Irene Rigau y la contrarreforma del Escuela 2.0

Irene Rigau, la Consellera d’Ensenyament del nuevo gobierno catalán de Artur Mas, anunciaba esta semana que el proyecto eduCAT 1×1 — la implementación en Catalunya del proyecto Escuela 2.0 — va a ser cancelado. Habrá una serie de moratorias, paliativos y compensaciones pero, a grandes rasgos, el proyecto se cierra. ¿Los motivos? Ni hay presupuesto ni el proyecto arroja los dividendos educativos que de él se esperaban ni se cree que los vaya a arrojar en un futuro probable.


Entrevista de Irene Rigau en Els Matins de TV3 (en catalán)

He dado mi opinión sobre este proyecto en Contenidos digitales: fomento del producto, del productor o de la producción y, sobre todo, en el Monográfico sobre la brecha digital en la educación que tuve la suerte de editar y en el que contribuí con un artículo al respecto.

A grandes rasgos:

  • Los proyectos Escuela 2.0 y eduCAT 1×1 eran proyectos tecnológicos, no educativos. Más allá de repartir ordenadores, había poco más. Es cierto que el caso catalán es abismalmente mejor que el proyecto inicial del ministerio, y se intentó corregir la carencia de objetivos pedagógicos, pero
  • el presupuesto se lo llevó en su mayor parte la infraestructura, en menor medida unos contenidos digitales que, en mi opinión, no aportaban innovación educativa alguna, y calderilla para formación de formadores. Las familias quedaron fuera de la ecuación.
  • Hay ya bastante literatura científica que este tipo de proyectos de poner el ordenador en la escuela no solamente no funcionan sino que, en muchos casos, son perjudiciales, corroborando la llamada hipótesis de la brecha de conocimiento o knowledge gap: el ordenador multiplica sin distinguir, multiplica lo bueno y multiplica lo malo. Hay excepciones, como el uruguayo Plan Ceibal, pero ni este es perfecto (como se constata en sus honestos informes de seguimiento), ni el eduCAT 1×1 tiene un remoto parecido con él en su diseño.

En definitiva, por una parte, los proyectos deben ser educativos, no tecnológicos, con objetivos pedagógicos, docentes y de aprendizaje. Por otra parte, se demuestra que lo que es un vector de cambio es la innovación metodológica, y ahí la madre del cordero está en la formación de los docentes para que transformen el sistema con ayuda de las TIC, más que en la digitalización de los sistemas caducos.

Juan Antonio Donaire se lamenta en Fail Rigau de la decisión de la consellera. Coincido con él en las dudas sobre los motivos reales de la consellera para parar el proyecto, pero no coincido en los motivos para seguir con él. Vayamos primero a esto segundo.

La aportación marginal y el coste de oportunidad del eduCAT 1×1

Hay dos conceptos en el análisis de políticas públicas que son como el martillo al carpintero.

El beneficio marginal (o el coste marginal) de un proyecto es el beneficio que este aporta y que no se hubiese dado de ninguna forma sin este, es decir, que solamente es atribuible a este. Uno de los beneficios que se atribuyen al eduCAT 1×1 es que los profesores se han actualizado. Sin embargo, y con los presupuestos en la mano, la actualización de muchos profesores ha corrido por su cuenta y, en cualquier caso, no hacía falta poner ordenadores en el aula para ello: que haya o no portátiles en el aula no tiene impacto marginal directo alguno en la formación de los profesores.

Otro impacto atribuido al proyecto es la cobertura universal de Internet a los estudiantes. Sin embargo, los últimos datos del INE nos dicen que el 94,6% de niños de 10 a 15 años utilizaron el ordenador en los últimos 3 meses y el 87,3% utilizaron Internet. Si bien tres meses es un lapso de tiempo exagerado para calificar a alguien de usuario de Internet, la pregunta es cuál es el impacto marginal de poner un portátil en manos de todos los estudiantes. Es decir, ¿cuántos de ellos tienen ordenador ahora que antes no lo tenían?

El segundo concepto a tener en cuenta es el coste de oportunidad, entendido como lo que dejamos de ganar si en lugar de escoger la opción que hemos escogido hubiésemos optado por una alternativa.

Hay que preguntarse, pues, si para formar o actualizar a los profesores o para cerrar la brecha digital de ese 13% de niños sin Intenret, hacía falta un programa como el eduCAT 1×1, o era mejor optar por dos proyectos complementarios: uno de formación y uno para hacer llegar ordenadores e Internet a los excluidos digitales.

Cabría preguntarse también si no era más eficiente y más eficaz destinar más recursos a los repositorios Atria o Alexandria — previa evaluación de su nivel de uso e impacto, por supuesto, ya que la literatura académica sobre la (no) reutilización de recursos educativos abiertos y la (sub) utilización de repositorios institucionales es también abundante.

Es cierto que parar un proyecto a medias es doloroso y queda siempre la sensación que se ha tirado el dinero. Pero ya lo dijo San Agustín: humano es errar, pero perseverar en el error es ya diabólico.

