A quién penaliza el diferencial de IVA entre el libro de papel y el electrónico

La reforma del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) que establece el Real Decreto-ley 20/2012, de 13 de julio, de medidas para garantizar la estabilidad presupuestaria y de fomento de la competitividad implica, entre muchas otras cosas, la aplicación de distintos tipos impositivos a los libros según su soporte: 4% para los libros en papel, 21% para los libros en soporte electrónico.

Esta medida ha sido criticada tanto por suponer una discriminación entre los lectores que utilizan distintos soportes para leer como por lo difícil de controlar una distinta imposición en el ámbito de la Unión Europea y para los contenidos electrónicos.

¿Tiene sentido esta discriminación? ¿A quién beneficia y a quién perjudica?

Un libro es un libro

Empecemos por definir algo básico: qué es un libro. Es habitual oponer el libro-libro al libro electrónico. El humorista gráfico El Roto — cuya opinión por lo general comparto — ha realizado algunas viñetas desde ese punto de vista:

En mi opinión, la identificación del continente por el contenido va en este caso más allá de la metonimia para entrar de lleno en el terreno de la falacia: el libro es el contenido, lo que se dice, la creación artística, con independencia de si se presenta en tóner sobre papel, en tinta sobre pergamino egipcio, en escritura cuneiforme sobre piedra sumeria… o como un archivo digital.

Es importante hacer esta distinción por dos razones:

  1. Por una mera cuestión de construcción, debemos suponer que el mismo libro no se puede gravar de forma distinta: la obra, la misma obra, no puede ser gravada de forma distinta. Es totalmente ajeno al sentido común.
  2. Si la misma obra no puede ser gravada de forma distinta, y sin embargo tenemos distintos tipos para soportes distintos, es evidente que lo que se grava es el distinto soporte. Los diferentes tipos de IVA para el libro en papel y el libro electrónico no gravan, pues, el libro en sí, sino los distintos soportes, al menos en lo que los diferencia: 17 puntos.

Dicho esto, y para simplificar, supongamos que:

  • El libro, la obra, el intangible, soporta un 4% de IVA;
  • el papel está libre de impuestos;
  • el soporte electrónico soporta un 17% de IVA (al que hay que añadir el 4% que soporta el libro).

Analicemos ahora a qué objetivos puede responder esta discriminación no entre libros, sino esta discriminación impositiva entre la industria del papel y la industria de la tecnología digital.

Consecuencias de gravar la tecnología digital en los libros

Dado que lo que discriminamos no es el mismo libro, sino los distintos soportes, veamos qué hay detrás de éstos y cuál es la composición de costes de los mismos.

En un artículo de marzo de 2010 en el New York Times, Math of Publishing Meets the E-Book, aparecía la separata The Economics of Producing a Book donde se desglosaban los costes de sacar un libro al mercado. Se planteaban 3 escenarios: libro en papel de 26$, libro electrónico de 13,99$ y libro electrónico de 9,99$.

A continuación se plantean estos tres escenarios — pasados a euros con una regla de 1 a 1 — y a su vez en tres escenarios distintos: sin IVA, con un IVA que se añade a los costes y con un IVA totalmente absorbido por los editores (se mantiene el precio a costa de los márgenes). Se presenta esta información de dos formas: en términos absolutos (€) así como términos relativos al total de los costes:

En los gráficos anteriores se pueden apreciar fácilmente las siguientes cuestiones — algunas obvias, otras no tanto y dependerán seguramente de cada editorial:

  • Imprimir un libro en papel cuesta mucho más que un libro electrónico. Se incrementan, sobre todo, los costes de producción así como los de intermediación por venta al detalle (librerías).
  • Los autores cobran más cantidad en un libro en papel, pero cobran menos en proporción sobre el total en el libro electrónico.
  • Los márgenes en el libro electrónico son iguales o superiores al papel en términos absolutos, pero el doble en términos relativos (NOTA: hablamos de márgenes del editor porque así lo apuntaban en el artículo original del NYT, «profit»; es muy probable, no obstante, que no toda la parte del editor sean beneficios).

El hecho de que los márgenes sean mucho mayores significa que es probable que haya lugar para absorber el IVA por parte de los editores, con lo que vamos a analizar el impacto del IVA en ambos casos: cuando el IVA se añade al total (lo habitual) o bien el precio queda inmutable porque el editor se come todo el impuesto a costa de sus beneficios.

