Salvar la política, no los partidos

Escribe hoy Manuel Rico en El País La cultura y la izquierda hoy donde, aunque no con estas palabras, apela a la responsabilidad de los votantes para no destruir las instituciones políticas — apelar a la responsabilidad siempre me ha parecido una forma de esquivar la propia responsabilidad de fundamentar las ideas que uno defiende con argumentos de peso: quien piensa diferente, es un irresponsable.

Manuel Rico, que no habla de responsabilidad, sí habla de apoliticismo y nihilismo, del sentarse a mirar y a criticar sin ponerse a actuar, entendiéndose este actuar como militar en un partido y/o hacer un voto (¿responsable?) a dicho partido. Desde este punto de vista, movimientos como el 15M se ven como movimientos de contestación cuya militancia no entra en contradicción con militar (también) en la política de partidos.

El punto de vista de Manuel Rico — como el de otros que apuntan hacia el triunfo de la antipolítica o a los enemigos de la casta política — es que la Política, con mayúsculas, solamente puede hacerse desde las instituciones, siendo el resto de opciones que deben venir a reforzar, arropar, o dar legitimidad y autoridad a dichas instituciones.

Niego la mayor.

Si algo, creo, nos enseñan los movimientos que han surgido en los últimos años (¿meses?) fuertemente impulsados por las Tecnologías de la Información y la Comunicación, desde Túnez hasta Occupy Wall Street, con parada obligada en los Indignados españoles, es que estos movimientos no se tratan de una mera evolución sino una revolución en la participación ciudadana en democracia.

¿Significa esto que podemos o debemos prescindir de las actuales instituciones democráticas? En mi opinión, en absoluto. Considero que uno de los efectos secundarios de esta emergencia de goverati es que se están destruyendo las instituciones que unen el empoderamiento personal con la gobernanza del sistema, es decir, que se incrementa la distancia entre el ciudadano y la toma de decisiones. Y que instituciones intermedias como los gobiernos regionales y nacionales tienen un papel fundamental como cadena de transmisión de la voluntad o la soberanía del ciudadano.

No obstante, puede haber otras instituciones democráticas. Si nos preguntamos qué ha conseguido el 15M desde el prisma de la política representativa, el 15m ha conseguido, ciertamente, pocas cosas. No obstante, es probable que no estemos utilizando los indicadores apropiados. No es tanto lo que el 15M ha conseguido por sí mismo, sino lo que puede contribuir a conseguir: en este sentido, el 15M ha devenido una institución democrática en sí mismo, igual que otras plataformas y cuyo diseño están empezando a adoptar algunas nuevas formaciones políticas, estas sí, tradicionales en su estructura formal.

Y volvamos al tema del artículo.

Es sin duda antipolítica y nihilismo lo que muchos hacen al vivir instalados en la crítica mordaz y destructiva, en el purismo de las ideas, en hacer oposición a la oposición mientras esperan la caída — que no derribo — del adversario aunque con él arrastre al abismo al país y la cosa pública. De estos, haberlos haylos, por supuesto.

Hay otros que, desde un punto de vista centrado en las formas, parecen también habitar la antipolítica y el nihilismo. Sin embargo, en el fondo, lo que tratan es de salvar a la política, aunque sea a costa de sacrificar los políticos y los partidos. Hay en algunos movimientos una sincera y esperanzada actividad centrada en la función de la democracia y la participación, no en sus formas, y por supuesto no en sus instituciones.

Lo que muy probablemente estamos viviendo es la emergencia de nuevas formas de participación, de hacer política, nuevas instituciones democráticas que tendrán que aprender a convivir con las existentes. Esta nueva convivencia no se dará sin antes negociar qué instituciones son mejor para llevar a cabo qué funciones, olvidándonos del apriorismo de lo contrario, el axioma de que hay «cosas que tienen que hacer» los partidos, los parlamentos y los gobiernos.

Mientras esto sucede, las viejas instituciones, amenazadas, apelarán a la responsabilidad para defender su razón de vivir. Mientras esto sucede, las nuevas instituciones negarán todo lo aprendido por las tradicionales y amenazarán con lanzarlo por la borda, por inútil.

Y mientras esto sucede, mientras tanto, mientras debatimos sobre el cómo, se nos queda el qué en manos de unos desaprensivos.

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