Las agencias de prensa nacen hace más de 150 años (France-Presse, 1835; Associated Press, 1846; Reuters, 1851; Centro de Corresponsales — después EFE —, 1865) al ver, los periodistas, las tremendas posibilidades de un reciente invento: el telégrafo.
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación, en especial las que posibilitan la creación y transmisión de contenido digital, no han hecho sino potenciar el papel centralizador y distribuidor de dichas agencias. Por si fuera poco, este papel se ha acentuado todavía más con los recortes drásticos que la industria de los medios de comunicación ha tenido que aplicar en los últimos años debido a la mayor competencia, menores ingresos por publicidad y, también, mayores costes relativos de generar un contenido propio en relación a comprarlo a terceros.
Una crítica que se suele hacer a los medios de comunicación de masas hoy en día es que siguen empeñados en ofrecer los mismos comunicados de las mismas agencias (un pequeño oligopolio con poca variedad dónde escoger), sin ofrecer información añadida o diferencial, sin ofrecer un análisis, sin apenas un proceso de edición. A menudo, hacer una búsqueda en Google por una frase literal en una noticia puede resultar en déja-vu rayano en lo vergonzante.
La presión, pues, sobre los medios para que abandonen el dato, la actualidad a favor de la información, el análisis es, en mi opinión, clamorosa y creciente. Y es una tendencia que se acentúa, como demuestran algunos hechos que, aunque aislados, no paran de repetirse una y otra vez. Porque ya todos tenemos acceso al dato, aunque solamente una minoría la capacidad de analizarlo con criterio.
El 11 de marzo de 2011 hubo un tremendo terremoto con tsunami en Japón. Los tempos habituales en una situación así suelen ser dos: en una primera fase, las agencias de noticias que tienen personal destacado mandan información urgente a los medios; en una segunda fase, estos deciden si vale la pena enviar al propio corresponsal allí.
Con Internet y algunas de sus herramientas (como Twitter) se ha añadido una tercera fase, previa a las otras dos: la respuesta de los protagonistas de la historia, los que la viven en primera persona y que, por primera vez en la historia, pueden capturarla y difundirla, literalmente, a todo el mundo en tiempo real.
Y los «lectores» de los medios lo saben.
A continuación se presentan la evolución en número de seguidores de tres cuentas de Twitter cuyos propietarios (españoles twitteando en español) estaban en Japón en el momento del terremoto — @kirai, @ungatonipon y @gferreres — y que han visto triplicado su número de seguidores en las horas posteriores al acontecimiento.
Cabría preguntarse, de esos seguidores, cuántos son medios de comunicación que tampoco quieren perderse el tiempo presente. De hecho, podemos hacerlo con Twiangulate. 20 seguidores tienen en común estas tres cuentas, prácticamente la totalidad de ellos profesionales de la comunicación.
No es de extrañar: beber de esas fuentes es saltarse al intermediario de las agencias, tal y como hizo Al-Jazeera durante la revuelta en Egipto, amplificando masivamente lo que sucedía en las redes sociales. Ahora es posible y, lo incomprensible, es que la tendencia no sea todavía más acusada.
NOTA: mi agradecimiento a @chechar y @dilluns por algunos datos que me han facilitado.