Libros para enseñar, tecnología para aprender

Dicho esto, coincido con Juan Antonio Donaire que la opción no puede ser ir hacia atrás. Pero no quedarnos como estábamos. ¿Cuál es la opción pues?

Se echa en falta en el discurso de Rigau una propuesta de ¿y ahora qué? En algún momento de su entrevista habla de papel, bolígrafo y libros. Es probable que estos tres instrumentos, aunque posiblemente válidos en algunos contextos, escondan una falta de planificación para el futuro. O el presente.

Es seguramente factible encontrar un punto medio entre los recortes en los gastos — una razón poderosísima para parar el eduCAT 1×1 — y una propuesta de futuro que no renuncie a la tecnología educativa.

En mi opinión, lo que teníamos antes del eduCAT 1×1 eran libros para enseñar y el eduCAT 1×1 nos trajo ordenadores para ser enseñado: deberíamos evolucionar hacia una tecnología para aprender.

Para ello, el foco debe ponerse en el docente, para que gradualmente deje de serlo y enseñe a sus discentes a ser aprendices, a aprender, a aprender a aprender, a ser guiados y no dirigidos, a ser autónomos.

Irene Rigau demostró amplio conocimiento del sector y dio referencias sobradas para justificar su decisión de parar el eduCAT 1×1. Se echa en falta, sin embargo, una propuesta de futuro, tanto educativo como digital, en la conselleria de Rigau. De hecho, se echa en falta, en general, una propuesta de Sociedad de la Información en el gobierno de Artur Mas, obsesionado con las infraestructuras y en construir una Sociedad de las Telecomunicaciones dejando el conocimiento de lado.

Nota 19/02/2011: esta entrada tiene una cierta continuidad en EduCAT redux, una propuesta. O ¿sin ordenadores no hay paraíso?.

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Sindicatos y movimientos sociales: de la lucha de clases a la revolución 2.0

Hace unas semanas, Ana Sánchez Arjona me entrevistó para el semanario de economía El Nuevo Lunes para hablar de la crisis de los sindicatos — pérdida de afiliados, descenso de ingresos — y de si en esta crisis habían jugado un papel tanto Internet como los nuevos movimientos sociales. La pieza sobre el tema acabó siendo publicada como El 15-M pasa de las acampadas a la acción — he robado el título de esta entrada del despiece que hay en el artículo original.

A continuación apunto el texto con el que respondí a las preguntas originales. En cierta medida, este texto y el que su momento publiqué como Los sindicatos en la Sociedad Red para UGT se complementan uno a otro, por lo que invito a la lectura de ambos como un todo.

¿El actual modelo sindical está en crisis?

Los sindicatos, como los partidos políticos, están sufriendo una doble crisis.

Por una parte, una crisis de la intermediación, fruto de la creciente adopción de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Con la digitalización de la información y las comunicaciones, muchas de las funciones de los sindicatos pasan a ser, si no irrelevantes, si a estar más que cuestionadas: informar, coordinar, aglutinar masa crítica, crear entornos de debate, crear opinión, sensibilizar, representar, abogar por la rendición de cuentas son tareas que, con un determinado nivel de alfabetización digital, pueden realizarse sin ningún tipo de intermediación o con mucha menor intervención de terceras partes.

Por otra parte, una crisis de legitimidad política. Desde la Transición, partidos y sindicatos se han ido cerrando en sí mismos y alejándose de la calle tanto a la hora de recoger las sensibilidades de la ciudadanía como a la hora de explicar las decisiones tomadas. Este distanciamiento se ha agravado por la irrupción de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (que han hecho más prescindibles a los intermediarios y han hecho la información más transparente), por la globalización (toma de decisiones y dependencia política a niveles supranacionales) y por la crisis económica y financiera (mayor necesidad de conectar con las acuciantes necesidades del ciudadano).

¿Por qué tienen cada vez, (si es que tú opinas lo mismo), peor imagen ante los ciudadanos?

En muchos casos, la negación del poder organizativo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (“Internet es una olla de grillos”) así como la afirmación de que la Política “con P mayúscula” solamente tiene lugar en las instituciones no ha hecho sino agravar la crisis de las actuales instituciones — que, hay que insistir, no es solamente de los sindicatos, sino de los gobiernos, parlamentos, partidos y, también, organizaciones no gubernamentales.

Al margen de estas dos cuestiones, al menos dos factores más han empeorado la imagen de los sindicatos ante los ciudadanos, las dos relacionadas con la incapacidad percibida de aportar soluciones.

La primera, la creciente sensación de connivencia de los sindicatos con los aparatos del poder (gobiernos y grupos de interés). Sea porque los sindicatos son incapaces de conectar la política institucional con los movimientos ciudadanos, sea porque la connivencia es real, crece la sensación de que los sindicatos claudican en sus demandas. Ejemplos que validan esta hipótesis son la gran dependencia económica de los sindicatos del erario público (subvenciones, concursos públicos, etc.) que, algunas veces, incluso han dado lugar a casos de corrupción en el seno de los sindicatos, lo que ha reforzado su imagen de sumisión así como de estar “demasiado cerca del poder”.

