decir, que solamente es atribuible a este. Uno de los beneficios que se atribuyen al eduCAT 1×1 es que los profesores se han actualizado. Sin embargo, y con los presupuestos en la mano, la actualización de muchos profesores ha corrido por su cuenta y, en cualquier caso, no hacía falta poner ordenadores en el aula para ello: que haya o no portátiles en el aula no tiene impacto marginal directo alguno en la formación de los profesores.
Otro impacto atribuido al proyecto es la cobertura universal de Internet a los estudiantes. Sin embargo, los últimos datos del INE nos dicen que el 94,6% de niños de 10 a 15 años utilizaron el ordenador en los últimos 3 meses y el 87,3% utilizaron Internet. Si bien tres meses es un lapso de tiempo exagerado para calificar a alguien de usuario de Internet, la pregunta es cuál es el impacto marginal de poner un portátil en manos de todos los estudiantes. Es decir, ¿cuántos de ellos tienen ordenador ahora que antes no lo tenían?
El segundo concepto a tener en cuenta es el coste de oportunidad, entendido como lo que dejamos de ganar si en lugar de escoger la opción que hemos escogido hubiésemos optado por una alternativa.
Hay que preguntarse, pues, si para formar o actualizar a los profesores o para cerrar la brecha digital de ese 13% de niños sin Intenret, hacía falta un programa como el eduCAT 1×1, o era mejor optar por dos proyectos complementarios: uno de formación y uno para hacer llegar ordenadores e Internet a los excluidos digitales.
Cabría preguntarse también si no era más eficiente y más eficaz destinar más recursos a los repositorios Atria o Alexandria — previa evaluación de su nivel de uso e impacto, por supuesto, ya que la literatura académica sobre la (no) reutilización de recursos educativos abiertos y la (sub) utilización de repositorios institucionales es también abundante.
Es cierto que parar un proyecto a medias es doloroso y queda siempre la sensación que se ha tirado el dinero. Pero ya lo dijo San Agustín: humano es errar, pero perseverar en el error es ya diabólico.
Libros para enseñar, tecnología para aprender
Dicho esto, coincido con Juan Antonio Donaire que la opción no puede ser ir hacia atrás. Pero no quedarnos como estábamos. ¿Cuál es la opción pues?
Se echa en falta en el discurso de Rigau una propuesta de ¿y ahora qué? En algún momento de su entrevista habla de papel, bolígrafo y libros. Es probable que estos tres instrumentos, aunque posiblemente válidos en algunos contextos, escondan una falta de planificación para el futuro. O el presente.
Es seguramente factible encontrar un punto medio entre los recortes en los gastos — una razón poderosísima para parar el eduCAT 1×1 — y una propuesta de futuro que no renuncie a la tecnología educativa.
En mi opinión, lo que teníamos antes del eduCAT 1×1 eran libros para enseñar y el eduCAT 1×1 nos trajo ordenadores para ser enseñado: deberíamos evolucionar hacia una tecnología para aprender.
Para ello, el foco debe ponerse en el docente, para que gradualmente deje de serlo y enseñe a sus discentes a ser aprendices, a aprender, a aprender a aprender, a ser guiados y no dirigidos, a ser autónomos.
Irene Rigau demostró amplio conocimiento del sector y dio referencias sobradas para justificar su decisión de parar el eduCAT 1×1. Se echa en falta, sin embargo, una propuesta de futuro, tanto educativo como digital, en la conselleria de Rigau. De hecho, se echa en falta, en general, una propuesta de Sociedad de la Información en el gobierno de Artur Mas, obsesionado con las infraestructuras y en construir una Sociedad de las Telecomunicaciones dejando el conocimiento de lado.
Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 03 diciembre 2010
Categorías: Educación, Infraestructuras
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Leo en El Periódico que Educación crea una conexión a internet para hacer los deberes
.
Vaya por delante que todo lo que sea incrementar el uso de Internet y, especialmente, para usos educativos me parece una buena, muy buena estrategia de desarrollo tanto a corto como a largo plazo.
Pero.
