La revolución digital ha puesto en nuestras manos toda una nueva caja de herramientas para la gestión de la información y las comunicaciones. Esta nueva caja de herramientas, sin embargo, tiene un potencial tan extraordinario que ya hoy está transformando —y no sólo reformando— muchísimas de las tareas y actividades que las personas hacemos, especialmente aquellas que suponen la interacción de varios actores. Como la toma de decisiones colectivas.
Este enorme potencial transformador viene de dos características de estas nuevas herramientas. Por un lado, hacen que aquello con lo que trabajamos para la toma de decisiones tenga un coste mucho menor que sin estas herramientas. Así, el acceso a la información y la posibilidad de generar debate a su alrededor se han vuelto dramáticamente menos costosos que cuando teníamos que coincidir en el tiempo y en el espacio, así como distribuir la información en soportes físicos, como el papel. Por otra parte, porque las herramientas mismas tienen un coste también dramáticamente inferior a sus contrapartes del mundo analógico: toda la infraestructura física necesaria para informarse, tomar decisiones y evaluarlas está ahora al alcance de cualquier persona gracias a su virtualización.
Podemos afirmar, sin exagerar demasiado, que se han democratizado las herramientas de la democracia. El diagnóstico de las necesidades de una comunidad puede ser hoy mucho más plural a través de las pequeñas pero numerosas contribuciones personales de sus miembros, más allá de las que puedan hacer sus portavoces y representantes. La identificación y ponderación de las posibles alternativas para cubrir una necesidad puede ser hoy mucho más rica a través de la concurrencia en la deliberación de más actores, mejor informados y con sus razones mejor fundamentadas. La evaluación final del impacto, eficacia y eficiencia de las decisiones tomadas puede ser hoy mucho más transparente y precisa gracias a la facilidad para publicar tanto los protocolos seguidos como los datos de los indicadores para hacer las diferentes valoraciones.
Esta nueva caja de herramientas sigue necesitando la facilitación de las instituciones. Más que nunca.
Las instituciones deben aportar el contexto que nos permita comprender mejor las necesidades y soluciones en relación a los diferentes actores implicados, y en consecuencia, a elegir mejor las herramientas a utilizar para la toma de decisiones.
Las instituciones deben facilitar la creación de espacios de deliberación, tanto físicos como virtuales —o mejor aún, híbridos— que permitan una deliberación informada y de consenso.
Las instituciones deben contribuir a fomentar la toma de decisiones colectivas, allí donde sea más adecuado que pasen —de forma centralizada o distribuida—, en los mejores espacios y con el contexto adecuado. Y deben hacerlo aportando los recursos necesarios y que a menudo sólo están a su alcance: datos e información, conocimiento y capital humano, infraestructuras, recursos materiales y financieros.
De entre todas las herramientas de esta nueva caja, hay que destacar especialmente el software libre y los datos abiertos.
Ambos permiten tres cuestiones capitales en una toma de decisiones que cada vez será más globalizada e interdependiente.
Por un lado, favorecen la escalabilidad. Permiten poder adaptar el tamaño de las herramientas a la medida del proyecto, pudiendo verter los recursos poco a poco, sin sufrir ninguna limitación en su crecimiento.
Por otra, favorecen la replicabilidad. Permiten poder repetir las experiencias de éxito en otra parte, aprovechando los conocimientos e infraestructuras y así optimizando las inversiones.
Por último, favorecen la interoperabilidad. Permiten los recursos y los actores pueda aplicarse allí donde hacen falta, sin tener que duplicar, trabajando horizontalmente y de forma distribuida pero para un mismo fin global.
Las cajas de herramientas, sin embargo, no aparecen de la nada. Que las haya, que circulen o que sean accesibles y fácilmente reutilizables será uno de los papeles fundamentales —como lo ha sido desde que tenemos democracias modernas— de las instituciones. Así, las instituciones han contribuido a la creación y mantenimiento de todo un ecosistema de infraestructuras para la democracia compuesto por gobiernos, administraciones, parlamentos, partidos políticos, sindicatos o asociaciones. Del mismo modo las instituciones, en beneficio de los ciudadanos y en el suyo propio, harán bien de invertir en las nuevas infraestructuras de la democracia: el software libre y los datos abiertos. Una nueva caja de herramientas para una nueva democracia. Un nuevo ecosistema que, más allá del cumplimiento de las leyes, debe comportar una nueva manera de hacer ajustada al nuevo paradigma de la Sociedad de la Información: el Gobierno Abierto.
Peña-López, I. (2016). “Les noves infraestructures de la democràcia”. En Xarxa d’Innovació Pública (Coord.), Programari lliure i de codi obert – Societat lliure i govern obert, 6-7. Barcelona: Xarxa d’Innovació Pública.
Xarxa d’Innovació Pública (Coord.) (2016). Programari lliure i de codi obert – Societat lliure i govern obert. Barcelona: Xarxa d’Innovació Pública.