La segunda, la falta de respuestas a la creciente complejidad del mundo laboral, que poco a poco abandona la sociedad industrial en beneficio de la sociedad de la información. En una economía cada vez más terciarizada, más centrada en procesos productivos de intangibles, los obreros abandonan la fábrica para trabajar de una forma más flexible y descentralizada. Esta descentralización hace que las fábricas — nodos de concentración sindical — pierdan fuerza y, con ellas, los sindicatos. En el mismo sentido, el trabajador temporal y el trabajador autónomo (este último técnicamente un empresario, aunque de facto un obrero más) ni tienen una vinculación fuerte con la masa asalariada (a pesar de serlo) ni muy a menudo tienen en los sindicatos un grupo de presión que defienda sus intereses. Así, desarticulación de la fábrica y dispersión del trabajador, junto a la falta de respuesta a los nuevos perfiles profesionales (temporales, autónomos) han minado uno de los principales pilares de los sindicatos, que era la legitimidad de representar a la clase asalariada.

¿No han sabido jugar el papel que de ellos se esperaba en estos años?

Como a todas las instituciones políticas, la celeridad de los cambios (globalización, crisis, sociedad de la información) los ha cogido a contrapié y con una gran maquinaria en marcha cuyo rumbo era muy difícil de cambiar.

Es también posible que sus cuadros directivos no hayan visto a tiempo e incluso comprendido la magnitud y la naturaleza de estos cambios, lo que no ha hecho sino agravar el tiempo de respuesta, por no hablar de las propuestas mismas de cambio, a menudo insuficientes o inexistentes.

La emergencia de los movimientos sociales (el 15M como paradigmático en España, pero también la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, Iaioflautas, etc.) ha dejado todavía más en evidencia, si cabe, a los sindicatos y lo que deberían haber hecho y no han hecho.

¿Ya no está de moda el sindicato de clase?

Los sindicatos son más necesarios que nunca y las clases siguen siendo más que vigentes. La cuestión es que el concepto o la definición de clase han cambiado paulatina pero inexorablemente en los últimos 20 años.

Seguramente la definición de clase fundamentalmente basada en la distinción entre capitalista y el obrero — proveniente de la sociedad industrial y que daba pie a burguesía, clase media, proletariado… — debería complementarse con otra más acorde con la sociedad red: las élites que controlan los centros de poder, o nodos donde se concentra la mayoría de toma de decisiones, y el resto de nodos, descentralizados y alejados de esos concentradores del poder. El primer esquema es mucho más vertical y continuo que el segundo, mucho más horizontal y, sobre todo, discreto: la distancia entre los dos tipos de nodos se acrecienta en los últimos años, en un perverso efecto multiplicador.

Ni los sindicatos ni los partidos han sabido responder a este cambio estructural de la sociedad.

¿Piensas que serán capaces de reconvertirse?

A cualquier institución democrática le será tremendamente difícil reconvertirse, como le está siendo difícil reconvertirse, en otro ámbito de la sociedad, a la industria cultural, a los medios de comunicación, o a la universidad y la escuela, por citar otras instituciones con un fuerte rol de mediación entre la ciudadanía.

Hay, entre otros muchos, tres grandes obstáculos a superar para la reconversión.

El primero, la competencia digital, entendida esta en un sentido muy amplio. Para la reconversión, es esencial comprender el porqué y el cómo del cambio de etapa que estamos viviendo, de una sociedad industrial a una sociedad de la información. Sin una comprensión a fondo de los factores que han inducido el cambio, su naturaleza y el nuevo paradigma al que nos abocamos será tremendamente difícil poder hacer ningún tipo de propuesta de valor en el futuro más próximo.

El segundo, la fuerza de las inercias actuales. Las instituciones son, casi por definición, grandes estructuras funcionales y conceptuales que van más allá de una mera organización. Son formas de ver el mundo y de relacionarse con él, e incorporan en su diseño valores acumulados a lo largo de su (a menudo dilatada) existencia. Romper con esas estructuras o abandonar esos valores puede ser, además de difícil, peligroso: la transición debe ser pausada para evitar la ruptura y que, con ella, sobrevenga el caos.

El tercero, recuperar la legitimidad perdida. No basta con que la institución comprenda los cambios que deba emprender ni que sea capaz de ponerlos en marcha, sino que los mismos deben ser aceptados dentro y fuera de la institución. Los sindicatos deben reivindicar la pertinencia de (algunas de) sus funciones, y para ello deben desprenderse de las funciones que no son útiles a su (nueva) misión, así como poner en valor las que decida seguir articulando.

Los movimientos sociales, las redes, las asociaciones de ciudadanos ¿les han hecho la competencia?

No creo que los movimientos sociales hayan hecho la competencia a los sindicatos dado que operan en planos distintos. Los movimientos sociales se mueven en un plano horizontal, cohesionando y articulando un discurso alrededor de unos valores. En el límite, los movimientos sociales se concentran en el empoderamiento del ciudadano dentro del sistema, para que pueda hacer oír su voz y ejercer sus libertades dentro de ese sistema.