Tiene nuestro gobierno la costumbre de, cada vez que hay que dar un paso para fomentar el desarrollo de la Sociedad de la Información, ese primer paso se da, inevitablemente, en la dirección de las operadoras de telecomunicaciones.
Identificado el problema — los estudiantes no tienen conexión a Internet fuera del horario escolar — la solución puede ser llevársela a casa, pero también que se inviertan los términos, a saber: que los estudiantes vayan allí donde hay conexión.
España tiene una red de bibliotecas bastante buena (al menos la tiene mi provincia y supongo que no es una excepción). Tiene esa red, además, un personal por lo general altamente cualificado, con fuerte presencia tanto institucional como personal en Internet, con blogs que debaten día sí y día también cómo dar mejor servicio al usuario en esta nuestra economía digital. Es decir, que «están por la labor» de poder dar servicios basados en las Tecnologías de la Información y la Comunicación así como formar en competencias digitales a cualquier usuario que se les acerque.
Por otra parte, dicen los informes de análisis e investigación que el problema, de forma creciente, no es ya el acceso a la tecnología, sino el saber usarla «con sentido». Son nuestros bibliotecarios, por definición, expertos en el manejo de la información, que es eso que sale por las pantallas de los ordenadores y entra por los teclados de los mismos.
Dicen también esos mismos informes que Internet es un fenómeno social, colectivo, de creación de comunidad. Suponiendo que en las bibliotecas no se pueda hablar — afortunadamente han evolucionado y ahora tienen salas para diversos usos —, convive con las bibliotecas (a menudo dándose la espalda, lamentablemente) una espectacular red de telecentros, centros cívicos «informatizados» y otras variantes de lo que comúnmente llamamos puntos de acceso público a Internet.
Con esto, vuelvo al principio. Desconozco si habrá costado algo y cuánto esta iniciativa del Ministerio de Educación (la frase las tarifas pactadas con el ministerio
me da a entender que el acuerdo con Movistar no ha sido pro bono, aunque sería precioso que así fuera). Lo que sí sabemos es que tenemos bibliotecas y telecentros, la mayoría de ellos (bibliotecas y telecentros) financiados parcial o totalmente con dinero público.
Me gustaría que la próxima noticia donde coincidan en el titular Ministerio de Educación, Internet y Educación tuviera, como protagonista, a los puntos públicos de acceso a Internet y a los educadores que los hacen funcionar.
(Perdón por el titular tendencioso: no sabe uno ya cómo llamar la atención).
Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 27 noviembre 2010
Categorías: Educación, Política, SociedadRed
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Hace unos días, David Ballota de Nación Red invitó a algunas personas a emular el popular Tengo una pregunta para usted para su cabecera. Bajo el título de La «Nació Red» també té una pregunta per a vostè, los invitados a participar mandamos cada uno una pregunta sobre el tema que quisiéramos pero enmarcado en el ámbito de la Sociedad de la Información.
Los temas propuestos fueron diversos aunque es evidente que los derechos de propiedad intelectual, el software libre, la apertura de datos y la transparencia, por una parte, y la identidad digital, la seguridad y la privacidad, por otra, fueron los temas más recurrentes. A las preguntas respondieron cuatro candidatos:
Casualidad o deformación profesional, tanto mi compañero de la Universitat Oberta de Catalunya, César Córcoles, como yo mismo preguntamos sobre Educación en la Sociedad de la Información. Aquí van algunos comentarios a las respuestas que los candidatos dieron a ambas preguntas sobre Educación. Los comentarios, dicho sea de paso, se hacen todavía desde la duda del sentido de mi propio voto, con lo que considero que son comentarios bastante objetivos (dentro de lo humanamente posible, claro está).
Salvo en el caso de Xavi Vila, las respuestas son una mezcla de evasiva y desconocimiento del tema por el que se les pregunta. Incluso siendo benevolentes, los candidatos pasan de puntillas por la respuesta con generalidades y sin profundizar.
