Qué cultura queremos y cómo pagar por ella

¿Es la cultura un bien de interés general? ¿Qué tipo de cultura queremos? ¿Hay que pagar por ella o debería ser gratis? Creo que estas son preguntas que habría que hacerse (y responderse) antes de lanzarse a tumba abierta sobre algunos debates apasionados, aunque poco apasionantes por lo enrocadas de las posiciones, sobre si la razón la tienen las discográficas, los creadores, los consumidores, los ciudadanos, o ninguno de ellos.

Simplificando mucho, una primera opción consiste en considerar la cultura como un bien de interés general: es bueno que tengamos cultura, y cuánta más mejor. Una segunda opción es considerar los bienes y servicios culturales como un bien/servicio de consumo como cualquier otro: la cantidad de bienes y servicios culturales y su precio se decidirán, entonces, por la ley de la oferta y la demanda.

Por otra parte, y al margen de las consideraciones de corte más filosófico sobre la cultura, existe otro plano de debate, y es si, de forma efectiva, la cultura es un bien público o no lo es, entendido eéste como aquél que no tiene rivalidad en el consumo — el bien no se agota al consumirse, p.ej. sintonizar una emisora de radio no la «gasta» para los demás — y obedece al principio de no exclusión — no podemos evitar que los demás lo consuman, siendo el ejemplo más típico el de la defensa de un país: uno es defendido sí o sí por el ejército tanto si paga como si no. Esta última cuestión (hay rivalidad y/o exclusión) es lo que a menudo determina quién paga: todos, algunos o «nadie».

Crucemos ambas variables:

Pagamos todos
(la Admón.)
Paga
quién consume
Paga
un tercero
Lo costea
el creador
Bien público Gasto público
Subvención
Crowdfunding Mecenas
Patrocinio
Aficionado
Bien privado Canon Subscripción
Pago por consumo
Publicidad Promoción gratuita

Estas son, a grandes rasgos, las opciones que hay para costear la cultura (si hay más, animo a que se pongan en los comentarios), ya sean conocidas con este nombre o con otros distintos.

Algunos comentarios sobre la tabla.

La gran diferencia entre bien privado y bién público es que, al final, el bien o servicio cultural queda para el disfrute de cualquiera en el primer caso mientras es restringido en el segundo. De ahí, por ejemplo, la diferencia entre Suscripción y Crowdfunding, donde he interpretado este segundo como aquella modalidad donde unos pocos pagan (como en una suscripción) pero el resultado final queda abierto al público tanto si ha pagado como si no. Así, el modelo de creación cultural de la Revista Orsai es, aparentemente, la suscripción de toda la vida. No obstante, el hecho de que el resultado final se publique digitalmente en abierto, el modelo de producción detrás de la revista, el ajuste a costes y ausencia de márgenes, etc. hacen del modelo uno muy singular.

Otro aspecto a considerar es cuando el coste lo soporta el creador. Este es un concepto que lleva fácilmente a equívoco. En algunos casos (p.ej. un académico compartiendo los artículos que ha publicado) es claramente un caso no de costeo por el creador, sino de pago por parte de todos: va (o debería ir) en el sueldo del profesor de universidad pública. En otros casos, es una asunción de los costes pero no como gasto, sino como inversión: el autor decide publicar una o parte de la obra para promocionarse y recuperar la inversión más tarde (más entradas de conciertos, invitaciones a conferencias y tertulias, encargos de escritor a sueldo, etc.).

Cuando abogamos por ni pagar por un bien cultural de forma directa comprando un libro, entradas, etc., ni de forma indirecta a través de una subvención o un gasto público (p.ej. el encargo de una escultura, la construcción de un auditorio público), lo que estamos promoviendo es la creación cultural del aficionado. Esta no tiene porqué ser de menor calidad que la del profesional, pero sí vendrá limitada por la disponibilidad de recursos (tiempo y dinero) del aficionado que, con toda lógica, priorizará lo que le pague la hipoteca o el alquiler.

En el polo opuesto tenemos el caso del Canon, es decir, un bien privado o con disfrute limitado a unos cuantos, pero pagado por todos — recordemos que el Canon es compensación por la copia privada de quién ya tiene la creación cultural, no el permiso a quien no la tiene a obtenerla sin pasar por caja). Entendido así, el Canon es una aberración conceptual comparable a un sistema educativo o sanitario financiado públicamente y disfrutado solamente por unos cuantos.

Llegados a este punto, creo que es necesario separar tres debates muy distintos.

  1. Decidir, de una vez, si queremos fomentar la cultura o apoyar la industria cultural, dos cuestiones diferentes. En función de la respuesta, los modelos a promover o a explorar pueden ser también muy distintos.
  2. Dentro de lo que es el apoyo a la industria, seguramente será necesario regular el sector. Esta regulación debe hacerse con vistas a dos cuestiones básicas: la primera, que debe regular todo el sector, y no solamente parte de él. O, dicho de otro modo, debe tener en cuenta todos los modelos de explotación de los bienes y servicios culturales, y no solamente unas determinadas opciones.
  3. Por último, y también dentro del ámbito normativo, es que esta regulación debe hacerse teniendo en cuenta otras regulaciones y otros derechos con los que pueda interferir. Y, en el caso de haber interferencias, ver si puede haber diseños normativos compatibles o bien si hay dilemas irresolubles donde haya que priorizar una norma o derecho por encima de otra.