Los sindicatos, como otras instituciones democráticas, operan en un plano más vertical: en el de la cadena de transmisión que va desde la voluntad de los ciudadanos hacia la toma de decisiones. Dicho de otro modo, los sindicatos trabajan — o deberían trabajar — para la gobernanza del sistema, para gestionar y cambiar (si procede) el sistema dentro del cual los ciudadanos viven.

Lo que los movimientos sociales han provocado, más que una alternativa a los sindicatos, ha sido el evidenciar que todo el trabajo de base que hacían las plataformas quedaba truncado en algún punto porque la cadena de transmisión hacia la toma de decisiones estaba rota. Y uno de esos eslabones rotos — que no el único — son los sindicatos.

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EduCAT 2.0 o cómo dar dos pasos atrás

La consellera d’educació Irene Rigau acaba de anunciar el plan EduCAT 2.0 que vendrá a substituir el EduCAT 1×1. A grandes rasgos — y con la poca información disponible por ahora — el nuevo plan revierte la tendencia de centrarse en el aprendizaje para volver a un modelo centrado en la enseñanza.

Cuando se anunció el parón del EduCAT 1×1 me mostré cauteloso: sin saber todavía si era un paso hacia atrás para deshacer lo andado o uno en diagonal para cambiar de modelo pero seguir avanzando, en mi opinión había motivos suficientes para replantearse un proyecto de modernización de la educación que asignaba los escasos recursos a las máquinas y no a los docentes. Mientras lo deseable sería poder hacer ambas cosas, ante los recortes del Departament d’Ensenyament, yo proponía abandonar la inversión en infraestructuras para concentrarse en la transformación (radical) de la metodología.

Ante las últimas declaraciones de Irene Rigau, no puedo sino oponerme, y de forma vehemente, a lo que se plantea. Simplificando, había dos motivos por los cuales se cerraba el EduCAT 1×1: falta de recursos y necesidad de cambiar el modelo. Con el nuevo anuncio, parece que los recursos que se destinarán son aproximadamente los mismos, con lo que solamente queda el cambio de modelo. ¿Cuál es ese modelo?

Con el nuevo EduCAT 2.0 los ordenadores se quedan (físicamente) en la escuela y se refuerza la enseñanza con pizarra digital. 3 críticas al respecto:

La gran carencia del EduCAT 1×1 era la escasa dotación de recursos en el terreno de la formación de formadores y, sobre todo, a repensar el modelo educativo. Los ordenadores e Internet, mucho más allá de facilitar la realización de tareas o de encontrar información son, en realidad, herramientas que revolucionan el sistema educativo, el método de aprendizaje. Esta es la palabra clave: aprendizaje. Si el EduCAT 1×1 se podía criticar por apostar muy tímidamente por el aprendizaje, el EduCAT 2.0 supone una regresión por apostar de nuevo por la enseñanza. Las pizarras digitales o los ordenadores en las aulas son tranformadoras solamente en manos de innovadores; si no, no hacen sino perpetuar lo caduco pero a mayor coste. Y la innovación no puede dejarse en manos de la buena voluntad, hay que tener una estrategia y dotar recursos para poder llevarla a cabo. El EduCAT 2.0 parece tener un enorme vacío al respecto.

Relacionado con lo anterior, pero desde el punto de vista del que aprende, los ordenadores e Internet no son formas de tomar mejores apuntes o hacer los trabajos en un procesador y mandarlos por correo electrónico. Son herramientas transformadoras porque, en casa, rompen la barrera entre la educación formal y la no formal, echan abajo las paredes de la clase, acaban con la idea de que el conocimiento solamente se encuentra en la escuela o en la cabeza del profesor, crean redes de aprendizaje entre estudiantes, ponen al alcance de un clic todo el saber de la Humanidad. Si el ordenador se queda en la escuela, el agravio comparativo entre quien tiene ordenador en casa y quien no es abismal. Si no hubiese recursos diríamos que ya hay bibliotecas y telecentros donde los niños pueden ir a estudiar, y que no hace falta tener ordenador con Internet en casa. Pero si el Departament se va a gastar el mismo dinero, se me hace impensable que sea en el sentido de crear más y mayores desigualdades.

Por último, y relacionado con la brecha digital. Para muchas familias, el portátil en casa no es solamente el ordenador del niño, sino el ordenador de la familia. Esto quiere decir (y se ha estudiado) que tiene un impacto positivo en la alfabetización digital del resto de miembros (padres y, sobre todo, hermanos menores) así como en el incremento del uso para fines no educativos. Dicho de otro modo: el portátil en casa no solamente cierra la brecha digital de primer orden (el acceso físico a las infraestructuras) sino también la de segundo orden (competencia digital y uso). E insistimos en este punto con la cuestión anterior: si no hay recursos, entonces bibliotecas y telecentros. Pero si los hay (y los hay porque se van a comprar equipos), que el ordenador se quede en la escuela es hacer que ese ordenador rinda varios órdenes de magnitud por debajo de lo que podría, tanto económica como, ante todo, socialmente.

