Algunos políticos buenos o efectos secundarios de la Política 2.0

En la última columna de Javier Marías para El País Semanal, Ustedes nos han hartado — reproducida en javiermarias.es —, el autor describe la pereza, aburrimiento infinito, gran desdén, desesperación, desaliento que le provocan los políticos en España.

Marías se pregunta si no habrá en cada partido personas más inteligentes, menos pagadas de sí mismas, que no hablen como gañanes ni suelten tantas sandeces, que no roben y sean cabales. Esta es una pregunta que yo personalmente me hago día sí y día también.

De vez en cuando uno cae en un blog de alguien que parece pertenecer a esa definición de un político mejor que la mayoría de los que aparecen en los principales medios de comunicación. De vez en cuando uno tiene la suerte de ir a un evento donde se ha invitado a un político a charlar, y cae en la cuenta que uno está tomando notas de ideas interesantes que aquel está proponiendo.

Los políticos buenos, como las meigas, haberlos haylos, pero deben estar enterrados bajo el aparato político.

Así, en el día a día, parece haber solamente dos perfiles:

  • El primero, el político de las encuestas, el que Marías define como una persona corrupta y ladrona, mendaz, desconsiderada y cínica, incoherente, contradictoria y con una cara que se la pisa.
  • El segundo, visto lo visto, el que traga con el primero. El que ante un caso de corrupción en el propio partido apunta a un caso (supuestamente) peor en las filas contrarias, en lugar de darle el empujón de gracia; el que siendo experto en una cuestión, aplaude las afirmaciones sandias e indocumentadas de su «líder», en lugar de corregirle con algo acorde con la realidad y los datos; el que calla su opinión por no «disentir», en lugar de enriquecer el debate a través del diálogo.

El problema es que el uso creciente de herramientas de creación de contenidos por parte de los políticos del «pelotón» (llamémosle la Política 2.0 «de verdad»), que dan su opinión en blogs o en servicios de publicación de vídeo, que conversan (aunque sea con los exiguos 140 caracteres) con los ciudadanos (o los votantes), que enlazan la opinión (favorable o contraria) de otros políticos, hace cada vez más insostenible la dicotomía anterior.

Cuando uno no sabe que hay políticos mejores que los que a uno le venden (literal, porque las elecciones son sobre la compra de una sonrisa forzada, no de un programa electoral), coge y se conforma con lo que hay. A lo sumo se resigna.

Cuando uno constata, sin embargo, el talento que hay en algunas filas y el poco o ningún peso o voz que se les da, la resignación da paso a la sublevación. Y las herramientas de la Política 2.0 son perfectas para dicha sublevación en el votante que sigue de cerca la vida política.

La cada vez mayor presencia de los políticos en todo tipo de medios, incluidos pseudo-blogs y pseudo-twitters y pseudo-facebooks, y la mayor independencia de algunos polílticos en sus poli-blogs y poli-twitters y poli-facebooks nos está llevando a una situación cada vez más insostenible intelectualmente.

Y digo intelectualmente, porque, para mi desazón, creo que los aparatos políticos se fortalecen, cierran filas y eluden la crítica y la reflexión gracias a los medios 2.0. El aparato está a salvo y con mejor salud que nunca, gracias.

Pero en el terreno de lo intelectual — no de la lucha por el poder — el panorama es espeluznante y cada vez más vergonzante: las alfombras bajo las que esconder la basura se están terminando y uno no sabe qué hacer ya para no tropezarse con ella.

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3 Comments a “Algunos políticos buenos o efectos secundarios de la Política 2.0” »

  1. Las próximas elecciones autonómicas son un buen ejemplo. Todos hemos podido observar cómo se escogen los candidatos a supuestos “representantes” de los ciudadanos, que en realidad son fieles representantes de los aparatos de los partidos. Si uno tiene la oportunidad de conocer algún ejemplo más concreto, la situación resulta espeluznante. Empiezo a estar harto de los políticos que con un Facebook, Twitter o bloc empiezan a decidir que hacen política 2.0. Es una farsa.
    Por otro lado, hay que empezar a hacer política/lobby fuera del sistema de partidos. Un auténtico muro a la democracia de la ciudadanía.

  2. El pitjor de tot plegat és la capacitat que té aquest ecosistema partitocràtic per fagocitar individus que podrien respondre a un perfl diferent. Fa pocs dies ho he comprovat amb una persona coneguda que, sense ser haver fet carrera al partit, ha tingut altes responsabilitats públiques. La seva tradicional llibertat d’esperit s’ha reconvertit tristament al «i tu què?». Fins i tot, parlant d’aquest problema transversal de la política (i recomanant-li que fes un cop d’ull al teu anterior article sobre el tema), va aconseguir que n’acabéssim culpabilitzant els mitjans de comunicació i ens oblidéssim dels partits. Ergo, s’ha convertit en un professional… malauradament.

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