Hoy en día, el debate alrededor de la cultura es un cacareo sobre todo y sobre nada en concreto, donde se mezclan problemas y categorías alegremente para obtener, como resultado, dos frentes enrocados en sus (sin)razones. A veces, hay nudos gordianos que deberían ser posibles de deshacer sin tener que cortar por lo sano.

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8 Comments a “Qué cultura queremos y cómo pagar por ella” »

  1. Saludos! me parece un muy buen punto de partida aunque difiero en dos cosas:
    1) Personalmente pienso que cuando se habla de cultura como un bien común (bien público), no hay otra opción sino la financiación con fondos públicos (es decir, también comunes). Estoy convencida de que, al menos ahora, es compicado pensar en un modelo donde cualquier otro tipo de financiación de los bienes culturales entendidos como públicos no suponga, a la larga o a la corta, una suerte de reclamo de propiedad, o beneficios sobre quienes están financiándolo a través de las modalidades que propones o cualquiera de las otras (las que propuso meses atrás del FCForum, por ejemplo me parecen algo más exhaustivas)
    2) Cabría un modelo terer modelo en el cual una suerte de «libre albeldrío colectivo» juzgue cuáles bienes culturales serían considerados un bien público y cuáles no. Si te fijas, afinando un poco más la visión, pareciera que algo así es el modelo que nos determina en estos tiempos pues no parece haber una unicidad de criterios sobre qué debe ser «público» y qué no. De hecho, en cosas como el software, en especial el que es desarrollado y utilizado por instituciones y organizaciones públicas o multilaterales por ejemplo, hay mucho resquemor sobre que se asuma abiertamente su caracter público.

  2. Hola Mariangela,

    Sobre el punto (1), yo también creo que la financiación pública es la obligada si creemos en la cultura como un bien de interés general. Y creo, además, que dicho moddelo debería ir acompañado de una cesión de las obras al dominio público, de forma que lo que se paga entre todos, para todos queda. Y si alguien quiere reclamar algo en propiedad, que haga tambien el ejercicio de invertir sus propios recursos en ello.

    Sobre el punto (2), creo que esa es, precisamente, la cuestión. Qué tipo de cultura, o culturas, queremos :)

  3. Estamos de acuerdo, creo, en que quizás la pregunta más necesaria y la menos formulada es, precisamente ésa: qué cultura queremos y para servir a cuál sociedad? (si es que nos interesa que la cultura tribute a la sociedad, claro está :D)

    Sobre el primer tema, definitivamente es vital que las inversiones públicas en cultura y ciencia (por compartimentar esto como es tradición) deben redistribuirse en beneficios para todos … la cesión al dominio píblico de productos o resultados es el inicio, por supuesto … y es un punto con muchas resistencias, en especial en los «científicos académicos» (o en los académicos científicos)

  4. Dos apuntes que me parecen necesarios para entender el carácter inevitablemente público (común, colectivo o como se quiera) de esos bienes, productos y servicios que llamamos culturales:

    a. Cualquier creación cultural es posible sólo gracias a una multitud de creaciones anteriores que resulta imposible reconocer en su totalidad. Por tanto, no es únicamente en virtud de su interés, sino también de las condiciones mismas en que se produce, que debemos hablar de un carácter «general» de la cultura.

    b. La cultura genera (y se nutre de) una riqueza que no se mide sólo en moneda: capital simbólico, relaciones sociales, conocimiento… Si vemos la complejidad de esa riqueza, es forzoso reconocer también la interacción constante entre tejido social y cultura.

    Estos dos puntos, creo, nos permiten resituar la cuestión de la cultura como un problema de riqueza social. A partir de ahí, las preguntas podrían ser: ¿Cómo garantizar el mantenimiento, y a ser posible la mejora, de esa riqueza? ¿Cómo asegurar un acceso universal a esos bienes y un reparto justo de los recursos económicos que generan?

  5. Muy bien escrito pero creo que toda esa reflexión llega tarde porque lo digital se a llevado ya todo por delante, no ha invitado a nadie, ademas de no respetar a quien no quería participar del descalabro. Es un SALVESE QUIEN PUEDA, que ya a llenado las sacas de todas las grandes compañías del «asunto digital» Lo único que queda es quitarles la poca dignidad a los autores, ademas de no pagar a los futuros autores y encima que no se quejen… porque son muy generosos y les perdonan la vida. No hay ventanilla donde quejarse de los prejuicios y extender el debate sin decidir nada es muy rentable para los ya ricos empresarios, corporaciones etc.. Todo el mundo se esta apuntando al :¨QUE LO PAGUE OTRO¨ porque gratis sabemos que no existe nada. Lo único que me divierte de todo este asunto es que primero se lo están haciendo a los autores pero en un futuro no muy lejano se lo harán a todo el mundo, es decir no pagaran nada a nadie, pero nos cobraran por todo y mucho, entonces diré aquello de quien ríe por ultimo ríe mejor o como oigo decir a los jóvenes: la miseria no es injusticia si no incompetencia .

  6. he trabajado en un museo público como subcontratada hasta hace poco, los recortes llegaron y al paro.
    en los 8 años que trabajé, años de bonanza y de crisis, jamás hubo dinero para material ni recursos técnicos. las partidas presupuestarias no podían acoger ciertos gastos ¿cómo justificar comprar papel no ácido?
    el museo era gratis pero no va más gente a él por este hecho, las actividades también y tampoco. inversiones politizadas pero no eficaces.
    sinceramente creo que la privatización sujeta a leyes que se cumplan -de verdad- en material patrimonial quizá protegería mejor nuestro patrimonio.

  7. Pingback: El sector audiovisual en el marc de les TIC « Xangai Creature

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