A mi modo de ver, con el EduCAT 2.0 se dan dos pasos atrás: económicamente, se pasa a un modelo cuya eficiencia es mucho menor que el anterior, ya que los mismos recursos van a rendir significativamente menos (desaprovechamiento de las inversiones, incremento de la desigualdad económica de las familias); socialmente, se pasa a un modelo cuya eficacia está más que cuestionada en el ámbito educativo como en el social (agotamiento del modelo de enseñanza, desaprovechamiento del poder capacitador de la tecnología).

Para saber más

Martínez, A. L., Díaz, D. & Alonso, S. (2009). Primer informe nacional de monitoreo y evaluación de impacto social del Plan Ceibal, 2009. Montevideo: Área de Monitoreo y Evaluación de Impacto Social del Plan Ceibal.

Cobo Romaní, C. & Moravec, J. W. (2011). Aprendizaje Invisible. Hacia una nueva ecología de la educación. Barcelona: Laboratori de mitjans interactius. Publicacions i edicions de la Universitat de Barcelona.

Peña-López, I. (Coord.) (2010). “Framing the Digital Divide in Higher Education”. En Revista de Universidad y Sociedad del Conocimiento (RUSC), Monograph: Framing the Digital Divide in Higher Education, 7 (1). Monograph. Barcelona: UOC.

De este último monográfico, recomiendo especialmente:

Para pasar un rato

Otras entradas sobre el tema:

Y una charla reciente sobre la transición de la educación hacia el aprendizaje: De la enseñanza de las instituciones al aprendizaje de las personas.

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EduCAT redux, una propuesta. O ¿sin ordenadores no hay paraíso?

Comentaba en Irene Rigau y la contrarreforma del Escuela 2.0 que me parecía bien parar el proyecto de un ordenador por estudiante en Catalunya, al mismo tiempo que denunciaba la falta de una tercera vía que no supusiera volver a la tecnología PLG (papel, lápiz y goma).

La mayoría de lo que se ha podido leer estos días, sin embargo, sigue ante lo que en mi opinión es una falsa disyuntiva:

  • Los ordenadores en el aula son caros y no han demostrado ningún impacto positivo en materia de aprendizaje (de hecho se suele utilizar el término «enseñanza»). La opción es olvidarnos de ellos y volver a lo que conocíamos: la letra con PLG entra.
  • Saber «informática» (hablemos con propiedad: competencias digitales) es buena y es el presente, luego los ordenadores son necesarios. Devolvámoslos, pues, al aula.

Creo que ambas afirmaciones son ciertas en sus premisas, aunque las conclusiones no son, creo, necesariamente las que se extraen. Básicamente, creo que hay tres frentes abiertos y que atacarlos no pasa necesariamente ni por poner ordenadores en el aula ni por quitarlos de la vida de los estudiantes.

Brecha digital

Una de las principales cuestiones para defender los programas 1×1 es que cierran la brecha digital. Pero cerrar la brecha digital en el aula con un café para todos tiene dos grandes problemas.

El primero es que se cierran brechas ya cerradas. Como ya he comentado, la penetración de ordenadores e Internet entre los niños y adolescentes españoles es elevadísima. A diferencia de otros países, en España vale la pena ya empezar a segmentar y hacer políticas específicas para los excluidos digitales, que ya no son la mayoría.

El segundo es que cerrando la brecha en la escuela dejamos abierta la brecha en casa. Uno de los beneficios de que un niño tenga ordenador (portátil o no) es el efecto multiplicador positivo en la familia, tanto en sus padres como, sobre todo, en sus hermanos (especialmente los menores). Mientras intentamos proveer a las escuelas de un ancho de banda y una potencia eléctrica suficientes para soportar concurrencias inauditas (a un coste insoportable, como se ha visto), dejamos los hogares desconectados.

Lo cierto es que el combate brecha digital no habría que plantearlo desde la escuela, porque este no es un problema (exclusivo) del departamento de Educación, cuyos objetivos deberían ser mayormente pedagógicos.

En cambio, uno esperaría de sus gobiernos políticas transversales y comprehensivas, no políticas departamentales segmentadas como un reino de taifas (cada uno luchando contra la brecha digital por su cuenta): hablen y pónganse de acuerdo. Este es uno de los motivos por los que debería haber un órgano coordinador sobre materia de Sociedad de la Información en las Presidencias de los gobiernos, no escondido en la planta baja de un departamento. Si en lugar de café para todos (ordenadores, conectividad, etc.) ponemos la tirita donde duele, es probable que se acabe con mayor eficacia y eficiencia. Aunque sea más arriesgado políticamente y definitivamente menos sexy para los medios.

Competencias digitales

Es totalmente necesario enfocar como una prioridad la adquisición de competencias digitales. Y es absolutamente cierto que estas no se aprenden en los libros, sino con ordenadores conectados a Internet. Que estos deban estar en el aula ya es una cuestión más abierta. Y que, estando dentro del aula, la relación deba ser de 1 a 1 también es discutible (Microsoft Research India ha puesto en marcha varios proyectos donde varios concluyen que puede ser incluso deseable, por contraintuitivo que parezca, que los chavales compartan ordenador).

