La política caja de herramientas

Las instituciones democráticas modernas se han centrado en dar soluciones o salidas a los problemas y demandas de los ciudadanos. A base de representarlos, de capturar sus sensibilidades y convertirlas en propuestas políticas, los ciudadanos han podido retirarse a un segundo plano sabiendo que alguien trabajaba por ellos en el ámbito de lo público, de lo colectivo.

Otras consideraciones al margen, esta política ha funcionado (o, mejor dicho, en general funciona) porque permitía estar pendiente de la cosa pública 24×7 y a gran escala. Dicho de otro modo, cuando el ámbito de la política no es ya una polis griega de unos «pocos» habitantes, hacerse cargo de forma directa de la política se hace prohibitivo, tanto en recursos materiales como, sobre todo, tiempo.

Las Tecnologías de la Información y la Comunicación, con Internet como mascarón de proa, permiten al individuo reapropiarse de la acción colectiva, reducir intermediación, ponderar el poder de los representantes y cargos electos, organizar sus propias plataformas, dinamizar sus propios grupos de interés, convocar sus propias manifestaciones y eventos.

El resultado lo estamos viendo a diario, aunque a una velocidad de vértigo. Política 2.0, tecnopolítica, política en redes sociales, movimientos sociales, partidos red, movimientos red, hacktivismo, ciberpolítica, ciberactivismo… todos ellos son conceptos que hemos ido acuñando para nombrar formas de hacer política pertenecientes a la misma subespecie: aquella que, fuertemente apoyada en ciudadanos de carne y hueso y plazas y calles de adoquín y alquitrán, ha conseguido aumentar su impacto y eficiencia organizativa gracias a la tecnología.

¿Echa la gente en falta la política tradicional en la calle? Por descontado.

¿Es esto fácil de comprender y explicar? En absoluto.

Estamos viviendo, ahora mismo, una transición de la política como meta a la política como proceso; de la institución como solución a la institución como caja de herramientas — donde dice institución, sustitúyase por parlamento, partido, sindicato, ONG, asociación de vecinos… La política caja de herramientas es el hágaselo usted mismo, es el bricolaje político, es quedar con los vecinos para dibujar, serrar y montar unos muebles (democráticos) cada uno con sus herramientas, en lugar de comprarlos hechos. Ese es el tipo de política que algunos están impulsando desde las calles coordinados desde las redes.

Una política como caja de herramientas requiere un cambio de marco mental extraordinario:

  • Para empezar, caen las marcas, ya que las herramientas son lo que importa y no la caja de herramientas, herramientas que son intercambiables y recombinables.
  • Requiere, también, un mayor protagonismo del mismo ciudadano, acostumbrado (en su mayoría) a encontrarse las cosas hechas, hechas por otros.
  • Ese protagonismo requiere, además, competencia, saber hacer cosas, o aprender a hacerlas. Hay que aprender a hacer la nueva política.
  • Con lo que se cierra el círculo volviendo a la caja de herramientas: no solamente saber hacer, sino saber escoger las herramientas apropiadas para cada caso.

Explicar esto es complicado. Comprenderlo, con lo rápido que se está sucediendo todo y la fuerte inercia de la tradición, más. Querer arremangarse, querer retomar la responsabilidad que nos corresponde como ciudadanos, eso hay que saber pedirlo con mucho tacto.

Es necesario que ciudadanos y nuevas formas de organización ciudadana hagan un esfuerzo por hablar el mismo idioma, por llegar a un entendimiento mútuo. Al fin y al cabo, son la misma cosa. Entre ellos están las instituciones tradicionales. Ahora, su papel de intermediación es más necesario que nunca… aunque el esfuerzo que deben hacer es mucho mayor para, a lo mejor, acabar pasando a un segundo plano. A estas también habrá que pedírselo con mucho tacto.

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