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La reputación de WikiLeaks

Según sus propias palabras, WikiLeaks publica y comenta sobre documentos filtrados que versan sobre la mala conducta del gobierno y las empresas. En las últimas semanas, la organización sin ánimo de lucro — y, especialmente, su fundador Julian Assange — se han colocado en el centro de una tormenta perfecta al filtrar miles de documentos con información sobre las actividades de los EUA en Afganistán.

Wikileaks genera reacciones de amor y odio a partes iguales. Amor por aquellos que ven en la organización a un faro que arroja luz sobre las muchísimas sobras que genera la acción de los gobiernos. Odio por aquellos que ven en sus actos amenazas a la seguridad de los ciudadanos por socavar esa misma acción de esos mismos gobiernos.

Personalmente, todavía no tengo una opinión clara al respecto. O la tengo: sí, pero.

La reputación de Julian Assange

La noticia de que WikiLeaks iba a publicar más documentación sobre la guerra de Afganistán fue contestada en los medios con otra noticia: Julian Assange era acusado de violación y abuso sexual en Suecia, aunque la orden de arresto fue retirada a unas horas de hacerse pública la acusación.

Muchos vieron aquí un claro ejemplo de las conspiraciones a las que nos tienen acostumbrados Hollywood y Washington D.C. (o viceversa): la acusación sería un movimiento para desacreditar a Assange y, con él, a WikiLeaks. La jornada de ayer se centró en crucificar o defender con sangre la reputación del fundador de WikiLeaks.

La pregunta, sin embargo, es: ¿qué más da si Assange es un violador o no a efectos de la validez de lo publicado en WikiLeaks? ¿Que Assange sea un acosador sexual — si lo fuere — afecta en algo lo que cuentan los miles de documentos sobre las actividades norteamericanas en Afganistán?

La reputación de Julian Assange no debería tener nada que ver con la reputación de WikiLeaks, por mucho que nos cueste disociar lo uno de lo otro.

La reputación de WikiLeaks

En mi opinión, el debate debería ser, pues, no la reputación de Julian Assange, sino la reputación de WikiLeaks.

Dicho de otro modo: ¿justifica el fin los medios? ¿cuál es el fin y cuáles son los medios?

Personalmente no tengo claras las respuestas a las anteriores preguntas. Me inclino a pensar que los fines son justos y los medios proporcionales, pero estoy lejos de tener una opinión fundamentada.

Para acabar de añadir incertidumbre, recuperé hace poco una lectura de Lawrence Lessig, Against Transparency. The perils of openness in government, donde el aclamado autor de Free Culture alerta sobre los riesgos de la transparencia total cuando esta es sin reflexión y sin contexto.

Y la pregunta, de nuevo, es ¿proporciona WikiLeaks suficiente contexto para «comprender» los documentos filtrados? ¿O nos hemos lanzado a tumba abierta en una fiebre por abrirlo todo sin pensar en las consecuencias?

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