Contenidos digitales: fomento del producto, del productor o de la producción

Una de las noticias más importantes que ha dado la edición de 2010 del Foro Internacional de Contenidos Digitales (FICOD) es la que presentaba el ministro de industria Miguel Sebastián cuando afirmaba que la industria de contenidos digitales superó los 8.000 millones de euros en 2009.

Estos datos, publicados con todo detalle en el último Informe Anual de los Contenidos Digitales en España, son los que avalan la estrategia del ministro de crea(r) un plan de contenidos digitales con 200 millones para 2011 de forma que se contribuya a que en 15 años las TIC (sean) el segundo sector más importante del país, después del turismo.

En mi opinión esto son un cúmulo de buenas noticias. Por una parte, porque el sector de las TIC tiene mucho más futuro que otros sectores, como el vilipendiado sector de la construcción, las manufacturas industriales u otras industrias de bajo valor añadido. Por otra parte, porque además del impacto directo en la economía, los sectores tecnológicos tienen impactos indirectos mucho mayores, atraen y generan capital humano, o son más sostenibles por sus más intensivas estrategias de I+D+i, por mencionar algunos aspectos. Por último, porque en el momento en el que se encuentra España, el desarrollo de la Sociedad de la Información pasa por incentivar la demanda de contenidos y servicios digitales, algo en lo que el sector de los contenidos impactará de lleno.

Cabe, sin embargo, y ahondando especialmente en este último punto, tener en cuenta algunas consideraciones.

Sobre todo que no todo contenido en Internet es industria de contenidos.

En cambio, para incentivar esa demanda y, con ella, un más rápido y mejor desarrollo de la Sociedad de la Información, sí todo contenido digital tiene su impacto, en muchos casos, precisamente, aquel cuyo origen no proviene de la industria.

Hay tres grandes formas de incentivar los contenidos digitales. Pueden parecer similares, pero los detalles que las diferencian son relevantes:

  1. El primero, al que se refiere el ministro, es apoyar a la industria, es decir, apoyar al productor profesional. El fortalecimiento de los derechos de propiedad intelectual, el cierre de contenidos tras barreras tecnológicas, como el DRM o la promoción de iniciativas como el Proyecto Escuela 2.0 y sus libros de texto digitales son medidas que protegen al sector, le conceden ventajas competitivas que le permiten generar músculo y, en consecuencia, hacer crecer el sector de forma que permita arrojar dividendos y crear empleo. Por supuesto, también genera contenidos, pero el objetivo aquí es la industria y su impacto económico.
  2. En el otro extremo encontramos las políticas centradas en el producto digital, es decir, aquellas cuyo objetivo es que haya tanto contenido digital como sea posible. A diferencia de las anteriores, de lo que aquí se trata es de facilitar en extremo la máxima difusión y uso de dichos contenidos: licencias libres, repositorios abiertos, contenidos abiertos con estándares abiertos que permitan su consulta en mutiplicidad de dispositivos, fomento de la creación de obras derivadas, etc. Seguramente el modelo de negocio no está tan claro… posiblemente porque el negocio no es el objetivo. El objetivo no es el impacto económico, sino el impacto social.
  3. A medio camino podemos identificar iniciativas que promueven la producción. No se trata de fomentar los contenidos ni la industria, sino fomentar la creación de herramientas y estrategias que permiten la generación de contenidos digitales. El fomento del programario de creación colaborativa de documentos, de las herramientas de autor, de la capacitación (sí, capacitación) en edición digital de cualquier tipo de contenidos o de la formación en lenguajes de programación son formas de fomentar la generación de contenidos digitales sin ser tan finalistas como el fomento del contenido en sí o del productor/industria.

¿Ejemplos?

  1. Apoyo al productor: creación de un programa educativo cuyos libros de texto serán desarrollados exclusivamente por la industria de los contenidos educativos. Favorecerá la modernización del sector y su fortalecimiento frente a otros competidores extranjeros.
  2. Apoyo al producto: subvenciones a la traducción y adaptación de contenidos educativos extranjeros de alta calidad para utilizarlos en el aula.
  3. Apoyo a la producción: creación de un kit de producción colaborativa de contenidos educativos (p.ej. preinstalación de página web + blog + wiki) y capacitación a profesores y alumnos para que lo utilicen en clase.

