Esta entrada ha acabado teniendo dos partes: la primera, Toros no: centrando el debate, antes de que la iniciativa legislativa popular para prohibir los toros fuese aceptada por el Parlament de Catalunya, y la segunda, Toros no: cuestión de libertad, después de la prohibición de las corridas por el Parlament y a colación de las primeras reacciones a la misma. Esta es la segunda parte.
Cuando anteayer, en Toros no: centrando el debate, intentaba listar los falsos argumentos que se meten con calzador en el supuesto debate sobre la abolición de las corridas en Catalunya, me olvidé del que, por lo visto, ha sido (y parece que será) el argumento principal contra la abolición: atenta contra mi libertad
.
El President Montilla apeló a la libertad y a no imponer las ideas propias a los demás, por lo que pedía responsabilidad (léase: si no votas conmigo eres un irresponsable, un gran argumento).
Rajoy también centra su reacción en que los ciudadanos puedan ejercer libremente el derecho más importante que tienen, que es la libertad
(valga la tautología).
En casa de Alfonso Serrano pude escuchar a Andrés Calamaro arremeter contra las prohibiciones, por coartar la libertad individual.
Y un señor en la radio decía esta mañana (literal): son unos nazis, porque prohíben lo que a mí me gusta
, entre otras cosas olvidando que el Parlamento no se conjuga en tercera persona, sino en primera.
La verdad es que las prohibiciones son un incordio:
- Prohíben la violación, coartando mi libertad a tener sexo (no consentido y violentamente) con las madres, esposas e hijas de mis conciudadanos. Y las extranjeras, si se puede, también.
- Prohíben el proxenetismo, coartando mi libertad a… (lo mismo de antes pero con dinero de por medio)
- Prohíben la pedofilia, coartando mi libertad a… (lo mismo de las dos anteriores antes pero con niños)
- Prohíben el terrorismo, coartando mi libertad a amenazar, extorsionar y asesinar a aquellos que no piensan como yo.
- Prohíben el fraude fiscal, coartando mi libertad a tener una educación, una sanidad y una justicia de calidad y gratuitas de verdad de verdad.
- Prohíben conducir ciego de alcohol, coartando mi libertad a utilizar el medio de transporte que a mí me plazca habiendo bebido lo que libremente yo desee:
quién te ha dicho a ti las copas que yo tengo o no tengo que beber
. - Prohíben los toros, coartando mi libertad a divertirme y hacer dinero como y cuando a mí me dé la gana.
Las libertades son como un calcetín y se les puede dar la vuelta. Esta es la realidad de las prohibiciones. Porque en ningún caso fueron pensadas para lo siguiente:
- Prohíben la violación, defendiendo mi libertad a tener sexo con quien quiera y si yo quiero, sin ser forzado ni violentado por nadie al tenerlo.
- Prohíben el proxenetismo, defendiendo mi libertad a… (lo mismo de antes pero sin dinero de por medio)
- Prohíben la pedofilia, defendiendo mi libertad a… (lo mismo de las dos anteriores pero con niños, con el añadido del factor tiempo y la madurez mental, emocional y sexual)
- Prohíben el terrorismo, defendiendo mi libertad a expresar mis opiniones e ideas políticas sin que por ello mi integridad física y hasta mi vida corra peligro.
- Prohíben el fraude fiscal, defendiendo mi libertad a tener una educación, sanidad y justicia de calidad y sufragada por todos según las posibilidades de cada uno.
- Prohíben conducir ciego de alcohol, defendiendo mi libertad a no ser atropellado, postrado en una silla de ruedas o simplemente asesinado al salir de fiesta con mis amigos.
- Prohíben los toros, defendiendo la libertad de todo ser vivo de no ser torturado y asesinado gratuitamente, como gratuito es cualquier espectáculo o disposición de un animal exclusivamente por placer.
Dicho esto, por favor, centremos de una vez el debate. Aunque haya partes interesadas (políticamente, económicamente, ideológicamente, etc.), la pregunta no va de política, ni de economía, ni de ideología.
La pregunta es: ¿cree usted que es legítimo maltratar, infligir dolor y matar a seis toros para un espectáculo de dos horas?. Esa es la pregunta y esa es la única que hay que contestar. No hay más. De verdad.
Mi respuesta, después de haber ido a la plaza, es no, y lo digo sin tapujos. Por favor, céntrense en el debate y digan, sin ambages, cuál es su respuesta. Compartida o no, yo la respetaré. Pero respeten ustedes, por favor, mi inteligencia con argumentos que sean tales.