Xavi Vila, el primero en contestar, parece ser también el único que conoce el panorama fuera de Catalunya y fuera del Estado Español en materia de Sociedad de la Información. Después de una introducción general a lo que debería ser la Educación, su crítica al Projecte eduCAT1×1 (Escuela 2.0 en Catalunya) es doble: por una parte, crítica al diseño mismo del programa (crítica que comparto en su totalidad); por otra parte, y muy interesante para mí, una crítica en relación a otros aspectos de la Sociedad de la Información, como la cuestión del software libre, la capacitación en competencias digitales o la industria de los contenidos digitales.
Comparto especialmente con Xavi Vila (quién hace propuestas detalladas y constructivas) que la Sociedad de la Información empieza con las personas y no con la tecnología, y en este caso concreto con los profesores y la metodología docente. Me queda la duda de cómo resolver algunos «cómos» en las propuestas de Vila, pero entiendo que el espacio tampoco daba para más.
La respuesta de José Montilla es de signo totalmente opuesto a la de Vila. Montilla se centra en el ordenador y en la tecnología, en el acceso físico a la Sociedad de la Información en lugar del acceso efectivo a ella. El concepto de modernización de la educación
del actual President es que cada alumno tenga un ordenador portátil
.
Comparto con Montilla la necesidad de evaluar la introducción de las TIC en el aula y que solamente la evaluación del impacto en el aprendizaje es el instrumento con el que hay que medir la pertinencia o el éxito del proyecto. Sin embargo, no puedo sino condenar lo que a mi entender parece desconocimiento de la literatura científica sobre el tema «ordenador en el aula», y que es contundente contra la mera instalación de tecnología sin medidas en paralelo sobre pedagogía, capacitación de docentes o participación de la comunidad.
Joan Herrera trilla los tópicos del tema (brecha digital, nativos digitales), tópicos que, en los últimos años o bien se han desmontado en su práctica totalidad o bien han visto como se redefinían una y otra vez, lejos de cómo los toma el candidato (algo que ya le sucedió cuando defendió un sencillamente erróneo concepto de Neutralidad en la Red hace unas semanas).
Herrera hace hincapié en la importancia del cambio pedagógico, cuestión que comparto vehementemente, pero rápidamente se escora otra vez hacia la tecnología para proponer la elaboración de un plan tecnológico
en lugar de uno pedagógico o para poner de relieve que los principales problemas son de conectividad, de ancho de banda y demás
, cuando, si bien estos problemas son reales, en mi opinión los problemas de base son otros (pedagógicos). Tampoco comparto, en absoluto, las ventajas del programa, que son mayor motivación del alumnado, ahorro en papel, ahorro económico para las familias, oportunidad para los maestros y maestras de innovar en métodos educativos
. La motivación, vale, pero el papel o el dinero, aunque importantes, no son la cuestión. Tampoco es la cuestión la oportunidad de innovar
, sino la necesidad de hacerlo, pero no porque hay ordenadores en el aula, sino porque el mundo ha cambiado. Para siempre.
Por último, Artur Mas es el que se presenta más lacónico y, porqué no decirlo, el que echa más pelotas fuera y más mano de los «grandes conceptos». Estamos de acuerdo con él que el fracaso escolar es un gran problema, pero (a) ni esa era la pregunta ni (b) nos responde cómo afrontar ese gran problema desde el nuevo escenario que supone la Sociedad de la Información.
Una respuesta que hubiese podido dar sin desviarse de su propio programa electoral es que el fracaso escolar está estrechamente relacionado con la crisis económica, y que la crisis económica está estrechamente relacionada con la fortaleza de los sectores de alto valor añadido — como los sectores intensivos en conocimiento —, sectores que dependen de capital humano altamente cualificado y de la inversión en I+D+i, que a su vez depende también del capital humano. Y el capital humano, como todos sabemos, se recoge en el mercado pero se siembra en la escuela, y las TIC pueden ser un gran abono para aquel.
Lamento que Mas (o su equipo), con mucha probabilidad el próximo President (gobierno) de la Generalitat de Catalunya, sea incapaz de dar una respuesta más compleja, más completa, más comprehensiva. Como a Xavi Vila, le concederemos la duda de la falta de espacio, aunque a Mas, para responder lo que respondió, más bien le sobró espacio.