Son tres estrategias distintas cada una con objetivos convergentes en el límite pero también muy, muy diferentes en el proceso, como cada uno podrá deducir.

Y acabamos como empezábamos: es de celebrar tanto el desarrollo de una industria de contenidos como que el gobierno quiera apoyarla desde el ministerio correspondiente.

No obstante, los contenidos (y servicios) digitales son, a mi parecer, demasiado estratégicos como para que sus políticas se aborden desde un único ministerio o desde una aproximación parcial, no comprehensiva, no articulada con otras líneas. Creo, pues, que la noticia debería ser que el gobierno impulsará los contenidos digitales y no (o no solamente) la industria de contenidos digitales. Esperemos que así sea.

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Proposición no de Ley para impulsar el desarrollo de nuevos modelos digitales de negocios para la Industria de Contenidos

La diputada del Grupo Socialista Lourdes Muñoz Santamaría me hace llegar la Proposición no de Ley para impulsar el desarrollo de nuevos modelos digitales de negocios para la Industria de Contenidos que ha presentado en el Congreso junto con el también diputado del Grupo Socialista Carlos Trujillo Garzón.

La proposición no de ley reza así:

El Congreso de los Diputados insta al Gobierno a elaborar un Plan Estatal para el desarrollo de la industria de los Contenidos que contemple medidas y mecanismos dirigidos a favorecer el sector de contenidos digitales de música, cine y vídeo, editoriales (prensa y libro), publicidad, videojuegos y televisión, contando con la participación de empresas, creadores e instituciones asociadas a las actividades mencionadas.

Planteada en estos términos, esta proposición no puede sino merecer todo mi apoyo por conveniente y por estratégica: sabemos que no subirse al tren digital es perder el tren del desarrollo, pero sabemos también que los ciudadanos e instituciones (en general) pensamos a corto plazo, y que si no le encontramos utilidad a la Red ahora mismo, no nos vamos a digitalizar. Los servicios y los contenidos digitales son, si no la única forma, una de las más directas de dar sentido y utilidad a la Red y, con ello, incentivar la demanda, su uso, la adquisición de competencias digitales y su adopción en el día a día.

Sin embargo, el camino del infierno está plagado de buenas intenciones.

Si el gobierno acaba poniendo en marcha un plan para promover los contenidos digitales — e, insisto, en mi opinión esa sería una buena forma de gastar nuestro presupuesto en crisis — definir el qué y el cómo no puede recaer únicamente en la industria de contenidos.

Por mucho que ASIMELEC afirme que hace falta un plan de contenidos para que se facilite financia­ción específica para que el sector afronte su reconversión industrial y para apoyar la adecuación de las pymes del sector al contexto digital, de lo que estamos hablando no es de una reconversión industrial, sino de una reconversión social.

Valga como ejemplo el para mí desafortunado Plan Escuela 2.0 (sobre el que ya tratamos en Monográfico sobre la brecha digital en la educación). El Plan Escuela 2.0 pretende, a grandes rasgos y generalizando, modernizar la escuela. Sin embargo, la propuesta se centra en informatizar lo que ya se está haciendo sin proponer cambio significativo alguno, y no ya obviando una reflexión de cariz más pedagógico, sino haciendo oídos sordos al encendido e interesantísimo debate que se está dando desde todos los frentes del mundo educativo.

No es que esté bien que haya un plan sobre contenidos digitales, es que estoy convencido que debe haberlo.

Ahora bien, hay que aprovecharlo para reflexionar a fondo sobre todas las implicaciones del uso de las tecnologías digitales en la producción, distribución y consumo de contenidos. E intentar trabajar para conseguir un consenso tan amplio como sea posible. Y, solamente después de ello, ponerse a producir.

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