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Nacionalizar las redes de telecomunicaciones, o de quién es el pastel

A raíz de las declaraciones de César Alierta sobre romper con la neutralidad en la red, ya afirmamos aquí que las infraestructuras de telecomunicaciones probablemente deberían ser de titularidad pública, con lo que el tema de los costes y usura en la red probablemente dejarían de ser tema de debate.

Ahora es Microsoft quien se alinea con nuestro monopolio de facto particular y afirma que Telefónica tiene derecho a cobrar a Google (vía Nación Red), que las operadoras tienen derecho a cobrar un ‘peaje’ a los principales proveedores de Internet, que saturan sus redes y obligan a unas mayores inversiones.

Se me ocurren dos comentarios a esta afirmación.

El primero es que si, en un mercado tan creciente y crecientemente oneroso como el de las telecomunicaciones, las operadoras son incapaces de hacer crecer su negocio, es probable que su problema no sean sus usuarios, sino sus estrategas y dirigentes en general. Pero uno no es ni tecnólogo ni empresario, así que esta cuestión no deja de ser una impresión personal con más intuición que fundamento práctico.

Lo que sí ha mostrado repetidas veces la historia es que uno se concentra en lo que le reporta beneficios a corto plazo, dejando al margen lo que no da beneficios o es relevante solamente en el muy largo plazo. En el caso de las operadoras, y por poco intuitivo que pueda parecer, su negocio es dar servicios de Internet, mover bytes arriba y abajo de hoy para mañana. No lo es mantener unas infraestructuras en condiciones y, ni mucho menos, en estado óptimo.

Si en España no tenemos una red mejor es, en gran parte, porque hay que amortizar la anterior, la que ya hay instalada, incluso aunque su substitución por una mejor pudiese dar mejor rendimiento (económico) a medio o largo plazo.

Si en España no tenemos una red mejor es, en gran parte, porque mientras aguante lo que hay, lo que da beneficios es mover bytes arriba y abajo. Y, como en la URSS quinquenialista, los incentivos de todas las cadenas de mando están concentrados en satisfacer las cuentas a corto, conseguir los bonos a final de año y contentar al jefe.

Sin embargo, Internet no es un servicio cualquiera ni la red que lo sustenta algo que pueda hacerse, deshacerse o replicarse de la noche a la mañana. Las redes de telecomunicaciones son infraestructuras estratégicas de primer orden. Como las carreteras, las vías, el espacio aéreo o las aguas jurisdiccionales, las redes de telecomunicaciones son vitales para la coordinación del tráfico de bienes y servicios analógicos, imprescindibles (por definición) para la provisión de bienes y servicios digitales, cruciales para la formación y la educación de aprendices y profesionales, crecientemente relevantes para el ejercicio de la participación ciudadana en democracia, clave para los cuerpos de seguridad, etc., etc., etc.

Y estamos dejando estas infraestructuras en manos de unas pocas empresas.

Que además se pelean en el patio del cole porque quieren más, más y más.

Más que salomónicos, lo que aquí procede es una solución gordiana, cortar por lo sano: la nacionalización de las infraestructuras.

El Estado, es decir, los ciudadanos, ya se encargará de mantener las infraestructuras, como mantiene todas las demás. Ello no significa, no obstante, que tome el control de su explotación, ni mucho menos: esta es una economía de mercado y a cada uno lo suyo. Lo que es de todos, de todos sea: las infraestructuras. Lo que es de unos, la explotación, el negocio, los servicios, los servicios sobre los servicios, para la libre empresa.

El Estado cobrará a cada cual según sus posibilidades, y con ello no solamente mantendrá la red, sino que la mejorará. Y lo que sobre — que sobrará — irá para escuelas y hospitales, que tampoco vamos sobrados.

El problema es que Telefónica no querrá soltarlas. No veo por qué, con lo que le cuesta mantenerlas y lo deficitarias que le son…

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