El IVA como impuesto sobre los beneficios

Discriminar el IVA de los libros según su soporte físico podría tener un sentido económico tanto audaz como beneficioso (aunque más sobre esto después) si los editores compensan el impuesto contra beneficios. Así, el consumidor se quedaría igual y lo que estaríamos viendo no es realmente un impuesto sobre el consumo, sino un impuesto sobre los beneficios.

Hay, no obstante, dos objeciones a a que esto suceda o bien a que sea una cosa buena a largo plazo. Primero, la misma existencia de altos márgenes implica que el mercado de libro electrónico no está maduro o bien que hay ciertas inflexibilidades que alteran el equilibrio entre demanda y oferta. Aunque el tiempo lo dirá, no parece probable que el IVA vaya ir en detrimento de los beneficios.

Por otra parte, y como veremos con mayor detalle a continuación, el libro electrónico es (o debería ser) la parte más innovadora y lucrativa innovación de un sector, el editorial, más que maduro y consolidado. Si bien gravar los beneficios puede reportar ingresos a corto plazo, a largo plazo supone una losa en esa parte del sector más dinámica e innovadora, penalizando la renovación del sector a través de la inversión en I+D+i.

El IVA como impuesto a la innovación

Un impuesto, más allá de su objetivo recaudatorio, puede tener también un afán finalista: variar las pautas de consumo. Se puede gravar más el tabaco o la gasolina porque queremos disminuir comportamientos poco saludables (para la persona o para el medio ambiente). Lo mismo ocurre con las subvenciones: subvencionamos el cine o las energías renovables porque creemos que debe fomentarse la cultura o la protección del medio ambiente.

La estructura de costes del libro en papel y el libro electrónico tiene dos diferencias fundamentales:

  1. El coste medio de la la producción «física» del libro electrónico es 8 veces inferior a la del papel (aunque sin dudas es muchísimo inferior cuantas más veces se reedita un libro, dado que los costes marginales del libro electrónico tienen a cero).
  2. El coste de venta al detalle (distribución y librerías) que en el libro de papel es unas tres veces mayor que el electrónico.

En ambos casos se trata de diferencias estructurales, no coyunturales, fruto de la innovación tecnológica. Estas innovaciones ahorran tiempo, recursos humanos y recursos materiales. Siempre y para siempre.

Un impuesto sobre el soporte digital puede entenderse también al revés: como una subvención al soporte en papel. En ambos casos, si tomamos el IVA como un impuesto cuyo fin es (también) variar el comportamiento del consumidor, lo que estamos diciendo que es animamos al consumidor a apostar por una estructura de producción que gasta más recursos y contamina más. Estamos, también, fomentando la estructura de producción menos eficiente, menos competitiva y menos innovadora.

En mi opinión, lo lógico sería, precisamente, todo lo contrario: fomentar una transición cuanto más rápido mejor hacia la producción más limpia, eficaz, eficiente, innovadora y competitiva que supone el libro electrónico. En mi opinión, lo lógico sería, precisamente, que si realmente queremos discriminar a través del IVA, fuese el del papel el del 21% y el del electrónico el del 4%.

Aunque interesante en términos económicos, no creo, no obstante, que esta fuese una buena idea desde un punto de vista de fomento de la lectura ni de equidad en el acceso al conocimiento, habida cuenta de que los propietarios de tablets y lectores de e-book se hallan todavía en los estratos más acomodados de la sociedad.

En definitiva, discriminar el IVA del libro electrónico del libro en papel protege la parte más obsoleta de la industria editorial a la vez que penaliza la innovación, la eficiencia y la competitividad. Al mismo tiempo, pretende capturar rentas de un mercado poco flexible cuando lo deseable sería flexibilizarlo directamente, acabando con monopolios u oligopolios que todavía persisten, permitiendo la entrada de la competencia y que los precios todavía bajasen más, especialmente a costa de los elevados márgenes relativos que todavía existen.

Por cierto: dado que el autor cobra más en proporción por el libro electrónico, también estamos gravando más la creatividad en el libro electrónico que en el papel. Si lo que queremos fomentar es la creatividad, no podemos estar más equivocados con el modelo impositivo.

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