La cuestión no es, sin embargo, si todos tienen ordenador o no, sino cómo lo utilizan. Si es para navegar libros de texto en papel digitalizados (es decir, aproximación totalmente analógica), la competencia digital que se va a desarrollar es prácticamente nula.

Las competencias digitales pueden desarrollarse en el aula o fuera de ella. Existen miles de experiencias basadas en la realización de ejercicios, prácticas, deberes en general que requieren el uso del ordenador y diversos tipos de aplicaciones: búsqueda crítica de información, presentación en distintos formatos (texto plano, imagen, tablas, etc.), trabajo colaborativo… y que pueden darse fuera del aula, y más a medida que el estudiante adquiere edad, experiencia y autonomía en su aprendizaje.

Innovación metodológica

En el fondo, es esto último lo relevante. Si los gobiernos contribuyen a cerrar la brecha digital en casa (y en la escuela, pero a otro nivel, por supuesto), son los educadores los que tienen que combatir la brecha de aprendizaje que ahora se está abriendo: de unas competencias para vivir en la Sociedad Industrial a unas competencias para vivir en la Sociedad de la Información, y de una metodología basada en la escasez a otra basada en la abundancia del conocimiento.

Comenta Ramon Barlam en su última entrada los esfuerzos que desde los 80 han realizado los educadores catalanes para estar al día en materia de TIC y educación.

Y, sin embargo, da todavía la impresión que ha sido este un esfuerzo personal, voluntarioso, aislado (se pueden identificar todavía las escuelas e IES donde «sí» y los que donde «no») sin demasiado apoyo institucional a todos los niveles.

Una propuesta

Si realmente no hay dinero para un ordenador por estudiante (y todo lo que acarrea en conexión en las escuelas, mantenimiento, etc.) y realmente hay ganas y estrategia, no debería ser tan difícil mantener un compromiso con un aprendizaje del s.XXI.

  • Articulemos todo ese capital humano para que no le cueste tanto compartir lo que hace.
  • Promovamos una formación más basada en una estructura de red, entre pares (reconociendo, por supuesto, a quienes dan más que reciben).
  • Olvidemos iniciativas centradas en la tecnología (pizarras digitales, libros digitalizados, blocs de notas en forma de portátil) y promovamos un uso intensivo de las TIC en el aula o en casa.
  • Posibilitemos un aprendizaje ubicuo e intemporal. Aprovechemos que la Red siempre está ahí, en la escuela y en casa, cuando el profesor está y cuando no, para crear espacios virtuales de aprendizaje, con más recursos, con posibilidades para compartir, para el trabajo en equipo, para co-crear… para estudiantes y profesores.

A efectos prácticos:

  • Comunidades de práctica y de aprendizaje para educadores.
  • Formación sobre herramientas docentes, creación y gestión de contenidos digitales (para la enseñanza y también para el propio aprendizaje), espacios presenciales y virtuales para la reflexión estratégica (¿cómo cambian el paradigma y el contexto educativo con las TIC?) más allá de lo puramente instrumental.
  • Elaboración de planes de formación en competencias digitales, temarios, actividades.
  • Orientación y apoyo para el diseño, creación, mantenimiento y uso en el aprendizaje de entornos personales de aprendizaje (para estudiantes y docentes), estrategias de enseñanza mixta o blended learning (presencial-virtual).

Muchas de estas propuestas no son nuevas y han sido llevadas a cabo en mayor o menor medida por el departament y sus educadores a lo largo de estos últimos años. Démosles cohesión y apoyo. Con recursos. Con compromiso político.

Dejemos, en definitiva, que el aprendizaje se digitalice primero, y después el ordenador ya vendrá, solo, con naturalidad, al aula, cuando educador y educando así lo acuerden.

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Educación y Sociedad de la Información en las Autonómicas Catalanas 2010

Hace unos días, David Ballota de Nación Red invitó a algunas personas a emular el popular Tengo una pregunta para usted para su cabecera. Bajo el título de La «Nació Red» també té una pregunta per a vostè, los invitados a participar mandamos cada uno una pregunta sobre el tema que quisiéramos pero enmarcado en el ámbito de la Sociedad de la Información.

Los temas propuestos fueron diversos aunque es evidente que los derechos de propiedad intelectual, el software libre, la apertura de datos y la transparencia, por una parte, y la identidad digital, la seguridad y la privacidad, por otra, fueron los temas más recurrentes. A las preguntas respondieron cuatro candidatos:

Casualidad o deformación profesional, tanto mi compañero de la Universitat Oberta de Catalunya, César Córcoles, como yo mismo preguntamos sobre Educación en la Sociedad de la Información. Aquí van algunos comentarios a las respuestas que los candidatos dieron a ambas preguntas sobre Educación. Los comentarios, dicho sea de paso, se hacen todavía desde la duda del sentido de mi propio voto, con lo que considero que son comentarios bastante objetivos (dentro de lo humanamente posible, claro está).

Salvo en el caso de Xavi Vila, las respuestas son una mezcla de evasiva y desconocimiento del tema por el que se les pregunta. Incluso siendo benevolentes, los candidatos pasan de puntillas por la respuesta con generalidades y sin profundizar.

