El panorama político en España a día de hoy es más o menos el siguiente:
- Las salud de las instituciones democráticas apenas puede empeorar ya mas que para que estas mueran definitivamente. Gobiernos, parlamentos, partidos, sistema judicial, sistema bancario, sindicatos de trabajadores y de la patronal, medios de comunicación, universidades, organizaciones no gubernamentales… se debaten entre la agonía por gangrena al inmovilismo por fosilización, corrompidas desde dentro por unos pocos.
- Muchos políticos y cargos electos están involucrados en operaciones de muy dudosa legalidad.
- Muchos políticos y cargos electos ven sus actuaciones cuestionadas por su muy dudosa capacidad intelectual y competencia.
- La mayoría del resto de políticos y cargos electos en el mejor de los casos callan y no denuncian ni la corrupción ni la incompetencia; en el peor de los casos cierran filas con sus compañeros en aras de una curiosa forma de entender el corporativismo o la protección de aquellas gangrenadas o fosilizadas instituciones.
- Hemos llegado al límite, no se pueden proponer más políticas que beneficien al 5% del electorado a costa del 95% restante.
- Hemos llegado al límite, no se pueden recortar más los servicios públicos básicos cuando un 40% de la población vive, después de impuestos, con menos del salario interprofesional para vivir.
- Se llamen indignados o no, salgan a las plazas o no, millones de personas están pidiendo a gritos una regeneración del sistema democrático.
El panorama político en España a día de hoy es desolador. Las instituciones están rotas. Las han roto.
Se justifica y legitima la corrupción como un ejercicio de transparencia, cuando en realidad no es transparencia sino airear la basura para que acabe de fermentar. El hedor se hace insoportable. Y en democracia, es peor el hedor que la basura.
Las instituciones están rotas y hay que cortar. No queda sino sacrificar los muebles para salvar el edificio.
Pocas veces como ahora tendrán los políticos honestos, los que trabajan cada día desde la sincera entrega y el compromiso, una oportunidad como esta de soltar lastre, de hacer limpieza, de subirse a la lavadora que una comisión de investigación puede proporcionarles. Hay que investigar la crisis de los bancos, la corrupción política, la burbuja inmobiliaria. No hay que dejar baldosa por levantar.
Los políticos tienen que indignarse y rebelarse.
Quedarse con medio partido será más que quedarse sin partido alguno.
Quedarse con las instituciones diezmadas será más que la autodestrucción que, desde dentro, les están infligiendo los cargos puestos a dedo desde los partidos.
Hay que dejar espacio para una democracia mejor y eso solamente se conseguirá si los políticos se suben a la lavadora y hacen limpieza, profunda, en casa.
Lo contrario es dar a entender que nunca se creyó en la vía democrática para construir. Y lo contrario de construir es la destrucción.