Como último comentario no puedo sino lamentar que el único partido con respuestas convincentes o, como mínimo, con respuestas, sea un partido que no ha gobernado ni (con alta probabilidad) gobernará, un partido (con todos mis respetos) completamente marginal en la vida política catalana. A estas alturas, con ya 15 años de Internet y telefonía móvil a disposición del público, parece increíble que las Tecnologías de la Comunicación y la Información sean todavía algo marginal, algo secundario, algo «simpático» o un guiño para el sector «friqui» del electorado en la mayoría de discursos políticos.
Probablemente el problema sea que se identifica la Sociedad de la Información con algo tecnológico y no como algo de la sociedad, como se identifican (por poner un ejemplo entre mil) los derechos de las mujeres como algo de las mujeres y no como unos derechos. Y así nos va, tanto en estos temas, como en muchos otros.
Por Ismael Peña-López (@ictlogist), 25 noviembre 2010
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Lev Vygotsky (1896–1934) fue un pedagogo ruso que dividió lo que un aprendiz puede hacer en dos grandes estadios: por un lado, lo que una persona puede hacer de forma independiente; por otra, lo que puede hacer con la ayuda de los demás. A este segundo estadio lo denominó Zona de Desarrollo Próximo y era el estadio donde los profesores, los instructores, los “otros más expertos” (en palabras del propio Vygotsky) tenían que incidir para que el aprendiz pudiera evolucionar, desarrollarse.
El 1998 se reconocía con el premio Nobel de Economía a Amartya Sen (n.1933) “por su contribución a la Economía del Bienestar”. El mundo del desarrollo (en un sentido muy amplio) vio como, con él, se apoyaba de forma bastante explícita que desarrollo no es el que a uno le dejan hacer, sino lo que uno puede hacer, qué es lo que tiene capacidad para hacer. Con Amartya Sen, el desarrollo (personal o colectivo) ya no es sólo una renta per cápita, una mejor salud, o un más elevado nivel educativo, sino qué permiten hacer esta renta, salud o educación; desarrollo es poder hacer, decidir hacer y hacerlo. Desarrollo es empoderamiento.
En los últimos años de esta primera década del s.XXI estamos viviendo la enésima revolución digital, la que se ha venido a denominar Web 2.0 y que ha permitido que la Web no sea sólo un canal unidireccional de comunicación, sino una plataforma donde la producción de contenidos (multimedia) y la manera de difundirlos se ha democratizado hasta el límite. Si añadimos el componente humano, social o comunitario, tenemos las plataformas de las redes sociales que nos permiten, hoy en día, acceder a personas y contenidos de una manera simple y llana cómo nunca antes habíamos sido capaces.
¿Qué relación tienen Lev Vygotsky, la Zona de Desarrollo Próximo, Amartya Sen, las capacidades, y las redes sociales?
Por un lado, y retomando las reflexiones de Graham Attwell del centro de investigación Pontydysgu, las redes sociales, ricas en recursos y ricas en expertos al alcance de la mano, nos permiten poblar la Zona de Desarrollo Próximo de todo aquel que, dentro de las redes sociales, ve una oportunidad educativa, de mejora, de progreso. En esta Zona de Desarrollo Próximo donde antes sólo había el apoyo del profesor, la familia, o algunos amigos, ahora potencialmente convergen, gracias a las redes sociales, incontables recursos y personas que pueden contribuir al desarrollo de una persona.
Por otro lado, y desde un punto de vista de las capacidades de Amartya Sen, estos mismos recursos (contenidos y personas) no son sino herramientas a partir de las cuales la persona puede ser más independiente, empoderarse, ganar en capacidades que le permitan un mayor desarrollo, más libertad: la caja de herramientas para quienes quieren desarrollarse se ha multiplicado de forma considerable.
Que las redes sociales sean, sin embargo, una caja de herramientas para el empoderamiento depende a menudo del punto de partida de cada cual y de los compañeros de viaje. Y eso no habría que perderlo de vista.