Xavi Vila, el primero en contestar, parece ser también el único que conoce el panorama fuera de Catalunya y fuera del Estado Español en materia de Sociedad de la Información. Después de una introducción general a lo que debería ser la Educación, su crítica al Projecte eduCAT1×1 (Escuela 2.0 en Catalunya) es doble: por una parte, crítica al diseño mismo del programa (crítica que comparto en su totalidad); por otra parte, y muy interesante para mí, una crítica en relación a otros aspectos de la Sociedad de la Información, como la cuestión del software libre, la capacitación en competencias digitales o la industria de los contenidos digitales.

Comparto especialmente con Xavi Vila (quién hace propuestas detalladas y constructivas) que la Sociedad de la Información empieza con las personas y no con la tecnología, y en este caso concreto con los profesores y la metodología docente. Me queda la duda de cómo resolver algunos «cómos» en las propuestas de Vila, pero entiendo que el espacio tampoco daba para más.

La respuesta de José Montilla es de signo totalmente opuesto a la de Vila. Montilla se centra en el ordenador y en la tecnología, en el acceso físico a la Sociedad de la Información en lugar del acceso efectivo a ella. El concepto de modernización de la educación del actual President es que cada alumno tenga un ordenador portátil.

Comparto con Montilla la necesidad de evaluar la introducción de las TIC en el aula y que solamente la evaluación del impacto en el aprendizaje es el instrumento con el que hay que medir la pertinencia o el éxito del proyecto. Sin embargo, no puedo sino condenar lo que a mi entender parece desconocimiento de la literatura científica sobre el tema «ordenador en el aula», y que es contundente contra la mera instalación de tecnología sin medidas en paralelo sobre pedagogía, capacitación de docentes o participación de la comunidad.

Joan Herrera trilla los tópicos del tema (brecha digital, nativos digitales), tópicos que, en los últimos años o bien se han desmontado en su práctica totalidad o bien han visto como se redefinían una y otra vez, lejos de cómo los toma el candidato (algo que ya le sucedió cuando defendió un sencillamente erróneo concepto de Neutralidad en la Red hace unas semanas).

Herrera hace hincapié en la importancia del cambio pedagógico, cuestión que comparto vehementemente, pero rápidamente se escora otra vez hacia la tecnología para proponer la elaboración de un plan tecnológico en lugar de uno pedagógico o para poner de relieve que los principales problemas son de conectividad, de ancho de banda y demás, cuando, si bien estos problemas son reales, en mi opinión los problemas de base son otros (pedagógicos). Tampoco comparto, en absoluto, las ventajas del programa, que son mayor motivación del alumnado, ahorro en papel, ahorro económico para las familias, oportunidad para los maestros y maestras de innovar en métodos educativos. La motivación, vale, pero el papel o el dinero, aunque importantes, no son la cuestión. Tampoco es la cuestión la oportunidad de innovar, sino la necesidad de hacerlo, pero no porque hay ordenadores en el aula, sino porque el mundo ha cambiado. Para siempre.

Por último, Artur Mas es el que se presenta más lacónico y, porqué no decirlo, el que echa más pelotas fuera y más mano de los «grandes conceptos». Estamos de acuerdo con él que el fracaso escolar es un gran problema, pero (a) ni esa era la pregunta ni (b) nos responde cómo afrontar ese gran problema desde el nuevo escenario que supone la Sociedad de la Información.

Una respuesta que hubiese podido dar sin desviarse de su propio programa electoral es que el fracaso escolar está estrechamente relacionado con la crisis económica, y que la crisis económica está estrechamente relacionada con la fortaleza de los sectores de alto valor añadido — como los sectores intensivos en conocimiento —, sectores que dependen de capital humano altamente cualificado y de la inversión en I+D+i, que a su vez depende también del capital humano. Y el capital humano, como todos sabemos, se recoge en el mercado pero se siembra en la escuela, y las TIC pueden ser un gran abono para aquel.

Lamento que Mas (o su equipo), con mucha probabilidad el próximo President (gobierno) de la Generalitat de Catalunya, sea incapaz de dar una respuesta más compleja, más completa, más comprehensiva. Como a Xavi Vila, le concederemos la duda de la falta de espacio, aunque a Mas, para responder lo que respondió, más bien le sobró espacio.

Como último comentario no puedo sino lamentar que el único partido con respuestas convincentes o, como mínimo, con respuestas, sea un partido que no ha gobernado ni (con alta probabilidad) gobernará, un partido (con todos mis respetos) completamente marginal en la vida política catalana. A estas alturas, con ya 15 años de Internet y telefonía móvil a disposición del público, parece increíble que las Tecnologías de la Comunicación y la Información sean todavía algo marginal, algo secundario, algo «simpático» o un guiño para el sector «friqui» del electorado en la mayoría de discursos políticos.

Probablemente el problema sea que se identifica la Sociedad de la Información con algo tecnológico y no como algo de la sociedad, como se identifican (por poner un ejemplo entre mil) los derechos de las mujeres como algo de las mujeres y no como unos derechos. Y así nos va, tanto en estos temas, como en muchos otros.

