Mueran las bibliotecas, vivan las telcos

Leo en El Periódico que Educación crea una conexión a internet para hacer los deberes.

Vaya por delante que todo lo que sea incrementar el uso de Internet y, especialmente, para usos educativos me parece una buena, muy buena estrategia de desarrollo tanto a corto como a largo plazo.

Pero.

Tiene nuestro gobierno la costumbre de, cada vez que hay que dar un paso para fomentar el desarrollo de la Sociedad de la Información, ese primer paso se da, inevitablemente, en la dirección de las operadoras de telecomunicaciones.

Identificado el problema — los estudiantes no tienen conexión a Internet fuera del horario escolar — la solución puede ser llevársela a casa, pero también que se inviertan los términos, a saber: que los estudiantes vayan allí donde hay conexión.

España tiene una red de bibliotecas bastante buena (al menos la tiene mi provincia y supongo que no es una excepción). Tiene esa red, además, un personal por lo general altamente cualificado, con fuerte presencia tanto institucional como personal en Internet, con blogs que debaten día sí y día también cómo dar mejor servicio al usuario en esta nuestra economía digital. Es decir, que «están por la labor» de poder dar servicios basados en las Tecnologías de la Información y la Comunicación así como formar en competencias digitales a cualquier usuario que se les acerque.

Por otra parte, dicen los informes de análisis e investigación que el problema, de forma creciente, no es ya el acceso a la tecnología, sino el saber usarla «con sentido». Son nuestros bibliotecarios, por definición, expertos en el manejo de la información, que es eso que sale por las pantallas de los ordenadores y entra por los teclados de los mismos.

Dicen también esos mismos informes que Internet es un fenómeno social, colectivo, de creación de comunidad. Suponiendo que en las bibliotecas no se pueda hablar — afortunadamente han evolucionado y ahora tienen salas para diversos usos —, convive con las bibliotecas (a menudo dándose la espalda, lamentablemente) una espectacular red de telecentros, centros cívicos «informatizados» y otras variantes de lo que comúnmente llamamos puntos de acceso público a Internet.

Con esto, vuelvo al principio. Desconozco si habrá costado algo y cuánto esta iniciativa del Ministerio de Educación (la frase las tarifas pactadas con el ministerio me da a entender que el acuerdo con Movistar no ha sido pro bono, aunque sería precioso que así fuera). Lo que sí sabemos es que tenemos bibliotecas y telecentros, la mayoría de ellos (bibliotecas y telecentros) financiados parcial o totalmente con dinero público.

Me gustaría que la próxima noticia donde coincidan en el titular Ministerio de Educación, Internet y Educación tuviera, como protagonista, a los puntos públicos de acceso a Internet y a los educadores que los hacen funcionar.

(Perdón por el titular tendencioso: no sabe uno ya cómo llamar la atención).

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Proposición no de Ley para impulsar el desarrollo de nuevos modelos digitales de negocios para la Industria de Contenidos

La diputada del Grupo Socialista Lourdes Muñoz Santamaría me hace llegar la Proposición no de Ley para impulsar el desarrollo de nuevos modelos digitales de negocios para la Industria de Contenidos que ha presentado en el Congreso junto con el también diputado del Grupo Socialista Carlos Trujillo Garzón.

La proposición no de ley reza así:

El Congreso de los Diputados insta al Gobierno a elaborar un Plan Estatal para el desarrollo de la industria de los Contenidos que contemple medidas y mecanismos dirigidos a favorecer el sector de contenidos digitales de música, cine y vídeo, editoriales (prensa y libro), publicidad, videojuegos y televisión, contando con la participación de empresas, creadores e instituciones asociadas a las actividades mencionadas.

Planteada en estos términos, esta proposición no puede sino merecer todo mi apoyo por conveniente y por estratégica: sabemos que no subirse al tren digital es perder el tren del desarrollo, pero sabemos también que los ciudadanos e instituciones (en general) pensamos a corto plazo, y que si no le encontramos utilidad a la Red ahora mismo, no nos vamos a digitalizar. Los servicios y los contenidos digitales son, si no la única forma, una de las más directas de dar sentido y utilidad a la Red y, con ello, incentivar la demanda, su uso, la adquisición de competencias digitales y su adopción en el día a día.

Sin embargo, el camino del infierno está plagado de buenas intenciones.

Si el gobierno acaba poniendo en marcha un plan para promover los contenidos digitales — e, insisto, en mi opinión esa sería una buena forma de gastar nuestro presupuesto en crisis — definir el qué y el cómo no puede recaer únicamente en la industria de contenidos.

Por mucho que ASIMELEC afirme que hace falta un plan de contenidos para que se facilite financia­ción específica para que el sector afronte su reconversión industrial y para apoyar la adecuación de las pymes del sector al contexto digital, de lo que estamos hablando no es de una reconversión industrial, sino de una reconversión social.

Valga como ejemplo el para mí desafortunado Plan Escuela 2.0 (sobre el que ya tratamos en Monográfico sobre la brecha digital en la educación). El Plan Escuela 2.0 pretende, a grandes rasgos y generalizando, modernizar la escuela. Sin embargo, la propuesta se centra en informatizar lo que ya se está haciendo sin proponer cambio significativo alguno, y no ya obviando una reflexión de cariz más pedagógico, sino haciendo oídos sordos al encendido e interesantísimo debate que se está dando desde todos los frentes del mundo educativo.

No es que esté bien que haya un plan sobre contenidos digitales, es que estoy convencido que debe haberlo.

Ahora bien, hay que aprovecharlo para reflexionar a fondo sobre todas las implicaciones del uso de las tecnologías digitales en la producción, distribución y consumo de contenidos. E intentar trabajar para conseguir un consenso tan amplio como sea posible. Y, solamente después de ello, ponerse a producir.

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Monográfico sobre la brecha digital en la educación

Tarde o temprano tenía que ocurrir: entrada (a) de autobombo y (b) «crossposteada» del otro blog, aunque no del todo y con motivo. Creo.

La Revista de Universidad y Sociedad del Conocimiento de la UOC acaba de publicar un monográfico titulado Contextualizando la brecha digital en la Educación Superior y que he tenido la suerte de poder coordinar.

El monográfico se compone de cuatro artículos, dos de los cuales — uno de Jonatan Castaño-Muñoz, La desigualdad digital entre los alumnos universitarios de los países desarrollados y su relación con el rendimiento académico, y uno mío, De los portátiles a las competencias: Superación de la brecha digital en la educación — toman sus datos de Catalunya, España y Europa.

Simplificando mucho, y centrándonos en el caso español, hay bastantes datos (de hecho, muchísimos) que muestran que la brecha digital en las aulas españolas no se debe (en su mayoría, aunque hay excepciones, por supuesto) a una falta de infraestructuras (ordenadores, conectividad) sino a una (1) falta de competencias digitales y a (2) una deficiente adaptación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación a la enseñanza y el aprendizaje.

Así — y esto es ya una opinión personal, aunque en mi artículo lo fundamento con datos —, proyectos como Escuela 2.0 (para cuándo más información sobre el proyecto en esta web…) no parecen atacar las necesidades reales en materia de Sociedad de la Información y Educación.

Más información

Monográfico: Contextualizando la brecha digital en la Educación Superior.

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