La transparencia en pocas palabras

Dentro del Proyecto de Ley de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno se han programado una serie de comparecencias de la sociedad civil para que hagan reflexiones y contribuciones previas a la tramitación de dicha ley.

Mis reflexiones personales alrededor de ese Proyecto de Ley, así como de la correspondiente ponencia en el Parlament de Catalunya, pueden leerse en:

Vista la evolución tanto del Proyecto de Ley en el Congreso como de la ponencia en el Parlament, mi sensación es de desazón cuando no de desconfianza.

No obstante, si llegase a superar dichos sentimientos y tuviese que resumir muy brevemente lo que debería ser la transparencia en las instituciones públicas, mis puntos clave se parecerían a los siguientes:

  • Negación rotunda de los ejercicios de transparencia. La transparencia es, no se hace. La transparencia está en el diseño de las instituciones, no en ejercicios ad hoc. La transparencia se inicia desde el mismo momento que se concibe un proyecto o una institución — concebir, a diferencia de crear, incluye el porqué y para qué de ese proyecto o institución, se acaben poniendo en marcha o no.
  • La transparencia afecta absolutamente a todas y cada una de las instituciones, organizaciones y ciudadanos (a) que reciban financiación pública y (b) cuya actividad impacte en la toma de decisiones públicas, así como a todos y cada uno de los datos relacionados con las dos cuestiones anteriores. La transparencia afecta, también, qué hace un particular con una subvención; o afecta, también, con quién, cuándo y para qué se reúne un cargo público con un particular. Si no se quiere renunciar a la «privacidad» y no hacer público cómo se gasta la subvención o parte de la agenda de uno, habrá que renunciar a la subvención o a la reunión con el cargo en cuestión.
  • La forma de trabajar por defecto es en abierto. Lo pide el ejercicio de la democracia y lo permite la tecnología. Pensar en «abrir cosas» o en «hacer transparentes cosas» es pensar en instituciones que trabajaban en papel y, en consecuencia, trabajar en abierto tenía costes inasumibles. Sin estos costes, lo único no asumible son las cuestiones de seguridad y privacidad: esto es lo que debe marcar qué se cierra. La no transparencia es la excepción; la norma es el trabajo en abierto.
    • Corolario de lo anterior, los puntos de partida y los procesos deben ser transparentes, y no únicamente los resultados finales.
    • Segundo corolario: cualquier nivel de agregación es ofuscación. La transparencia debe ser absoluta y total, en vertical y en horizontal. Si los datos se entran de uno en uno, así deben ser accesibles a la ciudadanía. Las agregaciones ya se harán después según la conveniencia y manejabilidad de uso en cada caso.
  • La transparencia requiere necesariamente vías de retroalimentación. No hay transparencia sin participación ni participación sin transparencia. Por eso la transparencia es, no se hace.

En una nota aparte, uno preferiría no entrar en si los datos abiertos o la transparencia pueden tener un impacto en la economía, en la generación de iniciativas de emprendimiento alrededor de dichos datos abiertos. Aunque es una derivada interesante, creo que hay que relegarla a la fase del «cómo» se hacen instituciones transparentes y cómo se sufraga esa inversión.

Pero considero que hablar de la transparencia en términos de eficiencia y eficacia económica es la misma trampa en la que caemos cuando hablamos de la sanidad o la educación en esos mismos términos. La transparencia debe debatirse en términos de calidad democrática, así como la sanidad en términos de equidad y la educación en términos de libertad. La eficiencia y la eficacia, si bien necesarias, pertenecen a otro debate: al debate de cómo hacemos posible lo que deseamos.

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