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Contenidos digitales: fomento del producto, del productor o de la producción

Una de las noticias más importantes que ha dado la edición de 2010 del Foro Internacional de Contenidos Digitales (FICOD) es la que presentaba el ministro de industria Miguel Sebastián cuando afirmaba que la industria de contenidos digitales superó los 8.000 millones de euros en 2009.

Estos datos, publicados con todo detalle en el último Informe Anual de los Contenidos Digitales en España, son los que avalan la estrategia del ministro de crea(r) un plan de contenidos digitales con 200 millones para 2011 de forma que se contribuya a que en 15 años las TIC (sean) el segundo sector más importante del país, después del turismo.

En mi opinión esto son un cúmulo de buenas noticias. Por una parte, porque el sector de las TIC tiene mucho más futuro que otros sectores, como el vilipendiado sector de la construcción, las manufacturas industriales u otras industrias de bajo valor añadido. Por otra parte, porque además del impacto directo en la economía, los sectores tecnológicos tienen impactos indirectos mucho mayores, atraen y generan capital humano, o son más sostenibles por sus más intensivas estrategias de I+D+i, por mencionar algunos aspectos. Por último, porque en el momento en el que se encuentra España, el desarrollo de la Sociedad de la Información pasa por incentivar la demanda de contenidos y servicios digitales, algo en lo que el sector de los contenidos impactará de lleno.

Cabe, sin embargo, y ahondando especialmente en este último punto, tener en cuenta algunas consideraciones.

Sobre todo que no todo contenido en Internet es industria de contenidos.

En cambio, para incentivar esa demanda y, con ella, un más rápido y mejor desarrollo de la Sociedad de la Información, sí todo contenido digital tiene su impacto, en muchos casos, precisamente, aquel cuyo origen no proviene de la industria.

Hay tres grandes formas de incentivar los contenidos digitales. Pueden parecer similares, pero los detalles que las diferencian son relevantes:

  1. El primero, al que se refiere el ministro, es apoyar a la industria, es decir, apoyar al productor profesional. El fortalecimiento de los derechos de propiedad intelectual, el cierre de contenidos tras barreras tecnológicas, como el DRM o la promoción de iniciativas como el Proyecto Escuela 2.0 y sus libros de texto digitales son medidas que protegen al sector, le conceden ventajas competitivas que le permiten generar músculo y, en consecuencia, hacer crecer el sector de forma que permita arrojar dividendos y crear empleo. Por supuesto, también genera contenidos, pero el objetivo aquí es la industria y su impacto económico.
  2. En el otro extremo encontramos las políticas centradas en el producto digital, es decir, aquellas cuyo objetivo es que haya tanto contenido digital como sea posible. A diferencia de las anteriores, de lo que aquí se trata es de facilitar en extremo la máxima difusión y uso de dichos contenidos: licencias libres, repositorios abiertos, contenidos abiertos con estándares abiertos que permitan su consulta en mutiplicidad de dispositivos, fomento de la creación de obras derivadas, etc. Seguramente el modelo de negocio no está tan claro… posiblemente porque el negocio no es el objetivo. El objetivo no es el impacto económico, sino el impacto social.
  3. A medio camino podemos identificar iniciativas que promueven la producción. No se trata de fomentar los contenidos ni la industria, sino fomentar la creación de herramientas y estrategias que permiten la generación de contenidos digitales. El fomento del programario de creación colaborativa de documentos, de las herramientas de autor, de la capacitación (sí, capacitación) en edición digital de cualquier tipo de contenidos o de la formación en lenguajes de programación son formas de fomentar la generación de contenidos digitales sin ser tan finalistas como el fomento del contenido en sí o del productor/industria.

¿Ejemplos?

  1. Apoyo al productor: creación de un programa educativo cuyos libros de texto serán desarrollados exclusivamente por la industria de los contenidos educativos. Favorecerá la modernización del sector y su fortalecimiento frente a otros competidores extranjeros.
  2. Apoyo al producto: subvenciones a la traducción y adaptación de contenidos educativos extranjeros de alta calidad para utilizarlos en el aula.
  3. Apoyo a la producción: creación de un kit de producción colaborativa de contenidos educativos (p.ej. preinstalación de página web + blog + wiki) y capacitación a profesores y alumnos para que lo utilicen en clase.

Son tres estrategias distintas cada una con objetivos convergentes en el límite pero también muy, muy diferentes en el proceso, como cada uno podrá deducir.

Y acabamos como empezábamos: es de celebrar tanto el desarrollo de una industria de contenidos como que el gobierno quiera apoyarla desde el ministerio correspondiente.

No obstante, los contenidos (y servicios) digitales son, a mi parecer, demasiado estratégicos como para que sus políticas se aborden desde un único ministerio o desde una aproximación parcial, no comprehensiva, no articulada con otras líneas. Creo, pues, que la noticia debería ser que el gobierno impulsará los contenidos digitales y no (o no solamente) la industria de contenidos digitales. Esperemos que así sea.

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